La ciencia y el movimiento marxista - El legado de Freud

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La CCI ha publicado hace poco, con ocasión del bicentenario del nacimiento de Charles Darwin, varios artículos sobre ese gran científico y su teoría sobre la evolución de las especies:

Esos artículos forman parte del interés, siempre presente en el movimiento obrero, por los temas científicos, y cuya más elevada expresión es la propia teoría revolucionaria del proletariado, el marxismo. Éste emprendió una crítica de las visiones religiosas e idealistas de la sociedad humana y de la historia que prevalecían en las sociedades feudal y capitalista pero que también impregnaban las teorías socialistas que marcaron los primeros pasos del movimiento obrero, a principios del siglo XIX. Contra esas teorías, el marxismo se propuso, entre otras cosas, basar la perspectiva de la futura sociedad que libraría al ser humano de la explotación, de la opresión y de todos los males que lo agobian desde hace miles de años, no en una "realización de unos principios de igualdad y justicia", sino en la necesidad material resultante de la propia evolución de la historia humana y de la naturaleza de la que forma parte, movida ésta también en última instancia, por fuerzas materiales y no por fuerzas espirituales. Por esa razón el movimiento obrero, empezando por Marx y Engels, siempre marcó una atención muy especial hacia la ciencia.
La ciencia precedió con mucho la aparición del movimiento obrero e incluso de la propia clase obrera. Puede incluso afirmarse que la clase obrera sólo ha podido desarrollarse a gran escala gracias al progreso de las ciencias que fueron una de las condiciones del auge del capitalismo, modo de producción basado en la explotación del proletariado. La burguesía es la primera clase de la historia para la cual la ciencia ha sido una necesidad inevitable, para su propio desarrollo y la afirmación de su poder sobre la sociedad. Gracias a la ciencia, la burguesía combatió la potestad de la religión, que era el instrumento ideológico fundamental de defensa y justificación de la sociedad feudal. Pero, además, la ciencia fue la base del dominio de las tecnologías de la producción y de los transportes, condición del florecimiento y desarrollo del capitalismo. Cuando éste alcanzó su apogeo, permitiendo que surgiera en el ruedo social lo que el Manifiesto Comunista llama su "enterrador", el proletariado moderno, la burguesía se apresuró a reanudar con la religión y las visiones místicas de la sociedad que tienen el gran mérito de justificar el mantenimiento de un orden social basado en la explotación y la opresión. Y así, aunque la burguesía haya seguido promoviendo y financiando todas las investigaciones que le eran indispensables para garantizar sus ganancias, incrementar la productividad de la fuerza de trabajo y la eficacia de sus fuerzas armadas, se ha ido desviando del enfoque científico en lo que a conocimiento de la sociedad humana se refiere.
Le incumbe al proletariado, en su lucha contra el capitalismo y para echarlo abajo, volver a los territorios del conocimiento científico abandonados por la burguesía. Fue lo que hizo ya a partir del s. XIX, oponiendo a la apologética en la que se había convertido el estudio de la economía (o sea, el "esqueleto de la sociedad"), una visión critica y revolucionaria de dicho estudio, una visión necesariamente científica tal como quedó plasmada, por ejemplo, en El capital de Karl Marx. Por eso incumbe a las organizaciones revolucionarias la responsabilidad de animar a interesarse por los conocimientos y las investigaciones científicas, especialmente en los ámbitos que se refieren a la sociedad humana, al ser humano y su psiquismo, dominios por excelencia donde a la clase dominante le interesa cultivar el oscurantismo. Esto no significa evidentemente que para formar parte de una organización comunista, se necesite haber hecho estudios científicos o ser capaz de defender la teoría de Darwin o resolver una ecuación de segundo grado. Las bases de adhesión a nuestra organización son nuestra Plataforma con la cual todo militante debe estar de acuerdo y cuya responsabilidad es defenderla. De igual modo, en toda una serie de temas, como, por ejemplo, el análisis que podamos hacer de tal o cual aspecto de la situación internacional, la organización debe adoptar una postura que suele plasmarse en resoluciones adoptadas en y por nuestros congresos o en las reuniones plenarias de nuestro órgano central. En estos casos, no es obligatorio que cada militante comparta dicha posición. El que esas resoluciones se adopten tras una discusión y una votación significa que pueden existir perfectamente enfoques diferentes y si éstos se mantienen y una vez suficientemente elaborados, se expresen públicamente en nuestra prensa tal como puede comprobarse con el debate actual sobre la dinámica económica del boom que siguió a la IIª Guerra mundial.
El objetivo de los artículos que abordan temas culturales (crítica de un libro o de un film, por ejemplo) o científicos no es desde luego recabar la adhesión de cada militante (lo que sí ocurre con la plataforma), ni tampoco pueden considerarse como la posición de la organización como así ocurre con las resoluciones adoptadas por los congresos. Por eso, al igual que con los artículos que hemos publicado sobre Darwin, el que aquí sigue, redactado con ocasión del 70 aniversario de la desaparición de Sigmund Freud, no implica a la CCI como tal. Debe considerarse como contribución a una discusión abierta no sólo a los militantes de la CCI que no compartan su contenido, sino también al exterior de nuestra organización. Se inscribe en una rubrica de la Revista Internacional, que la CCI procurará que sea lo más viva posible, y cuyo objetivo será dar cuenta de las reflexiones y discusiones sobre temas culturales y científicos. Por eso es éste un llamamiento a otras contribuciones que podrían defender un enfoque diferente al expresado aquí.
CCI

