Sobre la publicación de los textos de BILAN acerca de la guerra de España

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Comentario de dos libros aparecidos sobre la Guerra de España de 1936

La nueva edición de los textos de "Bilan" sobre los acontecimientos de España del 36 al 38, en una colección de libros de bolsillo, es un acontecimiento importante. Durante mucho tiempo, ocultadas por la potencia de la ola contrarrevolucionaria, las posiciones internacionalistas resurgen poco a poco en la memoria proletaria. Desde hace algunos años, un interés creciente se manifiesta acerca de la Izquierda Comunista en general, y acerca de la verdadera Izquierda Italiana, encarnada sobre todo por "Bilan".

No debe sorprendernos que los pretendidos "herederos" de la Izquierda Italiana -la corriente bordiguista- no haya juzgado interesante publicar los textos de "Bilan". Su política de silencio no es casual. La izquierda Italiana de los años 30 es un "antepasado" molesto que habrían preferido enterrar en un olvido definitivo.

En realidad, los "bordiguistas" de hoy no tienen más que una relación muy lejana con "Bilan" y no pueden de ninguna manera reivindicarse de ellos. Nos proponemos, dentro de algunos meses, publicar una historia de la Izquierda Comunista Italiana de 1926 a 1945, en forma de libro con el fin de que sus aportaciones queden suficientemente vivas para las nuevas generaciones revolucionarias.

En el mes de Junio del 70, con gran interés y satisfacción hemos visto la publicación de un extracto de textos de "Bilan" sobre la guerra de España, publicados por J. Barrot. Este trabajo de reimpresión había sido hecho ya en parte por la CCI en su "Revista Internacional" (Nº 4, 6 y 7) y, referente a nuestro análisis de la importancia del trabajo realizado por la fracción italiana de la Izquierda Comunista, dirigimos al lector a las introducciones escritas en aquella ocasión.

Con la voluntad de situar a "Bilan" en la historia de las fracciones de Izquierda que lucharon contra la degeneración de la III Internacional, Barrot ha escrito una larga introducción donde, aun afirmando y recordando posiciones revolucionarias, el autor acaba ciertamente por despistar al lector poco documentado haciendo un revoltijo; consideraciones personales mezcladas con la de "Bilan", comparaciones históricas con el periodo actual, definición de conceptos, historia de otros grupos, polémicas contra la CCI y "Bilan". Si muchas de estas anotaciones son justas, y no negamos que sea necesario hacer críticas de "Bilan", que era producto como todo grupo de un periodo determinado, hay que constatar desgraciadamente que Barrot se sitúa como juez de la historia y que sus concepciones propias vienen a aumentar la confusión sobre las posiciones fundamentales para la emancipación de la clase obrera, sobre su vida y su papel histórico.

Medidas concretas y perspectivas revolucionarias

La experiencia española, la reacción espontánea de los proletarios dotándose de milicias contra el ataque fascista a pesar de los intentos de conciliación del Frente Popular, y después estos mismos obreros sometiéndose al encuadramiento de la burguesía de izquierdas, demuestra la naturaleza de las barreras políticas levantadas contra el proletariado y la derrota a la cual es llevado si no las supera.

Saludando las posiciones claras de "Bilan" sobre esto, y no pudiendo hacer otra cosa, pues él no inventa nada al respecto, J. Barrot se coloca sin embargo como observador desde lo alto de su tarima acerca de los acontecimientos de España. Bilan tiene tendencia a ver únicamente una derrota de los proletarios (lo que es cierto), y no la aparición de un movimiento social susceptible en otras condiciones de tener un efecto revolucionario.

Denunciar la contrarrevolución sin citar también las medidas positivas y de donde provienen en cada situación, es actuar de manera puramente negativa. El partido (o la fracción) no es una maquina de podar. (p.88)

Si J. Barrot entiende por movimiento social, la transformación inevitable de las instituciones burguesas en tiempo de crisis, como las huelgas y ocupaciones de tierra, esto es un hecho que "Bilan" no niega. Lo que dice "Bilan", es que tal transformación es insuficiente sin la caída del Estado burgués.

Cuando Bordiga decía que había que destruir el mundo capitalista antes de pretender construir la sociedad comunista, no era para anunciar un presagio mas, sino para demostrar como lo hacía Rosa, que los revolucionarios sólo disponen de algunos postes indicadores para llegar al comunismo. Pero J. Barrot tiene sin duda la pretensión, al igual de los utopistas, de definir con todos los detalles el seguimiento y la constitución de una sociedad que construirán millones de proletarios y sobre la cual sabemos muy pocas cosas, a grandes rasgos: que se verá la muerte del Estado, la abolición del salario y el final de la explotación del hombre por el hombre1.

J. Barrot parece haber olvidado la parte fundamental de la denuncia de la sociedad burguesa cuando retoma por su cuenta, con otras palabras, la acusación tradicional del burgués, según la cual los revolucionarios serian puramente nihilistas.

A propósito de la masacre de los trabajadores en España, el papel de la Fracción era y no podía ser otro que el de separar las ideas burguesas de las proletarias y sin ningún nihilismo, levantar la perspectiva de lucha autónoma de clase - que en tanto que tal no tiene nada que ver con la lucha sindical basada en las reivindicaciones de la izquierda - de afirmar la necesidad de oponerse a todo envío de armas sea para uno u otro campo imperialista, de poner en marcha la necesaria confraternización de los proletarios, sin lo que (es lo que pasó) serian masacrados en un guerra local primero, y después en el holocausto mundial. Tales eran las medidas concretas, políticas, a mantener, y "Bilan" las defendió.

