1914 – El camino hacia la traición de la socialdemocracia alemana

Printer-friendly version

De todos los partidos de la II Internacional, el Sozialdemokratische Partei Deutschlands (SPD) era de lejos el más poderoso. En 1914, contaba con más de un millón de miembros y había recibido más de 4 millones de votos en las elecciones parlamentarias de 1912 ([1]): era, de hecho, el único partido de masas de Alemania y el Partido con más presencia en el Reichstag –aunque bajo el régimen autocrático imperial del Káiser Guillermo II no tenía posibilidad alguna de formar gobierno.

Para el resto de partidos de la II Internacional, el SPD era el partido de referencia. Karl Kautsky ([2]), editor del órgano teórico del Partido Neue Zeit, era el reconocido “Papa del marxismo”, el teórico internacional más avanzado; en el Congreso de la Internacional de 1900, Kautsky redactó la resolución que condenaba la participación del socialista francés Millerand en el gobierno burgués, y el Congreso del SPD celebrado en Dresde, en 1903, bajo el liderazgo de su presidente August Bebel ([3]), condenó rotundamente las tesis revisionistas de Eduard Bernstein y reafirmó los objetivos revolucionarios del SPD; Lenin alabó entonces el “espíritu de partido” del SPD y su capacidad para permanecer inmune frente a las animosidades personales que habían llevado a los mencheviques a fraccionar el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR) tras su Congreso de 1903 ([4]). Para el colmo, la supremacía organizacional y teórica del SPD estaba claramente respaldada por la práctica: ningún otro partido de la Internacional podía arrogarse nada parecido siquiera al éxito electoral del SPD, y en lo que concernía a la organización sindical sólo los británicos rivalizaban con los alemanes en cuanto al número y disciplina de sus miembros.

“En la Segunda Internacional la “fuerza decisiva” alemana jugaba el rol determinante. En los Congresos [de la Internacional], en las reuniones del buró socialista internacional, todos esperaban conocer la opinión de los alemanes. Especialmente en las cuestiones de la lucha contra el militarismo y la guerra, la socialdemocracia alemana siempre tomó el liderazgo. Un “Para nosotros los alemanes es inaceptable” solía bastar para decidir la orientación de la Segunda Internacional, que ciegamente otorgó su confianza al admirable liderazgo de la poderosa socialdemocracia alemana: el orgullo de cada socialista y el terror de las clases dominantes en todas partes” ([5]).

Era obvio pues, que mientras las nubes de tormenta de la guerra empezaban a reunirse en el mes de junio de 1914, la actitud de la socialdemocracia alemana iba a ser crítica a la hora de decidir el desenlace. Los trabajadores alemanes –las grandes masas organizadas en el Partido y los sindicatos, que tanto habían luchado por construir– fueron puestos en una posición en la que sólo por ellos mismos, se podía inclinar la balanza: hacia la resistencia, la defensa combatiente del internacionalismo proletario, o hacia la colaboración de clases y la traición, y hacia la más sangrienta carnicería que la humanidad jamás hubiese atestiguado.

“¿Y qué experimentamos en Alemania cuando llegó el gran desafío histórico? La caída más precipitada, el colapso más violento. En ningún sitio se ha acoplado la organización proletaria tan completamente al servicio del imperialismo. En ningún lugar se ha asumido el estado de sitio tan dócilmente. En ningún lugar la prensa está tan maniatada, la opinión pública tan sofocada, la lucha económica y política de clase del proletariado tan rendida como en Alemania” ([6]).

La traición de la socialdemocracia alemana supuso tal golpe a los revolucionarios de todo el mundo que cuando Lenin leyó en Vorwärts ([7]) que la fracción parlamentaria del SPD había votado a favor de los créditos de guerra, al principio se tomó el asunto como una farsa, como propaganda sucia del Gobierno Imperial. ¿Cómo era posible tal desastre? ¿Cómo, en cuestión de días, pudo el orgulloso y poderoso SPD renegar de sus más solemnes promesas, transformándose a sí mismo de la noche a la mañana, de la joya de la corona de la Internacional de los trabajadores en el arma más poderosa del arsenal del belicismo de la clase dominante?

En la respuesta que intentamos dar en este artículo nos vamos a concentrar de forma considerable en los escritos y acciones de un número relativamente pequeño de individuos. Esto puede parecer paradójico pues el SPD y los sindicatos eran, al fin y a cabo, organizaciones de masas, capaces de movilizar a cientos de miles de trabajadores. Y sin embargo esto está justificado, ya que los individuos como Karl Kautsky o Rosa Luxemburg representaban, y en aquélla época eran vistos como representantes, de tendencias definidas dentro del Partido; en este sentido, sus escritos dieron voz a tendencias políticas con las que masas enteras de militantes y trabajadores –que permanecen anónimos en la historia– se identificaban.

También es necesario tener en cuenta el bagaje político de estos líderes si queremos comprender el peso que tenían en el Partido. ­August Bebel, presidente del SPD desde 1892 hasta su muerte en 1913, era uno de los fundadores del Partido y había sido encarcelado, junto a su compañero de diputación en el Reichstag Wilhelm Liebknecht, por su negativa a apoyar la guerra de Prusia contra Francia en 1870. Kautsky y Bernstein habían estado ambos exiliados en Londres por las leyes antisocialistas de Bismarck, donde trabajaron bajo la dirección de Engels. El prestigio y la autoridad moral que esto les dio en el Partido fueron inmensos. Incluso Georg von Vollmar, uno de los líderes de los reformistas del Sur de Alemania, se dio entonces a conocer como partidario de la izquierda y como un vigoroso agitador y organizador clandestino, sufriendo en consecuencia repetidas sentencias de prisión.

Era ésta la generación que había llegado a la actividad política en los años de la guerra franco-prusiana y la Comuna de París, en los años de propaganda clandestina y agitación bajo la égida de las leyes anti-­socialistas de Bismarck (1878-1890). De un temple muy diferente eran hombres como Gustav Noske, Friedrich Ebert o Phillip Scheidemann, miembros todos del ala derecha de la fracción parlamentaria del SPD que votó a favor de los créditos de guerra en 1914 y desempeñó un papel fundamental en la represión de la revolución alemana de 1919 – y en el asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht perpetrado por los Freikorps. De la misma forma que Stalin, aquéllos eran hombres de la máquina burocrática, trabajando entre bastidores más que participando activamente en el debate público, representantes de un Partido que, conforme crecía, tendía más y más a unirse e identificarse con el Estado alemán cuya destrucción era, sin embargo, su objetivo oficial.

La izquierda revolucionaria se alineó contra la tendencia creciente en el Partido a hacer concesiones a la “política práctica”, siendo como era, sorprendentemente, en buena parte tanto extranjera como joven (salvo por la notable excepción del viejo Franz Mehring). Dejando de lado al holandés Anton Pannekoek y al hijo de Wilhelm Liebknecht, Karl, hombres como Parvus, Radek, Jogiches y Marlewski venían todos del Imperio ruso y se habían forjado como militantes bajo duras condiciones de opresión zarista. Y por supuesto, la más eminente figura de la izquierda era Rosa Luxemburg, una “forastera” en el Partido en todos los sentidos: joven, mujer, polaca y judía, y –quizás lo peor de todo desde el punto de vista de algunos líderes del Partido alemán– estaba muy por encima intelectual y teóricamente hablando del resto del Partido.

La fundación del SPD

El Sozialistische Arbeiterpartei (SAP –Partido Socialista de los Trabajadores), que posteriormente se convertiría en SPD, fue fundado en 1875 en Gotha, por la fusión de dos partidos socialistas: el Sozialdemokratische Arbeit Partei (SDAP) ([8]) liderado por Wilhelm Liebknecht y August Bebel, y el Allgemeiner Deutscher Arbeitverein (ADAV), originalmente fundado por Ferdinand Lasalle en 1863.

La nueva organización surgió así de dos orígenes diferentes. El SDAP sólo había existido por un periodo de 6 años; a través de la duradera relación que Marx y Engels sostuvieron con Liebknecht – aunque Liebknecht no era un gran teórico jugó un importante papel en introducir a hombres como Bebel y Kautsky a las ideas de Marx – habían tomado un importante papel en el desarrollo del SDAP. En 1870, el SDAP adoptó una resuelta línea internacionalista contra la agresión militar de Prusia contra Francia: en Chemnitz, en una reunión de delegados que representaba a 50 mil trabajadores sajones, se adoptó unánimemente una resolución a tal efecto: “En nombre de la democracia alemana y especialmente de los obreros que forman el Partido Socialdemócrata, declaramos que la actual es una guerra exclusivamente dinástica... Nos hallamos felices de estrechar la mano fraternal que nos tienden los obreros de Francia... Atentos a la consigna de la Asociación Internacional de los Trabajadores: ¡Proletarios de todos los países, uníos! Jamás olvidaremos que los obreros de todos los países son nuestros amigos y los déspotas de todos los países, nuestros enemigos” ([9]).

La ADAV, por el contrario, había permanecido fiel a la oposición de su fundador Lasalle a la acción huelguística, y a su creencia de que la causa de los trabajadores podría avanzar mediante una alianza con el Estado bismarckiano, y más generalmente mediante las recetas del “socialismo de Estado” ([10]). Durante la guerra franco-prusiana, la ADAV permaneció en una postura pro-germana, y su presidente, Mende, incluso quiso hacer ver las reparaciones de la guerra contra Francia como una oportunidad para establecer talleres nacionales para los trabajadores alemanes ([11]).

Marx y Engels fueron profundamente críticos con la fusión, aunque las notas marginales al programa de Marx no fueron publicadas hasta mucho después ([12]), Marx consideraba que “cada paso del movimiento real vale más que mil programas” ([13]). Aunque se abstuvieron de criticar abiertamente al nuevo Partido, dejaron claro sus puntos de vista a sus líderes, y en una carta a Bebel, Engels destacó dos debilidades que, al no tratarse, acabarían estimulando la semilla de la traición de 1914:

“Se reniega prácticamente por completo, para el presente, del principio internacionalista del movimiento obrero, ¡y esto lo hacen hombres que por espacio de cinco años y en las circunstancias más duras mantuvieron de un modo glorioso este principio! La posición que ocupan los obreros alemanes a la cabeza del movimiento europeo se debe, esencialmente, a la actitud auténticamente internacionalista mantenida por ellos durante la guerra; ningún otro proletariado se hubiera portado tan bien. ¡Y ahora va a renegar de este principio, en el momento en que en todos los países del extranjero los obreros lo recalcan con la misma intensidad que los gobiernos tratan de reprimir todo intento de imponerlo en una organización! (…) El programa plantea como única reivindicación social la ayuda estatal lassalleana en su forma más descarada, tal como Lassalle la plagió de Buchez. ¡Y esto, después de que Bracke demostró de sobra la inutilidad de esta reivindicación; después de que casi todos, si no todos, los oradores de nuestro partido se han visto obligados, en su lucha contra los lassalleanos, a pronunciarse en contra de esta“ayuda del Estado”! Nuestro partido no podía llegar a mayor humillación. ¡El internacionalismo rebajado a la altura de un Armand Gögg, el socialismo, a la del republicano burgués Buchez, que planteaba esta reivindicación frente a los socialistas, para combatirlos!” ([14]).

Esta línea de crítica en lo referido a la práctica política apenas provocó reacción alguna dado el nuevo apuntalamiento teóricamente ecléctico del Partido. Cuando Kautsky funda el Neue Zeit en 1883, pretendía que fuera “publicado como un órgano marxista que se había puesto a sí mismo la tarea de elevar el bajo nivel teórico de la socialdemocracia alemana, destruyendo el socialismo ecléctico y consiguiendo una victoria para el programa marxista”; y le escribió a Engels: “Puede que tenga éxito en mi intento de hacer del Neue Zeit el punto de reagrupamiento de la escuela marxista. Estoy ganándome la colaboración de más fuerzas del marxismo cuanto más me desembarazo del eclecticismo y el Rodberthusianismo” ([15]).

Desde el comienzo, incluyendo su existencia en la clandestinidad, el SAP era un campo de batalla de tendencias teóricas en conflicto – como es normal en cualquier organización proletaria sana. Pero como Lenin remarcó una vez: “Sin teoría revolucionaria, no hay práctica revolucionaria”, y estas diferencias entre tendencias, o puntos de vista sobre la organización y la sociedad, iban a tener consecuencias prácticas.

Para mediados de 1870 el SAP tenía unos 32 mil miembros en más de 250 circunscripciones, y en 1878 el canciller Bismarck impuso una ley “antisocialista” con vistas a desjarretar la actividad del Partido. Por docenas se prohibían los documentos, las reuniones y las organizaciones, y miles de militantes fueron enviados a la cárcel o multados. Pero la determinación de los socialistas permaneció impertérrita frente a la ley. De hecho, la actividad del SAP se incrementó en la semi-legalidad. Estar perseguido obligó al Partido y a sus miembros a organizarse fuera de las vías de la democracia burguesa –incluida la limitada democracia de la Alemania bismarckiana– y a desarrollar una fuerte solidaridad contra la represión policial y la permanente vigilancia del Estado. A pesar del constante acoso policial, el Partido consiguió mantener su prensa y expandir su circulación, hasta el punto de que su periódico satírico Der wahre Jacob (fundado en 1884) tenía 100 mil suscriptores.

A pesar de las leyes anti-­socialistas, era aún posible para el SAP desarrollar cierta actividad pública: los candidatos del SAP todavía podían competir en las elecciones al ­Reichstag como afiliados independientes. Por ello una parte considerable de la propaganda del Partido se centró en las campañas electorales a nivel local y nacional, y esto podía explicarse tanto por el principio de que la fracción parlamentaria debía permanecer estrictamente subordinada a los Congresos del Partido y el órgano central del Partido (el Vorstand) ([16]) como por el hecho de la creciente popularidad de la fracción parlamentaria y el Partido mismo conforme crecía su éxito electoral.

La política de Bismarck era la clásica del “palo y la zanahoria”. Mientras se prevenía a los trabajadores de organizarse por ellos mismos, el Estado imperial trató de cortar la hierba bajo los pies de los socialistas introduciendo los pagos de la seguridad social en caso de paro, enfermedad o jubilación desde 1883 en adelante –20 años antes de la Ley de Pensiones de trabajadores y campesinos francesa (1910) y la ley del Seguro Nacional  británica (1911). Para el final de la década de 1880, unos 4,7 millones de trabajadores habían recibido pagos de la seguridad social.

