¿De donde viene la humanidad? ¿Hacia dónde va? – Algunas ideas para comprender la historia de la humanidad

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Preguntas inquietantes

Vivimos tiempos difíciles. La crisis económica más larga de los últimos 60 años sigue su curso y nadie sensato ve una salida al túnel. Esta se anunció para 2010, después se habló de “brotes verdes” para 2012, ahora anuncian un pésimo 2013 a escala mundial y el “comienzo de la recuperación” se retrasa a 2014, pero hay quien habla de 2017 y la OCDE ha apuntado en uno de sus informes una espera mucho más larga, ¡2025!

Hace ya mucho tiempo que países enteros zozobran en una situación sin esperanza: hambrunas, guerras, miseria extrema… Sin embargo, hasta 2007 el llamado “Primer Mundo”, los países industrializados de Europa, Norteamérica, Asia y Oceanía, parecía “ir razonablemente bien” pese a que se acumulaban muy malos indicios: crecía la cifra de pobres, los salarios estaban congelados, era imposible pagar una vivienda para muchos jóvenes, la precariedad hacía estragos, existía un paro crónico...

Pero esa ilusión del “Primer Mundo como último refugio de prosperidad” ha sufrido un golpe decisivo en los últimos 5 años. Este “paraíso del consumo” empieza a verse sometido a una auténtica catástrofe humanitaria: millones que son arrojados al paro, desahucios de viviendas, empobrecimiento a veces dramático de las “clases medias”, eliminación sistemática de los servicios englobados en el llamado “Estado del Bienestar” (educación, sanidad, pensiones etc.).

En apariencia todo esto habría venido de repente como una especie de plaga inesperada. Sin embargo, esta óptica es el producto de un espejismo engendrado por la forma de ver las cosas que domina en esta sociedad. Los acontecimientos son presentados en sí mismos sin ningún lazo con acontecimientos anteriores o posteriores. Nos hablan de “hechos históricos” que a los pocos días son enterrados en el olvido por otros “hechos históricos”…

Si logramos tomar un poco de distancia, nos daremos cuenta de que hace más de un siglo que la sociedad mundial viene hundiéndose en un largo proceso de catástrofes y barbarie crecientes. En los últimos 100 años ha habido las dos guerras mundiales más destructivas de la historia (1914-18 y 1939-45) con un saldo de 70 millones de muertos directos e innumerables guerras regionales o locales que han ensangrentado el planeta con 120 millones de muertos. Estas cifras alucinantes no son sin embargo más que la punta del iceberg, ¿se podrían dejar de lado las montañas de sufrimientos, de vidas amputadas, de traumas psicológicos transmitidos de generación en generación, que están por debajo de esos millones de muertos?

Del mismo modo, hemos asistido en los últimos 100 años a hechos de una barbarie extrema: el Holocausto nazi, el GULAG estalinista, la “Revolución Cultural” china, Hiroshima y Nagasaki, los campos de concentración de las guerras de Argelia, Madagascar o Vietnam; las numerosas dictaduras de todos los colores… Millones de seres humanos han sido sometidos a tratamientos de una crueldad infinita que a su lado, las torturas medievales de la Inquisición acaban pareciendo juegos de niños.

La barbarie física directa se ha visto acompañada por la barbarie moral: la hipocresía, la manipulación, la creación de chivos expiatorios, han alcanzado dosis jamás vistas. Nos han presentado a individuos sin escrúpulos como “modelos de éxito”, han exhibido con morbosa reiteración la violencia y las depravaciones más asquerosas hasta acabar haciendo de ellas una banalidad.

En fin, y para rematar el retrato apresurado de la sociedad actual, debemos recordar otro de los peligros que encierra: la destrucción medioambiental, proceso que se viene acelerando en los últimos 30 años y frente al cual la sucesión de Cumbres y protocolos adoptados por los gobiernos del mundo resultan tan inoperantes como hipócritas.

Es cierto que los medios de comunicación y toda la producción “intelectual” de este sistema social tratan de darnos explicaciones bien envasadas distribuidas como productos de consumo masivo. Salvo excepciones, se trata de explicaciones de una superficialidad y estupidez que retratan muy bien la sociedad que sufrimos y contribuyen aún más a la degradación intelectual y moral existentes. Son explicaciones que se apoyan en tal o cual hecho aislado, en tal o cual tendencia particular, cuando no se limitan a cargar todas las tintas sobre un “malo de la película”.

Esta última “explicación” es la más extendida. La “personalización”, la búsqueda sistemática de un chivo expiatorio sobre quien cargar todos los males habidos y por haber resulta ser la última palabra de la ciencia oficial de esta sociedad.

Cada vez más personas experimentan una creciente frustración, una insatisfacción, ante la reiteración de falsas explicaciones que sepultan toda aproximación honrada a los hechos. Se hacen preguntas y tratan de ir a la raíz de las cuestiones.

