La deuda y la gestión del Estado… ¿Son la causa de la crisis?

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Publicamos una contribución de dos compañeros de España sobre el problema de la deuda acompañada de nuestra respuesta

Hemos recibido una contribución interesante por parte de unos compañeros de España (Yves JULIEN, Jérôme DUVAL) donde abordan el problema de la deuda del Estado español. Esta contribución es una clara constatación de que a los ojos de todo mundo "el modelo se hunde", la miseria se extiende y las clases dominantes se enriquecen escandalosamente a costillas de la inmensa mayoría de la sociedad. «La deuda del Estado español está en el punto de mira de toda Europa, ya que los mercados financieros (bancos de inversión, fondos buitres y aseguradoras) han estado y siguen especulando con ella, con un solo objetivo: llevarse jugosos beneficios. Y esto a costa del empobrecimiento de la población en su conjunto, porque toda esta especulación conlleva un aumento progresivo de los intereses a pagar, reduciendo, a su vez, otros gastos del Estado, como ahora: la educación, las prestaciones de jubilación, viudez y desempleo, justicia, sanidad o servicios sociales» (Contribución de Julien-Duval). En este párrafo podemos notar y acordar con los compañeros en la indignación ante la situación y, lo que es muy cierto, la burguesía enfrenta la crisis atacando las condiciones de vida de los trabajadores en general.

Existe un parte del salario de los trabajadores devengado como servicios (salud, educación, etc.), eso que Marx llamaba el "salario social". Es esta porción de la clase obrera la que es inmediatamente atacada bajo la forma de "recortes al gasto público", lo cual es un eufemismo de un ataque a los salarios. Este ataque a nuestros salarios y modo de vida (¡modo de supervivencia!) ¿es producto de la especulación?, más aún, ¿la crisis es causada por una "mala gestión"?

La crisis de la deuda: expresión de la decadencia del capitalismo

Desde finales de los 60, el capitalismo no ha tenido otra opción que recurrir al crédito para aplazar una recesión generalizada. El capitalismo no produce planificadamente para la satisfacción de las necesidades humanas, produce en la anarquía donde cada empresa, cada, sector, cada nación, compite contra todos los demás en el afán de vender su productos. Todos producen como si el mercado fuese ilimitado, todos inundan con sus mercancías el mundo entero y, paradójicamente, cada vez hay menos compradores, los mercados extracapitalistas se extinguen y la parte absorbida por los trabajadores es cada vez más pequeña (más aún cuando vivimos la congelación de salarios, aumento de desempleo, inflación, etc.). Aparece la sobreproducción como esa epidemia que se abate sobre la sociedad (Marx).

La burguesía había logrado aparentar que esa sobreproducción tenía una salida a través de la implementación masiva del crédito. Sobre todo desde finales de los 60 este recurso permitió postergar el estallido, se adelantaba un valor que no se iba a realizar y eso solo significaba preparar una caída más violenta. Se endeudaron los particulares (las familias de la primer potencia mundial, los EUA, son las más endeudadas del mundo), las empresas y los Estados, estos últimos para defender la competitividad de su nación frente a las otras a través de la creación de infraestructura, prestando a sus bancos y empresas, etc. Vamos rumbo a casi medio siglo de mantener artificialmente una salida a las mercancías a base de créditos. Pero los créditos se amontonan unos sobre otros y hoy apenas si los Estados pueden pagar los "servicios de la deuda". Recordemos que ya en los años 70 la deuda de América Latina era impagable y la burguesía terminó traficando con sus propias leyes al "renegociar" esa deuda ("Plan Brady" orquestado por los EUA y el FMI) implementando una eliminación de una parte de ésta ("una quita") y obligando a las burguesías de esta región a abrirse y vender ramas enteras de sus economías ahora bajo control de capitales acreedores. Esa situación permitió a la mayoría de países Latinoamericanos suponer que el problema de la deuda había pasado. Sin embargo, las contradicciones profundas del capitalismo siguen operando y hoy los niveles de deuda son aún mayores que en los 70. Lo grave de la situación actual es que no se trata ya de países de la periferia del capitalismo, hoy se trata de la quiebra de países de las potencias industrializadas y, cabe señalar, Grecia, España, Portugal o Italia son nimiedades frente al endeudamiento de los EUA, GB o Alemania. En los 60 la deuda mundial equivalía al 100% del PIB mundial, hoy equivale a 250%!

Ningún Estado, ninguna empresa, pudieron evadir el camino del crédito. Era el único medio para aplazar la recesión, no se trataba, como hoy nos machacan, de querer vivir como zánganos a expensas de otros (como hoy se acusa a los griegos o a los mismos españoles!). Insistimos, esa toxina del crédito ha permitido al capitalismo mantenerse en pie, pero cada vez con mayores dificultades. Desde la década de los 50 estas deudas están condenadas a no ser reembolsadas, su acumulación hoy se expresa en el hiper-endeudamiento de los Estados y estamos ante quiebras que amenazan con desencadenarse de manera violenta. El crédito ha mostrado ya su límite histórico como paliativo a la sobreproducción capitalista.