El legado de Freud

En septiembre de 1939, Sigmund Freud murió en su casa de Hampstead que ahora es el Museo Freud en Londres. Unas semanas antes había estallado la guerra mundial. Se cuenta que Freud, moribundo, estaba escuchando un debate de la radio o que respondía a una pregunta de su nieto (hay varias versiones) a la candente pregunta "¿será ésta la última guerra?" contestó con tristeza "en cualquier caso, será mi última guerra".
Freud había sido exiliado de su hogar y de su consulta en Viena poco después de que unos matones nazis entraran en su casa y arrestaran a su hija Anna Freud, a quien liberaron poco después. Freud enfrentó la persecución de la poder nazi instalado después de la "Anschluss" entre Alemania y Austria no sólo porque él era judío, sino también porque era la figura fundadora del psicoanálisis, condenado por el régimen como un ejemplo del "pensamiento judío degenerado": las obras de Freud, junto con las de Marx, Einstein, Kafka, Thomas Mann y otros, tuvieron el honor de estar entre los primero libros en ser condenados a la hoguera en la orgía inquisitorial de la quema de libros de 1933.


Pero los nazis no fueron los únicos en odiar a Freud. Sus homólogos estalinistas, también decidieron que las teorías de Freud debían ser denunciadas desde las cátedras del Estado. El triunfo del estalinismo puso fin a toda experimentación en el arte, educación y otras áreas de la vida social, y además se dedicó a una caza de brujas contra los seguidores del psicoanálisis dentro de la Unión Soviética, en particular contra aquellos que consideraban las teorías de Freud compatibles con el marxismo. El joven poder soviético había adoptado una actitud muy diferente: aunque los bolcheviques nunca adoptaron una enfoque homogéneo sobre este tema, bastantes líderes bolcheviques, Lunarcharsky, Bujarin y el propio Trotski entre otros, manifestaron sus simpatías por los objetivos y métodos del psicoanálisis; como resultado, la sección rusa de la Asociación Psicoanalítica Internacional fue la primera en el mundo en obtener apoyo, incluso financiero, de un Estado. Durante aquel período, uno de los principales ejes de esa sección fue la creación de una "escuela para huérfanos" dedicada al cuidado y tratamiento de los niños que habían quedado traumatizados por la pérdida de sus padres en la guerra civil. El propio Freud se interesó vivamente por estos experimentos: tenía curiosidad por saber cómo los distintos esfuerzos por educar a los niños de manera colectiva, y no en la base confinada y tiránica del núcleo familiar, tendría incidencias en el complejo de Edipo, que él había identificado como central en la historia psicológica del individuo. Mientras tanto, bolcheviques como Lev Vygotski, Alexander Luria, Tatiana Rosenthal y M. A. Reisner hicieron contribuciones a la teoría psicoanalítica y exploraron su relación con el materialismo histórico.


