Chris Knight, Marxismo y ciencia (1ª parte)

Printer-friendly version

Publicamos a continuación una contribución del antropólogo Chris Knight sobre la relación entre marxismo y ciencia. Chris asistió al XIXº Congreso de la CCI del pasado mes de Mayo pasado, para participar en el debate que, desde hace algún tiempo, llevamos en el seno de nuestra organización sobre este tema, y que ha dado lugar a los artículos que hemos publicado a propósito de Freud, Darwin, o las teorías del propio Chris sobre los orígenes de la cultura humana. Tenemos también la intención de dar a conocer algunos de los documentos internos que puedan servir para abrir públicamente este debate, que se deriva lógicamente de discusiones anteriores sobre la ética, la naturaleza humana y el comunismo primitivo. Nuestro objetivo no es sólo lograr una visión homogénea del vínculo que une marxismo y ciencia. Tampoco perseguimos adherirnos a una teoría psicológica o antropológica particular para que figure como un punto más de nuestra plataforma. De igual modo, el hecho de que mantengamos discusiones con científicos como el citado Chris Knight o Jean-Louis Desalles - que intervino en nuestro anterior Congreso -, no quiere decir que tengamos que compartir un alto grado de acuerdo en las posiciones políticas que defiende nuestra organización. Lo que pretendemos es continuar una tradición del movimiento obrero que demostró siempre una gran apertura ante los avances verdaderos de la investigación científica, y especialmente los que se refieren a los orígenes y la evolución de la sociedad humana. Esto fue lo que llevó a Marx y Engels a entusiasmarse con las aportaciones de LH Morgan y de Darwin, y a Trotsky a reconocer la importancia de las ideas de Freud, etc. Y si bien es cierto que la decadencia capitalista tiene un impacto esencialmente negativo sobre los avances en la utilización de la ciencia, eso no implica  que el pensamiento científico esté estancado por completo desde el siglo pasado.

Durante el mencionado Congreso, además de participar plenamente enå el debate que tuvo lugar sobre marxismo y ciencia en general, Chris hizo un presentación, sucinta pero extremadamente bien argumentada, sobre las teorías antropológicas sobre el origen de la cultura que han basado su Blood relations...* y otros trabajos. Esta presentación, al igual que el debate que suscitó, demostró claramente que tanto la investigación científica como la reflexión sobre los orígenes de la humanidad y la existencia de un "comunismo originario", siguen estando plenamente vigentes.

 El texto que publicamos a continuación no se circunscribe directamente a la antropología, y sí a la relación general entre marxismo y ciencia, defendiendo que esta relación es revolucionaria habida cuenta de que el internacionalismo es algo esencial para la verdadera ciencia, que ésta sólo puede avanzar a través de la dialéctica, y que debe oponerse a toda forma de ideología. Invitamos a nuestros lectores a utilizar el fórum de discusión de nuestra web para hacernos llegar sus impresiones sobre este texto de Chris Knight, al igual que sobre sus teorías antropológicas. Chris nos ha indicado su interés en tomar parte en cualquier discusión que puedan suscitarse a partir de sus contribuciones en este foro.

CCI (Junio 2011)

(*) Chris Knight (1991). Blood relations: menstruation and the origins of culture. New Haven, Conn: Yale University Press. ISBN 0-300-04911-0.


 

"La ciencia", según Trotski, "es el conocimiento que nos da poder".1 En el campo de las ciencias naturales, prosigue, "la investigación se orienta hacia el dominio de las fuerzas y los procesos naturales". La astronomía hizo posibles los primeros calendarios, las predicciones de los eclipses, y ayudó a hacer más precisa la navegación marítima. El desarrollo de la ciencia médica permitió luchar contra las enfermedades e incluso dominarlas. Los avances de la física, la química, y de otras ciencias naturales, otorgan hoy a la humanidad un inmenso poder para explotar todas las ciencias naturales, transformando en gran medida el mundo en que vivimos.

