Los resultados de las elecciones europeas evidencian la descomposición del capitalismo

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Según los sesudos analistas políticos, las elecciones europeas han deparado muchas sorpresas. El triunfo de la extrema derecha en Gran Bretaña y Francia. Los éxitos de la izquierda en Italia, Portugal y por número de votos en España.

El contexto de las elecciones europeas

¿En qué contexto histórico tienen lugar las elecciones del 25 mayo? En primer lugar, la crisis capitalista continúa desarrollándose en profundidad pese a que se dé un cierto respiro en los países europeos a nivel de cifras macroeconómicas no desde luego en la vida cotidiana del proletariado donde se ve una agudización de la explotación y un deterioro sin perspectiva, el desempleo no cesa de aumentar golpeando en pleno rostro a los más jóvenes.

En segundo lugar, los conflictos imperialistas muestran una agravación considerable: en Irak vemos claramente el peligro de desintegración del país y la manifestación rotunda del fracaso de Estados Unidos. En Ucrania la situación se encona, mientras los demás focos de contienda no desaparecen y se van agravando en profundidad [1].

Pero el parámetro más importante para analizar la situación actual tanto respecto a la acción de la burguesía como en relación al proletariado es el peso de la descomposición social del capitalismo [2]. De todo esto, las elecciones europeas han sido una ilustración “de manual”.

Los acontecimientos no pueden verse desde un prisma inmediato y coyuntural sino que para comprenderlos cabalmente hace falta colocarlos en un marco histórico y global, dentro del cual captar lo que aportan. Desde hace más de 30 años la situación mundial viene presidida por la tendencia a la descomposición que nace de una situación histórica inédita que describimos en la tesis 4: La crisis abierta que se inicia a finales de los años 60 abre de nuevo la vía a la alternativa histórica guerra mundial o enfrentamientos de clase generalizados. Pero, contrariamente a la crisis abierta de los años 30, la crisis actual se ha desarrollado en un momento en el que la clase obrera no estaba sometida a la contrarrevolución. Por eso, con su resurgir histórico a partir del año 1968, dio la prueba de que la burguesía no tenía las manos libres para desencadenar una tercera guerra mundial. Al mismo tiempo, aunque el proletariado ha encontrado las fuerzas para impedir esa “solución”, en cambio no ha encontrado todavía las fuerzas necesarias para echar abajo al capitalismo. En una situación así, la historia sigue, sin embargo, su curso. En el capitalismo, todavía menos que en los demás modos de producción que lo precedieron, la vida social no puede “estancarse” ni quedar “congelada”. Mientras las contradicciones del capitalismo en crisis no cesan de agravarse, la incapacidad de la burguesía para ofrecer a la sociedad entera la menor perspectiva y la incapacidad del proletariado para afirmar, en lo inmediato y abiertamente la suya propia, todo ello no puede sino desembocar en un fenómeno de descomposición generalizada, de putrefacción de la sociedad desde sus raíces.

¿Qué consecuencias acarrea esta situación de pudrimiento de la sociedad en la raíz?

Por parte de la burguesía, sus gobiernos navegan en el proceloso mar de la crisis sin una orientación clara, van dando bandazos sin rumbo, no ofrecen ningún proyecto concreto, capaz de “ilusionar a la sociedad”. Al contrario, asistimos a una política basada en el corto plazo más rastrero, en la ausencia de toda consideración por el interés general y la primacía descarada de sectores particulares de la clase dominante. Lo único que interesa a gobernantes y capitalistas es lucrarse sin límites, sin ofrecer la más mínima perspectiva.

Esta situación es muy diferente de la que prevaleció en los años 30 del siglo XX, entonces “la burguesía, frente a la crisis, tenía las manos libres para dar rienda suelta a su “solución” [la guerra mundial imperialista]. Una solución de una crueldad indecible, una respuesta a la crisis de carácter suicida que produjo la mayor catástrofe de la historia humana[3]; pero también una solución en torno a la cual ella pudo, al no haber una resistencia significativa del proletariado, organizar el aparato productivo, político e ideológico de la sociedad” (tesis 5). Hoy, en cambio, “la burguesía ha sido incapaz de organizar lo mínimo para movilizar a los diferentes componentes de la sociedad, incluso entre la clase dominante, en torno a un objetivo común, si no es el de aguantar paso a paso y sin esperanzas de lograrlo, ante los avances de la crisis” (tesis 5).

