VII - 1920: el programa del KAPD

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Introducción

Con la publicación del programa del Partido comunista obrero de Alemania (KAPD) de 1920 terminamos la parte de esta serie dedicada a los programas de los partidos comunistas surgidos en el auge de la oleada revolucionaria([1]). Ya hemos estudiado además el trasfondo histórico de la formación del KAPD([2]). La escisión en el joven KPD fue en muchos aspectos una tragedia para el desarrollo de la revolución proletaria, pero no es éste el sitio para analizar las causas y las consecuencias de aquélla. Nuestro objetivo al publicar el programa del KAPD, es mostrar el grado de claridad revolucionaria que ese documento representa, pues no cabe la menor duda de que prácticamente las mejores fuerzas del comunismo de Alemania ingresaron en el KAPD.

Según la fábula izquierdista (basada en las ideas, falsas por desgracia, que la Internacional comunista adoptó después de 1920), el KAPD sería la expresión de una corriente insignificante, sectaria, semianarquista, que fue liquidada definitivamente tras la publicación del libro de Lenin El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo. De hecho, como así lo hemos demostrado en otro lugar (por ejemplo en nuestra introducción a la plataforma de la IC), en el apogeo de la oleada revolucionaria las posiciones de la izquierda eran en gran medida las dominantes tanto en el KPD como en la IC misma. Cierto es que, a partir de 1920, en la IC y en los partidos que la componían, empezaron a hacerse notar los primeros efectos del estancamiento de la revolución mundial y del aislamiento de la Rusia soviética, provocando una reacción conservadora que iba a poner a la izquierda en situación de oposición. Pero incluso como oposición, los comunistas de izquierda no tenían nada que ver con una secta infantil o anarquista. En efecto, lo que ante todo resalta en su programa es hasta qué punto las posiciones características del KAPD (rechazo de las tácticas parlamentaria y sindical, que pronto serían adoptadas por la IC) estaban basadas en una verdadera asimilación del concepto marxista de la decadencia del capitalismo que se afirma en el párrafo introductorio de dicho programa. Este concepto había sido afirmado con la misma insistencia en el congreso fundacional de la IC, pero la Internacional, como un todo, iba después a ser incapaz de sacar todas sus implicaciones en el plano programático.

La posición del KAPD sobre el parlamento y los sindicatos no tenían nada que ver con el moralismo y el rechazo de la política preconizados por los anarquistas. Como así lo argumentó el portavoz del KAPD, Appel (Hempel) en el IIIer congreso de la IC en 1921, la posición se basaba en reconocer que la participación en el parlamento y en los sindicatos había sido una táctica perfectamente válida en el período ascendente del capitalismo, pero que se había vuelto caduca en el nuevo período de declive del capitalismo. El programa muestra, en particular, que la izquierda alemana había establecido ya las bases teóricas para explicar  por qué los sindicatos se habían convertido en “uno de los principales pilares del Estado capitalista”.

También se acusó de sectarismo a lo que el KAPD proponía como alternativa a los sindicatos. En la Enfermedad infantil, por ejemplo, Lenin acusa al KAPD de intentar sustituir a las organizaciones sindicales de masas existentes por “sindicatos revolucionarios puros”. El método del KAPD era, en realidad, un método marxista, consistente, entre otras cosas, en hacer el enlace con el movimiento real de la clase. Como lo plantea Hempel en el IIIer congreso: “…como comunistas, como gente que quiere y debe tomar la dirección de la revolución, estamos obligados a examinar la organización bajo ese ángulo. Lo que nosotros, KAPD, decimos, no ha nacido, como lo cree el camarada Radek, en la cabeza del camarada Gorter en Holanda, sino a través de las luchas que hemos llevado a cabo desde 1919” ([3]). Es, en efecto, el movimiento real de la clase lo que ha hecho surgir a los consejos obreros o soviets en la primera explosión de la revolución, y ello en total oposición a la vez al parlamentarismo y al sindicalismo. Tras la disolución o la recuperación por la burguesía de los consejos obreros que habían surgido en Alemania, las luchas más combativas hicieron surgir “organizaciones de fábrica” a las que, en parte, se hace referencia en el programa. Es cierto que la insistencia sobre esas organizaciones en los lugares de trabajo, más locales, más que en los soviets centralizados era el resultado del carácter defensivo de la dinámica a la que estaba siendo arrastrada la clase. Al no comprender realmente lo que estaba ocurriendo, el KAPD tendía a desarrollar un enfoque falso según el cual las organizaciones de fábrica, agrupadas en “Unionen”, podrían existir algo así como núcleos permanentes de los futuros consejos. Pero también es cierto que en la época del programa, las “Unionen” agrupaban a más de 100 000 militantes obreros y, por lo tanto, nada tenían que ver con un montaje artificial del KAPD.