¿Crisis del proletariado o necesaria reconstitución de su independencia de clase?

Olvidando medio siglo de contrarrevolución y desnaturalizando la afirmación de autonomía de clase por "Bilan", J. Barrot parece rebajar esta independencia de la acción del proletariado al nivel del peligro de que la lucha económica quede en un nivel puramente económico (más lejos niega la primacía de lo político cuando la acción de la clase engloba necesariamente lo político y lo económico): "... en estas condiciones, insistir sobre la autonomía de las acciones obreras, no basta. La autonomía no tiene por que ser un principio revolucionario, de igual manera que el dirigismo por una minoría: la revolución no se reivindica ni de la democracia ni de la dictadura."

Aunque recuerde la importancia del contenido para la autonomía, nos preguntamos que contenido le da Barrot a la dictadura del proletariado, a la democracia proletaria, a los órganos de masa del proletariado...

Comprendemos que para este autor, la autonomía no sea un principio, ya que así rechaza la afirmación del proletariado como clase distinta a las otras clases y que forma su experiencia a través de las múltiples luchas e incluso bajo la dominación del capital. Es él el quien hace la separación entre la lucha económica y política mientras que ni "Bilan" ni la CCI nunca han hecho preceder lo uno de lo otro de manera mecánica. Rosa y Lenin han demostrado ya bastantes veces que las fases de las luchas económicas y políticas se suceden ínter penetrándose hasta tal punto que se diluyen una en la otra, por que son momentos de una misma lucha de la clase obrera contra el capital.

Los revolucionarios siempre han puesto en primer lugar que los obreros se ven llevados a sobrepasar el estadio estrictamente reivindicativo, ya que si no ocurre esto, las luchas acaban en un fracaso. Por consiguiente, los fracasos de numerosas luchas en estos últimos años son el fermento de lucha decisiva en el futuro, pero J. Barrot ve ahí una contradicción: "...contradicción que engendra una verdadera crisis del proletariado reflejada entre otras cosas por la crisis de algunos grupos revolucionarios. Sólo una revolución podría sobrepasar prácticamente esta contradicción".

Para resolver lo que él comprende de esta aparente contradicción, Barrot sacude la palabra revolución como el cura mueve el incienso para ahuyentar al demonio. No es de mucho interés retener aquí las contradicciones de Barrot, pero sí por ejemplo, que de un lado reconoce que: "La experiencia proletaria tiene sus raíces en los conflictos inmediatos" ¿Cómo puede sostener la idea según la cual: "es la actividad reformista de los asalariados lo que los encadena al capital"?

¿Qué viene a hacer aquí el reformismo, mientras que los proletarios se pelean contra la agravación de sus condiciones de vida? A menos que Barrot - como todo izquierdista medio - identifique las clases con los partidos contrarrevolucionarios que pretenden representarla y que pasan por ser "reformistas".

Si los proletarios se encadenan por si solos al capital, esto equivale a decir que los partidos de izquierda en España (y en otras partes) no tienen ninguna responsabilidad en la guerra imperialista y que las ideas burguesas ya no son fuerzas materiales. Entonces, el proletariado ya no existe como clase revolucionaria y la sociedad comunista ya solo será una utopía más.

Pero Barrot puede decir aún que desnaturalizamos las cuestiones que él plantea - ciertamente, estaría hecho con mala idea ­- si Barrot no confirmaba la naturaleza de estas cuestiones por respuestas modernistas y juicios históricos.

Hemos aprendido sucesivamente que la autonomía de la clase no era un principio, que los proletarios se encadenaban al capital. Aprendemos después que la CCI sabe "mas o menos lo que la revolución debe destruir, pero no lo que debe de hacer para poder destruirlo" (p. 87); esto nos recuerda las medidas concretas tales como entran en el esquema de Barrot, y veremos como éste se hace el ignorante.

Ninguna modificación tangible de la estructura social es viable sin la destrucción del estado burgués

Hemos ya dejado constancia que la insuficiencia de algunas transformaciones sociales; que la clase obrera tiende a volver a poner en marcha la producción y que los campesinos sin tierra expropien a los propietarios no es un hecho revolucionario en sí mismo, sino mas al contrario un momento del proceso de intentos de la clase que: en sí mismo no son emancipadores si este control de la producción se convierte en autogestión y si los proletarios, como en España, están sometidos a una fracción de la burguesía en nombre del antifascismo. Barrot reconoce los límites de tales transformaciones, pero aun así las presenta como un inmenso avance revolucionario.

Aun reconociendo parcialmente que el Estado burgués republicano rechazaba (evidentemente) el empleo de métodos de lucha social para enviar a fin de cuenta a los proletarios al frente imperialista, Barrot piensa que: "la no destrucción del Estado impide a las socializaciones y a las colectividades de organizar una economía antimercantil al conjunto de toda sociedad."

Esto es cierto en un sentido pero para Barrot socializaciones y colectivizaciones son forzosamente la tendencia potencial al comunismo. Para nosotros, si hay una tendencia potencial al comunismo, se expresa en la capacidad de la clase obrera para generalizar sus luchas, para centralizar y coordinar su organización, para desmarcarse de los partidos burgueses, para armarse con el fin de acabar con la dominación capitalista, como condición primera de la transformación social, mas bien que un control de la producción dirigido a atenuar la derrota de la burguesía, o peor, pretendiendo antes de la destrucción del Estado, instituir relaciones de producción nuevas.