Pero ni las leyes anti-socialistas ni la introducción de la seguridad social consiguieron el deseado efecto de reducir el apoyo a la socialdemocracia. Por el contrario, entre 1881 y 1890 el apoyo electoral del SAP creció de 312 mil a 1 millón 427 mil votos, convirtiendo al SAP en el partido más grande de Alemania. Para 1890 su militancia había crecido a 75 mil y unos 300 mil trabajadores se habían unido a las centrales sindicales. En 1890, Bismarck es destituido del gobierno por el nuevo káiser Guillermo II, y las leyes antisocialistas se acabaron extinguiendo.

Emergiendo de la clandestinidad, el SAP se refundó como una organización legal, el Sozialdemokratische Partei Deutschlands (SPD –Partido Socialdemócrata Alemán) en su Congreso de Erfurt de 1891. El Congreso adoptó un nuevo programa, y aunque Engels consideraba el programa de Erfurt un paso adelante con respecto a su predecesor de Gotha, no obstante creyó necesario atacar su tendencia hacia el oportunismo: “de una forma u otra [el absolutismo] debe ser atacado. Cómo de necesario es esto lo muestra hoy precisamente el oportunismo, que está ganando terreno en amplias secciones de la prensa socialdemócrata. Temiendo una renovación de la Ley antisocialista, o reavivando todo tipo de pronunciamientos precipitados hechos durante el reinado de esa Ley, ahora quieren que el Partido encuentre adecuado el presente orden legal de Alemania para llevar adelante todas las demandas del Partido de forma pacífica (…) A largo plazo una política tal sólo puede llevar al Partido por el mal camino. Se ponen en primer plano las cuestiones políticas abstractas, generales, ocultando así las cuestiones concretas e inmediatas que se plantean al ocurrir los primeros grandes eventos y crisis políticas. ¿Qué puede resultar de esto salvo que el Partido se muestre impotente en el momento decisivo y que esa incertidumbre y discordia en las cuestiones más decisivas reinen en él por el hecho de que nunca han sido discutidas? (…) Este olvido de las grandes y principales consideraciones por los intereses cotidianos momentáneos, esta lucha y esfuerzo por el éxito inmediato independientemente de las consecuencias posteriores, este sacrificio del futuro del movimiento por su presente, puede que sea pretendido “honestamente”, pero es y sigue siendo oportunismo, ¡y puede que el oportunismo “honesto” sea el más peligroso de todos!” ([17]).

Engels fue marcadamente previsor aquí: las declaraciones públicas del propósito revolucionario iban a marchitarse en la impotencia sin ningún plan de acción concreto que las respaldara. En 1914, el Partido se encontró, de hecho, “repentinamente indefenso”.

No obstante, el lema oficial del SPD seguía siendo “ni un hombre, ni un centavo por este sistema”, y sus diputados en el Reichstag rechazaban sistemáticamente todo apoyo a los presupuestos del gobierno, especialmente a los de gastos militares. Tal oposición de principio a toda colaboración de clase fue posible dentro del sistema parlamentario porque el Reichstag no tenía poder real. El gobierno del Imperio Alemán de Guillermo II era autocrático, no muy diferente al de la Rusia zarista ([18]), y la oposición sistemática del SPD, por lo tanto, no tenía consecuencias prácticas inmediatas.

En el sur de Alemania las cosas eran diferentes. Allí, la sección del SPD que estaba bajo el liderazgo de hombres como Vollmar, clamaba que se movían en “condiciones especiales”, y que a menos que el SPD fuera capaz de votar de forma útil en las legislaturas del Länder, y que a menos que tuviera un política agraria viable para atraer a los pequeños campesinos, estaría condenado a la impotencia y la irrelevancia. Esta tendencia apareció tan pronto como el Partido fue legalizado, en el Congreso de Erfurt de 1891, y tan pronto como en el mismo 1891, los diputados del SPD de los parlamentos provinciales de Würtemberg, Baviera y Baden empezaron a votar a favor de los presupuestos del gobierno ([19]).

La reacción del Partido frente a este ataque directo contra su política, como se expresó en sucesivas resoluciones de Congreso, fue barrer bajo la alfombra. El intento de Vollmar de poner en marcha un programa agrario especial fue rechazado por votación en el Congreso de Frankfurt de 1894, aunque en el mismo congreso también se rechazó una resolución que pretendía prohibir cualquier voto de cualquier diputado del SPD a favor de ningún presupuesto gubernamental. De modo que mientras la política reformista se pudiera limitar a la “excepción” del sur de Alemania, podía ser tolerado ([20]).

La legalidad agota el espíritu combativo del SPD

Muy pronto, la experiencia acumulada por la clase obrera tras una docena de años en la semi-legalidad empezó a verse socavada por el veneno de la democracia. Por su misma naturaleza, la democracia burguesa y el individualismo que va de su mano, socavan cualquier intento del proletariado por desarrollar una visión de sí mismo como una clase histórica con su propia perspectiva antagónica a la de la sociedad capitalista. La ideología democrática introduce constantemente una cuña en la solidaridad proletaria, porque separa y divide a la clase en una mera masa de ciudadanos atomizados. Al mismo tiempo, el éxito electoral del Partido, tanto en términos de votos como de escaños en el Parlamento, crecía rápidamente mientras más y más trabajadores se organizaban en los sindicatos y se les abría la posibilidad de mejorar sus condiciones materiales.

La creciente fuerza política del SPD y la potencia industrial de la clase obrera organizada dieron luz a una nueva corriente política, que empezó a teorizar la idea de que no sólo era posible construir el socialismo dentro del capitalismo, trabajando en pos de una transición gradual sin la necesidad de tener que superar el capitalismo mediante la revolución, sino que el SPD debería tener una política exterior propia y específica sobre el expansionismo alemán: esta corriente cristalizó en 1897 en torno al Sozialistische Monatshefte, una revista fuera del control del SPD, concretamente en los artículos de Max Schippel, Wolfgang Heine y Heinrich Peus ([21]).

Este incómodo pero tolerable estado de cosas se empezó a hacer insostenible en 1898, con la publicación por parte de Eduard ­Bernstein de su Die voraussetzungen des sozialismus und die aufgaben der Sozialdemokratie (las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia). La obra de Bernstein explicaba abiertamente lo que él mismo y otros tantos habían estado sugiriendo desde hacía algún tiempo: “Prácticamente hablando, no somos más que un partido radical; no hemos estado haciendo más que lo que hacen los burgueses radicales, con la diferencia de que nosotros lo escondemos bajo un lenguaje fuera de toda proporción con respecto a nuestros actos y capacidades” ([22]). La posición teórica de Bernstein atacaba los fundamentos mismos del marxismo en el sentido de rechazar la inevitable decadencia del capitalismo y su desmoronamiento final. Basándose en la boyante prosperidad de 1890, acompañada de la rápida expansión colonialista del capitalismo a través del mundo, Bernstein argumentó que el capitalismo había superado su tendencia hacia las crisis autodestructivas. En estas condiciones, el objetivo no era nada, el movimiento lo era todo, la cantidad prevalecía frente a la calidad, el antagonismo entre el Estado y la clase trabajadora podía ser, supuestamente, superado ([23]). Bernstein proclamó abiertamente que el principio básico del Manifiesto Comunista, según el cual los trabajadores no tienen patria, había “caducado”. Llamó entonces a los trabajadores alemanes a dar su apoyo a la política colonial del Káiser en África y Asia ([24]).

En realidad, todo un periodo de expansión y ascenso del sistema capitalista estaba llegando a su fin. Para los revolucionarios, tales periodos de profunda transformación histórica siempre suponen un gran desafío, desde el momento en que deben analizar sus características y desarrollar un trabajo teórico para entender los cambios fundamentales que están teniendo lugar, así como adaptar su programa si es necesario, mientras deben continuar defendiendo el mismo objetivo revolucionario.

La rápida expansión del capitalismo por el planeta entero, su masivo desarrollo industrial, el renovado orgullo de la clase dominante y su posicionamiento imperialista –todo ello hizo creer a la corriente revisionista que el capitalismo duraría para siempre, que el socialismo podría ser construido desde el interior del capitalismo, y que el Estado capitalista podría ser utilizado en interés de la clase obrera. La ilusión de una transición pacífica demostró que los revisionistas se habían convertido en la práctica en prisioneros del pasado, incapaces de entender que un nuevo periodo histórico se dejaba entrever en el horizonte: el periodo de la decadencia del capitalismo y de la explosión violenta de sus contradicciones. Su incapacidad para analizar la nueva situación histórica y su teorización sobre la “eternidad” de las condiciones del capitalismo de finales del siglo xix, también supusieron que los revisionistas eran incapaces de ver que las viejas armas de lucha, el parlamentarismo y la lucha sindical, ya no funcionaban. La fijación del trabajo parlamentario como el eje de sus actividades, la orientación hacia la lucha por reformas dentro del sistema, la ilusión de un capitalismo “libre de crisis” y de la posibilidad de introducir el socialismo pacíficamente desde su interior, significaban que en efecto, una gran parte de la dirección del SPD se había identificado con el sistema. La corriente abiertamente oportunista del Partido expresó una falta de confianza en la lucha histórica del proletariado. Tras años de luchas defensivas por el programa “mínimo”, la ideología democrática burguesa había penetrado en el movimiento obrero. Esto suponía que la existencia y las características de las clases sociales se estaban poniendo en duda, en una visión individualista que tendía a dominar y disolver las clases en “el pueblo”. Así, el oportunismo tiró por la borda el método marxista de análisis de la sociedad en los términos de la lucha de clases y las contradicciones de clase; en la práctica, el oportunismo suponía la ausencia total de método, de principios y de teoría.

La izquierda contraataca

La reacción de la dirección del Partido al texto de Bernstein fue la de disimular su importancia (Vorwärts lo acogió como una “estimulante contribución al debate”, declarando que todas las corrientes del Partido debían poder expresar libremente sus opiniones), mientras se arrepentía en secreto de que tales ideas se expresasen tan abiertamente. Ignaz Auer, secretario del Partido, le escribió a Bernstein: “Mi querido Ede, nadie toma oficialmente la decisión de hacer las cosas que sugieres que se hagan, nadie dice tales cosas, simplemente se hacen” ([25]).

Dentro del SPD, Bernstein tenía la más determinante oposición de aquellas fuerzas que no se habían acomodado al largo periodo de legalidad que siguió al fin de las leyes anti-socialistas. No es casualidad que los más claros y destacados oponentes a la corriente de Bernstein eran militantes de origen extranjero, específicamente del Imperio ruso. El ruso Parvus, que se había trasladado a Alemania en la década de 1890, y en 1898 trabajaba como editor de la prensa del SPD en Dresde, en el Sächsische Arbeiterzeitung ([26]), lanzó un ardiente ataque contra las ideas de Bernstein, siendo respaldado por la joven revolucionaria Rosa Luxemburg, que se había trasladado a Alemania en 1898 y que había experimentado la represión en Polonia. Tan pronto como se estableció en Alemania, se convirtió en la punta de lanza de la lucha contra los revisionistas con su texto Reforma o revolución, escrito en 1898-99 (en el que descubrió los métodos de Bernstein, refutó la idea del establecimiento del socialismo a través de reformas sociales y desenmascaró la práctica y la teoría del oportunismo). En su respuesta a Bernstein, subrayó que la tendencia reformista había llegado a su apogeo desde la abolición de las leyes anti-socialistas y la posibilidad de trabajar legalmente. El socialismo de Estado de Vollmar, la aprobación de los presupuestos de Baviera, el socialismo agrario del sur de Alemania, las propuestas de compensaciones de Heine, la posición de Schipel sobre las aduanas y las milicias, etc., eran elementos de una creciente práctica oportunista. Señaló el denominador común de esta corriente: su hostilidad hacia la teoría: “¿Qué es lo que se distingue [en todas las tendencias oportunistas del Partido] superficialmente? El rechazo a la teoría, y esto es natural desde que nuestra teoría, es decir, las bases del socialismo científico, dejan claras las tareas de nuestra actividad práctica y sus límites, tanto en relación a los objetivos que alcanzar como respecto de medios que usar, y finalmente con respecto al método de lucha. Naturalmente, aquéllos que sólo persiguen logros prácticos desarrollan pronto un deseo de despreocuparse, es decir, deseo de dejar de lado la teoría, o sea separándola de la práctica, “liberándose así de ese peso”” ([27]).

La primera tarea de los revolucionarios era defender el objetivo final: “el movimiento como tal, sin nada que lo una al objetivo final, el movimiento como meta en sí, no es nada, el objetivo final es lo que cuenta” ([28]).

En su texto “Estancamiento y progreso del marxismo”, de 1903, Luxemburg considera la inadecuación teórica de la socialdemocracia en estos términos: “El escrupuloso empeño de “mantenerse en los límites del marxismo” puede a veces ser tan desastroso para la integridad del desarrollo intelectual como lo puede ser el otro extremo –el repudio completo de la perspectiva marxista, y la determinación de manifestar “independencia de pensamiento” a toda costa”.

Al atacar a Bernstein, Luxemburg también demandó que el órgano de prensa central del Partido defendiera las posiciones acordadas por los Congresos del Partido. Cuando en marzo de 1899 el Vorwärts respondió que la crítica de Luxemburg a la posición de Bernstein (en el artículo “Eitle Hoffnugen” –Esperanzas vanas) no se justificaba, Luxemburg contraataca al Vorwärts diciendo que “está en la afortunada situación de no haber estado nunca en peligro de cometer un error de opinión o de cambiar de opinión, pecado que le gusta ver en otros, simplemente porque nunca ha tenido o defendido una opinión” ([29]).

Luxemburg continuó en la misma línea: “Hay dos tipos de criaturas orgánicas: aquéllas con columna vertebral que pueden caminar de pie, a veces incluso correr; y aquéllas que no tienen columna y por lo tanto sólo pueden reptar adheridos a algo”. Para aquéllos que querían que el Partido se deshiciera de cualquier posición programática y criterio político, ella respondió en la Conferencia del Partido de Hanover, en 1899: “Si esto significa que el Partido –en el nombre de la libertad de crítica– no debería tener derecho a tomar una posición y decidir mediante la mayoría de voto, nosotros no defendemos tal posición, por lo que tenemos que protestar contra esta idea por el hecho de que no somos un club de debate, sino un Partido político combatiente que debe tener determinados puntos de vista fundamentales” ([30]).