Las palabras siguientes de Lenin, referidas por Clara Zetkin, muestran que los bolcheviques no tenían un enfoque unilateral respecto a las teorías de Freud, aunque pueda decirse que las críticas de Lenin lo eran sobre todo contra los defensores de esas teorías más que contra las teorías mismas: "La situación en Alemania misma exige la mayor concentración de todas las fuerzas revolucionarias proletarias, ¡para la lucha contra una reacción cada vez más insolente! Y resulta que las militantes discuten sobre el tema sexual y sobre las formas del matrimonio en el pasado, el presente y el futuro. Consideran ellas que su tarea más importante es esclarecer a las trabajadoras sobre ese punto. El escrito más extendido en el momento actual es el folleto de una joven camarada de Viena sobre la cuestión sexual. ¡simplezas! Lo que hay en ese folleto, los obreros ya lo han leído desde hace tiempo en Bebel. Y aquí no se expresa de una manera tan aburrida como en ese folleto, sino con una voluntad de agitación, de ataque contra la sociedad burguesa. La discusión sobre las hipótesis de Freud puede darle a uno un aire "cultivado" y hasta científico, pero no es, en el fondo, más que un trabajo de escolar. La teoría de Freud es también una "excentricidad" de moda. Yo desconfío de las teorías sexuales y de toda esa literatura especial que crecen en abundancia en el estiércol de la sociedad burguesa. Desconfío de quienes sólo ven la cuestión sexual, al igual que el sacerdote hindú que sólo ve su nube. Considero que esta sobreabundancia de teorías sexuales, la mayoría de ellas hipótesis, y a menudo hipótesis arbitrarias, procede de una necesidad personal de justificar ante la moral burguesa su propia vida anormal o hipertrófica, o, al menos, excusarla. Ese respeto disfrazado hacia la moral burguesa me es tan antipático como esa importancia que se da a los temas sexuales. Podrá eso parecer todo lo revolucionario que se quiera, en el fondo es profundamente burgués. Es sobre todo una moda de intelectuales. No hay sitio para eso en el partido, en el proletariado consciente." (Recuerdos de Lenin, Clara Zetkin, enero 1924, traducido de la versión francesa, https://www.marxists.org/francais/zetkin/works/1924/01/zetkin_19240100.htm).
Todo eso se acabó cuando la tenaza de la burocracia estalinista se apoderó del Estado. Las ideas de Freud fueron denunciadas como pequeño burguesas, decadentes y sobre todo idealistas, mientras que el enfoque más mecanicista de Pavlov y su teoría del "reflejo condicionado" fueron favorecidos como ejemplo de psicología materialista. A finales de los años 1920 hubo una auténtica inflación de textos antifreudianos redactados sin el menor rigor por portavoces paniaguados del régimen, una serie de "deserciones" de antiguos partidarios de Freud como Aron Zalkind, incluso ataques histéricos contra la "moral corrupta" que se asociaba falazmente a las ideas de Freud en lo que fue más generalmente el "Termidor de la familia" (según la expresión de Trotski).
La victoria final del estalinismo sobre el "freudismo" se consagró en el Congreso sobre el comportamiento humano en 1930, sobre todo con el discurso de Zalkind, el cual ridiculizó todo el enfoque freudiano, sosteniendo que la visión de Freud sobre el comportamiento humano era totalmente incompatible con la "construcción socialista": "¿Cómo podríamos nosotros usar las ideas freudianas del hombre para la construcción socialista? Necesitamos un hombre socialmente "abierto" que sea fácilmente colectivizado, y rápida y profundamente transformado en su comportamiento - un hombre capaz de mostrarse sólido, consciente y persona independiente, bien formado política e ideológicamente..." (citado en Miller, Freud and the Bolsheviks, Yale, 1998, p. 102, traducción nuestra). Sabemos muy bien lo que este tipo de transformación y de formación significaban realmente: quebrar la personalidad humana y la resistencia de los trabajadores al servicio del capitalismo de Estado y sus despiadados planes quinquenales. En esta visión, estaba claro que no había lugar para las sutilezas y complejidades del psicoanálisis, el cual podría además servir para demostrar que el "socialismo" estalinista no había curado ninguno de los males de la humanidad. Y por supuesto, el hecho de que el psicoanálisis hubiera obtenido hasta cierto punto el apoyo del ya exiliado Trotski fue aprovechado al máximo en la ofensiva ideológica contra las teorías de Freud.