En Octubre del 17 en Rusia, este tipo de experiencia de autocontrol de las fábricas fue muy corto. Lo que se extrae primeramente y sobretodo, es la centralización de la lucha, una centralización que, o no existió en España, o fue tomada por el Estado burgués. Los proletarios en Rusia, después de la destrucción del Estado burgués, pudieron creer durante un corto espacio de tiempo, el organizar una economía antimercantil con todas las dificultades que sabemos: lo que se confirmó, es una imposibilidad de hacerlo en un cuadro nacional, incluso después de la destrucción del Estado burgués.

Está claro que los proletarios, ya antes del asalto contra el Estado, en el período de maduración, transforman la marcha de la explotación: ponen en marcha una reducción del tiempo de trabajo (las 8 horas), imponen decretos sobre la tierra y sobre la paz, pero estas medidas no son en sí mismas comunistas. Su aplicación no es más que la satisfacción en reivindicaciones que el capitalismo ya no es capaz de conceder. E incluso si el capital cede antes sobre alguna de estas medidas, el grado de conciencia conseguido por lo proletarios en el transcurso del proceso de la lucha no puede hacer que olviden la necesidad de la insurrección política.

Después de la insurrección, los proletarios de un área geográfica, continúan soportando el yugo de la ley del valor. Si no se reconoce esto, hay que negar entonces que el capitalismo impone su ley al conjunto del planeta en tanto que sigue existiendo y esto es la puerta abierta a la tesis estalinista del "socialismo en un solo país". Todo lo que sabemos, es que el proletariado no se verá con un método de producción fijo, sino que tendrá que transformarse constantemente en un sentido antimercantil.

El establecer hoy de manera precisa el cómo y el cuando se verá efectuada la distribución de las riquezas sociales según las necesidades a largo plazo (aparte de conceder las reivindicaciones mas inmediatas, la comida, el alojamiento, la supresión de las diferencias salariales, etc.), no seria mas que especulación o bricolaje político. ¡Sobre todo esto, nos encontramos en la sociedad de transición del capitalismo al comunismo, etapa inevitable como siempre lo ha afirmado el marxismo!

La lucha de clase bajo la dominación del capital a la afirmación del proletario

Es fácil para todos los novatos en teoría sociológica el teorizar las debilidades del movimiento obrero, el ver a los obreros recuperados por la sociedad de consumo o integrados al capital. La pretensión de estos fabricantes de ideas no es en realidad más que una tentativa para liquidar el marxismo en tanto que instrumento de combate que tiende a destruir la infraestructura de la clase a la que pertenecen, la burguesía. Tal es el camino en el que Barrot corre el peligro de enredarse.

Desgraciado el proletariado de España en el 36 que no obedece a las consideraciones de un gran observador por encima de la historia. Al principio, hay un comportamiento comunista bien narrado por Orwell y después no se organiza de manera comunista porque no actúa de manera comunista. Comprenda el que pueda. En realidad, Barrot pone el carro delante de los bueyes: "el movimiento comunista solo puede vencer si sobrepasa la simple revuelta (incluso armada) si no se atan al salario mismo. Los asalariados no pueden llevar la lucha armada mas que destruyéndose como asalariados". Barrot se lo toma a la ligera para extraer una lección de los sucesos en España, en Julio del 36 no se trata de un levantamiento armado contra el Estado. Después de ser incapaz de explicarnos como los obreros atomizados e individualizados pueden transformarse en proletariado afirmándose en la transformación del orden establecido, de otra manera que por formulas como la de "explosión de la teoría del proletariado", quiere hacernos creer en la simultaneidad absoluta de la abolición del salario y la caída del Estado burgués. Equivale a lo mismo que soñar en la constitución inmediata al comunismo.

Efectivamente, los proletarios insurrectos no son propiamente asalariados, pero "¿Cesarán por eso de producir en las fábricas, incluso con un fusil en bandolera? ¿Trabajarán gratuitamente para millones de parados? ¿Es posible en el seno del sector bajo control proletario el suprimir toda distribución en la anarquía legada por el capitalismo internacional, que en su intento material para arrasar la revolución impondrá por ejemplo una mayor producción de armas o de materiales de primera necesidad? ¿De todas maneras, quien puede decidir el modelo de retribución y la mejor manera de ir rápidamente hacia la abolición del salario en la división del trabajo aun existente, Marx y sus bonos de trabajo recogidos en "La critica del programa de Gotha"? ¿Barrot? ¿El partido? O mas bien la experiencia misma de la clase.

Lo que distingue hoy a los revolucionarios de todos los filósofos del comunismo imaginativo, es la afirmación de que todas las medidas económicas o de transformación social serán asumidas bajo la dictadura del proletariado, bajo el control político de esta clase y que no habrá medidas económicas adquiridas definitivamente: garantizando el avance hacia el comunismo, donde estemos seguros que no se volverá contra el proletariado, en tanto que la política burguesa no esté definitivamente vencida.

Barrot aun no ha empezado a ver la sociedad en transición hacia el comunismo cuando define ya la revolución como "la reapropiación de las condiciones de la vida y de la producción de las relaciones nuevas", tratando por encima del periodo insurreccional decisivo. Se comprende que reproche, como todos los modernistas, a la izquierda italiana "un formalismo obrero, parecido al economicismo". Incluso si se ve obligado a reconocer un papel clave a los obreros. Por la falta de claridad en todas estas formulaciones, creemos que la demostración implica el rechazo y la afirmación del proletariado como clase sujeto de la revolución.