Potencialmente, al menos, el poder que de ello se deriva nos pertenece a todos, al conjunto de la especie humana. La ciencia es la autoconciencia y la fuerza de la humanidad en esta etapa de nuestra evolución en este planeta, y no el mero poder político de un grupo de seres humanos sobre los demás. Para Trotsky, como para Marx antes de él, este internacionalismo intrínseco a la ciencia - o sea su carácter global, a idéntica escala que la especie que representa -  es lo que constituye su fuerza; y lo que diferencia la ciencia de formas de conciencia meramente locales, nacionales o territoriales, o basadas en la división de clases (es decir religiosas, políticas, etc.). Las ideologías expresan el poder detentado por una parte de la sociedad, mientras la ciencia pertenece a la especie humana como tal.

Eso explica que la ciencia social haya resultado siempre una paradoja, ya que, por un lado, pretende ser científica; pero por otra parte fue fundada por la burguesía para utilizarla en su propio provecho para detentar su control político y social. Incluso el avance de las ciencias naturales - por mucho que redunde en un beneficio para la humanidad y sea intrínsecamente internacional -, se inscribe forzosamente en este contexto limitado y limitante. Por eso la ciencia se ha visto continuamente desgarrada por el conflicto entre estas dos exigencias: de un lado, las necesidades humanas; por otro el de las empresas, los intereses financieros y los de las élites dirigentes.

La ciencia ha oscilado siempre entre dos fuerzas en conflicto: los intereses particulares y el interés de la especie. Entre ambos extremos, las diferentes formas del conocimiento han ido formando un "continuum". En un extremo las materias menos directamente implicadas en los problemas sociales, caso por ejemplo de las matemáticas, la astronomía y la física. En el otro extremo figuran ámbitos como la historia, la política o la sociología (ésta es relativamente reciente), cuyas implicaciones sociales resultan  inmediatas y directas. Y cuanto más directas sean las implicaciones sociales de un campo científico, también más directas e inevitables resultan las presiones políticas que se ejerzan sobre ella. Y cuando tales presiones prevalecen el conocimiento resultado distorsionado y desvirtuado.

Las condiciones sociales de la objetividad científica

¿Es el marxismo una ideología? ¿Se trata, en cambio, de una ciencia? En un tremebundo ataque lanzado en plena guerra fría, Karl Wittfogel - autor de Despotisme oriental - denunciaba que Marx era en realidad un ideólogo. Estaba dispuesto a admitir que Marx habría rechazado ese calificativo, y que se habría sentido ultrajado por la utilización que hicieron de sus trabajos Stalin y sus sucesores. Las autoridades soviéticas, escribió Wittfogel en 1953, citaron siempre el "partidismo" de Lenin para justificar que se «sesgase» la ciencia - hasta llegar al extremo de falsificar los datos - para hacerla así más propicia a la utilización política. Esta «utilización» o «manipulación», derivaría naturalmente, al parecer de Wittfogel, de las propias premisas de partida de Marx, pues éste señalaba que todo conocimiento estaba socialmente condicionado, como producto de las clases sociales, que miran por sus necesidades políticas y económicas. Para las autoridades soviéticas, la verdad científica resultaba siempre algo manipulable con fines políticos. Pero el propio Wittfogel afirma a continuación: "Marx, sin embargo, no tenía este punto de vista. No solo señaló que un miembro de una clase podía adoptar ideas contrarias a los intereses de su clase - algo que ni Lenin ni sus seguidores niegan -, sino que llegó incluso a afirmar que un verdadero sabio debía mirar por los intereses de la humanidad en su conjunto, y buscar la verdad de acuerdo a las necesidades inmanentes de la ciencia, sin importarle como podría esto afectar a la suerte de una clase particular, sea ésta la burguesía, los rentistas o la clase obrera. Marx ensalzaba a Ricardo por haber adoptado esta actitud que considera ‘no sólo honesta desde un punto de vista científico, sino necesaria para la ciencia'. Por esa misma razón cree que es ‘mezquino' (gemein) quien subordina la objetividad científica a intereses ajenos a ella, es decir ‘quién trata de acomodar la ciencia a una perspectiva que no dimane de intereses propios de la propia ciencia, por erróneos que estos fueran, sino a intereses espurios, ajenos a la propia ciencia'".

Marx es pues plenamente coherente al calificar de ‘estoico, objetivo y científico' el rechazo de cualquier acomodo de la ciencia a los intereses de una clase, aunque sea la misma clase obrera. Como también descalificar lo contrario como ‘pecado contra la ciencia'.

