Atentados en París – ¡Abajo el terrorismo!, ¡abajo la guerra!, ¡abajo el capitalismo!

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Un empeño en matar a cuanta más gente mejor. Una matanza. El viernes 13 de noviembre, París y sus afueras han sido el macabro escenario de unos actos sanguinarios perpetrados por un puñado de terroristas con chaleco de explosivos y armas de guerra. ¿Cuál era su diana?: todos los “pervertidos” por “el estilo de vida occidental[1], y, muy en especial, los jóvenes[2].

El 11 de enero pasado, al asesinar a los caricaturistas del semanario satíricoCharlie Hebdo, el Estado Islámico (EI)[3], mató a los “abuelos”[4] de tendencia libertaria muy influidos por el movimiento social de mayo del 68. Esta vez, al atacar unos espacios festivos y de moda (el “Stade de France” de Saint Denis, los bares y restaurantes de los distritos parisinos X y XI, la sala de conciertos del Bataclan[5]), los matarifes del EI apuntaban voluntariamente a una generación que según ellos estaba cometiendo el horrible crimen de querer encontrarse, discutir, beber, bailar y cantar libremente, o sea: amar la vida (lo cual la burguesía, sacando provecho de la emoción y del lavado de cerebro mediático,… ¡intenta identificar con el patriotismo!). Es esta misma generación la que anheló recoger la antorcha de Mayo del 68 durante el movimiento social de 2006 en Francia[6] y que, precisamente, expresó su solidaridad con los artistas asesinados de Charlie Hebdo movilizándose en masa durante las manifestaciones de enero.[7]

Estos nuevos crímenes fríamente planificados, inducidos por una ideología oscurantista y mórbida, digna del nazismo, no se deben a unos cuantos“monstruos” que bastaría con erradicar[8]; esta lógica es la de la burguesía. Sólo sirve para justificar la guerra, para engendrar a su vez más odio y más crímenes, y, sobre todo, ocultar las verdaderas causas de semejantes atrocidades. Lo que en realidad está en la raíz de todos los males es el sistema capitalista entero, un sistema sin porvenir, sin perspectiva, que se está descomponiendo poco a poco, arrastrando tras él a toda la humanidad en su engranaje mortífero.

El Estado Islámico, un producto del imperialismo

El EI es una expresión especialmente reveladora de la dinámica suicida del capitalismo. El Estado Islámico es un producto típico de la decadencia del capitalismo, segregado directamente por la fase actual de su descomposición.

En ese contexto, la ausencia de perspectiva social firme en el plano histórico es la causa principal de la agravación y multiplicación de los conflictos imperialistas, de la delicuescencia acelerada de la sociedad. Ninguna de las dos clases fundamentales y antagónicas de la sociedad, ni la burguesía ni le proletariado, consiguen imponer su proyecto histórico, o sea, la guerra mundial para aquélla o la revolución comunista para éste. Desde mediados de los años 1980, la sociedad está así prisionera de lo inmediato, aparece sin porvenir y se pudre sobre sus propias raíces[9]. El desmoronamiento de la URSS en 1990, producto de esa dinámica, agudizó todas las contradicciones del sistema. Las expresiones de la fase de descomposición son múltiples: individualismo y cada cual a la suya, gansterismo, repliegue identitario y sectario, oscurantismo, nihilismo y, sobre todo, incremento del caos bélico. Todo eso hasta el punto de desestabilizar los Estados más débiles, acarreando su desplome, llevando la lógica de los conflictos a hacer estragos en regiones enteras del planeta. Todo eso tiene un primer responsable: las grandes potencias imperialistas, sobre todo en África y Oriente Medio.

Un breve recordatorio de la historia de los conflictos en esas regiones durante las últimas décadas ilustra con creces esa realidad. Desde que se desmoronó la URSS, a Estados Unidos se le ha hecho cada vez más difícil imponerse como “gendarme del mundo”, porque, podrá parecer paradójico, pero la existencia del enemigo ruso obligaba a los adversarios de EE.UU a protegerse tras la potencia norteamericana. Las naciones del bloque occidental estaban pues obligadas a aceptar la “disciplina de bloque” del “Tío Sam”. En cuanto se desmoronó la URSS, el bloque del Oeste se disgregó y cada cual intentó jugar su baza imperialista. Estados Unidos tuvo que imponer cada vez más su liderazgo por la fuerza. Ése es el sentido de la “grandiosa” demonstración militar de la Guerra del Golfo en 1990, episodio durante el cual la burguesía norteamericana logró, puntualmente, obligar a todos sus “aliados” a unirse a ella. Pero la situación siguió degradándose para Estados Unidos hasta que, más aislados cada día, llevaron a cabo la guerra en Afganistán en 2001 y luego en Irak en 2003, con el único resultado de desestabilizar geopolíticamente ambas regiones. Esta dinámica ya la anunciábamos desde octubre de 1990: “Lo que hoy demuestra la guerra del Golfo es que, frente a la tendencia al caos generalizado propia de la fase de descomposición, y a la que el hundimiento del bloque del Este ha dado un considerable acelerón, no le queda otra salida al capitalismo, en su intento por mantener en su sitio a las diferentes partes de un cuerpo con tendencia a desmembrarse, que la de imponer la mano de hierro de la fuerza de las armas. Y los medios mismos que está utilizando para contener un caos cada vez más sangriento son un factor de agravación considerable de la barbarie guerrera en que se ha hundido el capitalismo.[10]

Y fue así como la intervención de EE.UU en Irak en 2003, además de los 500 000 muertos que ocasionó, echó abajo al gobierno suní de Sadam Husein[11] sin ser capaz de sustituirlo por un nuevo Estado estable. Muy al contrario, la expulsión del poder de la fracción suní, sustituyéndola por la chií, ha creado un caos permanente. El Estado Islámico ha nacido sobre esas ruinas, en el vacío dejado por la delicuescencia del Estado iraquí. Su creación remonta a 2006, cuando Al Qaeda formó con otros cinco grupos yihadistas el “Consejo consultivo de los muyahidines en Irak”. El 13 de octubre de 2006, ese Consejo consultivo proclama “el Estado islámico de Irak”, que se considera desde entonces como el “verdadero Estado”. Muchos antiguos generales de Sadam Husein, competentes y poseídos por el espíritu de revancha contra “Occidente”, se unen en aquel entonces a las filas de lo que sería el E. I. La desestabilización de Siria será después la ocasión de un nuevo desarrollo del Estado Islámico. En 2012, empieza, en efecto, a extenderse por Siria y el 9 de abril de 2013, se autoproclama “Estado Islámico de Irak y Levante”.

Cada nuevo conflicto imperialista, en el que las grandes potencias desempeñan todas ellas un papel ineludible, va a servir cada vez para que el E.I extienda su dominación creciendo en la tierra, fértil para él, del odio y del espíritu de venganza. Y así, van a prestarle fidelidad varios grupos yihadistas como Boko Haram en el nordeste de Nigeria, Ansar Maqdis Churas Chabab al Islam en Libia, Yund al Jalifa en Argelia y Ansar Dawlat al Islamiya en Yemen. La guerra imperialista ha amamantado, sin la menor duda, el Estado islámico. Es un fenómeno que se ha ido desarrollando y extendiéndose desde mediados de los años 1980: bajo el peso tanto de las contradicciones económicas y políticas internas como de los conflictos imperialistas, los Estados más débiles se hunden. En el Este, en los años 1990, en los Balcanes sobre todo, eso se concretó en una fragmentación de naciones y en conflictos sanguinarios como ocurrió con el estallido de Yugoslavia. Desde el Cáucaso (Chechenia) hasta el Asia central (Afganistán) o África (el ex Zaire, el Cuerno de África etc.), la inestabilidad estatal ha dado paso a la emergencia de proto-estados paralelos e incontrolables, dirigidos por señores de la guerra. El E.I. es una nueva expresión de ese fenómeno, auténtica gangrena,pero a una escala geográfica desconocida hasta hoy.

La responsabilidad de las grandes potencias no sólo se limita a desestabilizar regiones con sus intervenciones militares por razones de estrategia o, más simplemente, por la defensa de sórdidos intereses. También han sido a menudo y directamente, las creadoras de todas esas bandas asesinas y oscurantistas a las que han intentado instrumentalizar. El Estado Islámico está formado por las fracciones más radicales del sunismo, cuyo primer gran enemigo es, por lo tanto, la gran nación del chiismo, Irán. Por eso es por lo que todos los enemigos de Irán (Arabia Saudí, Estados Unidos[12], Israel, Qatar, Kuwait…) apoyaron política, financiera e incluso a veces militarmente al E.I. Turquía también se ha apoyado en el Estado islámico para usarlo contra los kurdos. Esta alianza de circunstancias y heteróclita muestra que las diferencias religiosas no son la base real del conflicto: son las disputas imperialistas y los intereses nacionales lo que ante todo diseña las líneas de separación y transforma las heridas del pasado en odio moderno.

Dicho lo cual, todos esos se han visto obligados finalmente a cambiar de idea. Arabia Saudí ahora ha prohibido toda ayuda financiera a E.I y encarcela a todos aquellos que sigan ejerciendo de mecenas. Y para luchar contra el Estado Islámico, Estados Unidos ha iniciado oficialmente cierto acercamiento a… ¡Irán! ¿Por qué semejante vuelco? La respuesta dice mucho sobre el estado de delicuescencia del sistema capitalista. La dimensión oscurantista, religiosa y sobre todo destructora del EI es tal que ese grupo escapa a todo control. Estados así, sin porvenir y dominados por la Sharía, el código islámico, ya han existido, en el África central en especial, pero siempre se han limitado a una dimensión regional. En este caso, el fenómeno Estado islámico afecta a una zona mucho más amplia y sobre todo esa parte tan geoestratégica y neurálgica de Oriente Medio[13].

Los cambios incesantes de alianzas, esa política de cortas miras y cada vez más destructora son, como la existencia misma de ese proto-estado islámico, un revelador de la descomposición del sistema entero, del callejón sin salida capitalista, de la ausencia de solución duradera y de perspectiva alguna para todas las naciones.

También en esto, la brújula del marxismo nos permitió comprender ya en 1990 que la sociedad entera tomaba ese rumbo: “En el nuevo período histórico en que hemos entrado, y los acontecimientos del Golfo vienen a confirmar, el mundo aparece como una inmensa timba en la que cada quien va a jugar “por su cuenta y para sí”, en la que las alianzas entre Estados no tendrán ni mucho menos, el carácter de estabilidad de los bloques, pero que estarán dictadas por las necesidades del momento. Un mundo de desorden asesino, en el que el “gendarme” USA intentará hacer reinar un mínimo de orden con el empleo más y más masivo y brutal de su potencial militar[14]

Último viraje de bordo hasta ahora: resulta que hoy Francia está dispuesta a apoyar, mediante su acercamiento a Rusia, a Bashar al Assad (reconocido responsable de ¡200 000 muertos desde que empezó la guerra civil!) contra el E.I. y eso que se había comprometido, mediante todo su peso diplomático, con la “oposición siria” desde 2011. Putin y sus innobles desmanes en Chechenia, luego en Ucrania,son ahora comprensibles, recomendables y dignos de trato…

Al llevar a cabo todas esas guerras, al sembrar muerte y desolación, al imponer el terror de las bombas y al atizar el odio en nombre de la “legítima defensa”, al apoyar este o aquel régimen asesino, según las circunstancias, al no proponer otro porvenir sino más y más conflictos, y todo ello únicamente por defender sus sórdidos intereses imperialistas, las grandes potencias son las primeras responsables de la barbarie mundial, incluida la del E.I. En eso, cuando el autodenominado “Estado islámico”, cuya santísima trinidad son la violación, el robo y la represión sangrienta, destruye toda cultura (con el mismo odio a la cultura que el régimen nazi[15]), cuando vende mujeres y niños, a veces por sus órganos, no es sino una forma especialmente caricaturesca, sin artificios ni maquillajes, de la barbarie capitalista, cuya práctica son capaces de realizar todos los Estados del mundo, todas las naciones, pequeñas o grandes. “Avergonzada, deshonrada, nadando en sangre y chorreando mugre: así vemos a la sociedad capitalista. No como la vemos siempre, desempeñando papeles de paz y rectitud, orden, filosofía, ética, sino como bestia vociferante, orgía de anarquía, vaho pestilente, devastadora de la cultura y la humanidad: así se nos aparece en toda su horrorosa crudeza.”[16]

