¿A quien sirven las leyes, las instituciones, la democracia y el Estado?

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En los últimos años, como en una especie de relevo a la campaña sobre la "muerte del comunismo", se ha visto como toma fuerza una campaña ideológica en contra de los trabajadores consistente en explicar al capitalismo como un sistema eterno, que puede tener errores, no obstante son considerados como "pequeños males" que pueden ser reparados si se "mejora" su sistema jurídico y sus instituciones. El mismo proceso recesivo que viene ahondando la crisis capitalista en la actualidad, es considerado como un desperfecto surgido del "abuso" de banqueros y especuladores, a los que se puede hacer retornar al "orden" mediante una dosis mayor de vigilancia y normatividad, así como con el reforzamiento de las instituciones.

Esa misma tónica se usa para alejar a los trabajadores de la lucha y permitir que los despidos, la degradación de sus condiciones de vida y la represión se impongan, en tanto la burguesía se ha encargado de sembrar entre los asalariados la esperanza en que el capitalismo tiene los instrumentos adecuados para eliminar la lucha de clases, es decir que ante los problemas que se pueden presentar en el sistema, existen las leyes y los derechos democráticos que ofrecen solución.

En ese misma vertiente se encuentra el discurso complementario que refiere la existencia de "nuevos espacios democráticos" ocupados por esa confusa entidad social llamada ciudadano. Son múltiples las convocatorias para formar redes ciudadanas para colaborar con las estructuras de gobierno, y no menor es el esfuerzo y promoción que hacen partidos y sindicatos para hacer creer que las decisiones y rutinas que se siguen en los diversos niveles de las instituciones del Estado responden a un marco vigilado y apegado a una legalidad neutral, que no responde a ningún interés de clase y sólo persiguen como objetivo el "bien social".

 

Leyes y constituciones: armas de la burguesía contra los trabajadores

Un viejo mecanismo de la clase dominante para que los proletarios y demás explotados se alejen de la reflexión de lo que representa el sistema capitalista, es crear esperanzas en que las instituciones, las leyes y los derechos políticos que la burguesía ha construido para asegurar la explotación y el sometimiento, pueden ser usadas para el beneficio de los trabajadores. Incluso se siembra la ilusión de que esas leyes y normas han sido producto de las "luchas del pasado". Ejemplo de esos discursos se encuentran en las afirmaciones que se hacen en torno a la constitución de 1917 y la ley del trabajo que rigen en México, las cuales son presentadas como "logros" de los trabajadores, pretendiendo así borrar el hecho de que no son sino instrumentos formales con los que se apuntala el poder de la burguesía. La constitución y demás leyes no definen un mundo neutral, sino exponen las necesidades económicas y políticas de una clase social específica (en este caso la burguesía). Ya desde los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Marx abordaba ese problema y explicaba que: "...la religión, la familia, el Estado, el derecho, la moral, la ciencia, el arte, etc., no son sino modos particulares de la producción y caen bajo su ley universal..."

Por eso resulta falso plantear que el Estado se comporta de forma neutral y puede modificar su naturaleza de clase si los explotados ejercen presión sobre él y de esa manera hacen que su composición o forma cambie. Sólo es posible elucubrar sobre esta posibilidad si se acepta que el Estado expresa el nivel de la "correlación de fuerzas" entre las clases sociales. Pero si esto es así, tendríamos entonces que el Estado moderno es una estructura "elástica" que lo mismo recoge intereses de los burgueses que de los trabajadores. Estos argumentos, como vemos no tienen solidez, pero están teñidos de un falso radicalismo que los hace atractivos y por tanto muy peligrosos en tanto que venden la idea de que el Estado es un órgano mediador y conciliador entre las clases. Lenin nos recordaba la base de la explicación del Estado sostenida por los comunistas: "Según Marx, el Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del ‘orden' que legaliza y afianza esta opresión..." (El Estado y la revolución, el subrayado es nuestro), por eso cuando los trabajadores son enredados en la esperanza del mejoramiento o aprovechamiento del Estado y sus instituciones, pierden toda su fuerza y quedan sometidos a la clase dominante.