¿Y en el mundo "democrático"?


¿Pero que sucedía entre los representantes del campo del capitalismo democrático? ¿No ejercieron presión los Estados Unidos de Roosevelt para lograr que Freud y su familia salieran inmediatamente de Viena, y no proporcionó Gran Bretaña al eminente doctor Freud un hogar confortable? ¿No se convirtió el psicoanálisis en occidente y sobre todo en Estados Unidos, en un nuevo tipo de Iglesia psicológica ortodoxa y sin duda rentable para muchos de sus practicantes?
En realidad, la reacción a las teorías de Freud entre los científicos e intelectuales en las democracias siempre ha sido muy diversa: veneración, fascinación y respeto mezclados con indignación, resistencia y desprecio.
En los años que siguieron a la muerte de Freud, hubo dos tendencias principales en la recepción de la teoría psicoanalítica: por un lado, una tendencia entre muchos de sus propios portavoces y practicantes a atenuar algunas de sus implicaciones más subversivas (tales como la idea de que la civilización actual se basa necesariamente en la represión de los instintos más profundos de la humanidad) a favor de un enfoque revisionista más pragmático, para encontrar aceptación social y política en la civilización actual; y, por otra parte, entre un número de filósofos, psicólogos de escuelas rivales, y autores comercialmente más o menos exitosos, un creciente rechazo de todo el corpus de ideas freudianas porque serían subjetivas, que no se pueden comprobar y básicamente no científicas. Las tendencias dominantes en la psicología moderna (hay excepciones, tales como las ideas del "neuropsicoanálisis" que han reexaminado el modelo de Freud de la psique en función de lo que hoy se conoce sobre la estructura del cerebro) han abandonado el viaje de Freud por el "gran camino hacia el inconsciente", su insistencia en explorar el significado de sueños, de las ocurrencias, de los lapsus y otras expresiones inmateriales, a favor de estudiar fenómenos más observables y medibles: las manifestaciones externas, fisiológicas, de los estados mentales y las formas concretas de comportamiento entre los seres humanos, ratas y otros animales observados en condiciones de laboratorio. En materia de psicoterapia, el "Estado del bienestar", interesado en reducir los costes potencialmente enormes causados por el tratamiento de la creciente epidemia de estrés, neurosis y de enfermedades mentales clásicas generada por el actual sistema social, favorece las soluciones rápidas como la "terapia conductual cognitiva" en vez de los esfuerzos del psicoanálisis por ir hasta las raíces profundas de las neurosis. Sobre todo, y esto es especialmente cierto en las últimas dos décadas, hemos visto un auténtico torrente de libros y artículos que han intentado presentar a Freud como un charlatán mentiroso, un estafador que adulteraba sus testimonios, un tirano hacia sus seguidores, un hipócrita y, ya puestos a ello, un perverso. Este ataque tiene más que una semejanza con la campaña antiMarx lanzada después del desmoronamiento del denominado "comunismo" a finales de los años 80 y así como esta campaña dio lugar al Libro negro del comunismo, ahora nos han sacado de la manga un Libro negro del psicoanálisis
El libro negro del psicoanálisis, Catherine Meyer, Mikkel Borch-Jacobsen, Jean Cottraux, Didier Pleux et Jacques Van Rillaer, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2007, 652 páginas. que dedica más de 600 páginas a echar basura sobre Freud y el movimiento psicoanalítico.