El pantano de la vacilación

Entre la resuelta ala izquierda agrupada en torno a Luxemburg, y la derecha que defendía las ideas de Bernstein y su revisionismo de los principios, había una “pantano”, que Bebel describió en los siguientes términos en el Congreso de Dresde de 1903: “Es siempre la misma vieja y eterna lucha entre izquierda y derecha, y en medio, el pantano. Formado por los elementos que nunca supieron lo que querían o que nunca lo dijeron. Son los sabelotodo, que por regla general dejan que los demás se expresen, y ver quién dice qué en un lado y otro. Siempre intuyen dónde se encuentra la mayoría, y en general se unen a ella. Nosotros también tenemos a este tipo de gente en el Partido (…) el que defiende su posición abiertamente por lo menos no oculta lo que piensa; al menos es un adversario con el que se puede luchar. Independientemente de quién se alce con la victoria, los elementos perezosos que siempre se escabullen y evitan tomar decisiones claras, que siempre dicen “todos estamos de acuerdo, todos somos hermanos”, ésos son los peores. Y es contra ellos contra los que lucho de forma más enconada  ([31]).

Este “pantano”, incapaz de tomar una posición clara, vaciló entre el revisionismo descarado de la derecha y la postura clara de la izquierda revolucionaria. El centrismo es una de las caras del oportunismo. Posicionándose siempre en medio de dos fuerzas antagónicas, entre la corriente radical y la reaccionaria, trata de reconciliarlas. Evita el choque abierto de ideas, huye del debate, siempre considera que “uno de los lados no está acertado del todo, pero el otro tampoco tiene toda la razón”, se queja siempre de que en el debate político mediante argumentos claros habría siempre algo de “exageración”, de “extremismo” o incluso de “violencia”. Cree que la única forma de mantener la unidad, de mantener intacta la organización, es dejar coexistir a todas las tendencias políticas, incluso aquéllas cuyos propósitos están en contradicción directa con los de la organización. Rehúye tomar responsabilidades y posicionarse. El centrismo en el SPD tendió a aliarse de mala gana con la izquierda, mientras se lamentaba de su “extremismo” y “violencia” y efectivamente impedía la toma de medidas firmes –como la expulsión de los revisionistas del Partido– para preservar la naturaleza revolucionaria del Partido.

Luxemburg, por el contrario, consideraba que la única manera de defender la unidad del Partido, como organización revolucionaria, era insistir en el desenmascaramiento completo, la discusión pública y la oposición de opiniones: “Ocultar las contradicciones mediante la “unificación” artificial de puntos de vista incompatibles, sólo puede provocar que las contradicciones lleguen a un punto en el que, tarde o temprano, acaben explotando violentamente a través de una escisión (…) Aquéllos que traen las divergencias de opinión al primer plano y luchan contra las opiniones opuestas, trabajan en pos de la unidad del Partido. Pero aquéllos que las intentan ocultar, trabajan en pos de una auténtica escisión en el Partido” ([32]).

El representante más prestigioso de la corriente centrista era Karl Kautsky.

Cuando Bernstein empezó a desarrollar sus tesis revisionistas, Kautsky guardó silencio en primera instancia y prefirió no oponerse en público a su viejo amigo y camarada. También fracasó completamente a la hora de determinar hasta qué punto las teorías revisionistas de Bernstein socavaban los fundamentos revolucionarios en torno a los que el Partido se había levantado. Como Luxemburg hizo notar, si una vez se acepta que el capitalismo puede perdurar por siempre y que no está condenado a demoronarse como consecuencia de sus propias contradicciones internas, entonces se deja de perseguir el objetivo revolucionario ([33]). El fracaso de Kautsky aquí –así como el de la mayoría de la prensa del Partido– fue un claro síntoma del declive del espíritu de lucha de la organización: el debate político ya no era una cuestión de vida o muerte para la lucha de clases, se había convertido en una preocupación académica de especialistas intelectuales.

Luxemburg llegó a Berlín en 1896 desde Zúrich, donde acababa de completar sus estudios sobre el desarrollo de la economía polaca, y su reacción a las teorías de Bernstein iban a desempeñar un importante papel en la actitud de Kautsky.

Cuando Luxemburg se percató de la indecisión y renuencia de Kautsky y Bebel para combatir las opiniones de Bernstein, criticó esa actitud en una carta a Bebel ([34]). Le preguntó cuál había sido el motivo de que no hubieran articulado una respuesta enérgica a Bernstein, y en marzo de 1899, después de haber empezado la serie de artículos que después se convertirían en el panfleto de Reforma o revolución, informó a Jogiches escribiéndole: “En cuanto a Bebel, en una conversación con Kautsky, me quejé de que no quería levantarse y luchar. Kautsky me contó que Bebel había perdido el norte, que había perdido la confianza en sí mismo y que no le quedaban más energías. Le regañé de nuevo y le pregunté: ¿Por qué no intentas inspirarle, darle aliento y energías? Kautsky respondió: “Deberías hacerlo tú, ve tú y habla con él y dale ánimos””. Cuando Luxemburg le preguntó a Kautsky por qué no había reaccionado, él respondió: “¿Cómo me voy a involucrar ahora en las reuniones y encuentros, cuando estoy totalmente ocupado con la lucha parlamentaria? Todo esto anuncia la venida de grandes disputas, ¿adónde nos llevarán? No tengo tiempo ni energías para eso” ([35]).

En 1899, en su Bernstein und das sozialdemokratische Programm. Eine Antikritik (Bernstein y el programa socialdemócrata – una anticrítica), Kautsky se pronuncia al fin contra las ideas de Bernstein sobre la filosofía y economía política marxistas y su punto de vista sobre el desarrollo del capitalismo. Pero, no obstante, acogió su escrito sobre la cuestión como una valiosa contribución al movimiento, se opuso a una moción que pedía su expulsión del Partido y evitó decir que Bernstein estaba traicionando el programa marxista.

En resumen, como Luxemburg dedujo, Kautsky se mostró deseoso de evitar cualquier desafío a la bastante cómoda vida rutinaria del Partido, y a la necesidad de criticar a su viejo amigo en público. Como el mismo Kautsky admitió en privado ante Bernstein: “Parvus y Luxemburg ya han conseguido entender la contradicción entre tus posiciones y nuestros principios programáticos, mientras que yo no quiero todavía admitirlo y creía firmemente que todo esto era un malentendido (…) Era error mío no ser tan previsor como Parvus y Luxemburg, que ya entonces olfatearon la línea de pensamiento que seguía tu panfleto” ([36]). De hecho, Kautsky trivializó y minimizó en Vorwärts los ataques a la nueva teoría revisionista de Bernstein, diciendo que eran totalmente desproporcionados, al típico estilo de las “imaginaciones absurdas” en el que cae una mentalidad pequeñoburguesa ([37]).

¿Los amigos o los intereses de la clase obrera?

Por lealtad a su viejo amigo, Kautsky se sentía como si tuviera que pedir disculpas a Bernstein en privado, escribiendo: “Habría sido cobardía mantenerse en silencio, no creo haberte causado mal alguno ahora que me he pronunciado. Si no le hubiera dicho a August Bebel que contestaría a tus declaraciones, lo habría hecho él mismo. Puedes imaginarte lo que habría dicho, conociendo su temperamento e insensibilidad” ([38]). Esto significaba que prefería seguir mudo y ciego ante su viejo amigo. Reaccionó de mala gana, y sólo después de que la izquierda le obligara a ello. Más tarde admitió que había sido un “pecado” permitir que su amistad con Bernstein dominara su discernimiento político. “En mi vida sólo he pecado una vez con respecto a la amistad, y todavía hoy me arrepiento de este pecado. Si no hubiera titubeado tanto frente a Bernstein, si le hubiera confrontado desde el mismo principio con la severidad necesaria, le habría ahorrado muchos problemas desagradables al Partido” ([39]). De todas formas, tales “confesiones” no tienen valor alguno si no van a la raíz del problema. A pesar de confesar su “pecado”, Kautsky nunca dio una explicación política más profunda de por qué esa actitud, basada en la afinidad personal más que en los principios políticos, es un peligro para la organización política. En realidad, esta actitud lo llevó a conceder a los revisionistas una ilimitada “libertad de opinión” en el Partido. Como Kautsky dijo en la víspera del Congreso del Partido de Hanover: “En general tenemos que dejar en manos de cada miembro del Partido el decidir si comparte o no los principios de la organización. Cuando excluimos a alguien sólo lo hacemos para actuar en contra de los que dañan al Partido; nadie ha sido expulsado todavía por emplear críticas razonables, porque nuestro Partido siempre ha valorado altamente la libertad de discusión. Aunque Bernstein no hubiera merecido tanta estima por su empeño en nuestra lucha y el hecho de que fuera al exilio por sus actividades por el Partido, no podríamos considerar el expulsarle” ([40]).

La respuesta de Luxemburg fue clara: “Por muy grande que sea nuestra necesidad de autocrítica, y por muy amplios que pongamos sus límites, debe haber no obstante unos principios mínimos que mantengan nuestra esencia, nuestra existencia, de hecho, que funda nuestra cooperación como miembros de un partido. En nuestras filas, la “libertad de crítica” no es aplicable a tales principios, que son muy pocos y generales, precisamente porque son la precondición necesaria de toda nuestra actividad y de toda crítica a esta actividad. No tenemos razón alguna para taparnos los oídos cuando estos principios son criticados por alguien ajeno al Partido. Pero mientras los consideremos como la base de nuestra existencia como Partido, debemos permanecer unidos a ellos y no permitir a nuestros miembros ponerlos en cuestión. Aquí, sólo podemos permitir una libertad: la de pertenecer o no a nuestro Partido. No obligamos a nadie a marchar con nosotros, pero mientras se haga voluntariamente, debemos suponer que se hace aceptando nuestros principios” ([41]).

La conclusión lógica de la “ausencia de posición” de Kautsky fue que todo el mundo podía estar en el Partido y defender lo que quisiera, el programa se queda aguado, el Partido se convierte en un “crisol” de diferentes opiniones, no la punta de lanza de una lucha determinada. La actitud de Kautsky demostró que prefería la lealtad a un amigo que la defensa de las posiciones de clase. Al mismo tiempo, quiso adoptar la postura del teórico “experto”. Es cierto que había escrito varias obras de importancia y gran valor (ver abajo), y que había disfrutado de la simpatía de Engels. Pero, como Luxemburg observó en una carta a Jogiches: “Karl Kautsky se limita a la teoría” ([42]). Prefiriendo abstenerse de participar en ninguna lucha por la defensa de la organización y su programa, Kautsky empezó a perder gradualmente toda actitud combativa, y esto suponía que veía sus obligaciones para con sus colegas por encima de cualquier obligación moral hacia su organización y sus principios. Esto llevó a una separación de la teoría y la práctica, la acción concreta: por ejemplo, su valioso trabajo sobre la ética, incluyendo en particular un artículo sobre el internacionalismo, no estaba arrimado a una defensa inquebrantable del internacionalismo en la práctica.

Hay un contraste sorprendente entre la actitud de Kautsky hacia Bernstein y la de Luxemburg hacia Kautsky. A su llegada a Berlín, Luxemburg disfrutó de un contacto cercano con Kautsky y su familia. Pero muy pronto, empezó a sentir que la consideración que la familia de Kautsky había tenido para con ella se estaba convirtiendo en una carga.  Ya en 1899, se había quejado de esto a Jogiches: “Estoy empezando a huir de sus palabras melosas. Los Kautsky me consideran parte de su familia” (12-11-1899). “Todos estos detalles afectuosos (él es muy considerado hacia mí, lo sé) se hacen sentir como una pesada carga en vez de un placer para mí. De hecho, cualquier amistad establecida en la edad adulta, y mucho más con una basada en relaciones de Partido, es una carga: te impone ciertas obligaciones, te constriñe, etc. Y precisamente esta faceta de la amistad es la que veo como algo perjudicial. Tras la redacción de cada artículo me pregunto: ¿Le decepcionará? ¿Se enfriará nuestra amistad?” ([43]). Luxemburg era consciente de los peligros de una actitud basada en las afinidades personales, donde las consideraciones de la obligación personal, la amistad o los gustos comunes oscurecen el criterio político de los militantes, pero también lo que quizás nosotros podríamos llamar su discernimiento moral sobre si una línea de acción particular está en conformidad con los principios de la organización ([44]). Luxemburg, pese a la amistad que tenía con la familia Kautsky, no dudó en enfrentarse a Kautsky abiertamente: “Tuve una polémica fundamental con Kautsky sobre la forma en sí de ver todas estas cosas. Me dijo, como conclusión suya, que acabaría pensando como él dentro de veinte años, a lo que respondí que si así fuese, dentro de veinte años me habría convertido en un zombi” ([45]).

En el Congreso del Partido de Lübeck, en 1901, Luxemburg fue acusada de distorsionar las posiciones de otros camaradas, acusación que ella consideraba difamatoria y que demandó aclarar en público. Presentó una declaración para publicar en el Vörwarts a este efecto ([46]). Pero Kautsky, en nombre del Neue Zeit, la urgió a retirar la demanda de publicación de su declaración, a lo que ella respondió: “Por supuesto que estoy dispuesta a abstenerme de publicar mi declaración en el Neue Zeit, pero permíteme añadir unas pocas palabras de explicación. Si fuera una de esas personas, que sin consideración por nadie salvaguardan sus propios derechos e intereses –y tales personas forman una auténtica legión en todo nuestro Partido– insistiría naturalmente en que se publicara, desde que tú mismo has admitido tener ciertas obligaciones como editor hacia mí a ese respecto. Pero al mismo tiempo que admites esta obligación, has puesto un revolver contra mi pecho a modo de amonestación amistosa [para prevenirme] de hacer uso de esa obligación y por lo tanto de mis derechos. Pues bien, ya estoy cansada de tener que insistir en el cumplimiento de los derechos si éstos se van a garantizar entre suspiros y a regañadientes, cuando la gente no sólo me agarra del brazo esperando que me defienda sino que por añadidura intenta apalearme, en la esperanza de que quizás así se me persuada y renuncie a mis derechos. Pues así has conseguido lo que buscabas –estar libre de toda obligación hacia mí en esta cuestión.