Todos los que intentan hacer ver que el proletariado está en crisis porque no llegará a sobrepasar sus luchas triviales inmediatas que lo encadenan al capital, todos los que piensan en la desaparición de la clase obrera antes del asalto revolucionario, antes del comunismo, son inútiles para el proletariado, ya que borran de una vez todas las dificultades hacia el comunismo. Sus teorías acabaran en el basurero de la historia.

Lejos de ayudar a una apreciación justa del papel de las fracciones de izquierda y de sus aportaciones a nuestra generación, Barrot la desforma, acusando a la izquierda italiana de atrofiar la política, de quedarse en una concepción sucesiva de la revolución (política y después económica) y, aunque "Bilan" haya perfilado los caracteres generales de la revolución comunista futura, lo acusa de haber opuesto "el fin al movimiento".

Este tipo de comentarios nos llevan al parloteo. Al contrario de lo que intenta demostrar Barrot, hasta con leer los textos publicados para ver el cuidado que "Bilan" pone en el análisis de las relaciones de fuerza, en recordar los auges proletarios y los sacrificios de la clase, para mostrar donde vive esta y donde lucha, incluso mutilada por el peso del anarquismo en España, incluso desviada de la perspectiva comunista, en lo que las experiencias de lucha del 36 constituyen una parte irremplazable de le experiencia de la clase en la búsqueda de su meta final.

La guerra de España no ha bloqueado en ningún momento el desarrollo teórico de la izquierda italiana, al contrario, ha verificado los análisis de "Bilan", confirmando que no se puede abandonar ni una de las posiciones políticas proletarias. En cuanto al movimiento potencial del que habla Barrot para las necesidades de su teoría, las medidas concretas tales como las de socialización y colectivización han sido exageradas en su importancia y utilizadas por la burguesía para esconder el problema político fundamental: el ataque contra el estado burgués.

Para Barrot, el comunismo es para ahora o para nunca. Chilla a quien quiere oírle: "el comunismo teórico no puede existir mas que como afirmación positiva de la revolución". En estas condiciones, el lector que lee la introducción de los textos de "Bilan" puede preguntarse que reivindica la revolución de Barrot, si no es algo que no lleva y que no puede ir a ninguna parte.

El lector atento, ha comprendido que la revolución vendrá sola, un día, para resolver la crisis del proletariado por la negación pura y simple de esta clase, que no sobrepasaría de estos pequeños grupos revolucionarios que se parecen mas a casas editoras o grupos como la CCI que es lo que la revolución debe hacer. La fuerza de la pluma de Barrot elimina las adquisiciones programáticas del movimiento revolucionario, del debate sobre el periodo de transición, rechaza la conciencia de clase y la importancia de la actividad de los revolucionarios y da un gran salto en el vacío intersideral.

Barrot tiene un gran merito, el haber publicado los textos de "Bilan" sobre la guerra de España.

SOBRE LA PUBLICACION DE LOS TEXTOS DE "L' INTERNATIONALE" SOBRE LA GUERRA DE ESPAÑA

El medio de los revolucionarios de los años 30 en Francia constituía un verdadero microcosmos de las corrientes revolucionarias existentes. Mientras que el trotskismo perdía su carácter proletario para transformarse en una auténtica fuerza contrarrevolucionaria, algunos grupos se mantenían en el mismo periodo con posiciones de clase. La Izquierda Comunista Italiana fue la expresión más autentica de una coherencia y firmeza revolucionarias.

La confusión existe, en la cual cayó el grupo "UNION COMUNISTA", no iba desgraciadamente a permitirle pasar positivamente el test de los sucesos en España. Nacido en la confusión, desapareció en 1939 en la confusión, sin haber dado al proletariado una aportación substancial.

Uno de sus fundadores (Chazé), mas de 40 años después, ha reeditado con un prólogo, una selección de textos de su órgano ("L´Internationale"). Desgraciadamente, fijándose demasiado en posiciones que no han podido seguir adelante, consejismo y anarquismo, sembrando a veces pesimismo y amargura, algunos viejos militantes proletarios ilustran de manera trágica la ruptura entre las viejas generaciones revolucionarias gastadas y desmoralizadas por la contrarrevolución y las nuevas, que sufren una dificultad en reapropiarse de las experiencias pasadas. Que el balance crítico del pasado haga engrandecer la llama nueva del proletariado que no ha conocido el ambiente irrespirable de la contrarrevolución.

La guerra de España ha suscitado desde hace algunos años numerosos estudios, por desgracia a menudo bajo formas universitarias o de "memorias" de carácter equivoco. Es muy a menudo la voz "Frente Popular", poumistas, trotskistas, anarquistas, la que se hacia oír. Todas estas voces, estas visiones múltiples que se confundían en un mismo coro para cantar que si los meritos del Frente Popular, que si las colectivizaciones, que si el coraje de los "combatientes antifascistas"...

La voz de los revolucionarios, por el contrario, solo podía hacerse oír débilmente. La publicación en la Revista Internacional de la CCI y después la edición de libros en francés y castellano de los textos de "Bilan"2 consagrados a este periodo ha venido a llenar un vacío y hacer que se oiga, aunque débilmente, la voz de los revolucionarios internacionalistas. Este interés en las posiciones de clase expresadas en un total aislamiento, es un signo positivo. Poco a poco, aunque demasiado despacio todavía, se resquebraja la visión ideológica que la burguesía mundial ha fijado sobre el proletariado para aniquilar su capacidad teórica y de organización, para desenvolverse en su propio terreno, donde se expresa su verdadera naturaleza: la revolución proletaria mundial.

Ahora, con gran interés, el reducido medio revolucionario internacional ha visto aparecer en francés "Crónicas de la revolución española, selección de textos de la Unión Comunista", aparecidos entre 1933-39 y en el que H. Chazé era uno de los principales redactores.