La explicación que se hace del Estado, como entidad neutral y conciliatoria, la vierten lo mismo historiadores oficiales y juristas, y es muy bien aprovechado por sindicatos y partidos para llevar a cabo su trabajo de confusión y agresión directa en contra de la conciencia proletaria.

Repitiendo una y otra vez que el único recurso que tienen los trabajadores es apelar a las leyes, a los tribunales y a los órganos de gobierno, han logrado en repetidas ocasiones entrampar a los trabajadores en los enredos legaloídes, evitando que su fuerza solidaria se fortalezca y extienda; así lo han hecho los sindicatos cuando el Estado atacó el sistema de jubilaciones y pensiones del IMSS y del ISSSTE en los años recientes y en innumerables ocasiones reduciendo a la clase obrera a meros "ciudadanos" que mendigan los favores del sistema jurídico de la burguesía. Recientemente, con la desaparición de Luz y Fuerza, el aparato de izquierda del capital y el sindicato, en una pretendida acción radical, se apresuraron a ahogar el descontento al alimentar la esperanza de que la solución se encontraría en el amparo jurídico y la impugnación de la medida por parte de los diputados, a través de una "controversia jurídica".

Es esta misma práctica, pero llevada a un nivel superior, la que se utiliza cotidianamente para justificar la participación en las elecciones, en tanto argumentan que es posible ir ganando lugares en el poder legislativo (o incluso en el ejecutivo) originando así un giro en la estructura del Estado. Pero los derechos electorales y el sufragio no han sido hechos para ayudar en la liberación del proletariado, por el contrario son armas de dominación del capital, dado que como acertadamente lo expresa Lenin: "La republica democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo..." (Op cit)

 

Reforma del Estado... para fortalecer las cadenas de opresión

La presentación de continuas y severas diferencias en el interior de la clase dominante se refleja, evidentemente, en la variedad de combates que se presencian en la región (involucrando lo mismo a narcotraficantes, curas, militares, empresarios y partidos políticos), y en la indisciplina presente en todos los bandos, conduciendo a una marcada falta de homogeneidad en la orientación política que ha de seguir el Estado. Preocupados por ese escenario, la burguesía en su conjunto viene procurando establecer un marco para ordenar su vida política. Es obvio que en este esfuerzo, los intereses de cada fracción han de chocar y ahondar las fracturas, no obstante, en este momento lo que nos interesa es resaltar que la clase dominante busca reordenar la dinámica en que se conduce la política, procurando con ello que los instrumentos de dominio no se fragilicen.

A este nivel, pese a que en cada propuesta de Reforma del Estado (presentada ya, o perfilada apenas en declaraciones un tanto aisladas) busca fortalecer a cada bando, mantiene como común denominador el fortalecimiento de la idea que el Estado, al reformarse, ha de ser para servir mejor a las clases explotadas y sometidas. Es decir, que independientemente del combate interno de la burguesía marcado por este asunto, se destaca aquí la preocupación por alentar la mistificación de la democracia y el mito de que la renovación institucional ha de "dotar de derechos a los ciudadanos" para una mayor intervención política que posibilite una orientación y mejoramiento de la vida de la sociedad.

Hemos visto un gran revuelo en declaraciones sobre cómo deberá ajustarse esa reforma, como decimos renglones arriba, expresa sin duda las divisiones de la burguesía, pero lo importante es que detrás de cada declaración, por ejemplo, los que proponen la reelección de funcionarios de gobierno o la revocación de mandatos, aunque parecen mostrar diferencias muy enconadas, forman parte del mismo ataque, porque busca conducir a los explotados a una falsa reflexión: en vez de que estos orienten sus preocupaciones sobre su condición de vida tan gravemente atacada, se desvía hacia una discusión sobre cuál es la mejor forma que deben tomar los instrumentos que la clase dominante utiliza para someterlos. Por más floridos que sean los discursos que se presenten sobre la reforma del Estado, los trabajadores no tienen ningún interés en definir qué forma tomará este proyecto, después de todo, ni puede ni le corresponde a la clase sometida definir al Estado y a las leyes pues son los explotados sobre quienes se impone el Estado, de manera que para ellos es una estructura ajena y opuesta a sus intereses.

Tatlin/23-02-2010

Herencia de la Izquierda Comunista: