Día tras día se suceden las muestras del horror que alcanza la «civilización» capitalista. A las terribles imágenes de los atentados y las matanzas que cotidianamente asolan Irak, Pakistán, Líbano, etc. les siguen las de las víctimas de todo tipo de catástrofes como el “accidente” que le ha costado la vida a cerca de 200 personas en un aeropuerto de Sao Paulo (Brasil), o la “fatalidad” que ha hecho volcar el cayuco que transportaba más de un centenar de emigrantes subsaharianos y que ha hecho que perezcan ahogados cerca de 80 de ellos, en lo que constituye ya la mayor de esas tragedias sucedida en aguas territoriales españolas.
Ante cada una de esas desgracias los media ofrecen solícitos una “explicación” circunstancial, una media verdad (la imprevisión de los gobernantes en el primer caso, la “temeridad” de los explotados en el segundo,...) que supone en realidad la peor de las patrañas, la que intenta ocultar a las víctimas de esas calamidades cual es la verdadera raíz de sus sufrimientos. Las matanzas, las hambrunas, los desastres ecológicos, el deterioro de las infraestructuras, etc., no son “fallos” del sistema capitalista sino el resultado inevitable de la dominación de las leyes de este sistema sobre la especie humana y el planeta entero. Y hoy asistimos a una acentuación de la frecuencia y de la intensidad de tales catástrofes, a una considerable agravación de la situación de barbarie, miseria y caos que vive la humanidad, como hemos analizado en nuestro último Congreso Internacional (ver reseña en este mismo número de AP).
En el frente de las matanzas, los atentados terroristas, las operaciones de “limpieza”,... en definitiva de las diferentes manifestaciones del fenómeno criminal de la guerra imperialista, la realidad desautoriza cada vez más tajantemente las patrañas que explicaban el caos y las masacres, por ejemplo en Irak, por el carácter forajido del imperialismo yanqui o por la ceguera sanguinaria de su presidente. No negamos la “media verdad” que contiene tal afirmación. Lo que denunciamos es que se utilice para ocultar la auténtica realidad de que tales características no son exclusivas del capitalismo yanqui, sino rasgos esenciales de todos los imperialismos, es decir de todos los capitales nacionales. Y, en segundo, que el caos y la irracionalidad que se manifiestan hoy en todos los focos de conflicto no proviene de la “obcecación” particular de tal o cual gobernante, sino del pozo ciego en que se adentra todo el capitalismo mundial, como analizamos en la editorial de nuestra Revista Internacional nº 129..
Así puede verse analizando los telediarios más recientes en los que junto a las cotidianas imágenes de los atentados y de los bombardeos en cualquier ciudad iraquí, han venido a sumarse las no menos dramáticas imágenes de esos atentados y esas matanzas en Afganistán, Pakistán, Líbano. En Afganistán, estamos viendo como la intervención militar con tropas de países que, como Alemania, Francia o España, se presentan como verdaderos “valedores de la paz”; ocasiona igualmente daños “colaterales” con miles de víctimas, bombardeadas (como el reciente ataque “erróneo” a una escuela en la que murieron decenas de criaturas), desplazadas de su residencia y sometidas al terror de señores de la guerra locales, a los que los 37 mil soldados de la OTAN avalan con el marchamo de “autoridades democráticas”. Es verdad, “media verdad”, que el “estilo Bush” de gestión de la postguerra en Irak ha dado como resultado un total desastre un creciente caos de pugnas y matanzas cotidianas y un poderoso fermento para la extensión de los conflictos a otras áreas geográficas, pero la auténtica realidad es que el modelo «multilateral y respetuoso con las resoluciones de la ONU» puesto en práctica en Afganistán lleva,..., ¡al mismo mortífero lodazal de terror y barbarie!
Y si es verdad que el fracaso norteamericano en Irak ha supuesto el epicentro de una sacudida de guerras y atentados en todo Oriente medio, no es menos cierto que el “impasse” de la intervención en Afganistán, amenaza con desestabilizar aún más toda la zona, y en particular al vecino Pakistán, donde cada vez aflora más el enfrentamiento del régimen del general Musharraf con los talibanes afrentados a la par que enardecidos por lo que sucede en Afganistán. No es de extrañar que, en tal tesitura, las “grandes potencias democráticas” hayan decidido con el supino cinismo que les caracteriza, mirar para otro lado cuando este mandamás decidió responder con un baño de sangre (se calculan cerca de 300 muertes) el desafío que le lanzaron los talibanes que se habían adueñado de la Mezquita Roja de Islamabad. Ya hace tres años vimos como estos campeones mundiales de los “derechos humanos” que son las democracias occidentales respondían con suma tibieza a la matanza de Beslán perpetrada por la policía de Putin en una escuela de Osetia del Norte. Pero ahora se han superado en hipocresía y desfachatez, al justificar las atrocidades cometidas por el ejercito pakistaní porque los talibanes... ¡¡ «han tomado a la población civil como rehén»!!, lo que, a pesar de su apesadumbrado fingimiento, supone el proceder habitual de todas las fracciones en la guerra imperialista ¿O no es eso mismo lo que están haciendo Hamás y Al Fatah con la atribulada población palestina? Resulta desde luego repugnante que todos los actores de esa auténtica “limpieza” esta vez no étnica sino sectaria como en Irak, se llenen la boca con el “pueblo palestino”, cuando este es en realidad el rehén, el que pone los muertos y la miseria de una pelea que enfrenta a los gángsters de Hamás armados y pertrechados por el imperialismo iraní, con los no menos gangsteriles milicianos de Al Fatah esta vez respaldados por Egipto y Jordania, e incluso por el propio gobierno israelí. Por su parte las “civilizadas” democracias occidentales no han dudado en utilizar la “ayuda humanitaria” como chantaje para doblegar al gobierno de Hamás, lo que estos han endosado a la población, que ha visto por ejemplo como los trabajadores públicos no han recibido sus salarios durante meses.