Un paso adelante en la descomposición capitalista

Son pues, en primer término, las grandes potencias las que dan rienda suelta a su propia barbarie en tierra y en el aire de las naciones capitalistas más débiles (pero igual de bárbaras todas ellas). Y es la misma barbarie la que, finalmente, escapa a su control y se da media vuelta, como un búmeran, para golpearles en pleno corazón del sistema. Ése es el verdadero significado de los atentados del 13 de noviembre en París. No son sólo ya el enésimo acto terrorista; son un paso más en la agudización de las tensiones imperialistas y en la putrefacción de la sociedad capitalista. Pues, aunque los atentados diezman regularmente a las poblaciones de África y de Oriente Medio[17], golpear el corazón histórico del capitalismo es algo especialmente significativo de la degradación de la situación mundial. En la época de los atentados que habían golpeado París en 1985 y 1986, escribíamos: “lo que traduce la oleada actual de atentados terroristas es que la descomposición de la sociedad está hoy alcanzando tal grado que les grandes potencias están cada vez menos al abrigo de sus manifestaciones más bárbaras, haciéndoseles cada día más difícil limitar al Tercer Mundo esas formas extremas de convulsiones de un sistema agónico. De igual modo que las metrópolis capitalistas pudieron, al principio, repeler hacia la periferia lo más catastrófico de una crisis que tiene, sin embargo, sus orígenes en ese corazón mismo del sistema, o sea en esas metrópolis, éstas también repelieron hacia esos mismos países periféricos las formas más bárbaras – especialmente los enfrentamientos armados – de las convulsiones que la crisis engendra. Pero hoy, del mismo modo que la crisis está de vuelta para golpear con fuerza multiplicada a los países centrales del capitalismo, acarrea con ella una parte de esa barbarie que había desencadenado en el Tercer Mundo”[18]

Tal proceso en marcha desde mediados de los años 1980 y sobre todo desde los ataques a las Torres Gemelas en 2001, no ha cesado de intensificarse. Los atentados del 13 de noviembre significan pues un paso más, cualitativamente importante, incluso en relación con los de Madrid (2004), Londres (2005) o Boston (2013). Por ahora, el balance provisional se ha establecido en 130 muertos y 351 heridos, 98 de los cuales graves. Esta espantosa hecatombe está entre las peores que hayan golpeado el corazón de Europa desde la Segunda Guerra Mundial, y eso gracias a que los atentados con explosivos del Estadio de Francia fracasaron.[19] La diferencia real no sólo estriba, sin embargo, en lo cuantitativo, pues ya los atentados de Madrid causaron cantidad de víctimas (200 muertos, 1400 heridos). Esta vez no se trata de un acto aislado y breve: el Estado Islámico ha conseguido, al contrario, multiplicar los lugares de ataque y masacrar durante tres horas ¡en pleno París! Ha trasladado a Occidente, durante toda una noche, la atmósfera de guerra que vive día tras día la población en Siria, en Irak, en Afganistán, en Pakistán, en Nigeria etc. (y de la que intenta huir desesperadamente). La puesta en escena, “minuciosamente[20] preparada de los atentados permitiendo así engendrar una verdadera onda de choque y de pánico. La retransmisión en directo de lo que sucedía por todas las televisiones del mundo, de esas imágenes de guerra urbana, la incertidumbre sobre la cantidad de víctimas, la cantidad de ataques y de terroristas implicados… todo ello creó un clima insoportable de terror. Millones de telespectadores impotentes se quedaron pegados a las pantallas, incapaces después de pegar ojo por la noche. El Estado Islámico consiguió dar la prueba tanto de tener una gran potencia económica y militar como de la incapacidad de Francia de impedir semejantes actos. Y, efectivamente, el Estado francés, aun cuando preveía ataques inminentes, apareció impotente para evitar la matanza.

Peor todavía, el E.I ha podido apoyarse en hombres y mujeres nacidos y que viven en Francia y Bélgica, capaces de cometer los peores crímenes en nombre de una ideología irracional, nauseabunda y mórbida. O dicho de otra manera, es ante todo la descomposición misma de la sociedad que gangrena el corazón del capitalismo la que ha engendrado directamente semejante atrocidad.

Muchos son los supervivientes que, al haber visto de cerca a los terroristas, dieron fe de la apariencia banal de sus verdugos: jóvenes entre 20 y 30 años, temblando de miedo, sudando a chorros[21], pero eso sí, determinados, justificando sus incalificables acciones asesinas por la necesidad de “vengar los crímenes cometidos por el ejército francés en Siria”. Esos actos horribles no los han perpetrado unos monstruos sino seres humanos totalmente desintegrados y adoctrinados, nacidos la mayoría en una Europa“civilizada”.

Una gran cantidad de los yihadistas europeos, hoy en Siria, proceden de la pequeña burguesía, una clase sin más perspectiva que el desclasamiento, corroída por la envidia hacia los modelos de la gran burguesía y, sobre todo, ajena a todo proyecto de sociedad alternativo, gangrenada por el nihilismo y el odio. Es, por cierto esa misma capa de la sociedad la que formó, en los años 1930 y 1940, el grueso de las tropas de choque del nazismo.

Otra parte no desdeñable del ejército del E.I.procede de las barriadas pobres. Suelen ser chavales con una trayectoria caótica, humillados por un sistema que los rechaza de su esfera económica pero también cultural y social. Aquí también, la voluntad de venganza, por un lado, y el nihilismo del otro, expresiones de una sociedad sin porvenir, son sin duda los resortes fundamentales de su trayectoria. Mediante esas matanzas cobardes, infames y absurdas, los más radicales tienen la impresión de existir al fin, a costa, sin importancia para ellos, de muertes, creyendo así que atacan al sistema que los ha excluido.

Una última parte (sobre todo entre los kamikazes) la reclutan directamente entre los delincuentes. Son a menudo ex hampones a los que, tras haber robado o agredido en múltiples ocasiones, se les encuentra años más tarde empuñando la kalachnikov, matando a destajo so pretexto de una ideología de inspiración religiosa de las más rigoristas.

O sea, desde Europa a Oriente Medio, como en el resto del mundo, la ausencia de perspectiva primero y, luego, sus consecuencias más graves (la putrefacción social, el gansterismo, el desarrollo de la “moral” del lumpen-proletariado), constituyen el campo abonado para esa deriva mórbida. El encuentro entre esos jóvenes nacidos en Europa y grupos iraquíes y sirios, oscurantistas y matarifes, capaces de desplegar una estrategia y experiencia militar, no tiene nada de casual.

Las grandes potencias usan las muertes perpetradas por el terrorismo
para justificar la guerra…

Resumiendo, el imperialismo y la descomposición son la pareja que tras aparearse engendran el terrorismo actual. Guerra, no-future, miedo y odio, desmoronamiento moral, terrorismo… y de nuevo la guerra. Es un círculo vicioso sin fin. El capitalismo arrastrará en tal engranaje y en su caída a la humanidad entera, hasta aniquilar toda vida, si no es destruido y superado por otra sociedad.

Pues ¿cuál ha sido la reacción de todas las grandes naciones la noche misma de los atentados del 13 de noviembre? Las palabras del Primer ministro francés (socialista), Manuel Valls, pronunciadas al día siguiente del drama en el canal-TV más importante del país, marcaron el tono: “voluntad de aniquilar Daesh”; “replicaremos golpe por golpe”; “seremos despiadados”; “replicaremos al mismo nivel”; “estamos en guerra”, una guerra que “podría durar meses, quizás hasta años”, que “requiere medios excepcionales”, añadiendo“lo haré todo para preservar la unidad y la unión sagrada”y terminando con este llamamiento bélico: “seamos patriotas para derrotar al terrorismo”.

Y toda la prensa nacional titulando en coro:“¡Ahora es la guerra!”, “¡Es Francia a quien se ataca!”, etc. Esta campaña patriotera, nacionalista se ha trasmitido a escala internacional, orquestada bajo la bandera bleu-blanc-rouge y amenizada por la Marsellesa. Por todas las partes del mundo, en todos los grandes monumentos, pero también en las redes sociales, en los campos de deporte…se ha agitado la bandera francesa. La letra de la Marsellesa se publicó en los diarios ingleses para que el público la entonara el 18 de noviembre en el partido Inglaterra-Francia en Wembley. No hay en todo eso la más mínima solidaridad real de las grandes potencias hacia Francia, pues todas esas naciones se hacen una despiadada competencia, económica y, a veces, militar. No, cada burguesía nacional ha utilizado ni más ni menos los 130 muertos de París, y el miedo producido, para colar la idea pútrida de que la unidad nacional es la más hermosa y más elevada de las unidades posibles, la que crea la convivencia, la que nos protege del “exterior”. ¡Las banderas nacionales siempre han sido banderas de guerra!, esa es la realidad. Las banderas nacionales son el símbolo de la ideología que vincula a las diferentes clases de la nación contra las demás naciones;¡es básicamente la misma ideología que la del Estado islámico! Y es hoy en Francia el Partido Socialista en el poder, la avanzadilla de tal espíritu agresivo y belicoso. Resultado: el estado mayor francés ha lanzado “como represalias a los atentados” decenas de bombas en unos cuantos días y ha enviado su portaaviones Charles De Gaulle para triplicar la capacidad de bombardeo del ejército francés en Siria. Esos ataques vienen a añadirse, por ejemplo, a los 4 111 blancos alcanzados por el ejército ruso en estos cuarenta y ocho últimos días. Aunque la prensa da cuenta cada día las victimas “colaterales” debidas a esos bombardeos masivos[22], es hoy por hoy imposible obtener un balance verdadero. Así ha sido siempre con cada guerra llevada a cabo por les grandes naciones democráticas que dicen intervenir en nombre de la “paz”, de lo “humanitario”, de la “seguridad de los pueblos”, etc. Y cada vez, los balances humanos publicados años más tarde son espantosos. Baste un ejemplo: según el informe: Body Count, Casualty Figures after 10 years of the ’War on Terror [23], la “guerra contra el terrorismo” lanzada por Estados Unidos tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 causó en doce años la muerte de al menos 1 3000 000 personas en tres países (Irak, Afganistán y Pakistán), precisando que se trata de una “estimación baja” que no tiene en cuenta otros conflictos (Yemen, Somalia, Libia, Siria). Irak es el país que ha pagado el tributo más elevado a la guerra contra el terrorismo, con un millón de muertos, contra 111 000 según los medios estadounidenses y 30 000 según el ex-presidente George W. Bush. El informe evoca un “crimen contra la humanidad próximo al genocidio”. ¡Ése es el verdadero rostro de la guerra imperialista! ¡Ése es el verdadero y alto tributo de los ataques “quirúrgicos”!

Los ataques actuales sobre Siria podrán quizás dañar al E.I, lo que hará a este proto-estado todavía más suicida y asesino, pero van a alimentar en esas regiones, y por el mundo entero, el miedo y el odio. El fenómeno que representa el E.I y que lo hizo nacer, saldrá al fin y al cabo reforzado. La “réplica” de los Estados contra el “terrorismo” solo podrá significar una escalada en el militarismo y rienda suelta a la misma barbarie cada día más irracional, en una espiral infernal de un caos sangriento.

…, y agudizar los odios y reforzar la vigilancia policial!

Sacando las lecciones de los atentados del 7 de enero pasado contra Charlie Hebdo, cuando la burguesía, sorprendida por las manifestaciones espontáneas, se vio obligada a subir rápidamente al tren en marcha, el Estado francés, esta vez, ha impedido que se expresaran los mismos ánimos espontáneos de solidaridad que favorecen la reflexión, las discusiones e inducen la idea latente de que "la calle" puede representar una fuerza política[24]. Esta vez, al contrario, se ha prohibido toda concentración de gente y se ha llamado a cada cual a “quedarse en casa”, identificarse con “la nación”, “la patria”, y aceptar la lógica de guerra. Está incluso emergiendo la idea de un servicio nacional y de una “guardia nacional”. Sin perder semejante ocasión, el Partido Socialista en Francia se ha aprovechado de los atentados para justificar el reforzamiento del arsenal represivo y de vigilancia. Se ha decretado el estado de emergencia, prolongándose después durante tres meses, por primera vez desde la guerra de Argelia (en 1958 y en 1961), en todo el territorio metropolitano, pero también en los departamentos de ultramar (Guadalupe, Martinica, Guayana, la Reunión y Mayotte). Este estado de emergencia es una situación especial, una especie de estado de excepción que restringe las “libertades” ,“confiere a las autoridades civiles, en el área geográfica en que se aplica, poderes excepcionales de policía[25] como, por ejemplo, la posibilidad de realizar perquisiciones masivas. Se trata de hecho de acostumbrar a población al reforzamiento drástico del control policiaco y de la represión que la burguesía sabe perfectamente que podrá utilizar en el futuro contra la clase obrera, y además hay ya cantidad de leyes en discusión para reforzar la “seguridad nacional”. Esta misma campaña de seguridad se está actualmente llevando a cabo por todas partes en el mundo.

Para resumir, el Estado saca provecho del terrorismo para presentarse como el garante de la paz para así hacer mejor… la guerra, como protector de los derechos humanos para reforzar… el control de la población y, evidentemente, como la garantía de la unidad social para atizar… los odios. Así, en todo momento, se incita a la xenofobia, al odio al musulmán y todas las demás divisiones que permitan al orden capitalista reinar como dueño y señor de sus explotados. Por todas partes en Europa, las corrientes políticas burguesas xenófobas están en auge. Por todas partes se multiplican las acciones anti-inmigrantes, como en Alemania, donde han quemado hogares de acogida y organizado cazas al inmigrante. En Francia, los discursos del Front National, de extrema derecha, y de una parte de la derecha[26], funcionan con los mismos resortes que los del Estado Islámico: repliegue, miedo, exclusión y odio al otro.

¡La única perspectiva para la humanidad: la lucha obrera contra el capitalismo!