Orígenes e itinerario político de la unión comunista

La UC nació en 1933. Bajo el nombre de Izquierda Comunista, en Abril de ese mismo año, habían reagrupado a las antiguas oposiciones del "15eme Rayón", de Courbevoie, de Bagnolet3 así como el grupo de Treint (antiguo dirigente del Partido Comunista Francés antes de su expulsión) que había escindido de la "Liga Comunista Trotskista" de Frank y Moliner. En diciembre, 35 expulsados de la Liga, casi todos salidos del grupo judío se fundían a la Izquierda Comunista para crear la Unión Comunista.

Este grupo se pronunciaba contra la fundación de una IV Internacional, contra el "socialismo en un solo país". Grupo revolucionario, la UC guardaba de su herencia trotskista muchas confusiones. No solo se decantaba por la defensa de Rusia, sino también sus posiciones no se desmarcaban del ideal antifascista. En Febrero de 1934, pediría milicias obreras, reprochando al PCF y a la SFIO (socialistas) el no querer constituir un "frente único" para combatir al fascismo. En Abril de 1934, verá con satisfacción a la "izquierda socialista" de Marceau Pivert «tomar una actitud revolucionaria», lanzada a plantear el problema de la conquista revolucionaria del poder ("L' Internationaliste" Nº 5). En 1935, tomará contracto con La Revolución Proletaria4 de los pacifistas, trotskistas, todos antifascistas, para preconizar el reagrupamiento de estas organizaciones. En 1936 participará a titulo de observador en la creación del nuevo partido trotskista (Partido Obrero Internacionalista).

En todo esto, se ve la enorme dificultad que tuvo la UC para definirse como una organización proletaria. En la confusión existente la clarificación de las posiciones de clase chocaba con miles de obstáculos. En la introducción a "Crónicas a la revolución española", Chazé lo reconoce y lanza una crítica del pasado: «Sobre la naturaleza y el papel contrarrevolucionario de la URSS, teníamos por lo menos 10 años de retraso en relación a nuestros camaradas holandeses (comunistas consejistas) y a los de la izquierda alemana».

Añade que este retraso iba a traer el abandono de militantes de la UC: «unos para buscar un auditorio en el grupo de Doriot entre el 34-35, otros porque en la UC no podían jugar a ser lideres, otros simplemente porque nuestra rápida evolución los asustaba. Salidas silenciosas o después de una discusión corta y amistosa. Algunos años después, casi todos estos camaradas estaban en la izquierda socialista de Marceau Pivert o en los "estalinistas de izquierda" del grupo que editaba. ¿Qué hacer?"5»

La UC se constituyó pues en medio de la más grande heterogeneidad política. A pesar de ello fue capaz, y este es su mérito, de aproximarse progresivamente a las posiciones de clase rechazando la defensa de la URSS y el Frente Popular definido muy justamente como "frente nacional".

¿Esta clarificaron se había realizado en su totalidad? Los sucesos de España tan determinantes por las masacres del proletariado español y la preparación de la guerra imperialista, ¿iban a llevar a la UC a romper definitivamente con las confusiones del pasado y ayudar firmemente a la construcción de la conciencia revolucionaria?.

Sobre esto, afirma Chazé en su prefacio: «Después de 40 años de franquismo, los trabajadores españoles han empezado a enfrentarse con la trampa de la democracia burguesa en un contexto de crisis económica y social mundial. (...) la lucha de clase no se deja entrampar durante mucho tiempo... con la condición de que tenga siempre en cuenta las enseñanzas de las luchas anteriores. Es para ayudarlos a romper la camisa de fuerza del encuadramiento que publicamos esta "Crónica de la revolución de 36-37».

¿De qué "ayuda" se trata?

LAS ENSEÑANZAS DE LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA; "EL INTERNACIONAL"

EN 1936 - 37

Leyendo los textos del "Internacional" es preciso constatar que las posiciones expresadas no ayudan a romper la camisa de fuerza del encuadramiento. El "Internacional" cree, al igual que los trotskistas que la revolución ha empezado en España. En Octubre de 1936, afirma, después de la insurrección del 18 de Julio de los obreros de Barcelona, después lo de Madrid; «el ejército, la policía, la burocracia estatal, han sido frenados y la intervención directa del proletariado ha pulverizado a las fracciones republicanas. El proletariado ha creado piedra sobre piedra y en sus pocos días sus milicias, su policía, sus tribunales y ha puesto las bases de un nuevo edificio económico y social» (Nº 23). La UC ve sobre todo en las colectivizaciones y en la fundación de las milicias, la base de la "revolución española".

Para apoyar esta "revolución", la UC funda al final del año 36 un comité para la revolución española en el cual participan trotskistas y sindicalistas. Como recuerda Chazé, este apoyo era también militar aunque la UC no participase formalmente en las milicias españolas; «algunos camaradas técnicos especializados en la fabricación de armamento, miembros de la Federación de ingenieros y técnicos, me pidieron informarme acerca de los responsables de CNT para saber si podían ser útiles. Estaban preparados para dejar su empleo en Francia para trabaja en Cataluña».

De esta manera, la UC hacia coro con los trotskistas y el PCF que pedían armas para España. El Internacional proclama: «la no intervención (del frente popular. Nota de la redacción) es el bloqueo de la revolución española», en resumen la UC veía en la CNT y el POUM organizaciones obreras de vanguardia. El POUM sobre todo, a pesar de grandes errores, le parecía llamado a jugar un papel importante en el reagrupamiento internacional de los revolucionarios, a condición de abandonar la defensa de la URSS. El Internacional, hasta su desaparición, se hizo el consejero del POUM y después, de su ala izquierda; veía en las juventudes anarquistas un potencial revolucionario y se felicitaba que su revista se leyese en España por jóvenes del POUM y anarquistas.