La indisciplina de las diferentes fracciones del capital
y la dificultad para manejar el mecanismo electoral

Esta incapacidad creciente de la burguesía para imponer cohesión y disciplina a todas sus fracciones, da como resultado un creciente desorden en su aparato político que se ve cada vez más golpeado por el “sálvese quien pueda”, la fragmentación y la dispersión. “La base de este fenómeno es que la clase dominante cada día controla menos su aparato económico, infraestructura de la sociedad. El atolladero histórico en que está metido el modo de producción capitalista, los fracasos sucesivos de las diferentes políticas instauradas por la burguesía, la huida ciega permanente en el endeudamiento con el cual va sobreviviendo la economía mundial, todos esos factores repercuten obligatoriamente en un aparato político incapaz, por su parte, de imponer a la sociedad, y en especial a la clase obrera, la «disciplina» y la adhesión que se requieren” (tesis 9).

Los resultados de las elecciones europeas se pueden comprender fácilmente a la luz de los análisis que acabamos de exponer y que tienen como común denominador la descomposición del capitalismo.

Los Estados democráticos utilizan el mecanismo electoral para legitimar y plebiscitar sus orientaciones políticas con el voto popular. Si las distintas fracciones de la burguesía son disciplinadas y responsables respecto al interés nacional y se atienen con rigor a lo que necesita éste en cada momento, resulta relativamente fácil conducir a los electores a dar el resultado apetecido. Sin embargo, es más difícil si los partidos burgueses tienden cada vez más a la indisciplina y el sálvese quien pueda.

Las elecciones europeas son un mecanismo que no decide nada en lo referente a lo que verdaderamente interesa a cada capital nacional: el gobierno del Estado, de ahí que sean utilizadas por cada burguesía nacional para testear las tendencias que existen en la población y, con especial atención, a lo que sucede en la clase obrera.

Respecto a ese testeo, las elecciones europeas del 25 de mayo han deparado 3 claros fenómenos:

  • Creciente desafección hacia los políticos expresada en el aumento de la abstención;
  • Importante fragmentación del mapa electoral con baja general de los grandes partidos; multiplicación de los pequeños y acceso al parlamento europeo de formaciones descaradamente anti-europeístas.
  • Una aparente disparidad entre los resultados en Francia y Gran Bretaña (triunfo de la extrema derecha populista) y los países del Sur (Portugal, Grecia, Italia y España) con una inclinación del voto hacia la izquierda.

La creciente desafección hacia los “grandes partidos” manifestada por la abstención revela la dificultad creciente que tiene la burguesía para manejar adecuadamente las elecciones. Salvo excepciones, los Estados democráticos son en realidad un régimen de partido único pero con dos caras, un centro-derecha y un centro-izquierda, lo que se llama el bipartidismo, que ha monopolizado el poder durante décadas.

Debido a la descomposición, este régimen bipartidista sufre un fuerte desgaste, el cual es más acusado en Francia a causa de la debilidad crónica de la Derecha. Esto es lo que explica la fuerza creciente que alcanza la extrema derecha de la familia Le Pen[4]. En cambio, en España, Italia, Portugal y Grecia, es la izquierda la que ha ganado. ¿Sería debido a una “mayor conciencia ciudadana”, como presumen con orgullo nacionalista los partidos de izquierda? En absoluto, el hecho de que durante muchos años en esos países la derecha ejerciera una dictadura abierta (España, Portugal y Grecia) o encubierta (durante más de 40 años la Democracia Cristiana monopolizó el poder en Italia) obliga a la burguesía a dar más cancha a la izquierda. De ahí que los resultados parezcan dispares a los de Francia o Gran Bretaña.

El peso de la descomposición sobre el proletariado

Es necesario evaluar cuidadosamente estos fenómenos. De forma muy optimista y en base a un razonamiento mecánico, se suele considerar que la creciente abstención sería el síntoma de una toma de conciencia en las filas proletarias.

Esto no es así. La abstención expresa esencialmente apatía, nihilismo, desinterés por lo que sucede en el mundo, encierro en lo “privado”. Nada de esto expresa la menor toma de conciencia proletaria, al contrario, comporta un debilitamiento considerable. La abstención, aparte de que recorre a todas las capas de la sociedad, incluidos burgueses individuales, hay que verla como manifestación del peso de la descomposición sobre la clase obrera. Este peso se ve aún más claramente con el éxito del FN en Francia y de UKIP en Gran Bretaña.

Estos partidos han recogido un voto del miedo. Miedo al futuro. Miedo al extranjero. Miedo a las diferencias. Con la descomposición se desarrollan fenómenos de xenofobia, de refugiarse en la familia, en las pequeñas comunidades locales, en las bandas etc., para tratar de darse una ilusoria protección frente a un mundo cada vez más hostil, cruel e incierto.