“Aun así, pareciera como si obrases bajo la ilusión de que has actuado sólo por amistad y en interés mío. Permíteme destruir esa ilusión. Como amigo mío tendrías que haber dicho: “Te informo de que defenderé tu honor como autora incondicionalmente y a cualquier precio, del mismo modo en el que grandes autores (…) de la talla de Marx y Engels, escribieron largos panfletos y se enzarzaron en interminables conflictos literarios cuando alguien se atrevía a acusarles de cosas tales como la falsificación. Aún más en tu caso, que eres una joven escritora con muchos enemigos, se da el deber de que obtengas una satisfacción completa...”. Eso es lo que ciertamente deberías haberme dicho como amigo.

“Pero la que debería ser una amiga, sin embargo, fue pronto puesta en segundo plano por el editor del Neue Zeit, el cual sólo deseaba una cosa desde el Congreso del Partido [en Lübeck]; la paz, y mostrar que el Neue Zeit había aprendido modales desde la azotaina que recibió, que había aprendido a cerrar la boca ([47]). Y por esa razón los derechos fundamentales de un editor asociado y un colaborador habitual... deben ser sacrificados. ¡Dejemos que un colaborador del Neue Zeit –y uno que sin duda alguna hace el peor de los trabajos– se trague en público, incluso, una acusación de falsificación en aras de mantener la paz y el silencio! ¡Así van las cosas, amigo mío! Y ahora con mis mejores deseos, tu Rosa” ([48]).

Aquí vemos a una joven y resuelta revolucionaria insistiendo en que la “vieja”, “ortodoxa” y experimentada autoridad debería asumir responsabilidades personales. Kautsky respondió a Luxemburg: “como ves, no deberíamos enfrentar a la gente de la fracción parlamentaria, ni dar la impresión de que los estamos tratando con condescendencia. Si quieres hacerles una sugerencia, es mejor que les envíes una carta privada, será algo más efectivo” ([49]). Aun así, Rosa Luxemburg trató de “revivir” el espíritu luchador de Kautsky: “Deberías golpear con fuerza, con coraje y brío, y no como si fuera un interludio aburrido; el público siempre siente el espíritu de los luchadores y el goce del combate da resonancia a la controversia, asegurando la superioridad moral” ([50]). Esta actitud de no querer perturbar el funcionamiento normal de la vida del Partido, de no tomar partido en el debate, de no pugnar por la clarificación de las divergencias, de  huir del debate y tolerar a los revisionistas, cada vez alejaba a Luxemburg cada día más, poniendo en primer plano cómo la ausencia de espíritu de lucha y la falta de moralidad, de convicción y de determinación se habían convertido en los rasgos primordiales de la actitud de Kautsky. “Ahora leo su [artículo] “Nacionalismo e internacionalismo”, y es algo horroroso y repugnante. Muy pronto, no seré capaz de leer ninguno de sus escritos. Me siento como si una nauseabunda tela de araña cubriera mi cabeza...” ([51]). “Kautsky se está volviendo más y más salobre, se está fosilizando por dentro más y más y ya no siente preocupación humana alguna que no sea por su familia. Me siento realmente incómoda con él” ([52]).

La actitud de Kautsky también puede contrastarse con la de Luxemburg y Leo Jogiches. Tras la ruptura de su relación en 1906 (que le causó a Rosa un tremendo dolor y estrés, así como grandes decepciones hacia Leo como compañero) ambos siguieron siendo los más cercanos camaradas hasta el día del asesinato de Rosa. A pesar de los profundos rencores personales, las decepciones y los celos, estas profundas emociones y sentimientos sobre su separación nunca les impidió estar hombro con hombro en la lucha política.

Se podría quizás objetar que en el caso de Kautsky, todo esto no sería más que reflejo de su falta de personalidad y carácter, pero sería más correcto decir que personificó la podredumbre moral que recorría por toda la socialdemocracia.

Luxemburg se vio forzada a enfrentarse a la resistencia de la “vieja guardia”. Cuando criticó la política revisionista en el Congreso de Sttutgart de 1898, “Vollmar me reprochó amargamente que yo quería dar una lección a los viejos veteranos, siendo la más joven del movimiento (…) Pero si Vollmar responde a mis explicaciones argumentales con un “tú, novata, yo podría ser tu abuelo”, yo sólo lo veo como prueba de que no tiene argumentos” ([53]). Con respecto al débil espíritu de lucha de los veteranos más centristas, en un artículo escrito posteriormente al Congreso de 1898, Rosa declaró: “Habríamos preferido que los más veteranos hubieran acogido la lucha desde el mismo principio del debate (…) Si el debate tomó cuerpo no fue gracias sino a pesar del comportamiento de los líderes del Partido (…) Abandonar el debate al destino, viendo pasar el aire pasivamente durante dos días, y sólo interviniendo cuando los portavoces del oportunismo se han visto obligados a salir a cara descubierta, es una táctica que no dice nada bueno de los jefes del Partido. Y la explicación de Kautsky sobre por qué no ha hecho hasta ahora declaraciones públicas sobre la teoría de Bernstein, diciendo que quería reservarse el derecho a tener la última palabra en un posible debate, no parece una muy buena excusa. Publicó el artículo de Bernstein en Neue Zeit en febrero, sin añadir ningún comentario editorial, después siguió en silencio durante cuatro meses y en junio abrió la discusión con unos pocos elogios al “nuevo” punto de vista de Bernstein, esta nueva versión mediocre de socialista de salón [expresión usada por Engels en su Anti-Dühring], después vuelve a sumirse en el silencio durante otros cuatro meses, deja comenzar el Congreso del Partido y luego declara durante el debate que le gustaría hacer las apreciaciones finales. Nosotros preferiríamos que el “teórico por definición” interviniera en los debates y no se dedicara exclusivamente a hacer la conclusión de tan cruciales cuestiones, y que no diera la errónea y engañosa impresión de que durante un largo periodo de tiempo no ha tenido ni idea de qué decir” ([54]).

Así, muchos miembros de la vieja guardia, que habían luchado en las condiciones impuestas por las leyes antisocialistas y habían desarmado al democratismo y al reformismo, se vieron de pronto incapaces de entender el nuevo periodo y empezaron a teorizar en su lugar sobre el abandono del objetivo socialista. En vez de transmitir a las nuevas generaciones las lecciones de la lucha bajo la égida de las leyes anti-socialistas, perdieron su espíritu de lucha. Y la corriente centrista que se estaba escondiendo y evitando el combate, pavimentó el camino para el ascenso de la derecha con su renuncia a presentar batalla contra los oportunistas.

Mientras los centristas evitaban la lucha, el ala izquierda agrupada en torno a Luxemburg mostró su espíritu combativo y su preparación para aceptar su responsabilidad, viendo que en realidad “el mismo Bebel se ha vuelto senil, y deja simplemente que las cosas ocurran; se siente aliviado si son otros los que luchan, pero él mismo no tiene ya la energía ni el impulso para tomar la iniciativa. K. [Kautsky] se restringe a sí mismo a la teoría, nadie toma ninguna responsabilidad” ([55]). “Esto significa que el Partido va por el mal camino (…) Nadie lo dirige, nadie asume la responsabilidad”. El ala izquierda dirigió sus esfuerzos a ganar más influencia y estaba convencida de la necesidad de actuar como la punta de lanza del Partido. Luxemburg le escribió a Jogiches: “Sólo un año de trabajo perseverante y enérgico, y mi posición se hará fuerte. Por el momento no puedo limitar la agudeza de mis discursos, porque tenemos que lidiar con la más extrema oposición” ([56]). Esta influencia, no obstante, no se iba a conseguir al precio de diluir las posiciones políticas.

Convencida de la necesidad de un liderazgo resuelto, y reconociendo que estaría enfrentándose a la resistencia continua de los diletantes, Luxemburg quería empujar al Partido: “¿Una persona, por otra parte, que no pertenezca a la camarilla dominante [Sippschaft], que no cuente con el apoyo de nadie más que de sí mismo, que tema por el futuro no sólo por oponentes abiertos como Auer y compañía, sino incluso por sus aliados (Bebel, Kautsky, Singer), una persona a la que es mejor mantener a la distancia de un brazo, porque quizá crezca varias cabezas demasiado alto? (…) No tengo intención alguna de limitar mis críticas. Por el contrario, tengo toda la intención y aspiración de “empujar” totalmente, no sólo a individuos sino al movimiento como tal... de indicar nuevas vías, de luchar, de actuar como lo hiciera el tábano – en una palabra, de ser un estimulante permanente para todo el movimiento” ([57]). En octubre de 1905, se le ofreció a Luxemburg la oportunidad de participar en el consejo editorial de Vorwärts, y fue intransigente con respecto a la posible censura de sus posiciones: “Si a causa de los artículos que publique ahí hay algún conflicto con la dirección o con el consejo editorial, entonces no debería ser la única que abandonara el consejo, sino que toda la izquierda mostraría su solidaridad y abandonaría el Vorwärts, provocando el estallido del consejo editorial”. Pero por una breve temporada, la izquierda ganó cierta influencia.

El decaimiento de la vida proletaria del SPD

El proceso de degeneración del Partido no sólo estuvo marcado por los intentos de abandonar sus posiciones programáticas y la falta de espíritu de lucha en amplias secciones del mismo. Bajo la superficie se impone una corriente constante de ojeriza mezquina y denigración personal directa hacia aquéllos que defendían de la forma más intransigente los principios de la organización y perturbaban la fachada de unidad. La actitud de Kautsky hacia las críticas que Luxemburg hacía a Bernstein, por ejemplo, era ambivalente. A pesar de su relación amistosa con Luxemburg, escribió, sin embargo, a Bernstein: “Esa rencorosa criatura de Luxemburg no está contenta con la tregua acordada hasta la publicación de tu panfleto, cada día lanza una nueva puya sobre la “táctica”” ([58]).

A veces, como podremos observar, esa corriente emergería a la superficie en la forma de acusaciones calumniosas y ataques personales.

Era sobre todo el ala derecha la que reaccionaba en base al personalismo y haciendo del “enemigo” un chivo expiatorio del Partido. Cuando más se precisaba la clarificación de las profundas divergencias existentes mediante una confrontación abierta, la derecha – en vez de ir hacia delante con argumentos en un debate, rehuía el encuentro y en su lugar se dedicaba a calumniar a los miembros más prominentes de la izquierda.

Mostrando un evidente complejo de inferioridad en el plano teórico, difundían insinuaciones calumniosas, particularmente sobre Luxemburg, haciendo comentarios machistas y chovinistas e insinuaciones sobre su “infeliz” vida emocional y sus relaciones sociales (su relación con Leo Jogiches no era conocida por el Partido): “esta listilla y rencorosa solterona también vendrá a Hanover. La respeto y la considero alguien más firme que Parvus, pero esa mujer me odia desde lo más profundo de su corazón” ([59]).

El secretario del Partido Ignaz Auer, del ala derecha, lo reconoció admitió ante Bernstein: “Incluso si no estamos a la misma altura que nuestros oponentes, porque no todo el mundo es capaz de desempeñar un gran papel, nos mantenemos firmes contra los comentarios retóricos y groseros. Pero si hubiera un divorcio “limpio”, cosa que por cierto nadie considera seriamente, Clara [Zetkin] y Rosa se quedarían solas. Ni siquiera sus [amantes] las defenderían, ni los pasados ni los presentes” ([60]).

El mismo Auer no dudaba en usar tonos xenofóbos, diciendo que “los principales ataques contra Bernstein y sus partidarios y contra Schippel no venían de camaradas alemanes ni del movimiento alemán. Las actividades de esa gente, en particular de la señorita Rosa Luxemburg, eran desleales, e inapro­piadas entre camaradas” ([61]). Este tipo de tono xenófobo –especialmente contra Luxemburg, que era de origen judío– se convirtió en una constante en las campañas del ala derecha, adquiriendo un carácter cada vez más perverso en los años que precedieron a la Primera Guerra Mundial ([62]).

El ala derecha del Partido, incluso, llegó a publicar comentarios y textos satíricos sobre Luxemburg ([63]). Luxemburg y otras figuras de la izquierda ya tenían puesta encima la mira de una forma especialmente detestable en Polonia. Paul Frölich indica en su biografía de Luxemburg que fueron formuladas una gran cantidad de calumnias contra figuras del ala izquierda como Warski y Luxemburg. A ésta última se la acusaba de estar pagada por el oficial de la policía varsoviana Markgrafski, cuando publicó un artículo sobre la cuestión de la autonomía nacional; también fue acusada de ser un agente pagado por la Ojrana, la policía secreta rusa ([64]).

Rosa Luxemburg empezó a sentirse asqueada por la atmósfera que reinaba en el Partido. “Cada contacto cercano con la camarilla del Partido crea una sensación tal de malestar, que cada vez estaría decidida a decir: ¡tres millas más allá desde el punto más bajo de la marea baja! Después de haber estado junto a ellos tanto tiempo, empiezo a oler mucha suciedad. Noto tanta debilidad de carácter, tanta mezquindad, que tengo prisa por volver a mi agujero de ratón” ([65]).

Esto ocurría en 1899, pero 10 años después, su opinión sobre el comportamiento de algunas de las figuras dirigentes del Partido no había mejorado: “Después de todo, sigo intentando mantener la calma y no olvidar que, aparte de la dirección del Partido y los sinvergüenzas de la calaña de Zietz, sigue habiendo muchos elementos magníficos y puros. Dejando de lado la inmediata inhumanidad con la que él [Zietz] aparece como doloroso síntoma de la miseria general, en la que nuestra “dirección” se ha hundido, un síntoma de una espantosamente terrible pobreza de estado mental. En un futuro, esperemos que estas algas podridas sean en buena hora barridas por una espumosa ola” ([66]). Y también expresó frecuentemente su indignación por la sofocante atmósfera burocrática presente en el Partido: “A veces me siento realmente desgraciada aquí y me dan ganas de irme lejos de Alemania. En cualquier aldea de Siberia que se te pueda ocurrir hay más humanidad que en toda la socialdemocracia alemana” ([67]). Esta actitud de buscar el chivo expiatorio y de tratar de destruir la reputación del ala izquierda estaba plantando la semilla para lo que posteriormente sería su exterminio físico perpetrado por los Freikorps ([68]), que mataron a Luxemburg en enero de 1919 por orden del SPD. El tono empleado en el Partido contra Rosa anunciaba ya la atmósfera en la que se desataría el pogromo contra los revolucionarios en la oleada revolucionaria de 1918-23. El carácter violento que gradualmente se apoderaba del partido, y la falta de indignación contra él, en particular por parte de la corriente centrista, contribuyeron a desarmar moralmente al Partido.