Otra acusación frecuentemente lanzada al KAPD es la de que era “antipartido”. Esto deforma totalmente la realidad compleja del movimiento revolucionario alemán de aquel entonces. En cierto modo, el KAPD expresaba realmente un alto nivel en el proceso de clarificación del papel del partido comunista. Ya hemos publicado las “Tesis sobre el papel del partido” del KAPD ([4]), papel basado en el reconocimiento (heredado en gran parte de la experiencia bolchevique) de que en la época de la revolución, el partido no podía ser una organización de “masas”, sino que era una minoría avanzada en lo programático cuya tarea esencial era, por su decidida participación en la lucha de la clase, la de elevar la “conciencia de sí del proletariado” como así lo afirma el programa. Este contiene también los primeros elementos críticos de la idea de que la dictadura del proletariado la ejerce el partido. Es una idea (o más bien una práctica, pues sólo sería teorizada más tarde) que habría de tener consecuencias desastrosas para los bolcheviques en Rusia.

No cabe duda de que había, sin embargo, otras tendencias en el KAPD de la época y algunas de ellas, sobre todo la corriente “consejista” en torno a Otto Rühle, estaban claramente influidas por el anarquismo.

Las concesiones a esta corriente queda reflejada en el prefacio al programa que contiene la noción federalista e incluso individualista según la cual: “la autonomía de los miembros es en cualquier circunstancia el principio de base del partido proletario, el cual no es un partido en el sentido tradicional”. Al haberse visto, en cierto modo, obligado a salirse del KPD a causa de las maniobras de la camarilla irresponsable en torno a Paul Levi, esa reacción contra los “jefes” incontrolados y la politiquería burguesa era algo comprensible. Pero también era la expresión de una debilidad sobre la organización, la cual, tras el reflujo posterior de la revolución, iba a tener consecuencias desastrosas para la supervivencia de la izquierda alemana.

La tendencia “consejista” expresaba también una tendencia a romper la solidaridad hacia la revolución rusa en unos momentos en que ésta estaba pasando por una situación muy difícil debida al aislamiento y a la guerra civil. Esa tendencia se plasmará más tarde en el rechazo abierto a toda la experiencia rusa diciendo de ella que no había sido sino una revolución burguesa tardía. Sin embargo, en el programa, no había la menor ambigüedad al respecto: la solidaridad al acorralado poder soviético es patente desde el principio; y la victoria de la revolución en Alemania es analizada como factor clave de la revolución mundial y, por consiguiente, de la salvación del bastión revolucionario de Rusia.

Una comparación con las “medidas prácticas” del programa del KPD de 1918 muestra la gran similitud con las del programa del KAPD, y esto no debería sorprender. El del KAPD es, sin embargo, más claro sobre las tareas internacionales de la revolución alemana. Va también más lejos en lo que a contenido económico de la revolución se refiere, insistiendo en la necesidad de tomar medidas inmediatas de orientación de la producción hacia las necesidades más que hacia la acumulación, aunque sea muy discutible la posibilidad de tal transformación rápida, como también es discutible la idea del programa de que un “bloque económico socialista” formado por Alemania y Rusia solas podría dar pasos significativos hacia el comunismo. Finalmente, el programa plantea algunas “nuevas” cuestiones que no estaban tratadas en el programa de 1918, como, por ejemplo, el enfoque de la revolución proletaria sobre el arte, la ciencia, la educación y la juventud. La preocupación del KAPD por esos temas es tanto más interesante porque demuestra que no era, como a menudo se ha dicho, una corriente puramente “obrerista”, incapaz de ver los problemas más generales planteados por la transformación comunista de la vida social.

CWD


[1] Ver Revista internacional nº 93 “El programa del KPD”; nº 94 “La plataforma de la Internacional comunista”; nº 95 “El programa del Partido comunista ruso”.

[2] Ver la serie de artículos sobre la revolución alemana, especialmente el publicado en la Revista internacional nº 89.

[3] “La gauche allemande”, en Invariance, 1973.

[4] Revista internacional nº 41, 1985.

 

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