Historia del movimiento obrero - La CNT ante la guerra y la revolución (1914-1919)

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Los primeros 14 años del siglo xx marcan el apogeo del capitalismo (la llamada “Belle Epoque”). La economía prosperaba sin cesar, los inventos y los descubrimientos científicos se encadenaban uno tras otro, una atmósfera de optimismo invadía la sociedad. El movimiento obrero se contagió de este ambiente acentuándose en su seno las tendencias reformistas y las ilusiones de llegar pacíficamente al socialismo a través de sucesivas conquistas ([1]).

Por todo ello, el estallido de la Primera Guerra mundial significó para los contemporáneos una brutal sacudida, una tremenda descarga eléctrica. Las dulces esperanzas de un progreso ininterrumpido se transformaron de repente en una terrible pesadilla. Una guerra de una brutalidad y una extensión inauditas llevaba a todas partes sus efectos devastadores: los hombres caían como moscas en el frente de batalla, los racionamientos, el estado de sitio, el trabajo militarizado, se implantaban en la retaguardia. El optimismo desbordante se transformó en un pesimismo paralizante.

Las organizaciones proletarias se vieron sometidas a una prueba brutal. Los acontecimientos se precipitaron a una velocidad de vértigo. En 1913 –pese a los densos nubarrones de las tensiones imperialistas– todo parecía de color de rosa. En 1914, estallaba la guerra. En 1915 empiezan las primeras respuestas proletarias contra la guerra. En 1917 se produce la Revolución en Rusia. Desde el punto de vista histórico, se trataba de lapsos de tiempo extremadamente cortos. La conciencia proletaria, que no tiene respuestas preparadas como recetas ante todas las situaciones sino que se basa en una reflexión y un debate en profundidad, se enfrentó a un enorme desafío. La prueba de la guerra y de la revolución –los dos acontecimientos decisivos de la vida contemporánea– se planteó en apenas tres años.

Las organizaciones proletarias en España ante la prueba de la guerra

Ya hemos puesto de manifiesto en el primer artículo sobre la historia de la CNT ([2]) el atraso del capitalismo español y las convulsas contradicciones que lo atenazaban. España se declaró neutral ante la guerra y algunos sectores del capital nacional (sobre todo en Cataluña) hicieron suculentos negocios vendiendo a los dos bandos todo tipo de productos. Sin embargo, la guerra mundial golpeó duramente a las capas trabajadoras especialmente a través de una fuerte inflación. Al mismo tiempo, el elemental sentimiento de solidaridad ante los sufrimientos que afectaban a sus hermanos de los demás países, provocó una fuerte inquietud. Todo esto interpeló a las organizaciones obreras.

Sin embargo, las dos grandes organizaciones obreras que entonces existían –PSOE y CNT– reaccionaron de forma muy diferente. La mayoría del PSOE precipitó su integración definitiva en el Estado capitalista. En cambio, la mayoría de la CNT se orientó hacia una posición internacionalista y revolucionaria.

El Partido socialista (PSOE) profundizó su degeneración que estaba ya en curso en el periodo anterior ([3]): tomó partido claramente por el bando de la Entente (el eje franco-británico) e hizo del interés nacional su divisa ([4]). Con indignante cinismo, la memoria del Xº Congreso (octubre 1915) declaraba:
«Respecto a la guerra europea, desde el primer momento seguimos el criterio de Iglesias y de las circulares del comité nacional: las naciones aliadas defienden los principios democráticos contra el atropello bárbaro del imperialismo alemán, y por tanto, sin desconocer el origen capitalista de la guerra y el germen de imperialismo y militarismo que en todas las naciones existía, propugnamos la defensa de los países aliados».

Sólo una exigua minoría, bastante confusa y tímida, opuso un criterio internacionalista. Verdes Montenegro emitió un voto particular recordando que:
«la causa de la guerra es el régimen capitalista dominante y no el militarismo ni el arbitrio de las potestades coronadas o no coronadas de los diversos países», exigiendo que el Congreso «se dirija a los partidos socialistas de todos los pueblos en lucha requiriéndoles a que cumplan sus deberes con la Internacional».