A pesar de las patrañas y las mistificaciones, lo cierto es que una de las consecuencias más evidentes de la agravación de la guerra imperialista es que cada vez hay mayor proporción de la población mundial directamente amenazada por tales conflictos, sea en el cinturón de barbarie que recorre el vientre del mundo (desde el Líbano en el Mediterráneo hasta el Océano Indico), sea en las principales metrópolis donde millones de seres humanos somos objetivos potenciales, como se ha visto en Nueva York, Madrid o Londres, de atentados terroristas.
El avance de la crisis histórica del capitalismo supone un peligro mortal para la humanidad. Cada vez mayor cantidad de seres humanos debe abandonar regiones enteras para intentar sobrevivir en los cada vez más escuálidos reductos donde aún se puede encontrar trabajo (cada vez más precario), vivienda (cada vez más inasequible e indigna) y un mínimo de prestaciones sociales como sanidad, educación, aunque cada vez peor dotadas. Esa búsqueda desesperada de la supervivencia es lo que explica que cientos de miles de personas arriesguen sus vidas, y en muchos casos las pierdan, en la búsqueda no de un paraíso sino de un infierno menos candente. Y no nos estamos refiriendo únicamente a los centenares de miles de emigrantes que tratan de llegar a Europa desde Africa, o de alcanzar Estados Unidos desde Centroamérica. Hablamos también, por ejemplo de los millones de arruinados campesinos chinos que emigran a las ciudades de la costa y que, aceptando unas condiciones de vida infames, rayanas en la esclavitud, constituyen la base esencial del llamado “milagro chino”. Así pues, el trasfondo de este verdadero icono propagandístico de la pujanza del capitalismo, no es el descubrimiento de un nuevo territorio ignoto, ni un hallazgo tecnológico que aumente la productividad del trabajo, sino la degradación a unos niveles bestiales de los costes salariales, es decir el empobrecimiento de la clase obrera mundial. A lo largo de sus más de 250 años de existencia la clase proletaria ha conocido indudablemente momentos de deterioro de sus condiciones de vida,... pero a diferencia de lo que sucedió en aquellos momentos del pasado; los sacrificios y la miseria actual no traerán ningún futuro mejor ni para nuestros hijos ni para la humanidad en sucesivas generaciones.
Lo único que precisamente puede ofrecer un porvenir es la lucha contra esos sacrificios, la defensa de las necesidades como seres humanos contra la lógica de este sistema explotador basada en la acumulación de capital. Por eso resultan tan importantes las luchas obreras contra la explotación que se están desarrollando en estos últimos años (y de cuyas ultimas manifestaciones informamos en este mismo número de AP). Por eso son igualmente trascendentales para el futuro de la humanidad, los esfuerzos de toma de conciencia que se desarrollan en minorías de la clase explotada sobre el futuro que puede depararnos el capitalismo, y que alternativa de organización social puede eliminar definitivamente de la faz de la tierra la guerra, la miseria y la barbarie.
Etsoem 21 julio de 2007
Desde hace más de un año, la clase dominante, a través de sus innumerables medios de propaganda y desinformación, no ha parado de intoxicarnos con el proceso de “paz” o el «final dialogado de la violencia» (según el gobierno Zapatero y partidos que lo apoyan) o la simple «rendición ante los violentos», según reza el ideario del PP.
Toda esta ponzoña ideológica lanzada contra la clase obrera esconde sin embargo graves problemas y rencillas dentro de la burguesía española que al proletariado le conviene desenmascarar para mantenerse en su terreno de clase y no tomar partido por ninguna fracción de la burguesía.