Censurando y silenciando a la oposición

En añadidura a los chivos expiatorios, la personalización y los ataques xenófobos, las diferentes instancias de Partido, bajo la influencia del ala derecha, empezaron a censurar los artículos de la izquierda, y de Luxemburg en particular. Sobre todo tras 1905, cuando la cuestión de la acción de masas estaba al orden del día (ver abajo), el Partido empezó a intentar amordazarla cada vez más, y a impedir la publicación de sus artículos sobre la huelga de masas y la experiencia rusa. Aunque el ala izquierda contaba con bastiones en algunas ciudades, todo el aparato de Partido del ala derecha intentaba impedir la difusión de sus posiciones en el órgano central del Partido, el Vorwärts: “Tenemos, muy a nuestro pesar, que rechazar tu artículo ya que, de conformidad con el acuerdo entre el ejecutivo del Partido, la comisión ejecutiva de la organización provincial prusiana [del SPD], y el editor, la cuestión de la huelga de masas no debe ser tratada de momento por el Vorwärts ([69]).

Como veremos, las consecuencias del decaimiento moral y de la solidaridad en el Partido iban a tener un efecto nocivo cuando las tensiones imperialistas se agudizaran, y la izquierda insistiera en la necesidad de responder con la acción de masas.

Franz Mehring, una bien conocida y respetada figura del ala izquierda, era también atacado a menudo. Pero a diferencia de Rosa Luxemburg él se ofendía fácilmente, y tendía a retirarse de la lucha cuando sentía que lo habían atacado injustamente. Por ejemplo, antes del Congreso del Partido de 1903 en Dresde, Mehring criticó la participación literaria que algunos socialdemócratas tenían en la prensa burguesa afirmando que era incompatible con la pertenencia al Partido. Los oportunistas, entonces, lanzaron una campaña de calumnias contra él. Mehring pidió la intervención de un tribunal de Partido, que se reunió y adoptó una “leve resolución” contra los oportunistas. Pero cada vez más y más, al tiempo que Mehring se situaba bajo la creciente presión del ala derecha, tendió a retirarse de la prensa del Partido. Luxemburg insistió en que debía levantarse y resistir la presión del ala derecha y sus calumnias: “Seguramente notarás de que nos estamos acercando cada vez más a los tiempos en los que las masas necesitarán del Partido un liderazgo enérgico, implacable y generoso, y que sin ti nuestras fuerzas –ejecutivo, órgano central, fracción del ­Reichstag y la “prensa científica”, se debilitará continuamente y se volverá  más mezquina y cobarde. Deberíamos hacer frente con claridad a este atractivo futuro, y debemos ocupar y mantener todas esas posiciones, que harán posible rechazar las armas de la dirección oficial a la hora de ejercer nuestro derecho a la crítica (…) Esto hace que sea nuestro deber aguantar hasta el final y no hacerles el favor a los jefes oficiales del Partido de hacer las maletas. Tenemos que aceptar esas continuas fricciones y luchas, particularmente cuando se ataca a ese santo de los santos, el cretinismo parlamentario, tan enérgicamente como tú lo has hecho. Pero a pesar de todo –no ceder una pulgada parece ser el lema correcto. El Neue Zeit no debe ser dejado a merced de la senilidad y la burocracia” ([70]).

El punto crucial de 1905

Al llegar el nuevo siglo, los fundamentos en torno a los que revisionistas y reformistas por igual habían edificado su teoría y su práctica, empezaron a desmoronarse.

Superficialmente, y a pesar de los retrocesos ocasionales, la economía capitalista seguía aparentando una salud de hierro, y continuando con su expansión imparable por las últimas regiones que quedaban libres de la ocupación de uno u otro poder imperialista, sobre todo en África y China. La expansión del capitalismo por todo el globo había llegado a una fase en la que las facciones imperialistas solo podían expandir su influencia a costa de sus rivales. Todos los grandes contendientes se vieron crecientemente implicados en una carrera armamentística sin precedentes, con Alemania, en particular, comprometida en un programa de expansión naval masiva. Aunque pocos se percataron en aquel momento, el año 1905 marcó un límite: la disputa entre dos grandes potencias (Rusia y Japón) llevó a la guerra a gran escala, y la guerra, sucesivamente, desembocó en el primer movimiento revolucionario a gran escala de la clase obrera.

La guerra, que empezó en 1904, se libró entre Rusia y Japón por el control de la península de Corea. Rusia sufrió una derrota humillante y así tuvieron lugar las huelgas de enero de 1905, una reacción directa contra los efectos de la guerra. Por vez primera en la historia, una ola gigantesca de huelgas de masas sacudió a un país entero. El fenómeno no se limitó a Rusia. Aunque no de forma tan masiva y en un marco diferente y con diferentes demandas, estallaron movimientos huelguísticos similares en toda una serie de países europeos: en Bélgica en 1902, en los Países Bajos en 1903, en el Ruhr alemán en 1905... También se sucedieron cierto número de huelgas salvajes gigantescas en Estados Unidos entre 1900 y 1906 (a destacar el ejemplo de las minas de carbón de Pennsylvania). En Alemania, Rosa Luxemburg – tanto en calidad de agitadora revolucionaria como de periodista para el Partido alemán, y como miembro del Comité Central del SDKPiL ([71]) había estado siguiendo atentamente las luchas en Rusia y Polonia[72]. En diciembre de 1905, sintió que no podía permanecer en Alemania como mera observadora, y viajó a Polonia para participar directamente en el movimiento. Estrechamente implicada en el día a día del proceso de la lucha de clases y la agitación revolucionaria, fue testigo de primera mano del novedoso despliegue dinámico de las huelgas de masas ([73]). Junto a otras fuerzas revolucionarias, comenzó a extraer lecciones del movimiento. Al mismo tiempo, Trotski escribe su famoso libro sobre 1905, en el que destaca el papel de los consejos obreros. Luxemburg, en su escrito Huelga de masas, Partido y sindicatos ([74]), subrayó la significación histórica del “nacimiento de la huelga de masas” y sus consecuencias para la clase obrera en el plano internacional. Su texto sobre la huelga de masas se convirtió en un texto programático de primera línea de las fracciones de izquierda de la II Internacional, se dirigió a sacar las más amplias lecciones y a destacar la importancia de la acción autónoma y masiva de la clase trabajadora ([75]).

La teoría sobre la huelga de masas de Luxemburg estaba completamente en contra de la visión de la lucha de clases generalmente aceptada por el SPD y los sindicatos. Para estos últimos, la lucha de clase era casi como una campaña militar, en la cual la confrontación sólo debía buscarse una vez que el ejército hubiera reunido una fuerza aplastante, mientras se esperaba que el Partido y los jefes sindicales actuaran como el Estado Mayor con las masas de trabajadores maniobrando según sus órdenes. Esto estaba muy alejado de la insistencia de Luxemburg en la autoactividad creativa de las masas, y cualquier idea en la que los trabajadores pudieran actuar independientemente de su dirección era anatema para los jefes sindicales, que en 1905 se enfrentaron por vez primera a la perspectiva de verse desbordados por tal oleada gigantesca de luchas autónomas. La reacción del ala derecha del SPD y de la dirección de los sindicatos fue simplemente prohibir cualquier discusión sobre el tema. En el Congreso de los sindicatos de mayo de 1905, en Colonia, se negaron a discutir de forma alguna sobre la huelga de masas, calificando tal acto como algo “reprobable” ([76]).

La burguesía alemana también había seguido el movimiento con mucha atención, y quería sobre todo prevenir una posible “imitación” del ejemplo ruso por parte de los obreros alemanes. Debido a su discurso sobre la huelga de masas en el Congreso del SPD de Jena, en 1905, Rosa Luxemburg fue acusada de “incitación a la violencia” (Aufreizung zu Gewalttätigkeit) y sentenciada a dos meses de prisión. Kautsky, mientras tanto, intentó restarle importancia a las huelgas de masas, insistiendo en que eran, sobre todo, producto de las primitivas condiciones de Rusia, que no tenían aplicación en un país avanzado como Alemania. Usó el término “método ruso” como símbolo de falta de organización, caos, salvajismo ([77]). En su libro de 1909 El camino al poder, Kautsky reclamó que “la acción de masas es una estrategia obsoleta para derribar al enemigo”, oponiéndole  su propuesta de “estrategia de desgaste” (­Eramttungsstrategie) ([78]).

El Partido de masas contra la huelga de masas

Negándose a considerar la huelga de masas como una perspectiva para la clase obrera de todo el mundo, Kautsky atacó la posición de Luxemburg como si de un capricho personal se tratase. Kautsky le escribió a Luxemburg: “No tengo tiempo para explicarte las razones por las que Marx, Engels, Bebel y ­Liebknecht aceptaron esto. Resumidamente, lo que quieres es una forma totalmente nueva de agitación que siempre hemos rechazado de plano. Pero esta nueva agitación es de tal naturaleza que no es recomendable debatir sobre ella en público. Si publicamos ese artículo, actuarías por tu propia cuenta, a título individual, y proclamarías una forma totalmente nueva de agitación y acción que el Partido siempre ha rechazado. Una persona en solitario, sin importar cuán convencida esté de la situación, no puede actuar por su propia cuenta y proclamar lo que para ella es un hecho consumado, lo que tendría consecuencias impredecibles para el Partido” ([79]).

Luxemburg rechazó el intento de presentar el análisis y la importancia de la huelga de masas como una “política personal” ([80]). Incluso aunque los revolucionarios deban reconocer la existencia de diferentes condiciones en diferentes países, deben por encima de todo comprender la dinámica global de las condiciones cambiantes de la lucha de clases, en particular aquéllas tendencias que anuncian el futuro. Kautsky se opuso a la “experiencia rusa” como una expresión del atraso de Rusia, rechazando indirectamente la solidaridad internacionalista y difundiendo un punto de vista imbuido de prejuicios nacionales, pretendiendo que los trabajadores alemanes, con sus poderosas centrales sindicales, estaban más avanzados y sus métodos eran “superiores”... ¡cuando al mismo tiempo, los jefes sindicales se dedicaban a bloquear las huelgas de masas y la acción autónoma! Y cuando Luxemburg fue enviada a la cárcel por propugnar la huelga de masas, Kautsky y sus partidarios no mostraron signo alguno de indignación ni protestaron.

Luxemburg, que no podía ser silenciada mediante medios tales de censura, reprobó a la dirección del Partido el concentrar toda su atención, exclusivamente, en los preparativos de las elecciones. “¿Deberían ahogarse todas las cuestiones tácticas en el delirio del jolgorio por nuestros presentes y futuros éxitos electorales? ¿Cree verdaderamente el Vorwärts que la profundidad política y la reflexión de grandes capas del Partido se pueden promover con esta atmósfera de permanente aclamación del éxito electoral durante un año, hasta un año y medio antes de las elecciones y silenciando cualquier tipo de autocrítica en el Partido?” ([81]).

Aparte de Rosa Luxemburg, Anton Pannekoek era el crítico más ruidoso de la “estrategia de desgaste” de Kautsky. En su libro Las divergencias tácticas en el movimiento obrero ([82]), Pannekoek emprendió una crítica sistemática y fundamental de las “viejas herramientas” del parlamentarismo y la lucha sindical. Pannekoek también fue víctima de la censura y la represión en la socialdemocracia y el aparato sindical, y perdió su trabajo en la escuela del Partido por ello. Cada vez más, los artículos tanto de Luxemburg como de Pannekoek eran censurados por la prensa del Partido. En noviembre de 1911, Kautsky, por primera vez, se negó a publicar un artículo de Pannekoek en el Neue Zeit ([83]).

Así, las huelgas de masas de 1905 forzaron a la dirección del SPD a mostrar su verdadero rostro y a oponerse a cualquier movilización de la clase obrera que intentara apropiarse de la “experiencia rusa”. Ya años antes del estallido de la guerra, la dirección sindical se había convertido en un baluarte del capitalismo. Bajo el pretexto de tener en cuenta las diferentes condiciones de la lucha de clases, se escondía en realidad la intención de rechazar la solidaridad internacional, con el ala derecha de la socialdemocracia intentando provocar el miedo e incluso azuzar el resentimiento nacional contra el “radicalismo ruso”. Esta iba a ser una importante arma ideológica en la guerra que comenzaría pocos años después. Así, tras 1905, el centro, que había estado dudando y fluctuando hasta entonces, se vio cada vez más y más presionado hacia el ala derecha. La torpeza y falta de voluntad del centro para apoyar la lucha del ala izquierda en el Partido se tradujo en un aislamiento cada vez mayor de ésta última.

Como Luxemburg señaló: “El efecto práctico de la intervención del camarada Kautsky se reduce a esto: ha provisto de una cobertura teórica a aquellos miembros del Partido y los sindicatos que observan el impetuoso crecimiento del movimiento de masas con un creciente malestar, y a los que les gustaría ponerle freno tan pronto como sea posible y retornarlo a los cauces de la bien conocida y cómoda rutina de la actividad parlamentaria y sindical. Kautsky les ha dado un remedio a sus escrúpulos de consciencia bajo la égida de Marx y Engels, al mismo tiempo en el que les ofrece los medios necesarios para romperle la espalda a un movimiento huelguístico al que se supone que siempre quiso hacer más poderoso” ([84]).