Esta huida hacia “mundos aparte” es radicalmente reaccionaria. Por ejemplo, encerrarse en la familia como supuesto “refugio protector” es perderse en una institución estatal que reproduce a nivel “microscópico” la represión y el control social que el Estado ejerce a escala macroscópica. Es huir de la garra del zorro para meterse en la boca del lobo.

En un contexto donde la clase obrera sufre una pérdida de identidad y una seria desconfianza en sí misma, esta situación de desarticulación social, de creciente depravación moral, de ausencia absoluta de perspectivas, puede empujar a sectores de la clase obrera a seguir irracionalmente a los líderes populistas que critican demagógicamente a todos los políticos, que preconizan la nación como una “madre protectora” y que designan toda clase de chivos expiatorios sobre los cuales cargan todos los problemas habidos y por haber.

Ciertos sectores de parados de larga duración, aunque también de jóvenes parados, han mostrado una vulnerabilidad a los cantos de sirena de la extrema derecha. Esto es debido a que, como decimos en la Tesis 14: “El desempleo, resultado directo de la crisis económica, aunque en sí no es una expresión de la descomposición, acaba teniendo, en esta fase particular de la decadencia, consecuencias que lo transforman en aspecto singular de la descomposición. Aunque en general sirve para poner al desnudo la incapacidad del capitalismo para asegurar un futuro a los proletarios, también es, hoy, un poderoso factor de “lumpenización” de ciertos sectores de la clase obrera, sobre todo entre los más jóvenes, lo que debilita de otro tanto las capacidades políticas actuales y futuras de ella”.

Estas ideologías reaccionarias, irracionales y pogromistas, son compartidas por los partidos del aparato político de la burguesía. Sin embargo, solamente la extrema derecha las presenta abierta y sistemáticamente. Aunque, cabe señalar que en los últimos años ha surgido un populismo de izquierda que compite con aquella desarrollando los mismos temas xenófobos y ultra-nacionalistas con “argumentos” aparentemente “solidarios” y “en defensa de los de abajo”. Esta forma cínica e hipócrita de defender la barbarie no hace más que echar agua al molino del populismo. El Frente de Izquierdas francés compite descaradamente en temas nacionalistas y de “rechazo al extranjero” con el Frente Nacional de Le Pen. Syriza en Grecia y Podemos [5] en España, muy ensalzados como “renovadores de la izquierda”, desarrollan un nacionalismo que nada desmerece del exhibido por los grupos fascistas.

El Frente Nacional en Francia ha heredado casi todos los temas patrioteros, de “defensa nacional contra el imperialismo extranjero”, de rechazo a la emigración, que defendía a capa y espada el casi moribundo PCF. En realidad, las zonas industriales o de la periferia de París, antaño feudos electorales del estalinismo, han pasado en muchos casos a manos de las huestes de Le Pen. ¡Para ello no le ha hecho falta a Madame Le Pen cambiar de discurso!

La izquierda presenta a los populistas de extrema derecha como la resurrección del fascismo de los años 30. Una vez más sus “razonamientos” son interesadamente sofistas. En los años 30, el régimen nazi respondía a una necesidad de la burguesía alemana de desarrollo de la economía de guerra en las condiciones de derrota previa del proletariado perpetrada por la socialdemocracia en 1918-23 [6].

Actualmente, estos partidos no tienen una perspectiva de tomar el poder. Su programa económico y político es completamente absurdo desde el punto de vista de lo que necesita el capital nacional y cuando han tenido responsabilidades de gobierno –como en Austria u Holanda- se han desprestigiado rápidamente. Su ascenso es motivado por los efectos de la descomposición y su función es recoger y azuzar los sentimientos reaccionarios que esta provoca sin por ello canalizarlos hacia la acción gubernamental. La postura de “oposición” les resulta mucho más cómoda y hace más eficaz su impacto sobre sectores obreros y de otras capas de la población.