El verdadero problema que late detrás del problema del terrorismo de ETA es la mala cohesión del estado nacional del capital español. Este problema hunde sus raíces en la monarquía absoluta y la burguesía no fue capaz de solucionarlo durante el siglo XIX. Durante la decadencia del capitalismo, en el siglo XX, este problema ha tendido a agravarse aunque en los años 30 fuese el nacionalismo catalán el que cobrase un mayor protagonismo. La dictadura franquista trató de solventar “este problema” mediante la bota de hierro de la «unidad de las tierras y los hombres de España». Con la Constitución de 1978 la burguesía pretendió atajar la cuestión territorial mediante la concesión de los Estatutos de autonomía a las “nacionalidades históricas” (Cataluña, País Vasco y Galicia), pero al mismo tiempo se conceden estatutos de autonomía al resto de regiones con la maniobra que se llamó “café para todos” que trataba precisamente de diluir el peso de las fracciones nacionalistas más potentes.
En 1989 con la caída del muro de Berlín y el hundimiento del bloque imperialista soviético, comienza el período de descomposición, última fase del capitalismo decadente y moribundo, donde todas las contradicciones de este sistema ya condenado por la historia tienden a exacerbarse y pudrirse: crisis económica, conflictos imperialistas, putrefacción de las relaciones sociales... Se impone en su forma más acabada “el cada uno a la suya”... Este pudrimiento social es el que empuja a las fracciones nacionalistas a pujar con sus tendencias “soberanistas”.
Ante este órdago (que en España se expresó sobre todo a través del pacto de Lizarra entre el PNV y ETA-Batasuna), la burguesía nacionalista española reaccionó con el Pacto Antiterrorista (¡impulsado a iniciativa del PSOE y del propio Zapatero!). Como consecuencia de ese pacto se endurecía la ofensiva sobre el llamado “complejo Batasuna” (ley de partidos, ilegalización de Batasuna, etc.), y al mismo tiempo se iniciaba una indisimulada maniobra para desalojar al PNV del gobierno vasco (su medio fundamental de subsistencia) a través de una alianza tampoco clandestina del PSOE y el PP para las elecciones vascas del año 2001. Sin embargo esta tentativa fracasó, y el PNV envalentonado lanzó un nuevo envite con el llamado Plan Ibarretxe.
Con el fracaso del Pacto Antiterrorista y el agravamiento de las tensiones territoriales llegamos a las elecciones del 14 de marzo de 2004, en las que a causa del atentado terrorista del 11 M, la burguesía española por primera vez desde la llamada Transición, desde 1976, tiene que improvisar un gobierno, y reabrir viejas heridas en el aparato político al sentirse la derecha desplazada del poder con malas artes. EL 11-M a parte de ser el atentado terrorista más grave de la historia de España supone también una desestabilización del aparato político de la burguesía que vemos que afecta a los dos grandes partidos del nacionalismo español.
Ante esta situación, el gobierno Zapatero trata de reeditar la ,maniobra del “café para todos” de 1978. Este intento se salda con un sonoro fracaso y lo que hace es destapar la caja de Pandora de las tensiones centrífugas de las diversas fracciones regionales de la burguesía: nos enteramos por primera vez de que Andalucía es una “nacionalidad histórica” o que la Comunidad Valenciana aspira a las mismas competencias que País Vasco y Cataluña...
La “jugada maestra” que cerraría esta operación política sería la negociación con ETA-Batasuna que trataría de reeditar el tripartito catalán en el País Vasco desalojando al PNV del gobierno. Lo arriesgado de esta apuesta se demuestra no solo por su fracaso, sino por el deterioro político que ha ocasionado a todo el aparato político de la burguesía, que en vez de encauzar las tensiones territoriales ha agravado su deriva centrífuga.
Como puede verse en esta sucesión de acontecimientos que hemos venido analizando puntualmente desde las páginas de esta publicación (véase por ejemplo AP nº 193), los discursos sobre la «búsqueda de la paz», o el «derecho a una convivencia pacífica» son el teatro con el que disimular las puñaladas traperas que se dirigen unas fracciones burguesas a otras, y que solo pueden ir a más, porque, como hemos analizado repetidamente, el capitalismo no sólo no tiene solución al terrorismo y a la guerra, sino que estos constituyen su verdadero modo de vida.
Cuando las “esperanzadoras noticias sobre la tregua” de ETA, sobre la “oportunidad” que ello representaba para la paz, ya advertimos (ver AP nº 189) que para los trabajadores la amenaza del terror y la miseria no sólo no se alejaba sino que se hacía cada vez más patente, más cotidiana. Ya con el atentado de Barajas de Diciembre pasado que costó la vida a dos trabajadores emigrantes, y que sin embargo fue calificado de “accidente” por el gobierno, se puso de manifiesto lo peligroso de cualquier ilusión de que la amenaza del terror fuera a desaparecer.