Todas estas posiciones sobre las cuales volveremos, eran por otra parte muy confusas. En el mismo artículo citado se puede leer en otro apartado, que el Estado republicano que había sido "pulverizado" existía en realidad: «queda mucho por derribar pues la burguesía democrática se agarra a los últimos pedazos de poder burgués que subsisten». Junto a una llamada por la intervención en España, se puede leer más adelante: la lucha por el apoyo efectivo a nuestros camaradas en España significa la lucha revolucionaria contra nuestra propia burguesía.

El entusiasmo que engendraba la revolución española iba a caer día a día. En Diciembre del 36, se podía leer en el nº 24 de "El Internacional": «La revolución española retrocede... la guerra imperialista amenaza... el fracaso del anarquismo frente el problema del Estado... El POUM se ve metido en una vía que puede llevarlo rápidamente a la traición de la revolución, si no modifica radicalmente su política».

La masacre de los obreros de Barcelona en Mayo del 37 llevará a "El Internacional" a denunciar la traición de los dirigentes anarquistas. Subrayará que la contrarrevolución ha triunfado. Sin embargo, seguirá viendo potencialidades revolucionarias en el ala izquierda del POUM y en "los amigos de Durruti".

Dos años después, con el comienzo de la guerra, la UC se disolverá.

LA CONTRARREVOLUCIÓN EN ESPAÑA

¿De qué revolución se trata entonces? Chazé solo cita a las colectivizaciones anarquistas y a los comités del frente popular en el 36. Atacando a "Révolution Internationale", órgano de la CCI en Francia, afirma que hablamos de contrarrevolución «negando que por lo menos hubo un conato revolucionario provocando esta contrarrevolución», y añade: «afirman que el proletariado español no se había organizado en consejos. ¿Pero que eran entonces estos comités de todas clases nacidos en el amanecer del 19 de Julio? La palabra consejos es muy a menudo, en Francia, utilizada por la burguesía para designar los órganos directores, jurídicos y políticos».

Si bien es cierto que el 19 de Julio del 36 expresó unas potencialidades revolucionarias del proletariado español, éstas se agotaron rápidamente. Fueron precisamente estos comités, fundados a menudo por la iniciativa de anarquistas y poumistas, los que iban a llevar al proletario tras la defensa del Estado republicano. Rápidamente, estos comités iban a enrolar a los obreros en milicias que los alejaban de las ciudades para transportarlos al frente militar. Es así, como la burguesía republicana conservaba casi intacto su aparato de Estado, y sobre todo a su gobierno, que no iba a tardar mucho en prohibir las huelgas, las manifestaciones, en nombre de la unidad nacional para la defensa de la revolución. Este papel abiertamente contrarrevolucionario del Frente Popular iba a ser ampliamente apoyado por la CNT y el POUM en los cuales Chazé después de 40 años, ve aún aspectos revolucionarios.

«Que existían revolucionarios lo sabíamos, y estos se manifestaron claramente en el transcurso del las jornadas de Mayo del 37». Esto es lo que afirma en su introducción. Pero que individuos siguiesen siendo revolucionarios, que siguiesen luchando con las armas en la mano contra el Gobierno republicano en Mayo del 37, no debe ser el árbol que nos impida ver el bosque. La lección fundamental de estos sucesos, es que anarquistas y poumistas, gracias a su política, llevaron al proletariado a la masacre. Fueron ellos los que pusieron fin en Julio del 36 a la huelga general; fueron ellos los que llevaron a los obreros fuera de las ciudades; fueron ellos los que mantuvieron a la Generalitat de Cataluña; fueron ellos los que hicieron de esos comités instrumentos que obligaban a los obreros a producir primero y reivindicar después.

Este es el triste balance de esta política revolucionaria en la que los comités fueron un instrumento en las manos del capitalismo. Nada tienen que ver con los consejos obreros, verdaderos órganos de poder que surgen de una revolución. No es cuestión de palabras.

Pero lo más grave en la posición de UC, que aún defiende hoy Chazé, es su petición de armas para España, la subestimación o la negación del carácter imperialista de la guerra de España. Chazé aún está orgulloso recordando que su organización se puso a disposición de la CNT para ayudar a fabricar armas. ¿Es que ignora que estas armas sirvieron para poder mandar a los obreros a la carnicería guerrera? Se queja de que el gobierno Blum no diese esas armas. La URSS sí que las dio. ¿Para que sirvieron, sino para fusilar a los insurrectos de Barcelona en Mayo del 37? De esto, ni una palabra. Prefiere esconder la naturaleza contrarrevolucionaria de esta política definiéndola como una «sociedad de clase con los trabajadores españoles en lucha».