El marxismo y el inconsciente


La hostilidad hacia el psicoanálisis no sorprendió a Freud: en realidad le confirmaba que él había dado en el clavo. Después de todo, ¿por qué habría de ser popular si había desarrollado la idea de que la civilización (al menos la actual) era tan antitética a los instintos humanos, si había dado un nuevo golpe al "amor propio ingenuo" del hombre, según su expresión?
"Esta importancia que a lo inconsciente concedemos en la vida psíquica del hombre ha sido lo que ha hecho surgir contra el psicoanálisis las más encarnizadas críticas. Mas no creáis que esta resistencia que se opone a nuestras teorías en este punto concreto es debida a la dificultad de concebir lo inconsciente o la relativa insuficiencia de nuestros conocimientos sobre este sector de la vida anímica. A mi juicio, procede de causas más profundas. En el transcurso de los siglos han infligido la ciencia al egoísmo ingenuo de los hombres dos graves mortificaciones. La primera fue cuando mostró que la Tierra, lejos de ser el centro del Universo, no constituía sino una parte insignificante del sistema cósmico, cuya magnitud apenas podemos representarnos. Este primer descubrimiento se enlaza para nosotros al nombre de Copérnico, aunque la ciencia alejandrina anunció ya antes algo muy semejante. La segunda mortificación fue infligida a la Humanidad por la investigación biológica, la cual ha reducido a su más mínima expresión las pretensiones del hombre a un puesto privilegiado en el orden de la creación, estableciendo su ascendencia zoológica y demostrando la indestructibilidad de su naturaleza animal. Esta última transmutación de valores ha sido llevada a cabo en nuestros días bajo la influencia de los trabajos de Darwin, Wallace y sus predecesores, y a pesar de la encarnizada oposición de la opinión contemporánea. Pero todavía espera a la megalomanía humana una tercera y más grave mortificación cuando la investigación psicológica moderna consiga totalmente su propósito de demostrar al yo que ni siquiera es dueño y señor en su propia casa, sino que se halla reducido a contentarse con informaciones escasas y fragmentarias sobre lo que sucede fuera de su conciencia en su vida psíquica.". (Introducción al psicoanálisis, Conferencia 18, "La fijación al traumas - el inconsciente", 1917
https://www.depsicoanalisis.com.ar/libros-obras/freud/lecciones/leccion-...)
A los marxistas, en cambio, no debería causarles choque alguno la idea de que la vida consciente del hombre esté, o haya estado hasta ahora, dominada por motivaciones inconscientes. El concepto marxista de ideología (que, en su opinión, abarca todas las formas sociales de conciencia antes de la aparición de la conciencia de clase del proletariado) se basa firme y exactamente en esa noción.
"Pero toda ideología, una vez que surge, se desarrolla en conexión con el material de ideas dado, desarrollando y transformándolo a su vez; de otro modo dejaría de ser ideología, es decir, una labor sobre ideas concebidas como entidades con propia sustantividad, con un desarrollo independiente y sujetas tan sólo a sus propias leyes. Estos hombres ignoran forzosamente que las condiciones materiales de la vida del hombre, en cuya cabeza se desarrolla este proceso ideológico, son las que determinan, en última instancia, la marcha de tal proceso, pues si no lo ignorasen, se habría acabado toda la ideología" (Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. 1886)
El marxismo, por lo tanto, reconoce que hasta ahora la conciencia del hombre de su posición real en el mundo ha sido inhibida o distorsionada por factores de los cuales es inconciente; reconoce que la vida social tal como ha sido hasta ahora ha creado obstáculos fundamentales en los procesos mentales del hombre. Un claro ejemplo de esto sería la incapacidad histórica de la burguesía de imaginarse una forma de sociedad superior al capitalismo, ya que esto implicaría su propia desaparición. Esto es lo que Lukács llama un "inconsciente condicionado de clase" (Historia y conciencia de clase). Y también puede abordarse la cuestión desde la perspectiva de la teoría de Marx de la alienación: el hombre alienado es ajeno a su prójimo, a la naturaleza y a sí mismo, mientras que el comunismo superará este extrañamiento y el hombre será plenamente consciente de sí mismo.