Se trata de palabras mayores que muestran a Marx empecinado en defender la orgullosa tradición que caracterizó siempre la erudición. Es cierto que el autor de El Capital no estuvo siempre - y sobre todo en sus escritos políticos - a la altura de sus principios científicos. Pero su actitud es muy reveladora. Quienes defienden una ciencia "partidista" no pueden asumir la responsabilidad de una objetividad científica que desprecian. Pero puede criticarse legítimamente a Marx cuando traiciona estos principios ya que él mismo los defiende plenamente.

Karl Marx, escribe Wittfogel, jugó dos roles incompatibles entre sí. Por un lado un gran científico, por otro un político revolucionario. Respaldó, como ha de hacer todo hombre de ciencia, «los intereses de la humanidad en su conjunto», pero defendió también los de la clase obrera internacional. Esta "evidente incompatibilidad", según Wittfogel claro, de ambas actividades, significa que « las propias teorías de Marx,... se ven afectadas en ciertas cuestiones cruciales, por lo que él mismo llamó ‘intereses accesorios'».2

Wittfogel sirvió posteriormente de base al antropólogo social Marvin Harris, que viene a decir poco más o menos lo mismo. Harris opone el componente « científico » del marxismo a su aspecto «dialéctico y revolucionario », viendo lo primero como algo aprovechable, a condición, eso sí, de descontaminarlo de toda traza del segundo. Según el mismo Harris: «Hasta el mismo Marx se tomó la molestia de elevar la responsabilidad científica por encima de los intereses de clase». Pero únicamente en los trabajos científicos. La mayoría de los trabajos de Marx fueron, sin embargo, escritos políticos, en los que la ciencia se subordinó a fines políticos, por lo que quedaron desvirtuados.  Si la ciencia se defiende con motivaciones políticas, acabará traicionando la propia objetividad científica y de sus fines. Dice Harris que: «Si se trata de cambiar el mundo en lugar de interpretarlo, el sociólogo marxista no vacila en falsificar los hechos con el fin de utilizarlos a su conveniencia.»3

Lo que plantea Wittfogel, o sea que Marx trataba de basar su ciencia en « los intereses de la humanidad en su conjunto », es totalmente válido. Como también lo que afirma Harris cuando afirma que Marx «se tomó la molestia de elevar la responsabilidad científica por encima de los intereses de clase» - si por "interés de clase" consideramos intereses particulares opuestos a los universales del género humano. Pero es aquí donde reside el problema. Al igual que Einstein y todos los grandes científicos de la Historia. Marx creía que su responsabilidad como científico consistía en poner los intereses genéricos de la humanidad por encima de los particulares. La cuestión a la que se enfrentó entonces, y a la que nos enfrentamos hoy es: ¿Cómo se expresan, concretamente y en la sociedad moderna, esos intereses generales?

Marx llegó a la conclusión, basándose en sus estudios científicos, que los intereses generales de la humanidad no estaban representados por las clases dominantes en la Europa del siglo XIX. Tales intereses no sólo se enfrentaban los unos con los otros, sino que además iban en contra de los de la especie humana como tal. Por lo tanto no podían constituir la base social de una ciencia social verdaderamente objetiva. El punto débil de las disquisiciones de Wittfogel y de Harris es que no dicen ni una palabra sobre esta cuestión. Están en la comprometida tesitura de tener que aceptar la premisa básica de Marx, pero no admiten la más mínima posibilidad de que las conclusiones de éste  puedan ser correctas. Partiendo precisamente de que la ciencia debe basarse en los intereses generales de la humanidad. Marx llegó a las conclusiones siguientes: (a) que la ciencia era, por sí misma, políticamente revolucionaria, dado que era fiel a sí misma y universal ; (b) que se trataba de algo en cierta forma «político» (la política de la propia ciencia), que el propio movimiento revolucionario necesitaba; y (c) que la única base social posible para tal política inspirada por la ciencia, es la única clase social producto ella misma de la ciencia, que es tan intrínsecamente internacional como lo es el desarrollo de la ciencia, y cuyos intereses están en contradicción con todos los intereses particulares existentes. Pues bien, ni Wittfogel ni Harris pudieron oponer argumento alguno a esta cuestión. Lo único que se limitan a plantear como evidencia es que los intereses de la humanidad son una cosa y los intereses de clase otra.

