Iª Guerra mundial

Cómo se produjo la quiebra de la Segunda Internacional

Desde hacía más de diez años, el eco lejano del estruendo de las armas se oía en Europa, el eco de las guerras coloniales de África y de las crisis marroquíes (1905 y 1911), el de la guerra ruso-japonesa de 1904, el de las guerras balcánicas. Los obreros de Europa confiaban en la Internacional para que la amenaza de un conflicto generalizado fuera lejana. Los contornos de la guerra venidera – prevista ya por Engels en 1887 [1] – se dibujaban con cada vez mayor claridad, año tras año, hasta el punto de que los Congresos de Stuttgart de 1907 y el de Basilea en 1912 la denunciaron claramente: no sería una guerra defensiva, sino una guerra de competencia imperialista, de pillaje y rapiña.

1918-1919 - La revolución proletaria pone fin a la guerra imperialista

La burguesía acaba de celebrar el 80 aniversario del final de la Primera Guerra mundial. Ha habido, claro está, emotivas declaraciones sobre la terrible tragedia que esa guerra fue. Pero en ninguna conmemoración, en ninguna declaración de los políticos, en ningún artículo de prensa, en ninguna emisión de televisión se han evocado los acontecimientos que obligaron a los gobiernos a poner fin a la guerra.

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Se estaba retrocediendo dentro de la III internacional, existía un intento de resucitar la vieja social-democracia, tal y como era antes del fracaso de 1914. Ya no se trataba de alejar de la nueva internacional a los social-chovinistas y a los socialistas gubernamentales de la II Internacional, adversarios acérrimos de la  guerra civil del proletariado contra sus explotadores.

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