La CNT ante la guerra mundial: una valiente respuesta internacionalista

Cuando estalla la guerra mundial, la CNT está legalmente disuelta. No obstante, sociedades obreras de Barcelona que mantienen su tradición, publican en mayo de 1914 un Manifiesto contra el militarismo. Anselmo Lorenzo, militante obrero superviviente de la Primera Internacional e impulsor de la CNT, denuncia en un artículo póstumo ([5]) la traición de la socialdemocracia alemana, de la CGT francesa y de las Trade Unions inglesas por «haber depuesto sus ideales a manera de sacrificio ante los altares de sus patrias respectivas, negando la internacionalidad esencial del problema social» ([6]). Frente a la guerra entiende que la solución no es «una hegemonía firmada por vencedores y vencidos», sino el renacimiento de la Internacional:
«poseídos de racional optimismo, los asalariados que conservan la tradición de la Asociación Internacional de los Trabajadores, con su histórico e intangible programa, se presentan como los salvadores de la sociedad humana».

En noviembre de 1914, un manifiesto firmado por grupos anarquistas, sindicatos y sociedades obreras de toda España, incide en las mismas ideas: denuncia de la guerra, denuncia de ambos bandos contendientes, necesidad de una paz sin vencedores ni vencidos que «sólo podrá ser garantizada por la revolución social» y para llegar ahí, llamamiento a la constitución urgente de una Internacional ([7]).

La inquietud y la reflexión ante el problema de la guerra, lleva al Ateneo Sindicalista de El Ferrol ([8]) (Galicia) a hacer en febrero de 1915 un llamamiento «a todas las organizaciones obreras del mundo para celebrar un congreso internacional» contra la guerra. Los organizadores no lograron darse los medios para alcanzar este propósito, las autoridades españolas prohibieron inmediatamente el Congreso y tomaron disposiciones para detener a todos los delegados extranjeros. Además, el PSOE lanzó una feroz campaña contra esta iniciativa. Sin embargo, el Congreso logró reunirse, pese a todo, el 29 de abril de 1915 con asistencia de delegados anarquistas-sindicalistas procedentes de Portugal, Francia y Brasil ([9]).

Se logró celebrar una segunda sesión. La discusión sobre las causas y la naturaleza de la guerra fue muy pobre: se carga la culpa a “todos los pueblos” ([10]) y se menciona genéricamente la maldad del régimen capitalista. Todo se centra en ¿qué hacer? En ese terreno se propone «como medio para concluir la guerra europea la aprobación de la huelga general revolucionaria».

Ni se intentan comprender las causas de la guerra desde un punto de vista histórico y mundial, tampoco hay un esfuerzo para entender la situación del proletariado mundial y los medios que tiene para luchar contra la guerra. Todo se fía al voluntarismo activista de la convocatoria de la “huelga general revolucionaria”. Pese a ello, el Congreso llegó a conclusiones más concretas. Se organizó una enérgica campaña contra la guerra que se expresó en múltiples mítines, demostraciones y manifiestos; se hizo una llamamiento a la constitución de una Internacional obrera «a fin de organizar a todos los que luchan contra el Capital y el Estado»; y, sobre todo, se tomó el acuerdo de reconstituir la CNT que, efectivamente, se reorganizó en Cataluña a partir de un núcleo de jóvenes asistentes al Congreso de Ferrol que decidieron retomar la publicación de “la Soli” (Solidaridad obrera, el órgano tradicional de la confederación). En el verano de 1915 la CNT cuenta ya 15  000 militantes que desde entonces crecerán de manera espectacular.

Es muy significativo que la fuerza propulsora de la reconstitución sea la lucha contra la guerra. Esa será la actividad central de la CNT hasta el estallido de la Revolución Rusa. Desde esta perspectiva sus militantes participaron con entusiasmo en las luchas reivindicativas del proletariado que empezaron a crecer a partir del invierno de 1915-16.