Ahora con la ruptura “formal” de la tregua por parte de ETA, aumenta aún más si cabe el peligro de ser reventado como “daño colateral” de la pelea entre defensores de la patria vasca y defensores de la patria española. Por el momento las autoridades “democráticas” nos piden que jaleemos sus éxitos policiales, y que al mismo tiempo demos por buenos los crecientes controles policiales, el espionaje sobre la población, los llamamientos a la delación de comportamientos “sospechosos”, etc., como si eso nos fuera a poner a salvo del horror, cuando cada día que pasamos sometidos a este sistema es un paso más en ese horror, cuando lo único que puede frenar o erradicar esta siniestra perspectiva es precisamente la defensa de una perspectiva revolucionaria que acabe con todas las patrias, con todos los Estados.
Pel/Et 22 de julio de 2007
En Sudáfrica durante el mes de junio, una huelga de cuatro semanas involucró entre 600.000 y un millón de trabajadores, cerrándose escuelas, reduciendo el funcionamiento de hospitales a un mínimo básico asegurado por médicos militares e impactando igualmente en los transportes públicos y en numerosas oficinas gubernamentales. Se vio claramente de qué lado está el gobierno del ANC (Congreso Nacional Africano, por sus siglas en inglés[1]). Tratándose de la huelga más grande desde 1994, la insistencia del COSATU[2] era que «se trataba de un viraje histórico en las vidas de los trabajadores del sector público. Esta combinación de unidad y militancia significa que los patronos nunca se atreverán a tratarnos con la despiadada indiferencia que exhibieron en el pasado y han mantenido en este conflicto puesto que se han visto obligados a un compromiso dada la militancia y la determinación de su fuerza laboral», altisonantes exageraciones dedicadas a esconder la verdadera significación de la lucha.
A finales de mayo, antes de que la huelga estallara, hubo manifestaciones en numerosas ciudades y poblaciones a lo largo y ancho de toda Sudáfrica, pidiendo una mejora de la oferta salarial en las negociaciones que estaban llevando a cabo los sindicatos y el gobierno. Este ofreció inicialmente un 6% de aumento salarial mientras que la COSATU pedía un 12% . Sin embargo, fue rebajando sus demandas primero al 9%, después al 8% para bajar finalmente al 7,5%. Dos semanas después, con la huelga en marcha, afirmó que un 7,25% era “inaceptable” para tomarse otras dos semanas para proclamar que un 7,5% de aumento era un “compromiso histórico”.
La COSATU no es cualquier cosa, es nada menos que el socio del gobierno. Y pretende presentarse, tanto antes como durante la huelga, como una organización “responsable” y al mismo tiempo un “aliado” de los trabajadores. El mismo juego es representado por el South African Comunist Party (SACP).
Las tropas fueron desplegadas contra los piquetes de huelguistas utilizando balas de goma y gases lacrimógenos. El gobierno denunció los piquetes como “violentos” y “ejemplo de intimidación”. La acción de la policía y de las tropas fue justificada por el presidente (Thabo Mbeki, miembro del Congreso Nacional Africano) porque “los sindicatos se encierran en sus propios intereses”. El jefe de la policía nacional es Charles Nqakula que es un alto dirigente del SACP.
Otra “amiga” de los trabajadores, la ministra de servicios públicos, Geraldine Fraser-Moleketi, cuando el gobierno empezó a despedir enfermeras en huelga, lo justificó diciendo que “quienes no volvieran al trabajo serían despedidas en interés de los enfermos y de la nación”. Fraser-Moleketi es una de los 3 ministros que el SACP tiene en el gobierno.
En un momento de la huelga, los sindicatos amenazaron con organizar una “acción de solidaridad” involucrando a 2 sectores cruciales: el minero y el manufacturero. Pero esta acción puramente nominal, que se planteaba más como muestra de “simpatía” que como una auténtica extensión y solidaridad con la lucha, al final se quedó en nada. Lo mismo ocurrió con la compañía eléctrica Eskom con 31000 empleados. Los 3 sindicatos de esta empresa anunciaron a bombo y platillo una huelga que “causaría cortes en el suministro de energía eléctrica”. Fue planeada para el 4 de julio pero en el último momento fue retrasada para el 9 de julio con objeto de que coincidiera con una huelga de ¡150 metalúrgicos!, la cual fue igualmente anulada.
Durante el largo periodo que va desde 1994 con la toma del poder por el ANC, apoyado por el SACP, las condiciones de vida y de trabajo de una vasta mayoría de la población se han degradado dramáticamente. El acceso a los servicios sanitarios se ha reducido drásticamente. La esperanza de vida ha caído brutalmente. Sudáfrica tiene 5,5 millones de pacientes de SIDA, el índice proporcional más alto del mundo; diariamente se cometen 50 asesinatos y 150 mujeres son secuestradas.