Sólo podemos apenarnos cuando vemos a un viejo militante como Chazé conservar la misma confusión que "El Internacional" en 1936-37. Afirmando aún hoy que la posición de derrotismo revolucionario en la guerra de España era insensata, niega el carácter imperialista de aquella. Esta guerra es una guerra de clase, afirmaba "El Internacional" en Octubre del 36. Chazé lo reafirma hoy. Sin embargo, estos mismos artículos de "El Internacional" demuestran claramente el carácter imperialista de la guerra: «Por un lado Rosemberg, embajador soviético en Madrid es la eminencia gris de Caballero; por el otro lado, Hitler y Musolini toman en sus manos las operaciones... En el cielo de Madrid, los aviones y aviadores rusos combaten con los aviones y aviadores alemanes e italianos» (nº 24, 5/12/36). Esta cita tan clara no basta para aclarar a la UC (y a Chazé hoy) que se pregunta: «¿La guerra civil en España se transforma en guerra imperialista?». ¡Chazé solo ve la transformación en guerra imperialista después de Mayo del 37, como si esta masacre no fuera la consecuencia de la carnicería imperialista iniciada en Julio del 36.

¿MENTIRA, FALSIFICACIÓN, AMALGAMA?

La introducción de H. Chazé en "Las crónicas de la revolución española" es la ocasión para él de arreglar unas cuentas pendientes con "Bilan" y "Communisme", órganos respectivos en aquella época de las fracciones italiana y belga de la Izquierda Comunista, llamada "bordiguista". Afirma: «Un puñado de jóvenes bordiguistas belgas, ya en 1935 y por consiguiente antes de publicar Communisme practicaban alegremente la mentira, la falsificación de textos y amalgama... Continuaron a propósito de España en "Communisme" y fueron respaldados por la dirección de la organización italiana de los bordiguistas que publicaban "Bilan", y muy a menudo utilizando los mismos procedimientos indignos de militantes revolucionarios». Concluye: «la posición a priori de la dirección bordiguista la condujo a un monstruoso rechazo de solidaridad de clase con los trabajadores españoles en lucha» (p.8).

Se buscaría en vano argumentos para hacer acusaciones tan graves. Lo que está claro, es que "Bilan" y "Communisme", durante la guerra de España, defendieron sin dar concesión alguna a las corrientes "intervencionistas", las posiciones internacionalistas. Rehusaron defender un campo imperialista u otro y afirmaron incasablemente que sólo la lucha en los "frentes de clase" contra todas las fracciones burguesas, incluidas las anarquistas y poumistas, podía poner fin a la masacre de los frentes militares imperialistas. Al estribillo clásico de todos los traidores del proletariado "hacer primero la guerra y la revolución después", la corriente "bordiguista" oponía una sola consigna internacionalista: «hacer la revolución para transformar la guerra imperialista en guerra civil». Esta posición sin concesiones, sólo la izquierda italiana y belga con el grupo de los trabajadores de México6 la defendió firmemente contra la corriente de abandonos y traiciones que alcanzaron incluso a los pequeños grupos comunistas de izquierda, a la izquierda del trotskismo. Tal posición no podía más que aislar a las izquierdas comunistas italiana y belga. Estas lo escogieron deliberadamente para no traicionar al proletariado internacional.

Lo que se esconde detrás de las palabras falsificación, mentira, amalgama, es una intransigencia política que el grupo UC no ha sabido adoptar. La UC se situaba en un mar indefinido donde intentaba conciliar posiciones de clase y posiciones burguesas. Esto fue la razón de la ruptura definitiva con la izquierda italiana y la UC, que hasta entonces conservaban algunos contactos. La corriente "bordiguista" pensaba incluso que la UC había pasado al campo de la burguesía en la masacre de España7

La guerra de España, porque desde sus principios preparó la segunda masacre imperialista, ha sido un test definitivo para todas las organizaciones proletarias. Si la UC no se pasó el campo enemigo en 1939 como los trotskistas, por sus confusiones y su falta de coherencia política, estaba condenada a desaparecer sin haber podido dar verdaderas contribuciones al proletariado.

H. Chazé cree sin duda herirnos en lo más hondo presentándonos como los herederos de esos "falsificadores": «nuestros censores del 36 tienen herederos que siguen haciendo estragos en su periódico "Revolution Internationale». No nos metemos en lo referente a reducir a toda la CCI en RI, procediendo habitualmente empleado para negar la realidad internacional de nuestra corriente. Lejos de sentirnos insultados no podemos más que estar orgullosos de ser presentados como los herederos de los censores de la UC. La herencia de la izquierda italiana belga, que Chazé presenta como "monstruoso", es una rica herencia de fidelidad y de firmeza revolucionarias que le permitió durante la II guerra mundial afirmase como corriente proletaria. Lo que "Bilan" y "Communisme" denunciaron, era precisamente la mentira de una guerra imperialista presentada a los obreros españoles como una guerra de clase. Lo que denunciaron, es la mayor falsificación histórica que ha disfrazado la masacre obrera en los frentes militares en Mayo del 37, como una "revolución obrera". La peor amalgama era, y es, aún hoy en día, el confundir el terreno capitalista y terreno proletario ahí donde se excluyen, el terreno proletario era la destrucción del Estado capitalista, el terreno capitalista era el de enrolar al proletariado tras la causa enemiga en nombre de la "revolución".

Las lecciones de la izquierda comunista no son una herencia muerta. Ayer como hoy, los proletarios pueden ser llevados fuera de su terreno de clase y ser llamados a morir por la causa enemiga. En una situación tan difícil como la de España 36, es decisivo comprender - sean cuales sean las dificultades con las que se encuentre el proletariado en un terreno militar donde avanzan los ejércitos capitalistas- que los frente militares sólo pueden ser derrotados cuando el proletariado opone firme e irresolublemente su frente de clase. Tal frente sólo puede afirmarse elevándose contra el Estado capitalista y sus partidos "obreros". El proletariado no tiene alianzas momentáneas y tácticas que hacer con ellos: debe, por sí solo, con sus propias fuerzas, batirse contra sus pretendidos aliados que lo inmovilizan para la masacre y lo condenan a un nuevo Mayo 37. El proletariado de un país dado sólo tiene por aliado a su clase que es mundial.

