Crisis del capitalismo - La pagan los trabajadores con desempleo y bajos salarios

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Crisis del capitalismo

La pagan los trabajadores
con desempleo y bajos salarios

La circunstancias en que los asalariados viven en el capitalismo expone la mayor tragedia que ninguna otra clase explotada haya vivido en la historia, porque en cada jornada que cubre el trabajador deja una proporción de su vida y a cambio recibe un salario que tiene por único objetivo recuperar las fuerzas que le permita retornar al siguiente día a cumplir las mismas rutinarias tareas, y así al reproducir su existencia y la de su descendencia, asegura la reproducción del sistema. Por ello todo trabajador al cumplir su cotidiana jornada pierde su condición humana, pero más grave es su situación cuando se ve desempleado… entonces su existencia y la de su familia se vuelve más frágil porque al no contar ni siquiera con la posibilidad de vender su fuerza de trabajo se le condena a la degradación de su vida y acelera el proceso de su pauperización. La crisis que somete al capitalismo desde fines de los años sesenta, y que se profundiza más en cada recesión, lleva no solo a que el trabajo se vuelva más intenso y al ampliarse los niveles de explotación haga de cada jornada un verdadero infierno, sino además, cada día son lanzados a la calle grandes capas de asalariados.

La recesión que se abrió en diciembre del 2007 y las secuelas que dejó, hacen que las condiciones de vida de los trabajadores continúen empeorando; ejemplo claro del significado de esta degradación se percibe en los despidos masivos presentes en todas las ramas de la economía y por todo el planeta. Las mismas instituciones de la burguesía, como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), señalan que se tiene en los últimos años los niveles más altos de desempleo, para 2011, informa, se sobrepasan ya los 200 millones de cesantes en el mundo, lo que significa que por cada 7 trabajadores en activo en el planeta hay uno que está sin empleo.

El capitalismo basa su existencia en la explotación del trabajo asalariado por eso cuando el sistema ve atrofiada su capacidad de reproducción, a quien primero golpea son a los trabajadores, reduciendo la plantilla laboral e intensificando la explotación. La existencia misma del capitalismo representa de por sí una carga insoportable, pero cuando la crisis toma una forma profunda y crónica se multiplica por mucho la degradación de vida de los explotados en tanto son obligados al desempleo y a la pauperización… por eso, aunque la burguesía destile palabrería en las que aduce que estos problemas son pasajeros y tendrán solución, la realidad expone que cada día la situación de los explotados es más difícil y que el capitalismo no puede ofrecer sino penurias.

Capitalismo: el reino de la necesidad

En los años setenta, cuando reapareció la crisis y se extendía por todo el planeta, se decía por los gobiernos que se trataba de un problema coyuntural provocado por el incremento de los precios del petróleo; luego una década después presentaban a la crisis como problemas propios de las economías no industrializadas afectadas por el proteccionismo y bastaba con dirigir las economías al mercado externo y desregular el aparato financiero y todo mejoraría. Sustentados en esa mentira pedían a los trabajadores se sacrificaran estoicamente y esperaran los frutos que esas “milagrosas” medidas traerían para el futuro, pero ha pasado el tiempo esas mejoras nunca llegan… ni llegarán. Un día nos dicen que los causantes de la crisis y de todos los “males económicos” son los altos precios del petróleo, años después dirán que son lo bajo que han caído. En otra ocasión nos dijeron que las presiones recesivas surgieron por la excesiva regulación del sistema financiero y no pasó mucho tiempo para plantear lo contrario y entonces aducir que la crisis fue motivada por la falta de leyes y regulaciones en ese mismo sector. Pero sea cual sea su justificación, los trabajadores son los que han de cargar el peso de la crisis. Marx explicaba adecuadamente que “la razón última de todas las crisis es siempre la pobreza y la capacidad restringida de consumo de las masas” (El Capital, T.III), y eso todos los trabajadores lo sienten al ver que con su salario compra cada vez menos; por ejemplo la investigadora Laura Juárez, analizando lo que sucede con el salario en México, concluye que, entre 1994 y 2011, ha perdido 75.6  % de su capacidad de compra (La Jornada, 18-10-2011). Pero los golpes dirigidos al salario no es una estrategia que la burguesía tiene como exclusiva para los países de la denominada periferia, en los países de Europa los trabajadores ven también aplastado su salario, la misma consigna que los jóvenes asalariados lanzan en las manifestaciones callejeras: “600 euros al mes, ¡eso sí es violencia!”, revela la magnitud de ese problema.

Pero la afectación directa al salario es apenas una de las medidas que la burguesía ha utilizado para cargar los efectos más severos de la crisis sobre las espaldas de los asalariados y buscar con ello un apuntalamiento a sus ganancias. El “ajuste” que hacen de su plantilla y la elevación de las cadencias productivas en cada jornada, aunada con la afectación del salario indirecto representado en los servicios de salud y en las jubilaciones crea todo un escenario imposible de soportar para los explotados... por eso el capitalismo es el reino de la necesidad, no importa si en una país gobierna la izquierda o la derecha, los ataques en contra de los trabajadores en todos lados son los mismos.