Trotski defiende el psicoanálisis


De todos los marxistas del siglo XX, tal vez sea Trotski quien más contribuyó en abrir un diálogo con las teorías de Freud, al cual había conocido durante su estancia en Viena en 1908. Cuando todavía tenía responsabilidades en el Estado soviético, pero cada vez más marginado, Trotski insistía en que la perspectiva de Freud respecto a la psicología era esencialmente materialista. Se opuso a que se adoptara una escuela particular de psicología como línea "oficial" del Estado o del partido, y, al contrario, convocó a un debate abierto y amplio. En La cultura y el socialismo, escrito en 1925-26, Trotski sopesa los diferentes enfoques de las escuelas pavloviana y freudiana y delinea lo que según él debería ser la actitud del partido frente a esas cuestiones:
"La crítica marxista en la ciencia debe ser vigilante y prudente, de otra forma podría degenerar en nueva charlatanería, en famusovismo"
Famusov, personaje teatral, imagen del pequeño burgués pedante, autoritario y satisfecho de sí mismo.. Tomad la psicología; incluso la reflexología de Pavlov está completamente dentro de los cauces del materialismo dialéctico; rompe definitivamente la barrera existente entre la fisiología y la psicología. El reflejo más simple es fisiológico, pero un sistema de reflejos es el que nos da la "consciencia". La acumulación de la cantidad fisiológica da una nueva cantidad "psicológica". El método de la escuela de Pavlov es experimental y concienzudo. Poco a poco se va avanzando en las generalizaciones: desde la saliva de los perros a la poesía -a los mecanismos mentales de la poesía, no a su contenido social-, aun cuando los caminos que nos conducen a la poesía aún no hayan sido desvelados.
La escuela del psicoanalista vienés Freud procede de una manera distinta. Da por sentado que la fuerza impulsora de los procesos psíquicos más complejos y delicados es una necesidad fisiológica. En este sentido general es materialista, incluso la cuestión de si no da demasiada importancia a la problemática sexual en detrimento de otras, es ya una disputa dentro de las fronteras del materialismo. Pero el psicoanalista no se aproxima al problema de la conciencia de forma experimental, es decir, yendo del fenómeno más inferior al más elevado, desde el reflejo más sencillo al más complejo, sino que trata de superar todas estas fases intermedias de un salto, de arriba hacia abajo, del mito religioso al poema lírico o el sueño a los fundamentos psicológicos de la psique.
Los idealistas nos dicen que la psique es una entidad independiente, que el "alma" es un pozo sin fondo. Tanto Pavlov como Freud piensan que el fondo pertenece a la fisiología. Pero Pavlov desciende al fondo del pozo, como un buzo, e investiga laboriosamente subiendo poco a poco a la superficie, mientras que Freud permanece junto al pozo y trata de captar, con mirada penetrante, la forma de los objetos que están en el fondo. El método de Pavlov es experimental; el de Freud está basado en conjeturas, a veces en conjeturas fantásticas. El intento de declarar al psicoanálisis "incompatible" con el marxismo y volver la espalda a Freud es demasiado simple, o más exactamente demasiado simplista. No se trata de que estemos obligados a adoptar su método, pero hay que reconocer que es una hipótesis de trabajo que puede producir y produce sin duda reducciones y conjeturas que se mantienen dentro de las líneas de la psicología materialista. Dentro de su propio método, el procedimiento experimental facilitaría las pruebas para estas conjeturas. Pero no tenemos ni motivo ni derecho para prohibir el otro método, ya que, aun considerándole menos digno de confianza, trata de anticipar la conclusión a la que el experimental se acerca muy lentamente (ver El debate sobre la “cultura proletaria” Cultura proletaria y arte proletario Trotski: Literatura y Revolución | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)