¿LA VIA DEL DERROTISMO O LA VIA DE LA REVOLUCION?

Chazé explica que ha querido publicar de nuevo los textos de "El Internacional" para ayudar a "romper la camisa de fuerza del encuadramiento". Su intento, desgraciadamente, va en sentido opuesto. No sólo no se mueve ni un ápice en relación a las posiciones de la UC y muestra una incapacidad para hacer un balance serio de los sucesos de la época, sino que además, a lo largo de la presentación en "Crónicas", se aprecia un tono claramente derrotista. Mientras que hoy la actividad y la organización de los revolucionarios es una orientación fundamental que hay que comprender en la lucha del proletariado, un instrumento que será decisivo en la maduración de la conciencia de clase, Chazé preconiza la vía del "comunismo (o socialismo) libertario" que precisamente fracasó en España. Rechaza toda la posibilidad y necesidad de una organización proletaria de revolucionarios afirmando: «la noción de partido (grupo o grupúsculo) único portador de la verdad revolucionaria contiene el germen del totalitarismo». En cuanto al período actual, Chazé mantiene el más negro pesimismo afirmando no tener «demasiadas ilusiones en relación con el contexto internacional muy parecido a lo que rea en 1936, a pesar del número de huelgas salvajes, duras, largas, contra la política de austeridad, única premisa de los patronos de los países industrializados (...) las fuerzas contra-revolucionarias se han agrandado en el mundo entero». Si estamos aún en un período de contrarrevolución, ¿para qué servirán las lecciones que Chazé quiere dar a sus lectores?

H. Chazé forma parte de esos viejos militantes cuyo mérito ha sido resistir a la corriente contrarrevolucionaria. Pero como muchos que vivieron la época más negra del movimiento obrero, trágicamente impotentes, Chazé ha guardado una inmensa amargura, un desengaño frente a la posibilidad de una revolución proletaria, las lecciones que Chazé quiere dar, su pesimismo, no las nuestras8. Hoy, después de más de diez años, se cerró la larga fase de la contrarrevolución. El proletariado ha vuelto a surgir en el terreno de la lucha de clase. Frente a un capitalismo en crisis que quisiera llevarle al igual que en los años 30 a una carnicería imperialista, guarda una combatividad intacta, no está derrotado.

A pesar del peso de las ilusiones que caen sobre él, lo que subraya Chazé con mucha razón, hay una fuerza inmensa que espera a su hora para levantarse y proclamar al mundo capitalista: "era, soy, seré".

Roux-Chardin

1 Sobre el periodo de transición, ver los trabajos de "Bilan" y varios textos en la Revista Internacional

 

2Véase "Revista Internacional" número especial, Julio de 1977 (artículos de "Bilan"), para la edición en español. En francés e inglés, véanse los nº 4, 6 y 7 de la Revista. "La contre revolution en Espagne" ("Bilan"), EGE 1979; Paris, cuyo prefacio de Barrot criticamos en el otro artículo de esta Revista. Por su parte, la editorial "Etcétera" de Barcelona publicó en 1978 la traducción de algún texto de "Bilan" sobre España: "Textos sobre la revolución española, 1936-39".

 

3 Rayon: organización de base del PCF. Courbevoie, Bagnolet: barrios obreros de París

4 "La revolución proletaria": revista de sindicalismo revolucionario

5 "¿Qué hacer?", dirigido por Ferrat, era un escisión del PCF, partidario del "frente único" con la SFIO (socialista). Después de la guerra, Ferrat entro en el partido de Blum (nota nuestra).

6 Ver en Revista Internacional nº 10 Textos de la Izquierda Comunista Mexicana (https://es.internationalism.org/node/2064 )

7 La cuestión española trajo consigo la ruptura entre "Bilan" y la "Liga de los comunistas internacionalistas" de Bélgica en 1937. De estos últimos salió la Fracción belga que publicó hasta el final de la guerra la revista "Communisme". La actitud cara a la guerra de España fue el origen de esta ruptura. Básicamente, la LCI tenía las mismas posiciones que la UC de Chazé y Lastérade

8 La colección de textos de "El Internacional" con el prologo de Chazé, ha encontrado admiradores entusiastas en el PIC (Por una Intervención Comunista) que publica "la Jeune Taupe" en París. En el "Joven Topo" nº 30 de Marzo del 80, se puede leer esta incitante invitación: "a leer para no morir tonto". Desde hace algún tiempo, el "Joven Topo" se ha especializado en volver a publicar textos de "El Internacional". Por desgracia, es a menudo con la intención de oponer la clarividencia de la UC frente a "Bilan", al que el PIC trata de leninista. ¿Significa esto que el PIC se reivindica de las posiciones de UC sobre la guerra de España y, en particular, el apoyo de las milicias, y que ve en la CNT y el POM a fuerzas auténticamente revolucionarias"?. En espera de aclararnos sobre este punto, podemos ya comprobar que el PIC prefiere hacer pinitos en el modernismo, cuando no conchabarse con "socialista de izquierda", en la revista "Spartacus" (París), grandes admiradores todos de la "resistencia" y de la "revolución española antifascista", en lugar de ponerse a hacer un trabajo revolucionario serio. Al verle en compañía tan brillante, podría creerse que el PIC abandona cierta cantidad de posiciones de clase y que está decidido a "morir tonto". Es lamentable observar tal evolución por parte de un grupo que hace aún algunos años manifestaba más firmeza revolucionaria

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