Karl Marx era consciente - como cualquier marxista digno de este nombre - que no podía sumarse a una fuerza social si esta no representa, en su esencia, los intereses más globales de la humanidad. Y todo marxista - digno de tal nombre -, sabe que sólo una auténtica ciencia (o sea los descubrimientos de los científicos que trabajan independientemente, y por los propios y autónomos fines de la ciencia), puede ser usada por la humanidad como un medio de su auto-clarificación y auto-emancipación. A partir de aquí podemos deducir lo absurdo de la argumentación (eso de que "si el problema es cambiar el mundo el sociólogo marxista no vacila en falsificar los hechos con el fin de utilizarlos a su conveniencia"). Pero ¿cómo pueden "falsificarse datos" en interés de la humanidad? ¿cómo puede esto ser útil a quien está interesado en cambiar el mundo?

Harris tiene razón cuando dice que si el interés particular - sea « marxista » o no - prima sobre el trabajo científico, la ciencia misma sufrirá. Un partido nacional particular, y por ello políticamente limitado, o un grupo particular al mando de un Estado particular (como fue el caso de la burocracia soviética y el aparato "comunista" durante la etapa de la guerra fría) puede perfectamente albergar intereses particulares que hacer primar ante los interés más globales que pretende representar. En ese caso, lo mismo que los científicos que se hayan implicados, la propia ciencia resultará netamente distorsionada. Pero una distorsión de la ciencia - es decir su transformación parcial en ideología -, sólo puede conducir en definitiva a invalidarla como útil para la humanidad. Así pues, allí donde esto ha sucedido, ese grupo particular ha visto reducido, y no fortalecido, su poder para «cambiar el mundo».

Todas las distorsiones, falsificaciones y mistificaciones son expresión, en última instancia, del peso de intereses particulares opuestos a los intereses más globales. En ningún momento Marx limitó la ciencia a lo que resultase conveniente para las necesidades particulares de nadie, ni siquiera de la clase obrera: «No se trata de saber lo que tal o cual proletario, o aun el proletariado en su conjunto se propone momentáneamente como fin. Se trata de saber lo que el proletariado es y lo que debe históricamente hacer, de acuerdo a su ser.» 4

Para Marx saber ese "lo que el proletariado es" suponía una cuestión científica que sólo podía responderse con completa independencia de todo interés o de toda presión política inmediatas. Lejos de subordinar la ciencia a la política, Marx insistió en subordinar la política a la ciencia.

Autonomía e interés de clase

 Engels escribió: «...cuanto más audaces e intrépidos son los avances de la ciencia, mejor se armonizan con los intereses y las aspiraciones de la clase obrera.»5

Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que esta cita resume igualmente el punto de vista del propio Marx. La ciencia, forma de conocimiento de la humanidad, universal, internacional, unificadora de la especie, ha de ser lo primordial. Si la ciencia ha debido arraigarse en los intereses de la clase obrera es sólo en el sentido de que toda ciencia debe arraigarse en los intereses de la especie humana en su conjunto, y que la clase obrera internacional es quien engloba hoy esos intereses, mientras que en épocas anteriores fueron las exigencias de la producción.

No se trata pues de ningún tipo de subordinación a intereses particulares. Al tomar la primacía, la ciencia se ve abocada a quebrar todas las divisiones sectoriales y a convertirse en el medio de expresión de una nueva forma de conciencia política. En ese sentido la ciencia debe incluso crear la propia «clase obrera internacional». Sin ciencia sólo pueden aparecer movimientos sectoriales de la clase obrera. Y sólo mediante un análisis científico pueden desvelarse los intereses generales de la clase.

Hemos de reconocer que, según la visión de Marx, la ciencia - como producto social que es - no puede añadir nada a la fuerza de la clase obrera que ésta no contenga ya. No puede imponerse a la clase obrera como algo procedente del exterior. 6 Sólo en la ciencia, y mediante ella, pueden los trabajadores, e internacionalmente, llegar a ser conscientes de la fuerza global, como especie, que reside en ellos. Y sólo siendo conscientes de esa su propia fuerza puede esa «clase obrera mundial» tener existencia política.7

No hablamos pues de subordinar la ciencia a una fuerza política pre-existente. La fuerza política es la propia de la ciencia y no puede existir sin ella. Las relaciones que antes prevalecían entre ciencia y política se invierten.