El arzobispo Desmond Tutu, personaje famoso que apoya críticamente al nuevo régimen, reconoció en una entrevista del 29-6-07 que “la mayoría languidece en una miseria sin esperanza”, criticando el ritmo lento en la redistribución de la riqueza que habría supuesto el fin del apparheid. Tutu añade que “estoy verdaderamente sorprendido por la notable paciencia de la gente”. Tutu, agrega que la inmensa mayoría de la gente sigue malviviendo en los suburbios miserables de los tiempos del apparheid. Tutu observa que la paciencia de la gente con Mandela, con Tutu etc., se está acabando y va a “salir a la calle”
Quizá una de las razones por las cuales la gente no “sale a la calle” es porque conserva ilusiones sobre los sindicatos, sobre la ANC y sobre la democracia capitalista.
La agencia Reuters informó (28-6-07) que “Los sindicatos acusaron al presidente Thabo Mbeki de abandonar a la gente pobre en beneficio de su política al servicio del mundo de los negocios” y que la huelga “se concentraba en llamar la atención sobre el descontento obrero puesto que la estrategia del ANC había convertido a Sudáfrica en una potencia económica pero había fracasado en la empresa de detener la pobreza creciente y el desempleo rampante heredados del régimen del apparheid”. Una declaración del COSATU estigmatizaba a “la pandilla de políticos que han demostrado que son incapaces de dirigir su política en beneficio de los pobres. El ANC necesita reemplazarlos para que no se contamine por la adicción a los negocios que domina a muchos de sus actuales dirigentes”.
Sin embargo, no es por ansia de enriquecerse ni por una particular política económica por lo que el trío ANC – COSATU – SACP adopta medidas contra los trabajadores y contra los estratos más pobres de la población. Cualquier gobierno capitalista, sea cual sea su coloración política, no puede ser otra cosa que “pro-hombres de negocios” y contra los trabajadores. La única “liberación” que tuvo lugar en 1994 fue la de unos cuantos activistas negros que a partir de entonces fueron promovidos a los puestos más altos del Estado. En las sucesivas elecciones que se han dado desde entonces se ha cultivado la mistificación de que “algo nuevo” ha acontecido en Sudáfrica, que se iría camino de una “democracia más amplia”. El periódico Socialist Worker recogía esta ilusión en las palabras de un trabajador durante una marcha en Pretoria: “Pienso que el gobierno debería acordarse de nosotros puesto que nosotros fuimos quienes le encumbramos al poder pero lo que ocurre es que se ha olvidado de nosotros”.
Esta ilusión sobre un trío que sería una emanación de los trabajadores pero que estaría corrompido por los atractivos del poder es continuamente alimentada por los sindicatos y por los grupos izquierdistas que critican las “cesiones” al neoliberalismo del gobierno de la ANC, los “corruptos” del gobierno etc., pero jamás hablan de la cuestión fundamental: el trío ANC – COSATU- SACP forma parte del enemigo.
Algunos comentaristas sudafricanos han visto en las recientes huelgas el signo anunciador de que los sindicatos se van a distanciar del gobierno, van a jugar un papel más autónomo y van a estimular nuevas acciones de los trabajadores. En Socialist Worker (23-6-07) un artículo señala que “se ha abierto una puerta para una mayor auto-actividad de los trabajadores”. Desconocemos que quiere decir el autor del artículo sobre “auto-actividad” de los trabajadores pero es necesario dejar claro que tal auto-actividad solo es posible sí los obreros toman la lucha en sus manos y pelean contra el control de los sindicatos sobre las luchas.
Para comprender cómo se puede impulsar esa autonomía de los trabajadores es preciso remontarse a la historia de Sudáfrica. Este país es el más industrializado de África y tiene una gran tradición de luchas obreras que viene desde finales del siglo XIX.
La lucha que acabamos de relatar no es nueva en la historia reciente de Sudáfrica. En agosto de 2005 hubo una huelga de los mineros del oro por cuestiones salariales. En septiembre de 2004 hubo la jornada de huelga general más masiva de la historia de Sudáfrica que involucró a 800.000 trabajadores –sí se hace caso a los sindicatos- y 250.000 –sí seguimos al gobierno. Los maestros fueron particularmente combativos pues no han tenido ninguna revisión salarial desde 1996. En julio de 2001 hubo una huelga en la industria minera y eléctrica. En agosto 2001 20.000 obreros de la industria automovilística fueron a la huelga. En mayo del 2000 la huelga iniciada en la industria metalúrgica se extendió al sector público. En el verano de 1999 hubo una oleada de huelgas que involucró a trabajadores de la minería, el automóvil, los correos, la enseñanza, la sanidad etc.[3] Estas luchas llevaban a un enfrentamiento implícito de los trabajadores contra el gobierno de la ANC, sin embargo sólo ahora empiezan a darse cuenta de quién es la ANC y cual es la significación global de su lucha. Estas premisas de la toma de conciencia enfatiza la necesidad de desarrollar una corriente revolucionaria en Sudáfrica capaz de denunciar las trampas de la burguesía y de proporcionar una clara orientación a las luchas futuras.