En tal contexto social, los limitados actos de solidaridad real se mostraron heroicos. En la noche del 13 de noviembre, a pesar del peligro, hubo personas que aportaron auxilio inmediato acudiendo espontáneamente en socorro de los heridos. En los barrios objetivo de los terroristas, hubo habitantes que no vacilaron en abrir sus puertas para dar refugio a gente aterrorizada en la calle. Por todas partes se produjo una breve tendencia a reunirse por solidaridad, expresándose una indignación que la prohibición de manifestarse apagó rápidamente. Todo ello mostró que “la indiferencia”, la “ignorancia del otro”, que suele predominar en la sociedad capitalista en tiempo normal, pueden ser superadas cuando se expresa la voluntad consciente de solidaridad, la de dar auxilio en los golpes duros. Es lo que pudimos también ver en los últimos meses por una parte significativa de la clase trabajadora en la acogida de inmigrantes al principio de su llegada a Alemania. Pero como lo muestra también la situación de hoy, ese ímpetu frágil, a causa de las debilidades importantes de la clase obrera, puede ser fácilmente desviado hacia el falso terreno del patriotismo y del nacionalismo, tras la lógica asesina, e in fine xenófoba de los Estados más democráticos. El clima de terror, de miedo, al igual que la propaganda tras los atentados de París van a ser una pesada losa en la conciencia de la clase obrera; la unión sagrada exigida en torno al Estado y la nación en peligro no puede sino reforzar el peso de las ilusiones mortales sobre la defensa de la democracia y de la angustiante ilusión de seguridad a nivel internacional. Lo que cerrará un poco más el horizonte de otra perspectiva, reforzándose entonces las fuerzas suicidas de este capitalismo en putrefacción.

La única y verdadera solidaridad para la clase obrera sólo puede expresarse de manera autónoma, fuera de todas las influencias de la ideología burguesa biempensante, sobre todo durante las luchas obreras. La generación que acaba de ser el blanco principal de los atentados del 13 de noviembre supo dar, durante el movimiento social de 2006, un amplio impulso de solidaridad en el seno de toda la clase obrera. Y cuando algunos jóvenes a la deriva, venidos de las barriadas pobres, se acercaron para extorsionar a los manifestantes, esta generación de estudiantes y trabajadores precarios rehusó caer en la trampa de la división. Acudieron a ver a esos jóvenes en sus barriadas para intentar que se unieran a la lucha general. Si demostraron tal inteligencia fue porque aquel movimiento social supo dotarse de asambleas generales que permitieron la reflexión, la discusión y la elaboración colectiva, o sea la elevación de la conciencia política. Ésa es la única vía posible que tomar frente al desarrollo de los peores efectos de la descomposición: la solidaridad en la lucha, el debate franco y abierto, el desarrollo de la conciencia obrera.

Al cabo, sólo esa lógica permitirá encontrar una identidad política de clase, la perspectiva histórica de otra sociedad. Podrá abrirse entonces la posibilidad de un mundo sin clases, sin guerras ni fronteras, en una comunidad humana mundial cuyo corazón será la satisfacción de las necesidades humanas, sin olvidar en particular el gusto por el arte, la ciencia y la cultura, y no la búsqueda de la ganancia:Esta demencia no tendrá fin, la sangrienta pesadilla del infierno no cesará hasta que los obreros (…) se estrechen fraternalmente las manos y ahoguen al coro brutal de los agitadores belicistas y el grito ronco de las hienas capitalistas en el poderoso grito del trabajo, “¡Proletarios de todos los países, uníos![27]

CCI, 21 de noviembre de 2015


[1]Comunicado del E.I. reivindicando los atentados.

[2]Una gran parte de las víctimas era de edades entre 25 y 35 años. Puede leerse, por ejemplo: "Á Paris, une génération visée", (Le Monde) o: "La jeunesse qui trinque" (La juventud es quien paga), (Libération del 15.11.2015)

[3]Daesh, según las siglas en árabe o ISIS, en inglés.

[4]Cabu (76 años), Wolinski (80 años), Bernard Maris (68 años)

[5]… “donde estaban reunidos cientos de idólatras en una fiesta de la perversión”, también según el comunicado del EI.

[7] Ver /cci-online/201501/4066/sangrientos-atentados-en-paris-el-terrorismo-una-manifestacion-de-la-putrefac También, puede leerse al respecto: "les portraits poignants des victimes du 13 novembre" (conmovedores retratos de las víctimas del 13/11), publicados en la página Web del diario Libération.

[8]“Si el conjunto de los países del mundo no es capaz de erradicar a 30 000 personas, que son unos monstros, es que ya nada es comprensible”, Laurent Fabius, ministro de Relaciones Exteriores del gobierno socialista de Francia (declaración a radio France Inter del 20 de noviembre).