La CNT manifiesta una clara voluntad de discusión y una gran apertura a las posiciones de las Conferencias de Zimmerwald y Kienthal que son saludadas con entusiasmo. Se discute y colabora con los grupos socialistas minoritarios que en España se oponen a la guerra. Hay un gran esfuerzo de reflexión para comprender las causas de la guerra y los medios de lucha contra ella. Frente a la visión idealista de “todos los pueblos son culpables” que se expresaba en Ferrol, los editoriales de La Soli son mucho más claros: inciden en la culpabilidad del capitalismo y de sus gobiernos, apoyan las posiciones de la Izquierda de Zimmerwald (Lenin) y señalan que:
«las clases capitalistas aliadas desean que la paz sea debida a un triunfo militar; nosotros y los trabajadores todos que sea impuesto el fin de la guerra por la sublevación del proletariado de los países en guerra» (“Sobre la paz dos criterios”, Solidaridad obrera junio 1917).

Es importante la polémica que dentro de la CNT se lleva contra las posiciones favorables a la participación en la guerra del sector del anarquismo encabezado por Kropotkin y Malato (autores del famoso “Manifiesto de los 16” donde se preconiza el apoyo al bando de la Entente) y que encuentra una minoría que los apoya dentro de la propia CNT. La Soli y Tierra y Libertad se pronuncian claramente contra el “Manifiesto de los 16” y rebaten sistemáticamente sus posiciones. La CNT rompe con la CGT francesa, cuya posición califica de «una orientación torcida, que no ha respondido a los principios internacionalistas».

La CNT ante la Revolución rusa

La Revolución de febrero 1917, aunque se consideraba de naturaleza burguesa, fue saludada con alegría: «Los revolucionarios rusos no han abandonado los intereses del proletariado que representaban en manos de los capitalistas, como hicieron los socialistas y sindicalistas de los países aliados», se destacó la importancia del «Soviet, es decir, el Consejo de obreros y soldados » para oponer su poder al poder de la burguesía, representada en el Gobierno provisional, de tal manera que ésta «ha tenido que claudicar, reconocerle personalidad propia, aceptar su participación directa y efectiva… La verdadera fuerza radica en el proletariado» ([11]).

Se identifican los Soviet con los sindicatos revolucionarios:
«Los Soviet representan hoy en Rusia, lo que en España las federaciones obreras, aunque su composición es más heterogénea que éstas, puesto que no son organismos de clase aunque la mayoría de sus componentes sean obreros y en los que tienen una influencia preponderante los llamados maximalistas, anarquistas, pacifistas que siguen a Lenin y a Máximo Gorki» (Buenacasa en la Soli, noviembre 1917).

Esta identificación tuvo, como veremos en un próximo artículo, consecuencias negativas; sin embargo, lo más importante es que se veía a los soviets como la expresión de la fuerza revolucionaria que estaba tomando el proletariado internacional. El Vº Congreso Nacional de Agricultores ([12]) celebrado en mayo de 1917 determinaba claramente la perspectiva:
«el capitalismo y el Estado político se precipitan hacia su ruina; la guerra actual, provocando movimientos revolucionarios como el de Rusia y otros que indefectiblemente han de sucederle, acelera su caída».

La Revolución de Octubre provocó un enorme entusiasmo. Se la vio como un triunfo genuino del proletariado. Tierra y Libertad afirmó en la publicación del 7 de noviembre de 1917 que «las ideas anarquistas han triunfado» y en la del 21 de noviembre que el régimen bolchevique estaba «guiado por el espíritu anarquista del maximalismo». La recepción en esas fechas del libro de Lenin El Estado y la Revolución, provocó un estudio muy atento sacando la conclusión de que dicho folleto «establecía un puente integrador entre el marxismo y el anarquismo». La Soli añade en un editorial que:
«Los rusos nos indican el camino a seguir. El pueblo ruso triunfa: aprendamos de su actuación para triunfar a nuestra vez, arrancando a la fuerza lo que se nos niega»