Traducido de World Revolution 3-7-07
Informamos a nuestros lectores de la creación de un núcleo de la CCI en Brasil. Para nosotros es un acontecimiento de gran importancia que materializa el desarrollo de la presencia política de nuestra organización en el primer país de América Latina; en un país con las mayores concentraciones industriales de esta región del mundo y que se sitúa entre los más importantes del planeta. En Brasil no solo existe un medio de elementos atraídos por las posiciones revolucionarias, sino también grupos políticos proletarios que se mueven en el mismo sentido. De entre éstos, hemos destacado tanto en nuestras publicaciones escritas como en nuestra página web en portugués, la existencia de Oposición Obrera (OPOP) con los que hemos realizado Reuniones Públicas conjuntas, hemos hecho una toma de posición común sobre la situación social, hemos publicado – en nuestra web en portugués – un informe del debate mantenido entre nuestras dos organizaciones sobre el materialismo histórico; hemos publicado, también en ese mismo medio, algunos textos de OPOP que juzgamos particularmente interesantes. Como expresión de este interés recíproco entre nuestras organizaciones OPOP ha participado también, como grupo invitado, en los trabajos del XVIIº Congreso de nuestra sección en Francia (RI) y en los de nuestro XVIIº Congreso internacional.
Hay en el Estado de Sao Paulo un grupo en formación, influido también por las posiciones de la Izquierda comunista, con el cual hemos establecido recientemente relaciones políticas regulares y Reuniones Públicas en común.
Evidentemente, esperamos que la colaboración con estos grupos sea lo más estrecha y fructífera, perspectiva que no es en absoluto contradictoria con nuestra voluntad de desarrollar específicamente la presencia política de la CCI en Brasil. Por el contrario, nuestra presencia permanente en este país permitirá reforzar la colaboración entre nuestras organizaciones; tanto más cuanto que entre nuestro núcleo y OPOP existe ya una larga y común historia, lograda sobre la base de confianza y respeto mutuos.
La creación de nuestro núcleo es la concreción de un trabajo en que se había comprometido la CCI hace ya quince años, y que se ha intensificado en este último período por la toma de contacto con diferentes grupos y compañeros. Las Reuniones Públicas que hemos realizado en diferentes ciudades, algunas de ellas en Universidades, han suscitado gran interés entre los numerosos asistentes a ellas. Para nosotros no se trata evidentemente de algo acabado sino de una etapa en el desarrollo de la presencia de las posiciones de la Izquierda comunista en el continente suramericano. Lejos de ser “la excepción brasileña”, este acontecimiento forma parte de un mismo fenómeno de aparición de grupos en todo el mundo, y es producto de una dinámica de recuperación de los combates de clase a escala internacional y de la tendencia de la clase obrera a generar minorías revolucionarias.
CCI (Junio 2007).
¿Qué actitud debe adoptarse ante la guerra? En multitud de artículos, discusiones en foros de Internet, en círculos de discusión y en otros muchos ámbitos, circulan explicaciones diferentes y muy diferentes criterios y opiniones ante este tema, lo que demuestra que muchas personas se plantean esta importante cuestión de forma muy heterogénea y que están buscando una respuesta adecuada. En esa búsqueda también podemos observar que se intenta comprender la relación que hay entre el hecho de la guerra y las causas de la misma, para poder denunciar adecuadamente a los responsables de tales atrocidades. En ese contexto hay una pregunta que, en nuestra opinión, es muy importante: ¿Cómo llamar a la lucha contra la histeria guerrera, con quién y contra quien?
La CCI afirma, al igual que un número cada vez mayor de grupos proletarios, que ante todo hay que denunciar la guerra desde un punto de vista internacionalista: no hay que elegir entre la peste o el cólera, no hay que tomar partido por ninguna de las partes beligerantes. Todos los países, por pequeños que sean, defienden intereses imperialistas, todos son peones activos en el tablero imperialista mundial del capitalismo moribundo. Sólo si somos capaces de destruir el capitalismo podremos acabar de una vez por todas con la guerra imperialista.
En este artículo resumimos algunas de las principales cuestiones que se debatieron a raíz de una declaración que expuso uno de los jóvenes asistentes, así como otros temas que tuvieron cabida en esta extensa y muy provechosa reunión.