La amenaza de guerra y la Internacional

El Congreso de la II Internacional de 1907, celebrado en Stuttgart, trató de extraer las lecciones pertinentes de la Guerra ruso-japonesa y de meter el peso de la clase obrera organizada en la balanza contra la creciente amenaza de guerra. Alrededor de 60 mil personas participaron en una manifestación – con oradores venidos de más de una docena de países advirtiendo sobre el peligro de la guerra. August Bebel propuso una resolución contra el peligro de la guerra, que evitó la cuestión del militarismo como parte íntegra del sistema capitalista y no hizo mención alguna de la lucha de los trabajadores rusos contra la guerra. El Partido alemán intentó evitar vincularse a fórmula alguna en cuanto a su actuación en la situación de guerra, como por ejemplo a una huelga general, sobre todo. Lenin, Luxemburg y Martov propusieron una enmienda más robusta a la resolución: “En caso de que, a pesar de todo, la guerra estallase, su deber [de los Partidos socialistas] es interceder por su pronto final, y luchar con todas sus fuerzas para utilizar la violenta crisis económica y política sobrevenida con la guerra para levantar al pueblo, y de ese modo acelerar la abolición del dominio de la clase capitalista” ([85]). El Congreso de Stuttgart votó de forma unánime a favor de esta resolución, pero posteriormente, la mayoría de la II Internacional fracasó a la hora de fortalecer su oposición a los crecientes preparativos bélicos ([86]). El Congreso de Stuttgart entró en la historia como un buen ejemplo de declamación verbal sin acción por parte de la mayoría de los partidos asistentes. Pero fue un importante momento de cooperación entre las corrientes de izquierda, que a pesar de sus diferencias en otras tantas cuestiones, asumieron una posición común sobre la guerra.

En febrero de 1907, Karl Liebknecht publicó su libro Militarismo y antimilitarismo, con especial atención al movimiento internacional de la juventud, en el que denunciaba, en particular, el papel del militarismo alemán. En octubre de 1907 fue sentenciado a 18 meses de prisión por alta traición. Aún en el mismo año, el líder del ala derecha del SPD, Noske, declaró en un discurso en el Reichstag que en caso de una “guerra de defensa”, la socialdemocracia apoyaría al gobierno y “defendería la patria con gran pasión. Nuestra actitud hacia lo militar está determinada por nuestra postura sobre la cuestión nacional. Pero esto significa que también insistimos en la preservación de la autonomía del pueblo alemán. Somos completamente conscientes de que es nuestro deber y nuestra obligación asegurar que el pueblo alemán no sea empujado contra un muro por otro pueblo” ([87]). Éste era el mismo Noske que en 1918 se convertiría en el sabueso de la represión dirigida por el SPD contra los trabajadores.

Vendiendo el internacionalismo por éxito electoral

En 1911, el envío del destructor Panther a Agadir por parte de Alemania provocó la segunda crisis de Marruecos con Francia. La dirección del SPD renunció a todo tipo de acción antimilitarista en aras para evitar poner en riesgo su éxito electoral en las venideras elecciones de 1912. Cuando Luxemburg denunció esta actitud, la dirección del SPD la acusó de revelar secretos de Partido. En agosto de 1911, tras muchas vacilaciones e intentos de evitar la cuestión, la dirección del Partido distribuyó un panfleto que se suponía era una protesta contra la política imperialista de Alemania en Marruecos. El folleto fue fuertemente criticado por Luxemburg en su artículo “Nuestro folleto sobre Marruecos” ([88]), sin tener la menor idea cuando la escribió de que Kautsky era el autor. Kautsky respondió con un ataque marcadamente personalista. Luxemburg contestó: Kautsky, dijo, había presentado su crítica [la de Rosa] como hecha de forma “que era un ataque malicioso, traicionero y pérfido contra [Kautsky] como persona (…) El camarada Kautsky podrá difícilmente dudar de mi resolución para enfrentarme a cualquiera de forma abierta, para criticarle o luchar contra él de forma directa. Nunca he atacado a nadie subrepticiamente y rechazo firmemente la sugerencia de Kautsky de que yo sabía quién había escrito el artículo y de que había – sin nombrarlo – puesto mi punto de mira sobre él (…) Pero yo habría tenido cuidado de no iniciar una innecesaria polémica con un camarada que reacciona exageradamente con tal torrente de injurias personales, encono y recelo hacia una crítica estrictamente objetiva aunque firme, y que hasta sospecha de una intención personal, rencorosa y malévola tras cada palabra de la susodicha crítica” ([89]). En el Congreso del Partido en Jena, en septiembre de 1911, la dirección del Partido hizo circular un panfleto especial contra Rosa Luxemburg, lleno de ataques contra ella, acusándola de romper su confidencialidad y de haber estado informando al Buró Socialista Internacional de la II Internacional sobre la correspondencia interna del SPD.

Kautsky abandona la lucha contra la guerra

Aunque en su libro de 1909 El camino al poder, Kautsky advertía que “la guerra mundial se está acercando peligrosamente”, en 1911 predijo que “todo el mundo se haría patriota” una vez que la guerra estallase, y que si la socialdemocracia decidía nadar contracorriente, sería destrozada por la enardecida multitud. Depositó sus esperanzas por la paz en “los países representantes de la civilización europea” que formarían los Estados Unidos de Europa. Al mismo tiempo, empezó a desarrollar su teoría del “superimperialismo”, siendo la verdadera razón de esta teoría la idea de que el conflicto imperialista no era una consecuencia inevitable de la expansión capitalista sino, simplemente, una “política” que los Estados capitalistas avanzados podían rechazar. Kautsky pensaba de hecho que la guerra relegaría las contradicciones de clase a un segundo plano y que la acción de masas del proletariado estaría condenada al fracaso, y que – como diría él mismo tras estallar la guerra – la Internacional sólo servía para tiempos de paz. Esta actitud de percatarse del peligro de la guerra pero al mismo tiempo inclinarse ante la presión nacionalista dominante, huyendo de una lucha determinada, desarmó a la clase obrera y pavimentó el camino a la traición a los intereses del proletariado. Así, con una mano Kautsky minimizaba la explosividad real de las tensiones imperialistas con su teoría del “superimperialismo”, fracasando completamente a la hora de percibir la determinación de la burguesía para preparar la guerra; mientras que con la otra, coqueteaba con la ideología nacionalista del gobierno (y, cada vez más, con la que también era la postura del ala derecha del SPD) en vez de combatirla, por miedo a que el SPD perdiera su éxito electoral. Su carácter, su espíritu de lucha, habían desaparecido.

Cuando se necesitaba de una denuncia resuelta de los preparativos bélicos, y mientras el ala izquierda hacía todo lo que podía por organizar reuniones públicas contra la guerra que atraían a miles de participantes, la dirección del SPD ponía en movimiento todos sus recursos para las próximas elecciones parlamentarias de 1912. Luxemburg denunció el silencio autoimpuesto que se había levantado sobre el peligro de guerra como un intento oportunista de ganar más escaños en el Parlamento, sacrificando el internacionalismo para ganar más votos.

En 1912, la amenaza a la paz que supuso la Segunda Guerra de los Balcanes llevó al Buró Socialista Internacional a organizar un Congreso especial en Basilea, Suiza, en el mes de noviembre, con el objetivo específico de movilizar a la clase obrera internacional contra el peligro inminente de guerra. Luxemburg criticó el hecho de que el Partido alemán se hubiera limitado a respaldar la serie de protestas de bajo perfil que los sindicatos alemanes habían organizado, argumentando que el Partido, como órgano político de la clase trabajadora que se supone que era, no había hecho más que proporcionar un tímido respaldo a la denuncia de la guerra. Mientras que unos pocos partidos en otros países habían reaccionado más vigorosamente, el SPD, el partido obrero más grande del mundo, se había abstenido prácticamente de hacer labor de agitación y de organizar más protestas. El Congreso de Basilea, que una vez más terminó con una gran manifestación y con llamamientos a la paz, ocultó, de hecho, la podredumbre y la futura traición de muchos de sus partidos miembros.

El 3 de junio de 1913, la fracción parlamentaria del SPD votó a favor de un impuesto militar especial: 37 diputados del SPD que se opusieron a votar a favor fueron reducidos al silencio por el principio de disciplina de la fracción parlamentaria. El abismo existente con la antigua fórmula de “ni un solo hombre, ni un solo centavo” para el sistema, anunció el voto que la fracción parlamentaria daría a favor de los créditos de guerra en agosto de 1914. La decadencia moral del Partido también se reveló a través de la reacción de Bebel ([90]). En 1870-71, August Bebel –junto a Wilhelm Liebknecht (padre de Karl Liebknecht)– destacó por su resuelta oposición a la guerra franco-prusiana. Ahora, cuatro décadas después, Bebel fracasa a la hora de tomar una decidida resolución contra el peligro de guerra ([91]).

Se volvía cada vez más evidente que no sólo la derecha estaba cometiendo una traición abierta, sino que también los dubitativos centristas habían perdido todo su ímpetu de lucha y que fracasarían a la hora de oponerse a los preparativos bélicos de forma resuelta. La actitud defendida por el representante más famoso del “centro”, Kautsky, según el cual el partido debía adaptar su posición sobre la cuestión de la guerra en base a las reacciones de la población (sumisión pasiva si la mayoría del país aceptaba el nacionalismo o una postura más resuelta si se incrementaba la oposición a la guerra), se pretendía justificar con el peligro de “aislarse de la mayoría del Partido”. Cuando tras 1910 la corriente reunida en torno a Kautsky reclamó ser “el centro marxista” en contraste con la (radical, extremista, antimarxista) izquierda, Luxemburg calificó a este “centro” como el representante de la cobardía, la cautela y el conservadurismo.

Su deserción de la lucha y su incapacidad para oponerse a la derecha y acompañar a la izquierda en su resuelto combate, ayudó a desarmar a los trabajadores. Así, la traición de la dirección del Partido en agosto de 1914 no les sorprendió; se preparó poco a poco en un proceso gradual. El apoyo al imperialismo alemán se volvió tangible en la forma de los numerosos votos parlamentarios que apoyaron los créditos de guerra, en los esfuerzos por refrenar toda protesta contra la guerra y en la actitud en su conjunto de situarse codo con codo con el imperialismo alemán y encadenar a la clase obrera al nacionalismo y el patriotismo. El amordazamiento del ala izquierda fue crucial en el abandono del internacionalismo y predispuso la represión contrarrevolucionaria de 1919.

Cegados por los números

Entre tanto, la dirección del SPD había estado concentrando su actividad en las elecciones parlamentarias, y el Partido como tal quedó cegado por el éxito electoral y perdió de vista el objetivo último del movimiento del proletariado. El Partido saludó positivamente el aparentemente ininterrumpido aumento de votantes, tanto en el número de diputados como por el de alcance de la prensa del Partido. El crecimiento fue, en verdad, impresionante: en 1907, el SPD tenía 530 mil miembros; para 1913, la cifra se había duplicado hasta casi 1,1 millones. El SPD era de hecho el único partido de masas de la II Internacional y el Partido más grande de todos los que había en todos los parlamentos europeos. Este crecimiento numérico dio la ilusión de una gran fuerza. Incluso Lenin fue notablemente acrítico con las “impresionantes cifras” de miembros, votantes y el impacto del Partido ([92]).

Aunque es imposible establecer una relación mecánica entre la intransigencia política y las cifras electorales, en el transcurso de las elecciones de 1907, el SPD aún condenaba la represión brutal que el imperialismo alemán había ejercido contra los levantamientos de los Herero en el sureste de África, lo que llevó a un “retroceso” de su apoyo electoral, ya que el SPD perdió 38 escaños parlamentarios y “sólo” se quedó con 43. A pesar del hecho de que parte del voto general al SPD había crecido en realidad, a ojos de la dirección del Partido este retroceso electoral significaba que el Partido había sido castigado por los votantes, sobre todo por los de la pequeña burguesía, por su denuncia del imperialismo alemán. La conclusión que extrajeron fue que el SPD debía evitar oponerse al imperialismo y al nacionalismo tan fuertemente, ya que ello les costaría votos. En vez de ello, el Partido debería concentrar todas sus fuerzas en hacer campaña para las próximas elecciones, incluso si ello conllevaba censurar de sus discusiones y evitar todo aquello que pudiera poner en peligro su éxito electoral. En las elecciones de 1912, el Partido consiguió 4,2 millones de votos (38,5 % del escrutinio electoral) y ganó 110 escaños parlamentarios. Se había convertido en el mayor de los grupos parlamentarios, pero sólo a costa de enterrar su internacionalismo y los principios de la clase obrera. En los parlamentos locales tenía más de 11 mil diputados. A su vez, se vanagloriaba de tener 91 periódicos con 1 millón y medio de suscriptores. En las elecciones de 1912, la integración del SPD en el juego parlamentario fue un paso más allá cuando retiró a varios candidatos en gran número de circunscripciones en beneficio del Fortschrittliche Volkspartei (Partido Progresista del Pueblo), incluso aunque este partido apoyase incondicionalmente la política del imperialismo alemán. Mientras, el Sozialistsche ­Monatshefte (en principio una publicación no partidaria, pero en la práctica era el órgano teórico de los revisionistas) apoyó abiertamente la política colonial alemana y los reclamos del imperialismo alemán en la redistribución de colonias.

Integración gradual en el Estado

En la práctica, la movilización completa del Partido para las elecciones parlamentarias se acompañaba con su integración gradual en el aparato del Estado. El voto indirecto a favor de los presupuestos de julio de 1910 ([93]) y la creciente cooperación con partidos burgueses (que hasta entonces se había visto como un anatema), así como abstenerse de presentar candidatos en algunos distritos en aras de posibilitar la elección de diputados del burgués ­Fortschrittliche Volkspartei y la propuesta de un candidato para las elecciones a alcalde en Stuttgart –estos fueron algunos de los pasos que dio el SPD en la dirección de su participación directa en la gestión del aparato administrativo estatal.