Toda una serie de fenómenos que se han exacerbado con la descomposición si se analizan parcialmente uno a uno y fuera de una perspectiva proletaria, provocan sentimientos de miedo, desorientación, irracionalismo y misticismo, que abonan el terreno a la propaganda populista. Veamos algunos de ellos:

  • “la increíble corrupción que está aumentando, prosperando en los aparatos políticos, la oleada de escándalos en la mayoría de los países;
  • “el aumento constante de la criminalidad, de la inseguridad, de la violencia urbana;
  • “el aumento del nihilismo, del suicidio de los jóvenes, de la desesperanza, como así lo expresaba el “no future” de las revueltas urbanas en Gran Bretaña, del odio y de la xenofobia que animan a “skinheads” y “hooligans”, para quienes los encuentros deportivos son una ocasión de desahogarse y sembrar el terror;
  • “la imparable marea de la drogadicción, fenómeno hoy de masas, poderosa causa de la corrupción de los Estados y de los organismos financieros, que afecta a todas las partes del mundo y, en especial, a la juventud, un fenómeno que expresa cada vez menos la huida hacia mundos quiméricos, que se parece cada día más a la locura y al suicidio;
  • “la profusión de sectas, el resurgir del espíritu religioso, incluidos algunos países avanzados, el rechazo hacia un pensamiento racional, coherente, construido, incluso en algunos ámbitos “científicos”, y que ocupa en los media un lugar preponderante gracias a la embrutecedora publicidad y a sus emisiones estúpidas;
  • “la invasión en esos mismos media del espectáculo de la violencia, del horror, de la sangre y de las matanzas, incluso en programas para niños;
  • “el “cada cual a lo suyo”, la marginalización, la atomización de los individuos, la destrucción de las relaciones familiares, la exclusión de los ancianos, la aniquilación de lo afectivo y su sustitución por la pornografía, el deporte comercializado y mediatizado, las concentraciones de masas de jóvenes en plena histeria colectiva a modo de canción y baile, sustituto siniestro de una solidaridad y de unos lazos sociales totalmente ausentes.

“Todas esas manifestaciones de la putrefacción social expresan no sólo la dislocación de la sociedad burguesa, sino y sobre todo la destrucción de todo principio de vida colectiva en el seno de una sociedad sin el menor proyecto, la menor perspectiva, incluso a corto plazo, incluso la más ilusoria” (tesis 8)

El impacto negativo de estos fenómenos ligados a la descomposición solo podrá empezar a superarse desde la lucha masiva y con una clara orientación revolucionaria de sectores importantes del proletariado. Mientras no se llegue a esa situación, tienen una influencia destructiva sobre la conciencia y la solidaridad proletarias. En particular, propician en las filas obreras el cáncer del inmediatismo y el activismo, llevando a la búsqueda desesperada de consuelos y de soluciones fáciles.

Frente a ello, de forma paciente y perseverante, hay que fomentar a través de la elaboración teórica y el debate lo más amplio posible, los anticuerpos que posee el proletariado como clase histórica y mundial.

La descomposición ataca directamente esos anticuerpos:

  • la acción colectiva, la solidaridad, encuentran frente a ellas la atomización, el “sálvese quien pueda” el “arreglárselas por su cuenta”;
  • la necesidad de organización choca contra la descomposición social, la dislocación de las relaciones en que se basa cualquier vida en sociedad;
  • la confianza en el porvenir y en sus propias fuerzas se ve minada constantemente por la desesperanza general que invade la sociedad, el nihilismo, el “no future”;
  • la conciencia, la clarividencia, la coherencia y unidad de pensamiento, el gusto por la teoría, deben abrirse un difícil camino en medio de la huida hacia quimeras, drogas, sectas, misticismos, rechazo de la reflexión y destrucción del pensamiento que están definiendo a nuestra época” (tesis 13).

Hemos de desarrollar, cultivar obstinadamente, esos 4 anticuerpos, de su extensión a toda la clase obrera depende el porvenir de la humanidad

Smolny, 15-6-14


[1] Para darse una visión global ver el informe sobre las tensiones imperialistas de nuestro último congreso internacional, /content/3985/informe-sobre-tensiones-imperialistas

[2] Ver nuestras “Tesis sobre la Descomposición”, /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo. Las citas a continuación se han tomado de dicho documento.

[3] Recordemos que la 2ª carnicería imperialista mundial entre 1939-45 produjo 60 millones de muertos y dio lugar a cumbres de barbarie jamás conocidas en la historia humana como los campos de exterminio nazi o bombardeo atómico de Hiroshima-Nagasaki por parte del bando democrático.

[4] Conviene recordar que éste último fue promocionado por el presidente socialista Mitterand que estuvo en el poder entre 1981-1995, con el objetivo de dividir a la derecha.

[5] Ver “Podemos, un poder del Estado capitalista”, /cci-online/201406/4033/podemos-un-poder-del-estado-capitalista

[6] Ver en Revista Internacional nº 3 “Orígenes económicos, políticos, y sociales del fascismo”, /revista-internacional/197704/111/origenes-economicos-politicos-y-sociales-del-fascismo

 

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