El próximo domingo se celebrará una manifestación pacifista clásica (una especie de conmemoración ritual contra la invasión “ilegal” de Irak por parte de los EE.UU, aunque de entrada habría que preguntarse si una invasión tiene algo de legal). En mi opinión podríamos decir que esta manifestación no sirve para nada. Probablemente muchos estarán de acuerdo con este punto de vista, pero por un simple deber democrático debemos manifestarnos en la calle contra este tipo de barbaridades que se dan en el mundo... Han sido las luchas de emancipación y las manifestaciones a favor de ésta (...) las que han permitido cambiar positivamente el mundo (y, en modo alguno, lo han sido las invasiones de Irak, Afganistán o Somalia). El Líbano hoy en día está destruido e, incluso, sabiendo que Israel no ha ganado la batalla, debemos denunciar que ha sido la población civil de ese país y la del mismo Israel la que ha pagado los platos rotos de apetitos imperialistas (...). La situación en Afganistán no ha mejorado en nada desde la invasión americana. Los talibanes han sido, de momento, expulsados, pero Osama Bin Laden no ha sido detenido y, de hecho, grandes partes del país están actualmente bajo el control de los talibanes, y una vez más lo que hace que el país siga un tanto en pie es la cultura y el negocio del opio. Es fácil comprender que la población tenga una notable tendencia a virar hacia el extremismo político y religioso (...).
Nuestra tarea, como jóvenes, es no limitarse a una nostalgia estéril respecto a Mayo del 68, sino la de ofrecer una resistencia mundial contra la violencia guerrera que está hundiendo al mundo en una crisis social y ecológica. Ya seas ideológicamente ecologista, socialdemócrata, liberal, socialista, comunista, anarquista o sólo tú mismo, el mundo te necesita (...) ¡Otro mundo es posible!.
Estoy a abierto a debatir cualquier contribución a propósito de mis correos electrónicos, o de lo que discutimos en la manifestación.
Este Llamamiento para protestar conjuntamente contra la guerra en Oriente Medio es sincero, honesto y serio. Lo apoyo y evidentemente voy a participar en la manifestación.
Quería señalar, no obstante, dos cosas:
En primer lugar, es cierto que debemos ser muy críticos respecto de los partidos y las organizaciones políticas que van a participar en la manifestación, porque aunque quizás no estén a favor de la guerra y luchen contra la miseria social en su región, eso no quiere decir que no defiendan sistemáticamente sus propios intereses económicos, imperialistas, militares, políticos y estratégicos. Hay una cuestión muy precisa a responder ¿quiénes son los que muy a menudo financian, ayudan a armarse a las organizaciones terroristas en sus países y, quien mantiene a organizaciones que son muy pequeñas comparadas con el Ejército norteamericano? Otro asunto muy concreto ¿Quién sabe que fueron los USA quienes formaron y prepararon a los talibanes para combatir al bloque ruso en la época de la Guerra Fría? ¿ Quién sabe que Francia y Bélgica jugaron un papel muy importante en el armamento que enfrento a las milicias de Ruanda que ocasionaron centenares de miles de muertos? ¿Quién sabe que potencias hay detrás de todos estos rivales y de donde sacan los terroristas su fuerza actual?. Los que, de una u otra forma, defienden a las organizaciones terroristas (no siempre de forma abierta) porque en algún modo serían “combatientes por la libertad”, o porque son los “débiles” ante potencias como los Estados Unidos de América, participan de hecho en el desarrollo de la guerra. Los terroristas son y siempre serán asesinos a gran escala porque alimentan el caos y la destrucción que hoy reina en Oriente Medio por objetivos tan imperialistas como los de sus rivales. Yo pregunto ¿Qué campo defienden estos abogados defensores de los terroristas?
En segundo lugar, la Guerra del Golfo en 1.991 fue aprobada por la ONU y, por tanto, era una guerra “legal”, pero eso no detuvo y no puede justificar los miles de muertos que hubo. Suponiendo que la actual guerra en Irak fuera “legal”, incluso suponiendo que Irak poseyera armas nucleares (como las tienen USA, Israel, India, China, Pakistán, Corea del Norte, el Reino Unido,...) no veo las razones por las que deberíamos apoyar esta guerra.
En mi opinión estos son los asuntos que hay que debatir.
¡Contra la guerra!, ¡Contra el terrorismo!, ¡Contra todo tipo de nacionalismo!
¡Por la paz!, ¡Por el internacionalismo!
Tras la presentación de estas contribuciones de los compañeros y una introducción de las principales cuestiones a debatir, entramos en ellas
¿Es la guerra producto de la mala fe de los dirigentes políticos? El capitalismo es un sistema inhumano, y no puede producir más que dirigentes inhumanos que defenderán sus intereses a expensas de todo el mundo. Este sistema está basado esencialmente en la búsqueda del beneficio y la explotación de la clase obrera. La defensa de sanguinarios intereses imperialistas entre naciones que compiten por intereses económicos y estratégicos es la consecuencia inevitable que condiciona a todos los que detentan el poder.