Buenacasa, un destacado militante anarquista de la época, recuerda en su obra el Movimiento obrero español 1886-1926 (editado en Barcelona, 1928) «¿Quién en España –siendo anarquista– desdeñó el motejarse a sí mismo de bolchevique?». Con motivo del balance de un año de la revolución, La Soli publica en portada nada menos que un artículo de Lenin, cuyo título es “Un año de dictadura proletaria: 1917-1918. La obra social y económica de los Soviet rusos”; acompañado de una nota de La Soli en la que se defiende la dictadura del proletariado, señalando la importancia de la labor transformadora «que en todos los órdenes de la vida han realizado los trabajadores rusos, en un año tan sólo que ellos son los dueños del poder», e igualmente se califica de héroes a los bolcheviques:
«Idealistas sinceros, pero hombres prácticos y realistas a la vez, lo menos que podemos desear es que en España se produzca una transformación tan profunda por lo menos como en Rusia, y para ello es necesario que los trabajadores españoles, manuales e intelectuales, sigan el ejemplo de aquellos héroes bolchevistas » (Soli, 24 noviembre de 1918),

añadiendo en un artículo de opinión que:
«Bolchevismo representa el fin de la superstición, del dogma, de la esclavitud, de la tiranía, del crimen, (…) Bolchevismo, es la nueva vida que anhelamos, es paz, armonía, justicia, equidad, es la vida que deseamos y que impondremos en el mundo» (J. Viadiu, “¡Bolcheviki!¡Bolcheviki!, en Soli 16 dic. 1918).

Tierra y Libertad, en diciembre de 1917, llegó a publicar que una revolución, debido a la necesidad que tiene de llevar una confrontación violenta, exigía “dirigentes y autoridad”

Desde el comienzo de la revolución, CNT identificó una oleada revolucionaria de naturaleza internacional y tomó partido a favor de la formación de una Internacional que dirigiera la revolución mundial:
«Fracasada por la traición de una gran parte de sus representantes más significados, la Primera y la Segunda Internacional, debe formarse la Tercera, a base de potentes organizaciones exclusivamente de clase, para dar fin, por la revolución, al sistema capitalista y su fiel sostenedor, el Estado» (Soli, Octubre 1918).

y en un Manifiesto:
«La Internacional obrera, y nadie más, ha de ser la que diga la última palabra y la que dará orden y fijará fecha para continuar en todo el frente y contra el capitalismo universal la guerra social, triunfante ya en Rusia y extendida a los imperios centrales. También a España le tocará el turno. Fatalmente para el capitalismo»

Del mismo modo, la CNT siguió con sumo interés los acontecimientos revolucionarios en Alemania: denunciaba la dirección socialdemócrata como «oportunistas, centristas y socialistas nacionalistas», al mismo tiempo que saludaba la “ideología maximalista” de Spartakus como «una proyección de la que triunfaba en Rusia y cuyo ejemplo, como el de Rusia, era algo que había que imitar en España». El Manifiesto de la CNT se refería igualmente a la revolución en Alemania: «Miremos a Rusia, miremos a Alemania. Imitemos a aquellos campeones de la Revolución proletaria».

Es importante recoger los debates muy intensos del Congreso de la CNT de 1919 que discutió por separado dos dictámenes, uno sobre la revolución rusa, y otro sobre la participación en la IC.

El primer dictamen afirma:
«Que encarnando la Revolución rusa, en principio, el ideal del sindicalismo revolucionario. Que abolió los privilegios de clase y casta dando el poder al proletariado, a fin de que por sí mismo procurase la felicidad y bienestar a que tiene indiscutible derecho, implantando la dictadura proletaria transitoria a fin de asegurar la conquista de la revolución; (…) [El Congreso debería declarar a la CNT unida a ella] incondicionalmente, apoyándola por cuantos medios morales y materiales estén a su alcance» ([13]) (citado en A. Bar, pag. 526).