El desempleo crece por el mundo… el capitalismo solo ofrece miseria

Los mecanismos técnicos y legislativos que desde la última década del siglo xx se han venido implementando para crear una “flexibilidad laboral” tenían como objetivo, nos decían, crear una “cultura laboral” que mejorara la producción y ampliara las posibilidades de empleo. Todas esas medidas que se implementaron en todas las ramas de la economía solo trajeron aumento de la intensidad de las jornadas y con ello la ampliación de los niveles de explotación. Con estas medidas se aseguraba que mejorarían las condiciones de los capitalistas y entonces trasladarían los beneficios obtenidos hacia la creación de empleos con mejores salarios, lo cual, por supuesto, nunca llegó… de forma opuesta a lo prometido la crisis se agudizó y trajo con sigo más desempleo y mayor pauperización de todos los explotados. Y de nuevo la burguesía repite otra vez su discurso promoviendo profundizar la “flexibilidad laboral”, para ahora sí, nos aseguran, poder ampliar la inversión, el empleo y los salarios; aduciendo además que si antes no tuvieron todo el efecto prometido se debió a que quedó inconclusa y dejó aspectos creadores de “costos para los empresarios”, como los que impiden despedir fácilmente a un trabajador.

Economías como las europeas que no hace mucho, con la formación de la zona euro, eran presentadas como ejemplo vivo de las “grandes capacidades del capitalismo”, hoy exponen lo que realmente ofrece el capitalismo: explotación y miseria. Si se busca evidencia, basta ver el desempleo que se vive en esos países industrializados: Alemania con una tasa del 7.4 %, España del 20.4 %, Grecia del 15 %. No obstante que estas cifras son altísimas hay que considerar que el método para cuantificar a los desempleados expone de por sí trucos que provienen de su propósito de bajar las magnitudes, pero sobre todo de su visión mistificada de la realidad. Solo para mostrar un poco de esto tomemos el caso de lo EUA que tienen una tasa oficial de desempleo de 9.8 %, pero si se considera a aquéllos que no reciben más el pago por desempleo porque ha pasado el tiempo y no han conseguido vender su fuerza de trabajo, o a los que han trabajado al año dos semanas y por ese motivo oficialmente no son considerados como cesantes, entonces la tasa de desempleo se eleva a cerca del 20 %. Algo similar ocurre con las cifras para México en donde la tasa oficial de desempleo abierto presenta un nivel de 5.79 %, lo cual esconde la precariedad de los asalariados y que queda expuesto en cierta medida si cruzamos ese dato con lo que el sindicato patronal, CONCANACO, presenta; nos dice que del total de la Población Económicamente Activa (PEA, es decir las personas que entre 12 y 65 años que tienen empleo o que no teniéndolo están buscando o a la espera de alguno) el 48 % labora en condiciones desfavorables, dentro de lo que denominan el sector informal.

La expansión del capitalismo en el siglo xix creaba una “masa excedentaria de trabajadores” (que Marx definió como Ejército industrial de reserva) que estaba asociado con la ampliación de la acumulación, de manera que aún cuando había una expulsión del trabajo vivo por efecto del dominio de la maquinización activa de la producción, el capitalismo con su crecimiento y expansión, engendraba a la clase proletaria, lo que significa que imponía (y ampliaba) como condición productiva al trabajado asalariado.

Pero la expulsión creciente del trabajo asalariado del proceso productivo es una muestra evidente de la aberración que constituye el capitalismo y de su quiebra como sistema.

Desempleados y activos, un mismo sufrimiento… vayamos en una misma lucha

La profundidad de la crisis ha conducido a que los ataques se acrecienten y que la precarización de la vida de los explotados se magnifique, pero no nos quedemos –como decía Marx– en la “ilusión que no permite ver en la miseria nada más que la miseria”. El desempleo, la pauperización y las penurias en general que el capitalismo viene ahondando entre los proletarios deben de ser elementos que permitan echar a andar la reflexión sobre lo que significa el capitalismo, pero ante todo sobre la necesidad que existe de la unidad de las fuerzas de todos los explotados que están sufriendo esta realidad basada en la existencia de este sistema de explotación del trabajo asalariado.

El capitalismo no puede ofrecer ninguna mejora a los trabajadores, ninguna promesa de redención puede ser cumplida por los gobiernos (ya sean de derecha o de izquierda), los trabajadores deben de reflexionar sobre ello, pero además deben de tomar en consideración que ante las agresiones que reciben de forma cotidiana no cuentan con más armas que su capacidad de reflexión colectiva que permita fortalecer su conciencia, pero también deben de recuperar la confianza en sus fuerzas y reconocer la capacidad que tienen sus movilizaciones cuando son masivas y sustentadas en la unidad y solidaridad. Ningún partido de los que nos llaman a votar, ningún sindicato nos ayudarán o acompañarán al combate, no contamos con ellos, son armas de la clase dominante… solo contamos con nuestras propias fuerzas.

Tatlin (octubre 2011)