Privilegiar a los ricos tampoco es causa de la crisis...

Los compañeros dicen: «en oposición con el discurso dominante, no son los gastos públicos los que han hecho que incrementara la deuda del Estado español. Al contrario, han sido medidas, cuyo beneficio para el conjunto de la población es más que dudoso, las que han provocado los déficit que han obligado un endeudamiento cada vez mayor. Por ejemplo, la baja de impuestos sobre sucesiones y donaciones, sobre el tramo superior del IRPF, y la supresión del impuesto sobre el patrimonio han beneficiado a los más ricos, cuyo patrimonio ha sido también protegido por el fraude fiscal, la bajada de impuestos sobre sociedades y las SICAV, como premio a su avidez y descontrol». Según esta afirmación, el endeudamiento generalizado de los Estados no sería para tratar de dar salida a las mercancías a base de promesa de pago, sería en cambio resultado de políticas de ayuda fiscal a los más ricos. Esta idea es presa de las campañas ideológicas de la burguesía, en los EUA Barack Obama ha prometido "aumentar los impuestos a los ricos", el medio altermundista propone a los cuatro vientos la consigan de "¡Qué la crisis la paguen los ricos!". Esta trampa introduce la idea de que se trataría no de eliminar la relación capital-trabajo sino de "armonizar" y hacer "equitativas" las relaciones entre ricos y pobres, es decir, no se trataría de acabar con la pobreza sino de humanizar a los ricos haciendo que paguen más.

Otra idea que está detrás de estas afirmaciones es que el estado sería "neutral", una especie de "juez social imparcial" que se estaría equivocando al beneficiar a la clase dominante. La historia confirma ampliamente la tesis marxista de que el estado surge como expresión de una sociedad con intereses irreconciliables y, para que no se consuma en una lucha estéril, el Estado surge como producto histórico que tiende a evitar esa debacle, sin embargo, el Estado tiende a identificarse y a defender a la clase económicamente dominante. La historia contemporánea está plagada de ejemplo de cómo los Estados legislan, reprimen y planean en función de apuntalar a la clase dominante. Hoy podemos ver cómo por toda Europa los planes de austeridad favorecen indefectiblemente al capital y atacan al trabajador. NO es eso un error inocente o una gestión errada de la economía, se trata llanamente de la expresión abierta del estado como defensor de las relaciones burguesas de producción. Pensar que un día en Estado podría desarrollar una "opción preferencial por los pobres" es una peligrosa ilusión del mismo calibre que pensar que bastaría con "fiscalizar" las cuentas del estado para que éste haga un trabajo "justo".

Los niveles de deuda alcanzados por los Estados son expresión de la gravedad misma del atolladero histórico en el que se encuentra este sistema decadente. Por más de 40 años la economía mundial ha funcionado a base de deudas, la producción de mercancías se ha sostenido sobre una montaña de deuda, la recesión solo se ha aplazado. Los planes de austeridad que se empiezan a convertir en el pan de cada día van a encoger la demanda de manera irremediable, es decir, van a agravar el problema. A Grecia le han condonado una parte importante de su deuda, sin embargo, eso no es garantía de que la situación vaya a mejorar. Los trabajadores están sometidos a una degradación implacable de sus condiciones de vida. Sus familias se verán orilladas a sobrevivir en condiciones indecibles que marcan hasta dónde ha llegado el "progreso democrático del capitalismo".

Constatar una realidad injusta es un ejercicio sencillo, buscar una solución radical implica comprender cabalmente las causas de estas injusticias. Por ejemplo, una vez que los compañeros en cuestión evidencian el problema de la deuda del estado español, se proponen como solución un vigilancia de las cuentas del Estado, así, «esta auditoria de la deuda pública española permitiría invertir la transferencia de riqueza operada por el servicio de la deuda en beneficio de los acaudalados tenedores de títulos de deuda hacia la población en su conjunto, para su bienestar». Evidentemente que no cuestionamos la sinceridad ni la honestidad de los compañeros al proponer esta "alternativa", sin embargo pensamos que es una muestra de las ilusiones que existen en el "estado democrático". En la organización de la vida social actual el Estado aparece como el rector y gestor eterno de la actividad humana, pensamos que esta idea sigue girando en torno a la defensa del sistema. Exigir al estado que "distribuya mejor la riqueza" implica mantener intacta la forma en que la riqueza se genera (sobre la explotación de la inmensa mayoría), implica mantener intacto el modo de producción de esa riqueza (producción social pero apropiación privada) para navegar en los terrenos fangosos del "derecho". Lo que tenemos que discutir y reflexionar juntos es saber si en el marco actual de las leyes y del Estado podemos encontrar una solución al dilema histórico actual o, como estamos convencidos, la solución está más allá de este sistema, es decir, la única solución al capitalismo está en su superación y no en su "mejoramiento". Por tanto, no se trataría de gastar energías en hacer que este sistema decadente mejore, al contrario, se trataría de eliminar las actuales relaciones de producción basadas en la explotación del trabajo asalariado. La revolución comunista mundial es una opción sobre la cual debemos reflexionar.