¿Cuáles con las verdaderas causas de las guerras actuales? Esta cuestión está directamente relacionada con la precedente, ya que las guerras capitalistas se desarrollan sobre la base de un terreno de rivalidad comercial sin tregua en un mercado mundial saturado. Desde el inicio del período de decadencia del capitalismo en 1914, todos los países, grandes o pequeños, son imperialistas, ya que el planeta esta dominado por un único sistema que quiere conquistar mercados y materias primas sin cesar. El resultado de la crisis económica, con todos los dramas humanos y la miseria que conlleva y que no cesan, se ve agravado y desarrollado por las guerras que aquí o allá estallan sin cesar. En el actual período histórico, estas guerras degeneran cada vez más, y ésta es su naturaleza esencial hoy en día, en confrontaciones puramente estratégicas entre Estados imperialistas.
¿Porqué ha sido invadido Irak por Estados Unidos, por el petróleo o por intereses estratégicos? La invasión de Irak, así como la guerra de los Balcanes o la de Afganistán, muestran concreta y claramente lo que debatimos, es decir que en el período actual todas las guerras han perdido su “racionalidad”. ¿Qué beneficio han sacado los países que han participado en ellas? En el período actual de decadencia del capitalismo y en la fase de su descomposición, el único beneficio posible es el de desarrollar posiciones estratégicas que sieguen la hierba bajo los pies al resto de rivales, aún a costa de no poder sacar ningún beneficio inmediato.
¿Por qué no existen actualmente bloques imperialistas, como en la época de la Primera y la Segunda Guerra Mundial y durante el período de la Guerra Fría? Es cierto que actualmente no hay una amenaza directa de guerra mundial que obligue a la formación de bloques imperialistas. Pero este hecho es la consecuencia directa de que vivimos en un período en el que ni la burguesía (con la guerra mundial) ni la clase obrera (con la revolución mundial) han podido imponer su respuesta a los problemas históricos de la sociedad capitalista. Estamos es una especie de “impasse” histórico, que la CCI hemos descrito como la fase de descomposición del capitalismo. En este período histórico, la perspectiva de la revolución puede desaparecer si la clase obrera no desarrolla una lucha consciente por su propia perspectiva de la emancipación.
En una segunda parte de la discusión que giro entorno a los medios para poner fin a la espiral guerrera del capital, y que, también son cuestiones que preocupan a muchos compañeros. La discusión abordó:
¿Puede el pacifismo poner fin a la guerra? La historia ha demostrado claramente que ninguna acción o manifestación pacifista contribuye a prevenir o a detener la guerra. Ni las deserciones, ni los actos de sabotaje, ni los tres millones de manifestantes congregados en Gran Bretaña han impedido al Gobierno laborista de Tony Blair atacar a Irak en compañía de los Estados Unidos. Los ejemplos de manifestaciones sin resultado ninguno antes de la Primera Guerra Mundial, y las toneladas de peticiones para frenarla en el caso de la Segunda, están ahí para atestiguarlo. Al contrario de lo que se cree, solo cuando la clase obrera se puso en movimiento se paró realmente la Primera Guerra Mundial. De hecho fue la oleada revolucionaria internacional que se desarrollo desde 1.917 a 1.923, la que la puso fin. Si la clase obrera no aparece como una alternativa real, la guerra se desarrolla hasta sus últimas y nefastas consecuencias, como pudo verse terriblemente en la Segunda Guerra Mundial con la destrucción total de Alemania y Japón, o como se ve hoy en día en Irak y Afganistán.
¿Por qué no se rebela mucha más gente cuando lo que está en juego es el futuro de la Humanidad? ¿Son tan diferentes los intereses de la burguesía y de la clase obrera ante la guerra? Estas cuestiones son claves para acabar de comprender que no existe ningún sector “humanitario” o bien intencionado en la burguesía por mucho que ésta lo proclame. En el “mejor” de los casos no expresan más que una cínica “compasión” ante las víctimas de la guerra. Cada fracción capitalista defiende con uñas, dientes, y el armamento más potente del que pueda disponer, sus intereses particulares y nacionales, se aferra a muerte al beneficio y la pervivencia del capitalismo y eso significa mantener, a toda costa, la competencia y organizarse para competir siempre con sus rivales, es decir, con las otras naciones. La clase obrera, por otra parte, no es sólo una víctima pasiva de las guerras y sus consecuencias. Por su naturaleza colectiva como clase que no tiene ningún interés especifico en mantener la supervivencia de este sistema, su resistencia al mismo en todos los terrenos comporta la posibilidad de ofrecer una alternativa a esta sociedad, una nueva sociedad basada en la defensa de las necesidades humanas. Solo la lucha internacional e internacionalista de la clase obrera, puede poner fin a las amenazas de guerra de todas las potencias imperialistas que pesan sobre la humanidad. ¡La guerra imperialista no puede detenerse ni acabarse hasta que no se destruya el sistema capitalista!.
Sobre estas cuestiones el debate dista mucho de haberse agotado e invitamos a los participantes, como hacemos ahora a nuestros lectores, a continuarlo a nivel internacional.
Traducido del nº 332 (julio 2007) de Internationalisme publicación en Bélgica de la Corriente Comunista Internacional.
Enlaces
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