Toda esa tendencia hacia una creciente interconexión entre las actividades parlamentarias del SPD y su identificación con el Estado fue severamente criticada por el ala izquierda, en particular por Anton Pannekoek y Luxemburg. Pannekoek dedicó todo un libro a las Divergencias tácticas en el movimiento obrero. Luxemburg, que era extremadamente vigilante hacia el sofocante efecto del parlamentarismo, presionó para alentar la iniciativa y la acción desde las bases: “el más ideal de los ejecutivos de un partido no sería capaz de conseguir nada, se hundiría involuntariamente en la ineficiencia burocrática, si la fuente natural de su energía, la voluntad del Partido, no se hace sentir, y si el pensamiento crítico, la iniciativa de las masas que pertenecen al Partido, se durmiese. De hecho va más allá que todo esto. Si su propia energía, la vida intelectual independiente de la masa del Partido, no es lo suficientemente activa, entonces las autoridades centrales tienen la tendencia natural no sólo a oxidarse burocráticamente sino que también a desarrollar una idea completamente errónea de su propia autoridad oficial y posición de poder con respecto al Partido. El reciente y así llamado “decreto secreto” del ejecutivo de nuestro Partido a los equipos editoriales del Partido pueden servir como una prueba fresca de ello, un intento de tomar decisiones por la prensa del Partido, que no puede ser rechazada con la fuerza necesaria. Sin embargo, aquí también es necesario dejar algo claro: tanto contra la ineficiencia como contra la excesiva ilusión de poder de las autoridades centrales del movimiento obrero no hay otra vía salvo la iniciativa propia, el pensamiento propio, y la recia y vibrante vida política de las más amplias masas del Partido” ([94]).

De hecho, Luxemburg insistía constantemente en la necesidad, para la masa de los miembros del Partido, de “despertar” y asumir su responsabilidad contra la degeneración de la dirección del partido. “Las grandes masas [del Partido] tienen que activarse ellas mismas y a su modo, deben ser capaces de desarrollar su propia energía como masa, su propio impulso, tienen que volverse activas como masa, actuar, mostrar y desarrollar su pasión, coraje y determinación” ([95]).

“Cada paso adelante en la lucha por la emancipación de la clase obrera debe significar, al mismo tiempo, una creciente independencia intelectual de sus masas, su creciente autoactividad, autodeterminación e iniciativa. (…) Es de vital importancia para el desenvolvimiento de la vida política cotidiana del Partido el mantener activos y despiertos el pensamiento y la voluntad de las masas del Partido. Tenemos, por supuesto, las conferencias anuales del Partido como la más alta instancia que regularmente fija la voluntad de todo el Partido. Sin embargo, es obvio que las conferencias del Partido sólo pueden arrojar nociones generales tácticas sobre la lucha de la socialdemocracia. La aplicación de estas guías en la práctica requiere de pensamiento incansable, agudeza de ingenio e iniciativa. (…) Querer hacer responsable al ejecutivo de un Partido del gigantesco cometido de la vigilancia política e iniciativa diarias, a los que comandan la organización de un Partido de casi un millón de almas pasivas, es lo más incorrecto que puede haber desde el punto de vista de la lucha de clase proletaria. Esto es sin duda la reprobable “obediencia ciega” que nuestros oportunistas decididamente quieren ver en la patente subordinación de todos a las decisiones del Partido” ([96]).

La disciplina de fracción estrangula la responsabilidad individual

El 4 de agosto de 1914, la fracción parlamentaria del SPD vota unánimemente por los créditos de guerra. La dirección del Partido y la fracción parlamentaria habían demandado la “disciplina de fracción”. La censura (¿la del Estado o la propia del Partido?) y la falsa unidad del Partido siguieron su propia lógica, la más opuesta posible a la responsabilidad personal. El proceso de degeneración se tradujo en que la capacidad de pensamiento crítico y de oposición a la falsa unidad se había agotado. Los valores morales del Partido fueron sacrificados en el altar del capital. En nombre de la disciplina de Partido, el Partido exigió el abandono del internacionalismo proletario. Karl Liebk­necht, cuyo padre se había atrevido a rechazar el apoyo a los créditos de guerra en 1870, cedió a la presión del Partido. Sólo cuando transcurrieron unas pocas semanas, al tener lugar un primer agrupamiento de camaradas que habían permanecido leales al internacionalismo, se atrevió a expresar abiertamente su rechazo de la movilización en favor de la guerra de la dirección del SPD. Pero el voto a favor de los créditos de guerra por el SPD había desencadenado una avalancha de sumisión al nacionalismo en otros países europeos. Con la traición del SPD, la II Internacional firmó su sentencia de muerte y se desintegró.

El ascenso de las corrientes oportunistas y revisionistas, que habían aparecido más claramente en el partido más grande de la II Internacional, y que abandonaron el objetivo de derribar la sociedad capitalista, se tradujo en que la vida proletaria, el espíritu de lucha y la indignación moral desaparecieron del SPD, o al menos en lo que respecta a su dirección y su burocracia. Al mismo tiempo, este proceso estuvo inseparablemente ligado a la degeneración programática del SPD, visible en su rechazo a adoptar las nuevas armas de la lucha de clases: la huelga de masas y la autoorganización del proletariado, y también en su abandono del internacionalismo. El proceso de degeneración de la socialdemocracia alemana, que no fue un fenómeno aislado en la II Internacional, la llevó a su traición de 1914. Por vez primera, una organización política del proletariado no sólo había traicionado los intereses de los trabajadores, sino que se había convertido en una de las armas más eficaces en manos de la clase capitalista. La burguesía alemana podía ahora contar con la autoridad del SPD y con la lealtad que inspiraba en la clase obrera para desatar la guerra, y posteriormente, aplastar el levantamiento de los trabajadores contra la guerra. Las lecciones de la degeneración de la socialdemocracia alemana conservan, por tanto, un valor crucial para los revolucionarios hoy día.

Heinrich / Jens


[1]) 38,5 % de los votos lo que significó 110 escaños en el Reichstag.

[2]) Karl Kautsky nació en Praga en 1854; su padre era escenógrafo y su madre actriz y escritora. La familia se trasladó a Viena cuando Kautsky tenía 7 años. Estudió en la Universidad de Viena y se unió al Partido Socialista de Austria (SPÖ) en 1875. En 1880 se instaló en Zúrich, adonde ayudó a pasar de contrabando la literatura socialista a Alemania.

[3]) August Bebel nació en 1840,  en lo que hoy es un suburbio de Colonia. Huérfano a los 13 años fue aprendiz de carpintero y viajó de joven por toda Alemania. Se encontró con Wilhelm Liebknecht en 1865 y se quedó muy impresionado por su experiencia internacional; en su autobiografía, Bebel recuerda que exclamó: “Se trata de un hombre de quien siempre puedes aprender algo” (“Donnerwetter, von dem kann man das lernen”, Bebel, Aus Meinen Leben, Berlin 1946, citado en el libro de James Joll sobre la 2ª Internacional). Junto con ­Liebknecht, Bebel se convirtió en uno de los más sobresalientes líderes de la socialdemocracia alemana de sus primeros años.

[4]) Esto se puede ver claramente en el libro de Lenin Un paso adelante, dos atrás, que concierne la crisis del POSDR (Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia) en 1903. Escribiendo sobre los que serían después los mencheviques señala: “su estrecha mentalidad de círculo y su lamentable inmadurez como miembros del partido, no les permite soportar el aire fresco de la controversia abierta en presencia de todos (…) ¿Se puede imaginar que en el partido alemán se montaría el escándalo que se ha organizado aquí acerca de la “falsa acusación de oportunismo? Allí, la disciplina y la organización proletaria hace tiempo que lo protegieron de la flojera intelectualista (…) Tan sólo la más rutinaria psicología de círculos, con su lógica de “o te doy de puñetazos o te beso la mano”, pudo provocar esos histerismos, esas peleas mezquinas y una escisión del partido porque se “acusara falsamente de oportunismo a la mayoría del grupo “Emancipación del Trabajo”.”

[5]) Rosa Luxemburg, La Crisis de la Socialdemocracia, capítulo I, más conocida como el Folleto de Junius. Este libro es esencial para cualquiera que desee conocer en profundidad las causas de la Primera Guerra Mundial.

[6]) Ídem.

[7]) Vorwärts quiere decir “adelante” y era el nombre del órgano de prensa central del SPD. 

[8]) Se le conoce también como el partido “eisi­nachiano” por la ciudad donde se fundó: Eisenach.

[9]) Primer Manifiesto del Consejo General de la AIT sobre La guerra civil en Francia (redactado por Marx). https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gcfran/manif1.htm

[10]) Una tendencia similar sobrevivió en el socialismo francés basada en la nostalgia de los Talleres Nacionales que habían jugado un papel en la revolución de febrero de 1848.

[11]) Ver Toni Offerman, en Between reform and revolution: German socialism and communism from 1840 to 1990, Berghahn Books, 1998, p96.

[12]) Esta toma de posición se conoce como Crítica del Programa de Ghota, ver https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/gothai.htm 

[13]) Carta de Marx a Bracke, 5-5-1875.

[14]) Carta de Engels a Bebel, marzo 1875.

[15]) Citado en Georges Haupt, Aspects of international socialism 1871-1914, Cambridge University Press & Editions de la Maison des Sciences de l’Homme.

[16]) El voto parlamentario de los créditos de Guerra en 1914 constituyó una clara violación de los Estatutos del Partido y de las decisiones de los congresos, como Rosa Luxemburg se encargó de señalar.

[17]) Contribución a la crítica del programa del partido, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1890s/1891criti.htm 

[18]) Hay que decir, sin embargo, que la autocracia rusa era más extrema. Por ejemplo, el equivalente ruso del Reichstag, la Duma estatal, solo fue instaurada como respuesta a la revolución de 1905. 

[19]) Ver la notable biografía de Nettl sobre Rosa Luxemburg (página 81 de la edición inglesa, versión abreviada) que contiene una introducción de Hannah Arendt. En este artículo utilizaremos tanto la versión abreviada como la completa.

[20]) Es significativo que mientras el partido toleró el reformismo de derechas, el círculo de los Jungen (Juventudes), que criticaba violentamente las veleidades parlamentarias, fue expulsado del partido en el Congreso de Erfurt. Es cierto que dicho grupo era una oposición literaria e intellectual que tenía tendencias anarquistas (ciertos de sus miembros se dirigieron al anarquismo una vez hubieron abandonado el SPD). Sin embargo, es característico que el partido reaccionara de forma mucho más dura frente a las críticas de izquierda que ante la práctica oportunista de la derecha.

[21]) Ver Historia General del Socialismo, de Jacques Droz, 1974, página 41.

[22]) Carta a Kautsky, citada en la obra de Droz, página 42.

[23])  El revisionismo de Bernstein no era un caso excepcional. En Francia, el socialista Millerand se unió al gobierno de Waldeck-Rousseau en el que figuraba el General Gallifet, verdugo de la Comuna de París. Una tendencia similar existió en Bélgica. En Gran Bretaña el movimiento laborista estaba completamente dominado por el reformismo y la estrecha visión nacionalista de los sindicatos

[24]) “La cuestión colonial (…) es un asunto de extensión de la cultura y dado que hay grandes diferencias culturales es más bien la afirmación de una cultura más elevada. Dado que tarde o temprano llega a suceder que las culturas superiores e inferiores chocan, y con respecto a esta colisión inevitable, esta lucha por la existencia entre las culturas, la política colonial de los pueblos cultos debe ser clasificado como un proceso histórico. Sin embargo, el hecho de que por lo general esto es perseguido por otros motivos y con los medios, así como en las formas, que nosotros, los socialdemócratas condenamos, nos puede conducir, en casos específicos a rechazar y luchar contra ella, pero esto no puede ser una razón para que cambiemos nuestra juicio acerca de la necesidad histórica de la colonización” (Bernstein, 1907, citado en Discovering Imperialism, 2012, Haymarket Books, p41).

[25]) Nettl, op. cit., pag. 101.

[26]) Parvus, también conocido como Alexander Helphand, fue una extraña y controvertida figura en el movimiento revolucionario. Tras estar varios años situado en la izquierda de la Socialdemocracia alemana y también rusa, durante la revolución de 1905, se trasladó a Turquía donde fundó una compañía de comercio de armas, haciéndose rico durante las guerras balcánicas y simultáneamente desarrollándose como consejero de los nacionalistas Jóvenes Turcos y editando la publicación nacionalista Turk Yurdu. Durante la Primera Guerra mundial, Parvus se convirtió en un abierto partidario del imperialismo alemán lo que causó un gran disgusto a Trotski cuyas ideas de la revolución permanente habían sido fuertemente influenciadas por él (ver el libro de Deurscher, El Profeta Armado, capítulo “La Guerra y la Internacional”).

[27]) Citada por Nettl, op. cit., pag.133

[28]) Parteitag der Sozialdemokratie, Oktober 1898 in Stuttgart, Rosa Luxemburg, Ges. Werke, Bd 1/1 p241.

[29]) Rosa Luxemburg, Gesammelte Werke, Bd 1/1, p. 565, 29.9.1899.

[30]) Idem, Bd 1/1, S. 578, 9.-14. Oktober.

[31]) August Bebel, citado por Rosa Luxemburg en After the Jena Party congress, Ges. Werke, Bd 1/1, S. 351.

[32]) “Unser leitendes Zentralorgan”, Leipziger Volkszeitung, 22.9.1899, Rosa Luxemburg in Ges. Werke, op. cit., Bd. 1/1, p. 558.

[33]) Más aún, Bernstein “sigue así la secuencia lógica de la A a la Z. Partió del abandono del objetivo final manteniendo, supuestamente, el movimiento. Pero como no puede haber movimiento socialista sin objetivo socialista, termina renunciando al movimiento”. Rosa Luxemburg, Reforma o Revolución, https://www.marxists.org/espanol/luxem/01Reformaorevolucion_0.pdf

[34]) “Estoy muy agradecida por la información, lo que me ayuda a entender mejor las orientaciones del partido. Por supuesto, era claro para mí que Bernstein con sus ideas presentadas hasta el momento no está en línea con nuestro programa, pero es doloroso que ya no podemos contar con él por completo. Pero si usted y el camarada Kautsky tenían esta evaluación, estoy sorprendida de que usted y el camarada Kautsky no hayan utilizado el ambiente favorable en el Congreso para poner en marcha de inmediato un debate enérgico, y se hayan limitado a animar a Bernstein para escribir un panfleto, lo que no hace sino retrasar la discusión” (Rosa Luxemburg, Ges. Briefe, Bd 1, p. 210, Carta a Bebel, 31.10.1898).

[35])  Rosa Luxemburg, Ges. Briefe, op. cit., p. 289, Carta a Leo Jogiches, 11. 3. 1899.