[9] "La descomposición: fase última de la decadencia del capitalismo", Mayo de 1990, Revista Internacional nº 107.

[10]"Militarismo y descomposición", (Revista Internacional n°64, 1er trimestre de 1991), https://es.internationalism.org/revistainternacional/201410/4046/militar...

[11] Hay que recordar que Estados Unidos ayudó ampliamente al ascenso al poder de  Sadam Husein en 1979 en Irak, como aliado contra Irán.

[12] « Daesh[E.I.] dispone de un auténtico “tesoro de guerra” (2 mil millones de dólares según la CIA), de rentas masivas y autónomas, sin comparación con las que disponía Al Qaeda. Daesh dispone de numerosos equipamientos militares, rústicos algunos, pero también pesados y sofisticados. Más que a un movimiento terrorista, estamos enfrentados a un verdadero ejército encuadrado por militares profesionales. ¿Y qué doctor es el que ha fabricado ese monstruo? Digámoslo claramente, porque eso tiene consecuencias: son los Estados Unidos. Por interés político a corto plazo, otros actores, de entre los cuales algunos son amigos de Occidente – otros actores pues, por conveniencia o por voluntad deliberada, han contribuido en esa construcción y en su fortalecimiento. Pero los primeros responsables son los Estados Unidos.” (palabras del general Vincent Desportes, profesor asociado de Ciencias Políticas de París en su audición por el Senado francés sobre la operación “Chammal” en Irak, disponible en el sitio web del Senado francés).

[13] El califato que E.I. pretende conquistar por las armas se extendería por: Irak, Siria, Líbano, Kurdistán, Kazajstán, los países del Golfo, Yemen, el Cáucaso, el Magreb, Anatolia, Egipto, Etiopia, Libia, todo el cuerno de África, una parte Europa, Andalucía en particular. Semejante proyecto delirante e irrealizable además de ser una empresa suicida, también es devastadora

[14] “Militarismo y descomposición”

[15] Otra cosa en común con el Estado Islámico, el régimen nazi también tenía un objetivo de conquista y de política irrealista y suicida. Por eso, el término de islamo-fascismo para calificar la ideología de Daesh es apropiado.

[16]Rosa Luxemburg, La crisis de la Socialdemocracia (Folleto de Junius), 1915

[17]La lista macabra de atentados a través del mundo desde los de las Torres Gemelas en septiembre de 2001 es interminable. Baste con mencionar uno de los últimos: el ataque y la toma de rehenes de la clientela internacional y del personal local en un hotel del centro de Bamako en Mali por un grupo aliado a Al Qaeda una semana después de las matanzas de Paris, con al menos 27 muertos suplementarios.

[18] « Attentats terroristes en France : une expression de la barbarie et de la décomposition du système capitaliste” (Révolution internationale n°149, octubre de 1986).

[19]Le amplitud de las matanzas que golpean con regularidad los mercados de Oriente Medio en ese tipo de ataques-suicidas, da que pensar de la horrible masacre si los terroristas hubieran logrado entrar en el recinto.

[20]Como lo dice el comunicado del E.I. revindicando los atentados.

[21]Los kamikazes suelen estar fuertemente drogados a veces cuando pasan a la acción, como así fue con el que cometió la matanza  del hotel de Susa (Túnez) en junio.

[22]Un ejemplo entre otros incontables: “Ayer, ‘Al menos 36 personas, entre las cuales 10 niños, fueron matadas y decenas de otras más heridas durante los más de 70 ataques por aparatos rusos y sirios contra varias localidades de DeirEzzor’ según Rami Abdel Rahmane, director del Observatorio sirio de derechos humanos”. (semanario L’Express del 20 de noviembre).

[23]Publicado por estas organizaciones: Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (IPPNW, premio Nobel de la paz en 1985), Physicians for Social Responsibility y Physicians for Global Survival.

[24] En la hoja internacional que publicamos sobre las luchas de 2011 (Indignados en España, Occupy en USA etc.) decíamos: Desde hace más de 30 años que no se veía a grandes multitudes ocupando calles y plazas para intentar luchar por sus propios intereses más allá de las ilusiones o confusiones que les haya podido afectar”. Ver https://es.internationalism.org/node/3349

[25]Sénat (Senado), “L'état d'urgence” (el estado de emergencia), en Étude de législation comparée, nº156, enero de 2006.

[26] Como Nadine Morano, ex ministra de Sarkozy y de su partido que dijo que “Francia es un país de raza blanca”.

[27] Rosa Luxemburg, ídem.

 

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Atentados en París