Uno de los miembros de la ponencia sobre la revolución rusa fue muy tajante:
«La revolución rusa encarna el ideal del sindicalismo revolucionario, que es dar el poder, todos los elementos de la producción y la socialización de la riqueza al proletariado; estoy de acuerdo en absoluto con el hecho revolucionario ruso; los hechos tienen más importancia que las palabras. Una vez que el proletariado se haga dueño del poder, se realizará cuanto él acuerde en sus diferentes sindicatos y asambleas».

Otra intervención:
«Me propongo demostrar que la revolución rusa, adoptando desde el momento que se hizo la segunda revolución de octubre una reforma completa de su programa socialista, está de acuerdo con el ideal que encarna la CNT española».

De hecho, como dice Bar,
«En contra de la Revolución rusa no hubo ni una sola manifestación (…) La gran mayoría de las intervenciones se manifestaron claramente favorables a la Revolución rusa, resaltando la identidad existente entre los principios y los ideales cenetistas y los encarnados por aquella revolución; la propia ponencia se había manifestado así».

Sin embargo, no había la misma unanimidad sobre la adhesión a la IC. La misma ponencia sobre este dictamen propugnaba una Internacional sindicalista y consideraba que la IC «aún adoptando los métodos de lucha revolucionarios, los fines que persigue son fundamentalmente opuestos al ideal antiautoritario y descentralizador en la vida de los pueblos que proclama la CNT». Básicamente se manifestaron 3 tendencias:
• Una, sindicalista “pura”, que veía la IC como un organismo político y aunque no la veía con hostilidad, prefería organizar una “Internacional sindicalista revolucionaria”. Seguí –
militante que tuvo un peso muy destacado en la CNT de la época– sin oponerse a la entrada lo veía más bien como un “medio táctico”:

«somos partidarios de entrar en la Tercera Internacional porque esto va a avalar nuestra conducta en el llamamiento que la CNT de España va a hacer a las organizaciones sindicales del mundo para constituir la verdadera, la única, la genuina Internacional de los trabajadores» (Seguí, citado en A. Bar, pag 531).
• Una segunda tendencia, decidida partidaria de ingreso plenamente en la IC defendida por Arlandís, Buenacasa y Carbó que la que consideraban como el producto y la emanación de la Revolución rusa ([14]);
• Una tercera, más anarquista, que era partidaria de colaborar fraternalmente pero que consideraba que la IC no compartía los principios anarquistas.

La moción aprobada finalmente por el Congreso decía:
«El Comité Nacional, como resumen de las ideas expuestas por los diferentes compañeros que han hecho uso de la palabra en la sesión del día 17 con referencia al tema de la revolución rusa, propone lo siguiente:
“Primero. Que la Confederación nacional del trabajo se declare firme defensora de los principios que informan a la Primera Internacional, sostenidos por Bakunin.
“Segundo. Declara que se adhiere, y provisionalmente, a la Tercera Internacional, por el carácter revolucionario que la preside, mientras se organiza y celebra el Congreso internacional en España, que ha de sentar las bases porque [por las que] ha de regirse la verdadera Internacional de los trabajadores.
“El Comité confederal. Madrid 17 de diciembre de 1919» ([15]).

Elementos de balance

Esta rápida panorámica sobre la actitud de la CNT frente a la Primera Guerra mundial y la primera oleada revolucionaria mundial, demuestra de forma notable la profunda diferencia entre la CGT francesa, anarcosindicalista, y la CNT española de la época: mientras que la CGT cae en la traición sosteniendo el esfuerzo de guerra de la burguesía, la CNT trabaja para la lucha internacionalista contra la guerra y se declara parte integrante de la revolución rusa.