Fraternalmente,

CCI, 15-03-12.

CONTRIBUCION DE LOS COMPAÑEROS

La deuda del Estado español está en el punto de mira de toda Europa, ya que los mercados financieros (bancos de inversión, fondos buitres y aseguradoras) han estado y siguen especulando con ella, con un solo objetivo: llevarse jugosos beneficios. Y esto a costa del empobrecimiento de la población en su conjunto, porque toda esta especulación conlleva un aumento progresivo de los intereses a pagar, reduciendo, a su vez, otros gastos del Estado, como ahora: la educación, las prestaciones de jubilación, viudez y desempleo, justicia, sanidad o servicios sociales.

Todas estas medidas de austeridad, equivalentes a los planes de ajuste estructural llevadas a cabo en el sur del planeta a partir de los años 80, no hacen más que aumentar las desigualdades sociales, a través del empobrecimiento cada vez mayor de las personas, especialmente de las más vulnerables (mujeres, minorías étnicas, jóvenes, inmigrantes, personas en paro y jubiladas).

No obstante, y en oposición con el discurso dominante, no son los gastos públicos los que han hecho que incrementara la deuda del Estado español. Al contrario, han sido medidas, cuyo beneficio para el conjunto de la población es más que dudoso, las que han provocado el déficit que han obligado un endeudamiento cada vez mayor. Por ejemplo, la baja de impuestos sobre sucesiones y donaciones, sobre el tramo superior del IRPF, y la supresión del impuesto sobre el patrimonio han beneficiado a los más ricos, cuyo patrimonio ha sido también protegido por el fraude fiscal, la bajada de impuestos sobre sociedades y las SICAV, como premio a su avidez y descontrol.

Por lo tanto, la lógica imperante es de hacer pagar al conjunto de la población las ventajas económicas conseguidas por un pequeño número de personas adineradas a través de la deuda. Pero no resulta fácil conocer la proporción exacta del presupuesto dedicado a pagar la deuda. Esto se debe a una voluntad política deliberada de esconder estas cuestiones a la población, facilitada por el carácter peculiar del endeudamiento de los estados, muy diferente al entendimiento general de los préstamos a particulares o empresas. Para estos préstamos, el dinero prestado (llamado capital), así como los intereses, se reembolsan conjuntamente a lo largo del tiempo acordado. En el caso de un estado, solo los intereses de los préstamos (llamados letras, bonos u obligaciones del Estado, según sean a corto, medio o largo plazo) se van reembolsando a lo largo de su duración, mientras que el capital se debe devolver de golpe cuando acaba (vence) el préstamo. Por esta razón, el funcionamiento habitual de los Estados es de endeudarse más para pagar los vencimientos de las antiguas deudas, permitiendo a los estados esconder estos gastos, ya que se equilibran a nivel presupuestario: los gastos por pago de vencimientos equivalen a los ingresos por emisión de deuda nueva. No obstante, aumentando la deuda por el déficit resultando de una mala gestión presupuestaria, se incrementa cada vez más el pago, que a su vez necesita cada vez más emisiones. Además, esta nueva deuda puede ser emitida en condiciones diferentes, por ejemplo con tasas de interés más altas (lo que ha estado ocurriendo últimamente), que desembocan en el clásico *efecto bola de nieve* (aumento de la deuda por el efecto combinado de altas tasas de interés y nuevos préstamos para pagar endeudamientos anteriores).

El estudio minucioso de los presupuestos generales del estado (accesibles a través de la página Web del Ministerio de Economía y Hacienda) permite averiguar la cantidad de dinero gastada por el Estado español a título de reembolso de capital durante los últimos años (ver tabla). Por ejemplo, el reembolso de capital para el año 2010 es comparable al presupuesto total del Estado para ese año. Si sumamos intereses y capital reembolsados últimamente, vemos que *entre 2000 y 2010, el Estado español ha reembolsado más de 3 veces lo que debía en 2000, y sigue debiendo casi el doble*. Esta tabla también permite ver como los intereses y el capital reembolsados así como la deuda total no han parado de aumentar desde el año 2000, y con la actual especulación sobre la deuda del Estado español, esta tendencia no va a cambiar.

En conclusión, parece totalmente injusto ahorrar sobre los servicios públicos como educación y sanidad para rembolsar una deuda con el fin de aliviar un déficit que benefició a los más acomodados. Bajo presión popular, el Estado tiene que abrir todas las cuentas públicas de la deuda para que el pueblo, apoyado sobre el derecho nacional e internacional, pueda decidir si se debe rembolsar lo que ha sido pagado varias veces y que carece de legitimidad. Así, esta auditoria de la deuda pública española permitiría invertir la transferencia de riqueza operada por el servicio de la deuda en beneficio de los acaudalados tenedores de títulos de deuda hacia la población en su conjunto, para su bienestar.

Yves JULIEN, Jérôme DUVAL

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