Para Marx, la ciencia social - incluida la suya propia - es tan producto de relaciones de clase como cualquier otra forma de conciencia social. Su formulación general es la ya conocida:

"Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las ideas de su dominación. " 8

Por esa misma razón Marx no veía posible cambiar las ideas dominantes en una sociedad - o producir una ciencia aceptada universalmente en la sociedad - sin quebrar el poder material de esas fuerzas que distorsionan la ciencia. Y precisamente porque Marx analizaba las contradicciones sociales como fuerza motriz de las contradicciones mitológicas e ideológicas, insistió en que la resolución de las propias contradicciones sociales podría resolver sus expresiones en la ideología y la ciencia.

A esto es a lo que Marx se refería cuando señaló que: "Toda vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que encaminan la teoría hacia el misticismo encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de tal práctica." 9 O también: "La resolución de las contradicciones teóricas es únicamente posible mediante medios prácticos a través de la energía práctica del hombre. Su resolución no es pues, de ninguna manera, la única cosa que haya que comprender, pero es una tarea verdadera de la vida, una tarea que la filosofía ha sido incapaz de acometer precisamente porque lo ha contemplado como un problema puramente teórico. "10

Igualmente, desde las premisas de Marx y de Engels, y precisamente para poder permanecer fieles a la ciencia - para resolver sus contradicciones teóricas internas - se veían obligados, como científicos que eran: (a) a identificarse con una fuerza material social que pudiera disolver los "intereses ajenos" que distorsionan la objetividad de la ciencia, y (b) asumir ellos mismos la dirección de esa fuerza material. Su idea no era que la ciencia resulta inadecuada y que había que añadir la política. Su idea era que la ciencia - cuando es fiel a sí misma - es intrínsecamente revolucionaria, y que no debe considerar más proyecto político que ella misma.

Marx y Engels creían que estábamos ante la primera ocasión en que la ciencia podía autonomizarse políticamente: por vez primera - y como resultado directo del desarrollo científico mismo - ha nacido en el seno de la sociedad una «clase» que no es verdaderamente una clase como tal, que no tiene status o interés particular que proteger, que no puede dispensar privilegios, que no puede dividir a los hombres unos contra otros, y por tanto sin capacidad para distorsionar la ciencia de ninguna manera. "Aquí", escribe Engels, "no hay ascenso social, ni pueden obtenerse beneficios o disfrutar de prebendas venidas desde arriba". Solo así la ciencia puede ser auténtica. Pues sólo una fuerza social de carácter verdaderamente social y universal puede ser capaz de unificar las especies en su conjunto.

La condición pues para que pueda existir una ciencia verdaderamente independiente, verdaderamente autónoma, y verdaderamente universal de la humanidad, es la existencia de: «una clase de la sociedad burguesa que no es una clase de la sociedad burguesa, de un estamento que es la disolución de todos los estamentos, de un sector al que su sufrimiento universal le confiere carácter universal; que no reclama un derecho especial, ya que no es una injusticia especial la que padece, sino la injusticia a secas». En resumen, continúa Marx «un ámbito, por último, que no puede emanciparse sin emanciparse de todos los otros ámbitos de la sociedad, emancipando así a todos ellos. En una palabra, es la pérdida total del hombre y por tanto, sólo recuperándolo totalmente ha de ganarse a sí mismo.» Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel. Introducción. 11

La validación del marxismo

Puede que toda la argumentación precedente puede parecer tendenciosa. La mayoría de los filósofos políticos o sociales dirán que, después de todo, sus teorías también expresan los intereses humanos generales, y no los de tal o cual sector. Valerse de la «fidelidad a los intereses de la humanidad» como prueba de la validez científica de un sistema conceptual, no es aceptable, a menos que se descubra un test objetivo que así lo acredite. Pero entonces ¿como hacerlo? En definitiva e indudablemente "la prueba del pudding es comérselo". Pero ¿qué sucede cuando se experimenta una nueva hipótesis? ¿nos fortalece? ¿reduce el esfuerzo mental que necesitamos para resolver los problemas intelectuales? O, en otros términos ¿ayuda o no esta hipótesis a la capacidad - bien sea puramente intelectual o más bien práctica - de los científicos en el campo del que estemos tratando?