En parte, esta diferencia es resultado de la situación específica de España. El país no está directamente implicado en la guerra y la CNT no se ve obligada directamente a la necesidad de tomar posición frente a una invasión, por ejemplo; igualmente, la tradición nacional en España es evidentemente mucho menos fuerte que en Francia, donde incluso los revolucionarios tienen tendencia a ser obnubilados por las tradiciones de la Gran Revolución francesa. Podríamos comparar la situación española con la de Italia que no se vio implicada en la guerra desde 1914 y donde el Partido socialista se mantuvo mayoritariamente sobre las posiciones de clase.

Además, y contrariamente a la CGT francesa, la CNT no es un sindicato bien establecido en la legalidad que arriesgaría perder sus fondos y su aparato a causa de las medidas de excepción tomadas en tiempo de guerra. Se puede hacer aquí un paralelo con los bolcheviques en Rusia, igualmente aguerridos por años de clandestinidad y represión.

El internacionalismo sin compromiso de la CNT es la demostración evidente de su naturaleza proletaria en aquella época. Igualmente, frente a la revolución en Rusia y en Alemania, lo que la distingue es la capacidad para aprender del proceso revolucionario y de la práctica de la propia clase obrera, hasta un punto que puede extrañar actualmente. Así, la CNT toma posición claramente por la revolución sin tratar de imponer los esquemas del sindicalismo revolucionario (la Revolución rusa, «encarna, en principio, el ideal del sindicalismo revolucionario»); la CNT reconoce la necesidad de la dictadura del proletariado y se coloca firme y explícitamente al lado de los bolcheviques. A partir de esta posición no hay ninguna duda en que ha colaborado lealmente y discutido con un espíritu abierto con las organizaciones internacionalistas dejando de lado toda consideración sectaria. Los militantes de la CNT no han examinado la Revolución rusa a través del prisma del desprecio hacia “lo político” o “lo autoritario” sino que han sabido apreciar en ella el combate colectivo del proletariado. Han expresado su actitud con un espíritu crítico sin renunciar desde luego a sus propias convicciones. El comportamiento proletario de la CNT en el periodo 1914-19 constituye sin ningún lugar a dudas una de las mejores aportaciones que han emanado de la clase obrera en España.

No obstante, podemos distinguir ciertas debilidades específicas del movimiento anarcosindicalista que pesarán sobre el desarrollo ulterior de la CNT y sobre su compromiso con la Revolución rusa. Hay que señalar que la CNT en 1914 se encuentra esencialmente en la misma situación que Monatte, del ala internacionalista de la CGT francesa ([16]). Ni los anarcosindicalistas ni los sindicalistas revolucionarios han conseguido construir una Internacional en cuyo seno pudiera surgir una Izquierda revolucionaria comparable a la Izquierda de la socialdemocracia en torno a Lenin y a Rosa Luxemburg. La referencia a la AIT es una referencia a un periodo histórico ya superado que no entronca verdaderamente con la nueva situación. En 1919, la única Internacional que existe es la nueva Internacional comunista. El debate dentro de la CNT sobre la adhesión a la IC y, particularmente, la tendencia que domina en ella a preferir una Internacional sindical que en 1919 no existía (una Internacional sindical “Roja” iba a ser creada en 1921 en una tentativa de competir con los sindicatos que habían apoyado la guerra), son indicativos del peligro del rechazo doctrinario por parte de los anarquistas de todo lo que huela a “política”.

La CNT del periodo 1914-19 respondió claramente a partir de un terreno internacionalista y de apertura a la Internacional comunista (bajo el impulso activo, como acabamos de ver, de notables militantes anarquistas). Frente a la barbarie de la guerra mundial que revelaba la amenaza en la cual el capitalismo hunde a la humanidad, frente al comienzo de respuesta proletaria con la Revolución rusa, la CNT supo estar con el proletariado, con la humanidad oprimida, con la lucha por la transformación revolucionaria del mundo.