De hecho, Trotski comenzó muy rápidamente a cuestionar el enfoque de Pavlov como un enfoque mecanicista, que tiende a reducir la actividad consciente al famoso "reflejo condicionado". En un discurso pronunciado poco después de la publicación del texto anterior, Trotski se preguntó si en realidad podríamos llegar al conocimiento de las fuentes de la poesía humana con el estudio de la saliva de los perros (ver Trotsky's Notebooks, 1933-1935, Writings on Lenin, Dialectics and Evolutionism, traducidos en inglés y presentados por Philip Pomper, Nueva York 1998, p. 49). Y en sus reflexiones posteriores sobre psicoanálisis contenidas en esos "cuadernos filosóficos" compilados en el exilio, su énfasis es mayor sobre la necesidad de comprender que el reconocimiento de la autonomía relativa de la psique, aunque entre en conflicto con una versión mecanicista del materialismo, es, en cambio, perfectamente compatible con una visión más dialéctica del materialismo:
"Es bien sabido que hay una escuela entera de psiquiatría (el psicoanálisis, Freud) que en la práctica no tiene para nada en cuenta a la fisiología, apoyándose en el determinismo interno de los fenómenos psíquicos, tal como son. Algunos críticos acusan, por lo tanto, a la escuela freudiana de idealismo. [...] Pero en sí el método del psicoanálisis, tomando como punto de partida "la autonomía" del fenómeno psicológico, de ninguna manera contradice el materialismo. Al contrario, es precisamente el materialismo dialéctico el que nos lleva a la idea de que la psique no podría ni siquiera formarse si no desempeñara, dentro de ciertos límites, un papel autónomo, es decir, independiente en la vida de los individuos y de la especie.
Y, sin embargo, aquí nos acercamos a una especie de problema crucial, una ruptura en el gradualismo, una transición de cantidad a calidad: es la psique, "liberada" del determinismo de la materia, que puede independientemente - por sus propias leyes - influenciar la materia
" (ídem, p 106).
Trotski está argumentando aquí que existe una convergencia real entre marxismo y psicoanálisis. Para ambos, la conciencia o más bien la totalidad de la psique, es un producto material del movimiento real de la naturaleza y no una fuerza que existiría fuera del mundo; es el producto de procesos inconscientes que la preceden y la determinan. Pero, a su vez, se vuelve factor activo que en cierta medida toma su propia dinámica y que, lo más importante, es capaz de actuar y transformar el inconsciente. Esta es la única base para un enfoque que hace del hombre algo más que una criatura de circunstancias objetivas, y lo hace capaz de cambiar el mundo que le rodea.
Y aquí hemos llegado a lo que es quizás la conclusión más importante que Trotski saca de su investigación sobre las teorías de Freud. Freud, recordemos, había argumentado que el principal golpe infligido por el psicoanálisis al "narcisismo ingenuo" del hombre era que el "ego" no era dueño y señor en su propia casa, que en gran medida su enfoque del mundo está condicionado por fuerzas instintivas que han sido reprimidas en el inconsciente. Freud, en una o dos ocasiones, se permitió prever una sociedad que habría superado la interminable lucha contra la escasez material y, por lo tanto, que ya no tendría que imponer esa represión a sus miembros
Contrariamente al cliché repetido hasta la saciedad de que Freud "lo reduce todo al sexo", afirmó claramente que "La base sobre la que la sociedad reposa es en último análisis de naturaleza económica; no poseyendo medios suficientes de subsistencia para permitir a sus miembros vivir sin trabajar, se halla la sociedad obligada a limitar el número de los mismos y a desviar su energía de la actividad sexual hacia el trabajo. Nos hallamos aquí ante la eterna necesidad vital, que, nacida al mismo tiempo que el hombre, persiste hasta nuestros días." (Lecciones introductorias al psicoanálisis, III, Lección XX. "La vida sexual humana", https://www.depsicoanalisis.com.ar/libros-obras/freud/lecciones/leccion-...).