Si es así poco importa quién verifique esta realidad. Suponiendo que eficacia intelectual haya de ser nuestro criterio (y no podría ser de otra forma si hemos de ser científicos), lo será la extensión del apoyo a la teoría. La coherencia interna (el acuerdo entre las partes de una teoría) encontrará su expresión en un extenso acuerdo social. Esa capacidad para producir este acuerdo es la prueba definitiva para la ciencia. 12

A largo plazo, el marxismo y la ciencia se verán sometidos a un test así. La ciencia se diferencia del conocimiento simplemente ad hoc, de la técnica y del sentido común, por la virtud de sus características abstractas, simbólicas y formales. La ciencia es un sistema simbólico. Como todo sistema sus medios dependen de convenciones. La cifra « 2 » significa « dos  » sólo porque así lo decimos todos. También podría equivaler a « nueve ». Todos los sistemas simbólicos - incluidos las ideologías y los mitos - dependen, en ese sentido, de un acuerdo que es sobre todo social. Pero en el caso de los mitos y las ideologías, ese acuerdo sólo puede ser limitado, hasta el momento en que surgen los desacuerdos - basados en las contradicciones sociales -. Llegados ahí, la necesidad de reconciliar posiciones incompatibles conduce a contradicciones internas en el propio sistema simbólico. La mitología y la ideología son expresiones de la división social. Es la configuración esencial que distingue esas formas de conocimiento de la ciencia. La ciencia es expresión del poder y de la unidad de la especie humana, un poder que, en las sociedades divididas en clases, ejercen los seres humanos sobre la naturaleza misma, si ésta está separada de su propio mundo social. Una ciencia de la sociedad, para validarse como ciencia, debería demostrar que está exenta de contradicciones internas, y que es consecuente con la ciencia natural y con la ciencia en su conjunto. A la larga deberá demostrarlo en la práctica. Tendría que demostrar su lógica interna demostrando estar enraizada en un acuerdo social de una especie de unificación de la raza humana. En otras palabras deberá demostrar prácticamente que forma parte de un sistema simbólico - un "lenguaje" global entrelazado con los conceptos de ciencia - que sería capaz, en la práctica y en última instancia políticamente, de unificar el planeta. 13

Pero esta no será la única prueba que habrá de superar. En todo avance científico la primera prueba es teórica. Copérnico supo que la Tierra se movía. Y lo supo antes de que este hecho quedara demostrado a satisfacción de todos y universalmente reconocido. Einstein sabía que la luz estaba sujeta a las leyes de la gravedad. Y los supo bastante antes que quedase demostrado en 1919 durante un eclipse observado desde los observatorios de Cambridge y Greenwich, cuando se evidenció que los rayos de luz procedentes de una estrella resultaban desviados por la atracción gravitacional del Sol.  Siempre ha sucedido lo mismo en los descubrimientos científicos. Una revolución científica es validada antes en un plano teórico puro y después pasa la prueba práctica final.

La validación última del marxismo como ciencia será la demostración de su capacidad para producir un acuerdo a escala global, es decir su capacidad de unificar a la humanidad. Pero el marxismo es una ciencia reciente y debería ser capaz de demostrar previamente su potencial en términos puramente teóricos. La cuestión es ¿cómo? Abordaré este problema en la segunda parte de este artículo.

Chris Knight

 

1 "Quizás un científico no deba preocuparse de todas las aplicaciones prácticas de su investigación. Cuanta más amplitud tenga su visión, cuanto más atrevido sea su vuelo, cuanto más liberadas se vean sus disquisiciones mentales de las necesidades prácticas cotidianas, será mejor. Pero la ciencia no es una función de científicos individuales, sino una función social. La evaluación social de la ciencia, su juicio histórico, viene determinado por su capacidad de aumentar el poder del hombre de prever los acontecimientos y de dominar la naturaleza". L D Trotsky, El Materialismo dialectico y la Ciencia publicado en La Era de  la Revolución Permanente. Antología de textos de Trotsky: Ed. Akal 1976 Madrid (traducido aquí, por nosotros).