La actitud de la CNT cambió radicalmente a partir de la mitad de los años 20, donde se observa un neto repliegue hacia el sindicalismo, el apoliticismo, el rechazo de la acción política y una actitud fuertemente sectaria frente al marxismo revolucionario. Peor todavía, cuando llegan los años 30, la CNT ya no es la organización resueltamente internacionalista y proletaria de 1914, sino que se convirtió en la organización que iba a participar en el gobierno de Cataluña y de la República española y, por todo esto, a participar en la masacre de los obreros, especialmente cuando los acontecimientos de 1937.

Cómo y por qué se produjo ese cambio será el objeto de los próximos artículos de esta serie.

RR y CMir,

30 de marzo de 2007

 

[1]) La resistencia frente a esta marea se expresó, por un lado, en el ala revolucionaria de la socialdemocracia y de forma más parcial en el sindicalismo revolucionario e igualmente en sectores del anarquismo.

[2]) Revista internacional nº 128.

[3]) No es objeto de este artículo analizar la evolución del PSOE. Sin embargo este partido que –como ya pusimos de manifiesto en el primer artículo de esta serie- era uno de los más derechistas de la 2ª Internacional sufría una fuerte deriva oportunista que lo precipitaba en los brazos del capital. La conjunción republicano-socialista de 1910, una alianza electoral claudicante que proporcionó un escaño parlamentario a su líder, Pablo Iglesias, fue uno de los momentos clave en ese proceso.

[4]) Para Fabra Ribas, un miembro del PSOE crítico con la dirección, pero claramente belicista, se lamentaba de que el capital español no participara en la guerra: «Si la fuerza militar y naval de España tuviera un valor efectivo, sí pudiese contribuir con su ayuda a la derrota del kaiserismo, y si el ejército y la marina españoles fueran instituciones verdaderamente nacionales, seríamos fervientes partidarios de la intervención armada junto a los aliados» (de su libro El Socialismo y el conflicto europeo, Valencia, sin fecha de publicación, aproximadamente finales de 1914).

[5]) Murió el 30 de noviembre de 1914.

[6]) Aparecido en el Almanaque anual de Tierra y Libertad, enero 1915. Tierra y Libertad era una revista anarquista próxima a los medios de la CNT.

[7]) Es notable la convergencia de estas ideas con las que defendieron Lenin, Rosa Luxemburgo y otros militantes internacionalistas desde el principio mismo de la guerra.

[8]) Ferrol es una ciudad industrial, basada en los astilleros y los arsenales navales, con un viejo y combativo proletariado.

[9]) Estos solo pudieron asistir a la primera sesión pues fueron detenidos por las autoridades españolas y expulsados inmediatamente.

[10]) «Cesen las críticas de que si los socialistas alemanes tienen la culpa, que si los franceses, que si Malato o Kropotkin fueron traidores a la Internacional. Beligerantes y neutrales tenemos nuestra parte de culpabilidad en el conflicto por haber traicionado los principios de la Internacional» (texto de convocatoria del Congreso publicado en Tierra y Libertad, marzo 1915).

[11]) Citado en A. Bar, La CNT en los años rojos, pag. 438. Este libro, que ya citamos en el primer artículo de la serie sobre la historia de la CNT, está bastante documentado.

[12]) En estrecha relación con la CNT.

[13]) Libro de Bar, antes citado, página 526.

[14]) La delegación del sindicato metalúrgico de Valencia declaró: «Existe afinidad clara y concreta de la Tercera Internacional con la revolución rusa [y apoyando la CNT a ésta] ¿Cómo nosotros podemos estar separados de esta Tercera Internacional?»

[15]) Cabe añadir que cuando en el verano de 1920, Kropotkin envió un “Mensaje a los trabajadores de los países de Europa occidental”, oponiéndose a la revolución rusa y a los bolcheviques, Buenacasa (destacado militante anarquista del cual hemos hablado antes), que entonces era el editor de Solidaridad Obrera en Bilbao, y uno de los portavoces autorizados de la CNT, denunció este “mensaje” y tomó partido por la revolución rusa, los bolcheviques y la dictadura del proletariado.

[16]) Ver nuestro artículo de la Revista internacional nº 120.

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