O dicho de otra manera: la represión es consecuencia de sistemas sociales humanos dominados por la penuria material. En otro pasaje, en El porvenir de una ilusión (1927), Freud mostró una compresión de la naturaleza de clase de la sociedad "civilizada", e incluso permitiéndose, de paso, plantear la posibilidad de una fase posterior: "Pero cuando una civilización no ha logrado evitar que la satisfacción de un cierto número de sus partícipes tenga como premisa la opresión de otros, de la mayoría quizás,- y así sucede en todas las civilizaciones actuales- es comprensible que los oprimidos desarrollen una intensa hostilidad contra la civilización que ellos mismos sostienen con su trabajo, pero de cuyos bienes no participan sino muy poco. [...] La hostilidad de estas clases sociales contra la civilización es tan patente que ha monopolizado la atención de los observadores, impidiéndoles ver la que latentemente abrigan también las otras capas sociales más favorecidas. No hace falta decir que una cultura que deja insatisfecho a un núcleo tan considerable de sus partícipes y los incita a la rebelión no puede durar mucho tiempo, ni tampoco lo merece" (El porvenir de una ilusión, cap. 2). En efecto, el orden actual no sólo no tienen "ninguna perspectiva de existencia duradera", sino que además podría existir una cultura que "superaría la fase" en a que toda división de clase y, por consiguiente, los mecanismos de represión mental existentes hasta hoy, serían superfluos.
. Pero en general, su enfoque siguió siendo prudentemente pesimista, al no percibir ninguna vía que pudiera conducir a tal sociedad. Trotski, como revolucionario que era, estaba obligado a plantear la posibilidad de una plena conciencia de la humanidad que se convirtiera de hecho en dueña de su propia casa. De hecho, para Trotski, la liberación de la humanidad de la dominación del inconsciente se convierte en el proyecto central de la sociedad comunista:
"El hombre se dedicará seriamente a armonizar su propio ser. Tratará de obtener una precisión, una exactitud y una economía máximas y, por consiguiente una máxima belleza, en todos los movimientos de su cuerpo, en el trabajo, al andar, al jugar. Querrá dominar también los procesos semiconscientes e inconscientes de su propio organismo, tales como la respiración, la circulación de la sangre, la digestión, la reproducción, y, dentro de ciertos límites inevitables, tratará de subordinarlos al control de su razón y su voluntad. La especie humana, el homo sapiens, actualmente congelado, entrará en una fase de transformación radical y, se tratará a sí mismo como objeto de los métodos más complicados de la selección artificial y tratamiento psicoanalítico.
Estas perspectivas están perfectamente de acuerdo con toda la evolución del hombre. Comenzó primero por expulsar los elementos obscuros de la producción y la ideología, acabando, por medio de la técnica, con la rutina bárbara de su trabajo, y, por medio de la ciencia, con la religión. Después expulsó de la política lo inconsciente, al derribar la monarquía, a la que sucedieron las democracias y el parlamentarismo racionalistas y luego la dictadura abierta de los soviets. Los elementos incontrolados tenían el máximo arraigo en las relaciones económicas, pero el hombre los está eliminando también aquí, por medio de la organización socialista. Esto permite reconstruir sobre bases diferentes la vida familiar tradicional. Finalmente, si la naturaleza misma del hombre se encuentra oculta en los rincones más profundos y más oscuros del subconsciente, ¿no es evidente que en ese sentido han de dirigirse los más grandes esfuerzos de la investigación y la creación?
" (Literatura y Revolución, t.1, "8.Arte revolucionario y arte socialista", 1924, Ed. Ruedo Ibérico, 1969).
Evidentemente, en ese pasaje, Trotski mira hacia un futuro comunista muy lejano. La prioridad de la humanidad en las primeras fases del comunismo será, en este aspecto, una labor sobre las capas del inconsciente en las que puedan ser detectados los orígenes de las neurosis y los sufrimientos mentales, mientras que la perspectiva de controlar unos procesos psicológicos más fundamentales plantea toda una serie de cuestiones que van más allá de lo que podemos plantearnos en este artículo. De todas maneras, esos problemas no podrán sin duda plantearse sino en una cultura comunista de un nivel avanzado.
Los comunistas de hoy podrán estar o no estar de acuerdo con muchas de las ideas de Freud. Pero desde luego, debemos desconfiar de las campañas actuales contra Freud y mantener la mayor apertura posible, tal como lo defendía Trotski. Por lo menos hay que admitir que mientras vivamos en un mundo donde las "malas pasiones" de la humanidad pueden explotar con una fuerza aterradora, donde las relaciones sexuales entre los seres humanos, ya sea realizadas brutalmente en las cárceles de unas ideologías medievales, ya sea degradadas y prostituidas en el mercado, siguen siendo una fuente de miseria humana indecible; cuando para la gran mayoría de la humanidad las habilidades creativas de la mente siguen en gran medida enterradas e inaccesibles - así entonces, los problemas planteados por Sigmund Freud no sólo son tan pertinentes hoy como cuando fueron planteados por primera vez, sino que su resolución seguramente será fundamental para el proyecto de construir una sociedad verdaderamente humana.
Amos

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