[36]) Kautsky a Bernstein, 29.7.1899, IISG-Kautsky-Nachlass, C. 227, C. 230, quoted in Till Schelz-Brandenburg, Eduard Bernstein und Karl Kautsky, Entstehung und Wandlung des sozialdemokratischen Parteimarxismus im Spiegel ihrer Korrespondenz 1879 bis 1932, Köln, 1992.

[37]) Rosa Luxemburg, “Parteifragen im Vorwärts”, Gesammelte Werke Bd 1/1, p. 564, 29.9.1899.

[38]) Laschitza, Im Lebensrausch, Trotz Alledem, p.104, 27.Okt. 1898, Kautsky-Nachlass C 209: Kautsky an Bernstein.

[39]) Carta de Kaursky a Víctor Adler 20.7.1905, in Victor Adler Briefwechsel, a.a.O. S. 463, quoted by Till Schelz-Brandenburg, p. 338).

[40]) Rosa Luxemburg – Ges. Werke, Bd 1/1, p. 528, citado de “Kautsky zum Parteitag in Hannover”, Neue Zeit 18, Stuttgart 1899-1900, 1. Bd. S. 12).

[41]) Traducido de Libertad de crítica en la ciencia (versión en francés).

[42]) Rosa Luxemburg, Ges. Briefe, p. 279, Carta a Leo Jogiches, 3. 3. 1899.

[43]) Ídem, p. 423, Carta a Leo Jogiches, 21. 12. 1899.

[44]) Luxemburg sabía distinguir entre amistad o enemistad y toma de posición sobre problemas del partido o de la clase en su conjunto, así fue capaz de dar todo su apoyo como agitador (ella era muy solicitada como orador público) incluso a aquellos miembros del partido que criticó más fuertemente, por ejemplo, durante la campaña electoral del revisionista Max Schippel.

[45]) Rosa Luxemburg, op. cit., p. 491, Carta a Leo Jogiches.

[46]) Rosa Luxemburg, Erklärung, Ges. Werke Bd 1/2, p 146, 1.10.1901.

[47]) En el congreso del partido en Lübeck el Neue Zeit y Kautsky, su editor, habían sido fuertemente atacados por los oportunistas debido a la polémica sobre el revisionismo.

[48]) JP Nettl, Rosa Luxemburg, Vol 1, p. 192 (la cita aquí se ha tomado de la edición no abreviada), Rosa Luxemburg, carta a Kautsky, 03/10/1901.

[49]) Rosa Luxemburg, Ges. Briefe, p. 565, Carta a Leo Jogiches, 12. 1. 1902. 

[50]) Cita de Nettl, op. cit., p. 127.

[51]) Rosa Luxemburg, Ges. Briefe, Bd 3 p. 358, Carta a Kostja Zetkin, 27. 6. 1908  

[52]) Ídem, p. 57, Carta a Kostja Zetkin, 1. 8. 1909.

[53]) Rosa Luxemburg, Ges. Werke, 1/1, p. 239, p. 245, Parteitag der Sozialdemokratie 1898 in Stuttgart, Oktober 1898.

[54]) Rosa Luxemburg, Ges. Werke BDI 1/1, S. 255, Nachbetrachtungen zum Parteitag 12-14. Oktober 1898, Sächsische Arbeiter-Zeitung Dresden

[55]) Rosa Luxemburg, Ges. Briefe, p. 279, Carta a Leo Jogiches, 3. 3. 1899

[56]) Ídem, p. 384, Carta a Leo Jogiches, 24. 9. 1899.

[57]) Ídem, p. 322, Carta a Leo Jogiches, 1. 5. 1899.  

[58]) Kautsky a Bernstein, 29.10.1898, IISG, Amsterdam, Kautsky-Nicholas, C 210.

[59]) Estas palabras fueron dirigidas por Auer en una carta a Bernstein (Laschitza, ibid, p. 129). En su Historia General del Socialismo, Jacques Droz describe a Auer así: “Era un “práctico”, un “reformista” en la práctica, que se vanagloriaba de no saber nada acerca de la teoría, pero nacionalista hasta el punto de elogiar la anexión de Alsacia-Lorena ante audiencias socialistas y oponiéndose a la reconstitución de Polonia, cínico hasta el punto de rechazar la autoridad de la Internacional; en realidad, siguió la línea del Sozialistische Monatshefte (Cuadernos del Socialismo) y alentó activamente el desarrollo del reformismo” (p. 41).

[60]) Laschitza, op. cit., p. 130.

[61]) Idem, p. 136, in Sächsische Arbeiterzeitung, 29.11. 1899.

[62]) Rosa Luxemburg era consciente de la hostilidad hacia ella desde una etapa muy temprana. En el congreso del partido de Hannover en 1899 la dirección no había querido dejarla hablar sobre la cuestión de las Aduanas. Ella describió su actitud en una carta a Jogiches: “Estamos mejor si lo tienes esto resuelto en el Partido, es decir, en el clan. Así es cómo funcionan las cosas con ellos: Si la casa se ​​está quemando, necesitan un chivo expiatorio (un Judio), si el fuego ha sido extinguido, el Judío es expulsado” (Rosa Luxemburg, Ges. Briefe, Bd 1, p. 317, Carta a Leo Jogiches, 27/04/1899). Víctor Adler escribió a Bebel en 1910 que tenía “instintos suficientemente bajas para obtener una cierta cantidad de placer de lo que Karl estaba sufriendo a manos de sus amigos. Pero lo que realmente malo es que la perra rabiosa todavía hará mucho daño, sobre todo porque ella es tan inteligente como un mono mientras que, por otro lado su sentido de la responsabilidad está totalmente ausente y su único motivo es un deseo casi perverso de autojustificación” (Nettl, 1, p. 432, versión completa, Victor Adler a August Bebel, 08/05/1910).

[63]) El semanario satírico Simplicissimus publicó un poema desagradable dirigido a Luxemburg: “Nur eines gibt es was ich wirklich hasse: Das ist der Volksversammlungsrednerin. Der Zielbewussten, tintenfrohen Klasse. Ich bin der Ansicht, dass sie alle spinnen. Sie taugen nichts im Hause, nichts im Bette. Mag Fräulein Luxemburg die Nase rümpfen, Auch sie hat sicherlich – was gilt die Wette? – Mehr als ein Loch in ihren woll’nen Strümpfen. Laschitza, 136, Simplicissimus, 4. Jahrgang, Nr. 33, 1899/1900, S. 263).

[64]) Frölich, Paul, “Gedanke und Tat”, Rosa Luxemburg, Dietz-Verlag Berlin, 1990, p. 62.

[65]) Rosa Luxemburg, Ges. Briefe Bd. 1, S. 316, Carta a Leo Jogiches, 27.4.1899.

[66]) Ídem, Bd. 3, S. 89, Carta a Clara Zetkin, 29.9.1909.

[67]) Ídem, Bd. 3, p. 268, Carta a Kostja Zetkin, 11/30/1910. Estas líneas fueron provocadas por la reacción pequeñoburguesa dentro de la dirección del partido a un artículo que había escrito sobre Tolstoi, que se consideran irrelevantes (las materias artísticas no eran importantes), y no deseable en la prensa del Partido, ya que elogió un artista que era a la vez ruso y místico.

[68]) Cuerpos Francos: milicias organizadas por el gobierno socialdemócrata para reprimir las tentativas revolucionarias del proletariado en Alemania (1918-23).

[69]) Nettl 1, p. 421 (edición completa).

[70]) Idem, p. 464.

[71]) SDKPiL: Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia y Lituana. El partido fue formado en 1893 como la Social Democracia del Reino de Polonia (SDKP), sus principales miembros más conocidos son Rosa Luxemburg, Leo Jogiches, Julian Marchlewski, y Adolf Warszawski. Se convirtió en el SDKPiL tras la fusión con la Unión de Trabajadores de Lituania dirigido por Feliks Dzerzhinsky entre otros. Una de las más importantes características distintivas del SDKPiL era su internacionalismo firme y su convicción de que la independencia nacional polaca no estaba en los intereses obreros, y que los trabajadores polacos debían aliarse con la socialdemocracia rusa y los bolcheviques en particular. Estuvo permanentemente en desacuerdo con el Partido Socialista Polaco (Polska Partia Socjalistyczna –PPS), que adoptó una orientación más nacionalista bajo el liderazgo de Josef Pilsudski, que desde 1919 se convirtió en dictador de Polonia Polonia (algo similar a lo ocurrido con Mussolini en Italia).

[72]) Hay que recordar que Polonia no existía como país independiente. La mayor parte de la histórica Polonia pertenecía al imperio zarista, mientras que otras regiones estaban bajo el poder de Alemania y Austria-Hungría

[73]) Rosa fue detenida en marzo de 1906, junto con Leo Jogiches que también había regresado a Polonia. Existían serios temores por su seguridad y el SDKPiL estaba dispuesto a ejercer represalias físicas contra agentes del gobierno si sufría algún daño. Con subterfugios y la ayuda de su familia fue liberada de las cárceles zaristas, consiguiendo regresar a Alemania. Jogiches fue condenado a ocho años de trabajos forzados, pero logró escapar de la cárcel.

[75]) Ver nuestra serie de artículos sobre “la Revolución de 1905” en Revista Internacional números 120, 122, 123 y 125. El primero tiene como enlace: https://es.internationalism.org/rint/2005/120_1905.html 

[76]) Rosa Luxemburg, Ges. Werke, Bd 2, p. 347.

[77]) Rosa Luxemburg, “Das Offiziösentum der Theorie”, Ges. Werke Bd. 3, p. 307, articulo publicado en Neue Zeit, 1912.

[78]) Este debate en el que participaron Rosa, Kautsky, Parvus, Pannehoek, Mehring y Vandervelde, ha sido publicado en español en un libro titulado Debate sobre la Huelga de masas, Cuadernos Pasado y Presente, Argentina 1975.

[79]) Rosa cita a Kautsky en su texto “La teoría y la práctica” que aparece en el libro citado en la nota 78, p. 229.

[80]) Ídem.

[81]) Rosa Luxemburg, Ges. Werke, Bd. 3, S. 441 “Die totgeschwiegene Wahlrechtsdebatte” (“El debate ocultado sobre los derechos electorales”), 17.8.1910.

[82]) Este libro se puede encontrar en Internet en https://www.edicionesespartaco.com/libros/materialismo.pdf junto con una obra de Gorter.

[83]) En ese momento otra gran voz de la izquierda en Holanda, Herman Gorter, escribió a Kautsky. “Divergencias tácticas a menudo implican un alejamiento entre amigos. En mi caso en cuanto a mi relación con usted se refiere, esto no es cierto; como usted ha notado. A pesar de que a menudo ha criticado Pannekoek y Rosa, con quienes estoy de acuerdo en general (y también usted me ha criticado a mi) siempre he mantenido el mismo tipo de relación con usted” (Gorter, Carta a Kautsky, diciembre de 1914, Kautsky Archivo IISG, DXI 283, cita en Herman Gorter, Herman de Liagre Böhl, Nijmegen, 1973, p. 105). “Aparte del viejo amor y admiración que en la Tribuna siempre nos abstuvimos tanto como fuera posible de luchar contra usted” (ídem).

[84]) Debate sobre la huelga de masas, op. cit.

[85]) Nettl, I, p. 401, op. cit.

[86]) Una de las principales debilidades de las declaraciones más militantes fue la idea de una acción simultánea. Así, la Joven Guardia Socialista belga aprobó una resolución: “es deber de los partidos socialistas y sindicatos de todos los países oponerse a la guerra. Los medios más eficaces de esta oposición son la huelga general y la insubordinación en respuesta a la movilización para la guerra” (El peligro de la guerra y la Segunda Internacional, J. Jemnitz,. p. 17). Pero para usar estos medios pedían que si adoptaron de forma simultánea en todos los países, en otras palabras, el internacionalismo intransigente y acciones anti-militaristas se condicionaron a que todo el mundo a la vez compartiera la misma posición.

[87]) Fricke, Dieter, Handbuch zur Geschichte der deutschen Arbeiterbewegung, 1869 bis 1917; Dietz-Verlag, Berlin, 1987, p. 120.

[88]) Rosa Luxemburg, Ges. Werke, Bd. 3, S. 34, publicado en el Leipziger Volkszeitung, 26.8.1911.

[89]) Idem, S. 43, publicado en el Leipziger Volkszeitung, 30.8.1911 

[90]) Ídem, Bd. 3, S. 11  

[91]) “Estoy en una situación absolutamente absurda. Tengo que asumir la responsabilidad lo que me obliga a silenciarme a mí mismo, aunque si siguiera mis propios deseos me revolvería contra mi propio liderazgo” (Jemnitz, p. 73, Carta de Bebel a Kautsky.). Bebel murió de un ataque al corazón en un sanatorio suizo, el 13 de agosto.

[92]) En el artículo “Partei und breite Schicht”, escribió: “Hay alrededor de un millón de miembros del partido en Alemania hoy en día. Los socialdemócratas allí reciben alrededor de 4.250.000 votos y hay cerca de 15 millones proletarios. (...) Un millón –que es el partido, un millón en las organizaciones de los partidos; 4250000 es un “amplio sector”. Hago hincapié en que “En Alemania, por ejemplo, cerca de una quinceava parte de la clase se organiza en el Partido; en Francia es la ciento cuarentava parte”. Lenin añadió: “El partido es la sección con conciencia política, avanzada de la clase, es su vanguardia. La fuerza de esa vanguardia es diez veces, cien veces, más de un centenar de veces, mayor que sus números... la organización aumenta su fuerza diez veces” (septiembre de 1913, en “¿Cómo Vera Sassulitch extiende el liquidacionismo?”, Lenin, Obras completas, vol. 19).

[93]) Rosa Luxemburg, Ges. Werke, Bd. 3, S. 11.   

[94]) Rosa Luxemburg, “Again on the masses and the leaders” (De nuevo sobre masas y líderes), August 1911, publicada originalmente en el Leipziger Volkszeitung

[95]) Rosa Luxemburg, Ges. Werke, Bd. 3, S. 253. Tactik frage (La cuestión de la táctica) junio 1913.   

[96]) Op. cit., nota 94. 

 

Personalidades: 

desarrollo de la conciencia y la organización proletaria: 

Acontecimientos históricos: 

Rubric: 

1914