2 Wittfogel, p. 356 (edición en ingles, traducido, aquí, por nosotros)

3 M Harris, The Rise of Anthropological Theory, Londres 1969, pp. 4-5; 220-21 (traducido aquí por nosotros).

4 K Marx y F Engels, La Sagrada Familia, www.marxists.org

5 F Engels, 'Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana'. Ed. De Barris Barcelona, 1997. Pag. 108-109.

6 Mientras la clase obrera es débil, escribe Marx, los teóricos se dedican a tratar de ayudarle mediante la "improvisación de sistemas y buscando una nueva ciencia". En cambio cuando la clase es fuerte, sus teóricos «han de buscar la ciencia sólo en sus propias mentes; limitándose a observar lo que aparece ante sus ojos, y a hacerse vehículo de sus expresiones,... a partir de ese momento, la ciencia producida por el movimiento histórico, y que conscientemente se asocia ella misma a ese movimiento, ha dejado de ser doctrinaria para convertirse en revolucionaria». (K. Marx, Miseria de la Filosofía, www.marxists.org ).

7 Como señala Trotski, "la conciencia de su fuerza es el elemento más importante de la fuerza actual"(L D Trotsky "Dónde va Francia" www.marxists.org). Marx tenía esa misma preocupación cuando escribió: ".... ¡hemos de forzar esas relaciones anquilosadas a que bailen tocando la música que les cuadra! Si hay que transmitirles entusiasmo, debemos enseñarles a asombrarse de sí mismas" (Por una crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel; citado en el libro de D McLellan (ed) Karl Marx: Early Texts. Oxford 1972, p. 118 - traducido aquí por nosotros).

8 K Marx, La Ideología Alemana. Capítulo "Feuerbach, oposición de las concepciones materialista e idealista". www.marxists.org.

9 K Marx, Tesis sobre Feuerbach; www.marxists.org.

10 K Marx, Manuscritos de 1844; www.marxists.org.

 11 De hecho Marx no tenía muy buena opinión del "pensamiento político", en general, debido precisamente a su carácter inevitablemente subjetivo, no científico : "La inteligencia política es política porque piensa dentro de los límites de la política. Cuanto más perspicaz y viva sea, menos podrá comprender los males de la sociedad,... el principio de la política es la voluntad. Cuanto más parcial sea la inteligencia política y con ello más perfecta, más confía en la omnipotencia de la voluntad y por tanto más incapaz se muestra de descubrir los orígenes de los problemas sociales" (‘El Rey de Prusia y la Reforma Social', citado por McLellan, op cit p. 214, traducido aquí por nosotros). Si Marx creía en la necesidad de la lucha política era porque entendía la naturaleza política de los obstáculos a la emancipación humana y a la autonomía de la ciencia. No hay nada de naturaleza intrínsecamente política en su emancipación o en su ciencia. El socialismo, una vez alcanzado, no será nada político: « La revolución en general - la abolición de un poder existente y la disolución de las relaciones anteriores - es un acto político. El socialismo no puede ser alcanzado sin revolución. Pero cuando comienza su actividad organizada, cuando sus objetivos particulares, su alma, toman la delantera, entonces el socialismo deja de lado la cloaca política. » (McLellan, op. cit. p. 221 - traducido aquí por nosotros)

12 Véase T. S. Kuhn, 'The Structure of Scientific Revolutions' Chicago: University Press, 1968,  Marx retoma al menos parcialmente esta idea probablemente de Feuerbach, aunque este tema aparecerá también muy frecuentemente en los escritos de  Hegel. Feuerbach señaló que: «Es cierto que hay otro de acuerdo conmigo y que el acuerdo es el primer criterio de la verdad; pero porque la especie es la medida última de la verdad. Lo que pienso sólo desde mi individualidad no está vinculado a otro y puede ser visto de otra forma como una visión accidental, simplemente subjetiva. Pero lo que pienso según el criterio de la especie, lo pienso como sólo puede pensarlo un hombre en general y por tanto como cualquier individuo debe pensar haciéndolo normalmente. Entonces es verdad que estoy de acuerdo con la naturaleza de la especie; (...) No hay otra regla de la verdad.» (L Feuerbach, Escritos en torno a la esencia del cristianismo. Grupo Anaya Comercial 2007)

13 K Marx, Contribución a una crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel. Ediciones Clinamen.

 

Series: 

Herencia de la Izquierda Comunista: 

Cuestiones teóricas: