América Latina: Gobiernos de derecha o de izquierda, enemigos de la clase obrera

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Desde finales de los 90, con la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela, se abre una etapa en América Latina donde cada vez más gobiernos de «izquierda» o coaliciones muy heterogéneas están ocupando los gobiernos de esta parte del mundo: Lula en Brasil con su Partido del Trabajo (PT), el excoronel Lucio Gutiérrez en Ecuador, y ahora Uruguay se suma a la izquierda en Latinoamérica con el Frente Amplio de Tabaré Vázquez que ha sido electo a la presidencia a fines del 2004. En el mismo nivel está el «gobierno de todas las sangres» de Toledo en Perú y las posibilidades de Evo Morales en Bolivia. Algunos analistas burgueses hablan de un «giro a la izquierda» en América Latina, otros más trasnochados ven el resurgir «revolucionario de las masas contra el imperialismo norteamericano», en fin, los ideólogos de la burguesía, de todos los matices, sólo ven la superficie del fenómeno.


La dinámica política de la burguesía en América Latina

La situación que vive América Latina desde finales de los 90 con coaliciones de «centro –izquierda» en el poder en varios países no es un hecho aislado o casual, responde a aspectos del momento:

- la necesidad de la burguesía de enfrentar la crisis económica,

-los imperativos imperialistas de cada burguesía nacional,

-la política hacia el proletariado.

Y además, «... es importante subrayar el nuevo factor que influye en la vida de la sociedad de hoy y que no existía en los años 70: la entrada en la fase de descomposición del periodo de decadencia del capitalismo. (…)La descomposición afecta a toda la sociedad y en primer lugar a la clase dominante. Este fenómeno es especialmente espectacular en los países de la periferia y constituye en factor de inestabilidad creciente que frecuentemente alimenta enfrentamientos imperialistas» (Revista Internacional 98).


El fenómeno de la izquierda al poder conoció un auge en Europa a finales de los 90, sin embargo, no podemos hacer una copia mecánica y hacer abstracción de importantes particularidades del aparato político de la burguesía en esta región del mundo.


Un aparato político limitado y débil

La burguesía de la región no tiene opciones en su alineación imperialista, por eso el caso de Chávez y Castro son, como la misma administración Bush los define: «fuerzas negativas en la región» que difícilmente pueden ser secundados. Por eso, la presencia de gobiernos de «izquierda» no equivale inmediatamente a una ruptura de su alineación política hacia EUA; su presencia se debe en parte importante a la necesidad de los gobiernos, para hacer frente, desde los 90, a la aceleración del desempleo y la miseria. Cabe aquí aclarar que si bien la crisis del capitalismo no es un asunto de buena o mala gestión de tal o cual gobierno en turno, la responsabilidad y la flexibilidad de esas fracciones cuentan a la hora de tomar medidas que afectan al capital nacional y a la clase obrera.


Debemos destacar que después de años de dictaduras militares, la región carece de las estructuras de partidos y cohesión de la burguesía. Por ejemplo, Chávez llega al poder para «transformar toda la estructura de partidos», apoyado por la «izquierda revolucionaria» (MIR) y los estalinistas del Partido Comunista Venezolano (PCV). En Paraguay el Partido Colorado (ANR) estuvo en el poder desde 1947 rompiendo incluso el récord del PRI en México, en Paraguay el General ha creado su organización (UNACE) para seguir influyendo en las decisiones, aspecto que los inversionistas lo ven como un «riesgo». Lagos, el «presidente socialista» de concertación en Chile, esta sometido al desgaste provocado por la crisis económica. En Colombia, Álvaro Uribe ha sido electo en medio de una situación donde el país está dividido entre la guerrilla (ELN y las FARC) y las Autodefensas, el Partido Liberal controla y la Unión Patriótica es un ejemplo de un fallido intento por convertir las fuerzas guerrilleras en fuerzas políticas electorales. Después de la sustitución de Bucaram en Ecuador por «incapacidad mental» ha habido seis presidentes hasta el 2002 en ese país, sin contar el efímero triunvirato encabezado por el general Carlos Mendoza después de protestas indígenas a las que se sumó Lucio Gutiérrez en el 2000. Los partidos políticos en Perú están sumamente desprestigiados por la corrupción y las divisiones internas (Izquierda Unida), es por ello que la candidatura de Toledo no se basó en las estructuras ya existentes, sino que trató de configurar una nueva «fuerza política» a través de Perú Posible, sin embargo ya a fines del 2002 esta estructura sólo se impone en una elección regional sobre 25. Bolivia presenta un proceso caótico: desde la renuncia de Sánchez de Lozada, hasta las pugnas de la burguesía interna por el asunto del gas. Por cierto en este panorama se destaca como representante principal del aparato de izquierda del capital a Evo Morales, dirigente del MAS, al grado que se habla de él como un candidato con posibilidades reales para las elecciones extraordinarias de este año, no obstante, es posible adelantar que dado que el lenguaje de Evo Morales es de la izquierda de los 70, de un «antiimperialismo yanqui», no parece que la burguesía boliviana lo vea como apto para cumplir sus planes. En cuanto a Centro América las burguesías tienen que avivar sus elecciones con los antiguos representantes de la «vía armada«: los sandinistas (FS); el Frente Farabundo Martí (FMLN)... República Dominicana después del dictador Trujillo ha tenido que vivir bajo el dominio de Balguer, siete veces presidente de la república…


Este rápido repaso de algunos ejemplos de la estructura del aparato político da cuenta que las alianzas y coaliciones son el resultado de un fragmentado aparato electoral con fronteras ideológicas entre partidos muy borrosas. Son por eso gobiernos producto de una debilidad del aparato político, que desesperadamente busca unificar a la burguesía y fortalecer el control de los asalariados ante una posible respuesta dada la agudización de la crisis. Por eso es que tanto derecha como izquierda aplican las mismas políticas. El ex presidente Uruguayo Julio Sanguinetti, exponía esta preocupación así: «el verdadero dilema de la región hoy no es elegir entre izquierda y derecha, sino entre populismo irresponsable o política democrática». Recientemente Condoliza Rice en su visita a México, puntualizó que los EUA trabajarán con un gobierno sin importar que sea de derecha o de izquierda, eso sí, debe ser una emanación democrática y legal. Por eso, en el momento actual, la burguesía de la región tiene necesidad de fortalecer su débil estructura democrática, de crear una real alternancia en el poder sin crear huidas de capitales e inversiones, de recuperar la mistificación democrática que está cada vez más desprestigiada. No obstante, dado que la actuación de la izquierda en el poder expresa una actuación idéntica a la derecha, el desprestigio del aparato de izquierda llega pronto (como en el caso de Lula), obligando a la burguesía a crear opciones más radicales para asegurar el control del descontento de los trabajadores.


Necesidad de darle brillo a la democracia

Una necesidad vital de la burguesía es el fortalecimiento de la mistificación electoral, generar ilusiones en un «cambio«. Un ejemplo de ellos, es la forma en que se usó el triunfo de Lula en Brasil. Logró someter el descontento social conduciéndolo a las urnas. El mecanismo en lo general es el mismo: ofrecer a los trabajadores la ilusión de que la izquierda van a «cambiar las cosas», y que basta con atarse a la cola de un «Mesías», para solucionar los problemas sociales. Las campañas electorales buscan que los trabajadores sepulten sus métodos de lucha, las huelgas y las asambleas autónomas para refugiarse en los «canales de la democracia» y de sus elecciones, retrasando así su identificación como clase para perderse en los laberintos del «ciudadano votante».


La experiencia de Lula en Brasil, debe ser reflexionada por el conjunto de la clase obrera. La ilusión que los trabajadores tuvieron en Lula, dio un margen de maniobra a la burguesía en términos económicos y políticos para hacer pasar las medidas más duras. Pero este accionar no es una «traición», es la continuidad de la política antiobrera que destilaba con sus invocaciones a la democracia y sus seducciones para entrampar a los trabajadores en las urnas.

Por otra parte, la burguesía de la región además de poner un freno al desmoronamiento de su juego electoral, tiene que asumir la tarea de evitar que la descomposición socave sus estructuras de dominación por lo que cuida de hacer proyectos «plurales» que suavicen las divisiones al interno de la burguesía. No obstante la burguesía puede lograr una cohesión momentánea pero le es cada vez más difícil conservarla, Bolivia es un ejemplo de ese atolladero, y el caso de México no deja de ser relevante, en tanto la burguesía, a pesar de sus dificultades, es capaz de aprovechar sus divisiones para amordazar y engañar al proletariado. Primero lo hizo con la ilusión del gobierno del cambio de Vicente Fox, ahora es la posible candidatura de López Obrador, el «honesto», lo que empieza a despertar renovadas ilusiones en un sistema que sólo da miseria, desempleo y hambre.


Los obreros tendrán que voltear los ojos hacia la situación de sus hermanos de clase en otros países para darse cuenta que los gobiernos de «izquierda», son tan capitalistas como los de derecha, que la democracia está diseñada para disfrazar la dictadura de la burguesía sobre el proletariado. Las elecciones o los cambios de equipos de gobierno no van a terminar con el capitalismo, esa tarea incumbe sólo al proletariado mundial.

DAN/marzo, 2005.

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