Una de las preguntas es ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Por qué la historia nos ha conducido a esta situación tan límite? ¿Es un problema de la “naturaleza humana” que sería “mala por definición” siguiendo el aforismo de Hobbes –un filósofo inglés del siglo XVII- que afirmaba que «el hombre es un lobo para el hombre» y que el mundo es «la guerra de todos contra todos»?

En los movimientos de indignados y de Occupy de 2011 estas preguntas han alcanzado las calles. Miles de personas normales y corrientes, han improvisado debates, han organizado bibliotecas ambulantes, donde estas y otras preguntas cruciales han sido formuladas y dado lugar a múltiples respuestas.

Nos dirigimos a ese interesante esfuerzo que nace de las entrañas de la sociedad. No pretendemos aportar ninguna “explicación” definitiva. Simplemente hemos buceado en la trama de la historia para con ello aportar algunos materiales. Materiales que esperamos sirvan para animar nuevos y más interesantes debates entre los que sufrimos esta sociedad para que con la lucha común empecemos a dar una respuesta.

¿Cómo se hace la historia?

El propósito de esta contribución no es narrar la historia de la humanidad. Es una empresa para lo que no nos sentimos capacitados. Nuestro propósito es mucho más modesto. Se trata de aportar algunos apuntes que nos permitan comprender cuál ha sido el modo de vida social de la humanidad en las diferentes épocas y cómo ha ido cambiando. Se trata igualmente de comprender quién hace la historia y cómo se hizo.

Para nosotros, la historia no la hacen ni el designio de los dioses; ni las ideas –aunque estas influyen en su devenir-; ni tampoco los llamados “grandes hombres” –reyes, genios, conquistadores- aunque admitamos que éstos dejan su huella en la marcha de la historia.

Para nosotros es la humanidad toda entera, en sus sucesivas generaciones, la auténtica protagonista de la historia, con su esfuerzo colectivo, con sus luchas, sus anhelos, necesidades, dudas y pasiones, pero igualmente con sus sufrimientos, crímenes, guerras… Cada generación humana realiza su obra, dejando un legado que transmite a la siguiente. «Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado», dice Carlos Marx[1].

¿Cómo se va construyendo la trama de la historia? ¿Qué hay detrás de la sucesión de acontecimientos históricos? Reflexionando sobre ello, Federico Engels señala:

«La historia se hace de tal modo, que el resultado final siempre deriva de los conflictos entre muchas voluntades individuales, cada una de las cuales, a su vez, es lo que es por efecto de una multitud de condiciones especiales de vida; son, pues, innumerables fuerzas que se entrecruzan las unas con las otras, un grupo infinito de paralelogramos de fuerzas, de las que surge una resultante -el acontecimiento histórico-, que a su vez, puede considerarse producto de una fuerza única, que, como un todo, actúa sin conciencia y sin voluntad. Pues lo que uno quiere tropieza con la resistencia que le opone otro, y lo que resulta de todo ello es algo que nadie ha querido. De este modo, hasta aquí toda la historia ha discurrido a modo de un proceso natural y sometida también, sustancialmente, a las mismas leyes dinámicas. Pero del hecho de que las distintas voluntades individuales no alcancen lo que desean, sino que se fundan todas en una media total, en una resultante común, no debe inferirse que estas voluntades sean = 0. Por el contrario, todas contribuyen a la resultante y se hallan, por tanto, incluidas en ella»[2]

«Somos nosotros mismos quienes hacemos nuestra historia, pero la hacemos, en primer lugar con arreglo a premisas y condiciones muy concretas. Entre ellas, son las económicas las que deciden en última instancia (…) Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real», continúa Engels en la misma carta.

La producción y reproducción de la vida humana dentro del entorno natural, es el factor determinante. Sin embargo, sería un error considerar que la historia humana solo está movida por la economía. En primer lugar, “la producción y reproducción de la vida real” es mucho más que la economía; y, en segundo lugar, los factores psicológicos, éticos, culturales, jurídicos, pero igualmente las tradiciones, la situación geográfica etc., tienen un peso que no se puede ignorar.

A partir de estas premisas generales vamos a aproximarnos al discurrir histórico de la humanidad.

Los orígenes de la especie humana

La especie humana es el fruto de una larga evolución. Los estudios de Darwin en el siglo XIX abrieron un vasto campo de investigaciones biológicas, antropológicas, paleontológicas y arqueológicas que han permitido, siglo y medio más tarde, ir encontrando los distintos eslabones de una larga cadena evolutiva que va desde especies predecesoras –emparentadas con los chimpancés y especies similares- hasta el homo sapiens. Se calcula que este proceso se remonta a 5 millones de años.

Así pues podemos decir que la especie humana no tiene un estatuto separado y externo al de la evolución natural sino que forma parte de ella aunque constituye, como vamos a ver, una especie muy importante dentro de la naturaleza, que se ha transformado con el paso de los tiempos en la más influyente y poderosa. Pero esto si lo consideramos en la escala de la historia natural que tiene muchos millones de años es algo muy reciente. Durante muchos milenios, la especie humana era extremadamente débil y se veía constantemente amenazada de desaparición.

Así pues, la historia de la humanidad está unida a la historia de la naturaleza (la geología, la evolución de las especies, la biología, la neurología, la astronomía etc.). Como señala Carlos Marx en sus Manuscritos Económico – Filosóficos: «Algún día la Ciencia natural se incorporará a la Ciencia del hombre, del mismo modo que la ciencia del hombre se incorporará a la ciencia natural, habrá una sola ciencia»[3].

Desborda las posibilidades de este pequeño estudio analizar los distintos hitos de este largo proceso. Lo que sí podemos decir, y nos parece lo más importante, es que durante estos 5 millones de años la especie humana ha sufrido numerosas transformaciones y evoluciones, no se puede hablar de una especie eternamente igual a sí misma sino de una especie en continuo cambio que se modifica en su constitución y composición en estrecha relación con su entorno natural. Cambios en la forma de andar –pasar de caminar a 4 patas a hacerlo con los dos pies-, en el desarrollo de la mano, en el crecimiento del cerebro, en la altura de los individuos, en su régimen alimenticio etc., constituyen el producto de largos procesos, de profundas transformaciones, dentro de una larga línea evolutiva[4].

Una de las más importantes transformaciones es la emergencia de una serie de especies que culminan en el Homo Sapiens[5]. Esta especie alcanza en sus grandes rasgos (cuerpo, cerebro, bípedo etc.) la configuración de la humanidad tal y como hoy se conoce. Parece que tiene 2 millones de años de antigüedad y que su desarrollo se dio en paralelo al de otras ramas humanas que acabaron por desaparecer, algunas parece que se mantuvieron hasta hace unos 25000 años.

Sin pretender adentrarnos detenidamente en la teoría de la evolución queremos destacar dos rasgos esenciales de la especie humana: su carácter múltiple y polifacético y su sociabilidad.

La especie humana tiene un bajo grado de especialización. Cuanto más especializada y concentrada en una serie de actividades y cualidades específicas es una especie, menores son sus posibilidades de progreso evolutivo. La perfección es sinónimo de limitación pues indica una evolución acabada que en su configuración definida ya no puede evolucionar más. Especies como el león o el tigre aparecen como especies admirables en su destreza para la caza, la velocidad de la carrera, pero en esa “perfección” se encierra su debilidad pues ya no tienen posibilidad de evolución. «El caballo y el león se hallan armados contra el progreso a causa de la misma extraordinaria eficacia de sus extremidades y de sus dientes, así como del sentido del olfato. Cada uno de estos animales se halla reducido a desempeñar el papel de una de las piezas de la maquinaria orgánica» (Aldous Huxley).

En cambio, cuanto más polifacética y multilateral es una especie, mayor es su capacidad de adaptación, de progreso y de evolución. Es una especie “en construcción”, no acabada y por tanto imperfecta, pero por ello mismo está abierta a la modificación, es plástica y maleable, puede, en definitiva, evolucionar.

Esa es una característica de la especie humana, resultado de la condensación de toda una serie de factores contradictorios y que la coloca como punta de lanza de la evolución del conjunto de la naturaleza tal y como la conocemos actualmente. «El hombre no es un tipo estabilizado, fijo, sino más bien fluido, adaptable, infinitamente maleable; el más educable y alterable de los seres vivos. Va mudando a medida que va adquiriendo nuevos métodos, nuevas técnicas, nuevas ideas. A su cerebro debe el hombre la facultad de aprender, de reorganizar, de adoptar nuevos procedimientos, de desechar lo que juzga menos útiles y de poder cambiar tan rápidamente. Y es susceptible de hacer todo esto porque no es un tipo consumado, completo, como lo son el caballo o la jirafa. El hombre es pura potencialidad; no un ente fijo y dado de una vez»[6].

La naturaleza multilateral y polifacética de la especie humana, su plasticidad y apertura, van ligados a su debilidad, la cual –por paradójico que pueda parecer- se convierte en lo que sin duda es su mayor fuerza y constituye la base de la segunda característica vital de la especie humana: su sociabilidad. «Durante la fase de evolución que se sitúa entre los antepasados inmediatos del hombre y del hombre moderno, la debilidad es una ventaja [subrayado en el original] pues ella conduce a la unión ante el peligro, a la cooperación, al apoyo mutuo y al desarrollo correlativo de la inteligencia y la educación de los jóvenes. La extenuación progresiva de las capacidades animales –en lo que se incluye las disminución de la acuidad de los instintos individuales en beneficio de la extensión indefinida de los instintos sociales- está sobre compensada por el crecimiento simultáneo de las capacidades racionales, las cualidades sociales y la eficacia colectiva»[7].

La sociabilidad constituye el rasgo más importante y decisivo de la especie humana. Ella no es desde luego la única especie capaz de cooperar y actuar en común. Las abejas o las hormigas son ejemplos muy notables de trabajo cooperativo. Sin embargo, el rasgo social y cooperativo, la amplitud y profundidad de los instintos sociales, constituye la principal fuerza de la especie humana. Es lo que le ha permitido realizar grandes transformaciones sobre sí misma: el lenguaje, el pensamiento, la inteligencia, la comunicación altamente desarrollada…, todo lo cual, a su vez, le ha llevado primero a adaptarse cada vez mejor al medio natural y, con posterioridad, a ser capaz de influirlo y transformarlo.

Físicamente, la especie humana estaba muy lejos de ser la más fuerte. Mamíferos, reptiles, aves, especies hoy desaparecidas como los dinosaurios, poseían una fuerza física temible. Si la especie humana ha logrado sobrevivir en medio de este contexto tan desfavorable ha sido precisamente por su capacidad social, la cual ha progresado constantemente a lo largo de muchos miles de años.

La humanidad ha vivido más del 95% de su historia en comunidades comunistas

En el siglo XIX se estimaba que la humanidad había vivido bajo el régimen de sociedades escindidas en clases antagónicas: patricios y esclavos, reyes y súbditos, señores y siervos, capitalistas y obreros. De hecho, el capítulo inicial de El Manifiesto Comunista comienza con la tajante afirmación de que «toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases»[8], lo cual es manifiestamente incorrecto porque en realidad solamente una pequeña parte de la historia humana discurre en el marco de la división en clases sociales –como mucho los últimos 15.000 años.

Marx y Engels, debido a su espíritu crítico y su voluntad científica, supieron poner en cuestión esta afirmación de El Manifiesto. En los años 50 y 60 del siglo XIX, su seguimiento de las últimas novedades en el mundo científico les llevaron a barruntar que antes de las sociedades de clases había existido “otra sociedad”, muy antigua. Sin embargo, no supieron caracterizarla, ponerle por así decirlo “nombres y apellidos”, hasta que descubrieron los estudios de un antropólogo norteamericano, Lewis Henry Morgan (del que vamos a hablar más adelante), que a partir de sus amplias observaciones y su convivencia con tribus iroquesas[9], estableció que la humanidad había vivido una larga fase de su historia bajo condiciones diferentes a la sociedad de clase, concretamente había vivido en comunidad –ciertamente pequeñas comunidades aisladas-, en una forma social que se denominó el comunismo primitivo. Se calcula que más del 95% de la historia humana ha discurrido bajo esta organización social.

¿Cómo fue el comunismo primitivo? ¿Cuáles son sus rasgos característicos? ¿Cómo vivía la humanidad bajo esa organización?

No pretendemos dar una respuesta exhaustiva ni trazar una historia documentada, sino ver algunos elementos destacados que caracterizan esta forma de sociedad. Nos hemos inspirado en un libro de Rosa Luxemburg titulado Introducción a la economía política que contiene informaciones históricas y análisis de mucho interés. Destacan los capítulos titulados “Historia Económica”[10].

El estudio de Rosa Luxemburg abarca numerosas experiencias situadas en épocas remotas: los germanos, la antigua Grecia, la América anterior a la conquista española, la India, Australia, Estados Unidos, Rusia…, es decir, para sus conclusiones se apoya en un conocimiento histórico de todos los continentes y no únicamente de Europa.

Hasta más allá de la segunda mitad del siglo XIX, la idea dominante sobre la humanidad antigua es que ésta había vivido dividida en una suma de familias aisladas cada una dotada de su propiedad particular[11].

Frente a estas ideas, Rosa se apoyó en las investigaciones del antropólogo alemán Maurer que en 1853 publicó un estudio sobre los antiguos pueblos germánicos. «Desde hace 2000 años y aún antes, regían condiciones, entre los germanos, radicalmente distintas de las actuales. No se conocía entonces el estado con leyes coactivas escritas ni la división en ricos y pobres, dominadores y trabajadores. Constituían tribus y clanes libres que erraron por Europa hasta asentarse temporalmente primero, y luego definitivamente. El cultivo de la tierra, como lo demostró von Maurer, comenzó en Alemania no a partir de individuos sino de clanes y tribus enteras, así como en Islandia surgió en sociedades bastante numerosas, llamadas frändalid y la skulldalid, que quiere decir algo así como compañía y séquito»[12].

La organización que se daban estas tribus era la propiedad comunal de la tierra y su cultivo por sorteo de lotes intercambiables entre las distintas familias que las componían. «Los antiguos germanos no conocían lo “mío” y lo “tuyo” en relación con la tierra. Más bien, cada clan constituía, al asentarse, una comunidad que manejaba en común toda la superficie perteneciente a ella, la distribuía y la trabajaba» [13].

Estos estudios empezaban a poner en duda el mito según el cual, la humanidad había vivido siempre en un régimen de propiedad privada que supuestamente sería “innata al hombre”. Este prejuicio estaba tan arraigado que un médico francés que había recorrido Mongolia a finales del siglo XVII se sentía muy enfadado porque en esas tierras «han aniquilado el concepto mismo de lo mío y lo tuyo en su aplicación a la propiedad de la tierra, concepto que constituye el fundamento de todo lo bueno y hermoso en el mundo». ¡No le cabía en la cabeza que la humanidad pudiera vivir en comunidad!

Tal era la fuerza del dogma de la propiedad privada que los estudios de Von Maurer fueron reducidos a la crónica de una “excepción” atribuible a la “raza germánica”. Pero al poco tiempo, otro estudioso alemán, Von Hauxthausen, «demostró que los campesinos rusos no conocían la propiedad privada de los campos labrantíos, prados y bosques, que la aldea en conjunto era propiedad de ellos y que las distintas familias campesinas sólo recibían parcelas de tierras de cultivo en usufructo temporal, parcelas que (exactamente como los antiguos germanos) sorteaban entre sí»[14].

En los siguientes 30 años se acumularon sin cesar nuevos descubrimientos. Los dominadores ingleses de la India querían realizar un catastro de la agricultura de dicho país para lo que hacía falta identificar las propiedades privadas de tierras y sus titulares. La sorpresa de los funcionarios ingleses fue mayúscula: «Encontraron las más variadas comunas campesinas grandes y pequeñas que ocupaban sus tierras desde hacía milenios, cultivaban arroz y vivían ordenadamente y en tranquilidad, pero (¡horror!), no se encontraba por ninguna parte, en estas tranquilas aldeas, un propietario de las tierras. Por más que se buscase, nadie podía llamar suya la tierra o la parcela por él labrada, ni por tanto venderla, arrendarla, hipotecarla, darla en garantía de impuestos impagados. Todos los miembros de tales comunas, se mantenían firme y fielmente unidos, y los lazos de sangre entre ellos les significaban todo mientras que la propiedad del individuo no tenía ningún valor para ellos»[15]. Un informe de fiscales de hacienda británicos decía que « Los productos de la economía comunitaria se integran en un fondo común con el que se hace frente a todas las necesidades». «Sir Henry Maine, profesor de derecho comparado en Oxford y ex miembro del gobierno en la India, dio lecciones sobre las comunas agrarias indias ya en 1871 y trazó un paralelismo entre ellas y las comunidades de marca cuya existencia había probado Maurer en Alemania y Nasse en Inglaterra»[16]

Los franceses que habían ocupado numerosas regiones de África se encontraron con la misma realidad: ni rastro de propiedad privada salvo en las franjas costeras anteriormente dominadas por árabes y turcos. Pero, ahí donde civilizaciones feudales no habían llegado –o incluso en presencia de éstas y conviviendo con ellas- lo que predominaba por todas partes era la organización comunista tribal y la propiedad en común de tierras y ganado.

En América del Sur se llegó a la misma conclusión: «Ya en la década del setenta el erudito ruso Maxim Kovalevski, sobre la base de los informes de Zurita[17], llegó al resultado de que el legendario imperio inca de Perú no había sido otra cosa que un país en el que regían las mismas relaciones antiguas de comunismo agrario que ya había examinado Maurer en el caso de los antiguos germanos, y que era la forma predominante no sólo en Perú sino también en México y, en general, en todo el nuevo continente conquistado por españoles»[18]. Así pues, el mundo científico serio reconocía hacia 1880 «en el comunismo agrario una forma primitiva del desarrollo internacional y válida para todos los continentes y todas las razas»[19]

En la comprensión de cómo ha vivido la humanidad la inmensa mayoría de su historia jugó un papel fundamental el estudio del norteamericano Lewis Henry Morgan (antes citado) quien en su libro La Sociedad Primitiva (1877) mostró las formas de vida, la cultura, moralidad, organización social, leyes, actividades económicas etc., propios del comunismo primitivo. De este estudio, Rosa Luxemburgo saca algunas conclusiones.

La primera es que «Lo mismo que, para los representantes oficiales de la Iglesia cristiana, todas las religiones primitivas y precristianas no son sino una larga serie de extravíos en la búsqueda de la única religión verdadera por parte de la humanidad, todas las formas económicas primitivas eran, para los economistas, sólo intentos fallidos previos al descubrimiento de la única forma económica verdadera: la propiedad privada y la explotación, con las que se inician la historia escrita y la civilización. Morgan asestó a esta concepción un golpe decisivo al plantear la historia cultural primitiva en su conjunto como una parte de la ininterrumpida escala del desarrollo de la humanidad, infinitamente más importante, tanto por su duración infinitamente más prolongada que la del diminuto fragmento de la historia escrita, como por las decisivas conquistas de la civilización realizadas justamente en aquella prolongada alborada de la existencia histórica de la humanidad. Al insuflar un contenido positivo a las “denominaciones” salvajismo, barbarie y civilización, Morgan hizo de ellas conceptos científicos exactos y las empleó como instrumentos de investigación científica. Salvajismo, barbarie y civilización son para Morgan tres segmentos del desarrollo de la cultura, separados unos de otros por signos materiales perfectamente determinados y dividido cada uno de ellos en un nivel inferior, uno medio y uno superior diferenciados entre sí nuevamente por conquistas y progresos culturales concretamente determinados»[20]

Ese 95% de la historia de la humanidad no fue un “tiempo perdido”. Los estudios antropológicos realizados a lo largo del siglo XX en tribus “aún no civilizadas”; las investigaciones en el campo de la paleontología y la arqueología y otros muchos estudios, viajes y observaciones, permiten comprender que durante el comunismo primitivo tuvo lugar un proceso fascinante de progresos, desarrollos, invenciones, descubrimientos, se fue fraguando una cultura, creció una moralidad, se forjó una vida social humana de la cual mucho podemos aprender y sin la cual los últimos 15 mil años de civilización serían imposibles.

Morgan muestra las relaciones de parentesco, la evolución de la familia, las formas de relación sexual etc. Aventura la hipótesis que fue posteriormente comprobada que la organización gentilicia –conjunto de tribus, clanes etc., unidos por lazos sanguíneos- no se limitaba a los indios piel Rojas sino a los pueblos originarios de las grandes civilizaciones: Roma, Grecia, India, China… Describe la vida en estas sociedades: «Todos sus miembros son hombres libres comprometidos a defender la libertad del otro; iguales en sus derechos personales, ni los dirigentes de la paz ni los jefes guerreros pretenden preeminencia de ninguna especie; constituyen una hermandad, ligados por lazos sanguíneos. La libertad, la igualdad; la fraternidad, aunque nunca formuladas, eran los principios, básicos de la gens, y ésta era la unidad de todo un sistema social, el fundamento de la sociedad india organizada. Esto explica el indoblegable sentido de independencia y la dignidad personal en la conducta que todos reconocen a los indios»[21] La sociedad comunista primitiva no tiene propiedad privada ni explotación del hombre por el hombre, no tiene Estado, la mujer no está sometida al hombre sino que vive en un plano de igualdad con él. «Toda la actual civilización con su propiedad privada, su dominación de clase, su dominación masculina, su estado y su matrimonio coercitivo, es sólo una fase breve y temporal nacida de la disolución de la sociedad comunista originaria, que a su vez será desplazada en el futuro por formas sociales superiores»[22].

Rosa demuestra que el comunismo primitivo no es una sociedad estática, eternamente igual a sí misma, en realidad ha sufrido una evolución que ha pasado por diferentes etapas: desde pequeñas hordas errantes hasta comunidades tribales igualmente trashumantes pero dotadas de una creciente organización interna; desde tribus cazadoras - recolectoras que vivían de la caza y de frutos silvestres, hasta las comunidades agrarias locales que acabaron por extenderse por todo el planeta y que aún han logrado sobrevivir en algunas regiones durante el siglo XX.

¿Cuáles fueron esas transformaciones? ¿Cómo se pasó de la pequeña horda al agrupamiento en comunidades más estables y con lazos más firmes? ¿Qué pasos se dieron para pasar de la búsqueda errante de caza y frutos silvestres a una agricultura que reproduce éstos últimos y a una ganadería que permitirá ir reemplazando la caza?

Hubo toda una serie de descubrimientos, de creación de útiles de trabajo, que supusieron auténticas revoluciones y que permitieron esos pasos. Podemos hablar de algunas de ellas, las más destacadas.

El desarrollo de la mano. Si andar a dos patas constituyó un enorme salto hacia adelante, éste a su vez llevó a otro que fue la utilización de las manos como auténticas herramientas. Permitía la recolección, abría nuevas posibilidades de trabajo, distanciaba al hombre de la forma en que los animales obtienen su sustento, permitía su defensa, abría la posibilidad de la manufactura y del arte.

El descubrimiento del fuego. Permitió protegerse del frío, puso las bases para la emergencia de una cocina rudimentaria, condujo a un tratamiento más elaborado de los alimentos y a su conservación. El fuego igualmente permitió empezar a fabricar útiles de trabajo. Pero el fuego constituyó un poderoso factor de socialización, la tribu se reunía en torno a él. En torno a la hoguera se fueron forjando las condiciones para el desarrollo del lenguaje, el intercambio de experiencias, la elaboración de historias y tradiciones, la reflexión, la adopción de decisiones en común. El fuego tenía tal importancia que las tribus acabaron por mantenerlo las 24 horas del día y en sus desplazamientos se repartían el trabajo para mantenerlo vivo.

Podríamos añadir otros numerosos progresos: la confección de prendas rudimentarias; los transportes en los ríos utilizando troncos; el paso de vivir en cuevas a la construcción precaria de las primeras viviendas; el tallado de piedras con el que se fabricaron armas y utensilios; los primeros pasos en la agricultura y en la ganadería…

¿Pero cual fue el hilo conductor de esta incesante progresión? Los investigadores no dudan en atribuirlo a la unión entre capacidad social y cultural de la humanidad. Un factor clave lo constituyó el nacimiento y desarrollo del lenguaje, el cual no puede surgir del individuo mismo –no tiene necesidad de “comunicarse consigo mismo”- sino que solo puede emerger en comunidad. El lenguaje tuvo al principio una forma muy rudimentaria –gestos y signos- después experimentó un gran salto con la creación de palabras las cuales solamente podían surgir de un alto grado de confianza y de vivencia en común puesto que las palabras son una elaboración convencional que necesitan que todos se pongan de acuerdo en su significado.

El lenguaje da a la comunidad una cierta conciencia que es a la vez individual y colectiva. En esta conciencia se apoya la toma de decisiones que puede alejarse de la inicial improvisación o de la sumisión a ritos que se repiten incesantemente. Sin abandonar ambos aspectos, todo indica que las comunidades primitivas evolucionaron hacia la toma de decisiones en asambleas regulares donde asistían todos sus miembros. Los estudios de Morgan así como investigaciones posteriores, apuntan a la asamblea como el órgano de decisión de las comunidades primitivas. En estas asambleas, los ancianos, al acumular el tesoro de la experiencia, constituían la voz más escuchada.

Pero el lenguaje a su vez permite una cierta abstracción y lleva al desarrollo del pensamiento el cual no es un producto individual sino que surge de la lenta gestación de una cultura común.

Esta cultura común hace emerger igualmente los primeros pasos del arte. Son numerosas las pinturas que nos han llegado del Paleolítico. La interpretación más plausible de las mismas es que, especialmente en las escenas de caza, tenían como fin “anticiparla”, darle la finalidad mágica de que se realice efectivamente. Pero ese objetivo “pragmático” no excluye el progresivo desarrollo de un sentido artístico. «El artista paleolítico, que estaba interesado únicamente en la eficacia de la magia, seguramente sentiría una cierta satisfacción estética en su labor (…) La relación entre mímica y magia en las danzas culturales de los pueblos primitivos refleja aún más claramente este hecho. Así como, en estas danzas, el placer de la ficción y la imitación está difundido con la finalidad mágica, también el pintor prehistórico pintaría los animales en sus actitudes características con gusto y satisfacción, a pesar de su entrega al propósito mágico de la pintura»[23]

La transmisión entre las sucesivas generaciones constituyó un enorme progreso: las experiencias vividas, las constataciones penosamente adquiridas, no se perdían sino que iban pasando a las siguientes generaciones con la intervención activa de los más viejos, poco a poco la humanidad empezaba a constituir una de sus fuerzas más importantes, su patrimonio cultural, base de la reflexión, de la conciencia y de la capacidad para actuar en función del futuro y no únicamente del presente.

El conjunto de esta primera forma cultural ha sido denominado realismo mágico. Realismo porque se basaba en la simple constatación de hechos, en su atesoramiento y transmisión de generación en generación. Realismo igualmente en el sentido más estrecho de que estaban pegados a las experiencias más inmediatas y carecían de historia. Mágico porque no se trataban de explicar –resultaba imposible para las condiciones de entonces- sino que se atribuían directamente a fuerzas misteriosas y extrañas.

Pero ese realismo mágico fue un gran crisol en el que fueron acumulándose conocimientos y experiencias, reforzó la vida en comunidad y le dio –en las terriblemente limitadas condiciones de entonces- una mayor conciencia, una mayor seguridad, una mayor capacidad de producción y organización. El realismo mágico daba pie a una cierta organización del trabajo y una división del mismo entre los miembros de la tribu pero siempre encaminados a la satisfacción de las necesidades comunes. Menciona Rosa los estudios sobre los aborígenes australianos que han poseído desde decenas de siglos una compleja organización comunista cuyo pilar es el Tótem: cada rama de la tribu se especializa en cazar un animal para el resto, el cual sin embargo no puede comer salvo caso de extrema necesidad: «los distintos grupos totémicos no viven aislados unos de otros en la sociedad totémica; se mezclan y ejercitan sus fuerzas mágicas para el bien común. En el sistema originario los hombres del canguro cazaban y mataban (salvo que estemos equivocados) canguros tanto para consumo de todos los demás grupos totémicos como para el suyo propio, y así puede haber ocurrido con el totem-oruga, el totem-halcón y los demás. Bajo el nuevo sistema de forma religiosa, según el cual estaba prohibido a los hombres matar y comer los animales totémicos, los hombres del canguro siguieron produciendo canguros, pero no ya para su propio consumo; los hombres del emú prosiguieron incrementando los emús, aunque a ellos les estaba prohibido ahora probar carne de emú; los hombres de la oruga continuaron aplicando sus conjuros para la propagación de las orugas, por más que estos bocados exquisitos estaban destinados, en adelante, a otros hombres.” En una palabra: lo que hoy se nos presenta como un sistema de culto ya era, en épocas muy antiguas, un sistema sencillo de producción social organizada con amplia división social del trabajo»[24]

Emparejada con el realismo mágico se desarrolló la creencia supersticiosa. Ésta constituyó una primitiva forma de pensamiento más abstracto, con mayor capacidad de generalización, que se fue gestando poco a poco para dar un mínimo de seguridad a unos seres humanos que se sentían impotentes ante una naturaleza que les era totalmente desconocida y, sobre todo, terrible, aplastante e indomable. Pensemos en comunidades que se encontraban de repente con la cueva donde vivían totalmente anegada por una inundación, con el agotamiento súbito de los vegetales que les proporcionaba alimentos silvestres; con ataques repetidos de fieras enormes; que se veían afectados por fenómenos incomprensibles: sequías, terremotos, olas de frío o de calor etc. Se trataba de fenómenos que la humanidad ha tardado muchos siglos en explicar, en muchos casos todavía de forma parcial o insatisfactoria.

La humanidad no se reduce –desde sus más lejanos estadios- a un cuerpo físico o a una colección fisiológica de simples instintos repetitivos como sucede en otras especies animales; al vivir en sociedad, al haber desarrollado un cerebro, al comunicarse, pensar, actuar…, tiene sentimientos, sufre o se alegra, y esa complejidad “interior” contrastaba brutalmente con su impotencia frente al “mundo exterior” –el entorno natural-. De ahí que sin la ayuda de la explicación supersticiosa –que lógicamente hoy nos parece totalmente anacrónico- no hubiera podido resistir la tremenda incertidumbre vital y hubiera probablemente perecido.

Aquí cerramos la primera entrega de esta “pequeña historia” que hemos centrado en el comunismo primitivo (hasta hace unos 15 mil años). Esta sociedad no era sin embargo el paraíso sobre la Tierra. Fue la forma de supervivencia que encontró la humanidad en sus largos y penosos pasos iniciales, realizados bajo condiciones de una bajísima capacidad de producción y de impotencia total frente a la naturaleza. De ahí que encerrara límites y contradicciones insuperables y que ella misma acabara por convertirse en una carga insoportable para sus propios miembros, lo que la llevaron a la crisis y a que empezaran a emerger de sus propias entrañas las primeras sociedades divididas en clases.


[3] De una manera aún más tajante, Marx y Engels afirman en La Ideología Alemana: «Reconocemos solamente una ciencia, la ciencia de la historia. La historia considerada desde dos puntos de vista, puede dividirse en historia de la naturaleza y la historia de los hombres. Ambos aspectos, con todo, no son separables: mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionan recíprocamente» (Textos suprimidos por Marx y Engels, texto 2, perteneciente a Feuerbach, contraposición entre la concepción materialista y la idealista, parte I).

[4] Resulta de interés el libro conjunto de John Maynard Smith y Eörs Szathamary titulado 8 hitos de la evolución, Del origen de la vida. Enlace de información bibliográfica: www.tusquetseditores.com/titulos/metatemas-ocho-hitos-de-la-evolucion-de...

[6] John Lewis, Hombre y Evolución, página 124 edición española, Editorial Grijalbo.

[7] Patrick Tort: Darwin no es quien se cree, libro en francés, página 66, traducido por nuestros medios.

[10] Ver grupgerminal.org/?q=system/files/IntroduccionalaeconomiaRosaLuxemburgFORMATEADO.pdf . Otro libro recomendable es el de Federico Engels El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884), ver https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/origen/index.htm

[11] Para el filosofo inglés Locke (1632-1704) el hombre era un individuo solitario que se bastaba a sí mismo y que solo entraba en relación con los demás por libre decisión propia. https://es.wikipedia.org/wiki/John_Locke

[12]Introducción a la economía política (en adelante la llamaremos INTRO), capítulo II pag. 45

[13] Idem.

[14] INTRO capítulo II pag. 46.

[15] INTRO capítulo II pag. 48.

[16] INTRO capítulo II pag. 49.

[17] Auditor español de la Real Audiencia de México durante la dominación española que había escrito un exhaustivo informe sobre las formas de vida de los indios antes de la conquista hispana.

[18] INTRO capítulo II pag. 50.

[19] INTRO capítulo II pag. 52.

[20] INTRO capítulo II pag. 53.

[21] INTRO capítulo II pag. 55.

[22] INTRO capítulo II pag. 56.

[23] Arnold Hauser Historia social de la literatura y el arte, tomo I, página 19 edición española.

[24]INTRO capítulo II pag. 68.

[27] De una manera aún más tajante, Marx y Engels afirman en La Ideología Alemana: «Reconocemos solamente una ciencia, la ciencia de la historia. La historia considerada desde dos puntos de vista, puede dividirse en historia de la naturaleza y la historia de los hombres. Ambos aspectos, con todo, no son separables: mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionan recíprocamente» (Textos suprimidos por Marx y Engels, texto 2, perteneciente a Feuerbach, contraposición entre la concepción materialista y la idealista, parte I).

[28] Resulta de interés el libro conjunto de John Maynard Smith y Eörs Szathamary titulado 8 hitos de la evolución, Del origen de la vida. Enlace de información bibliográfica: www.tusquetseditores.com/titulos/metatemas-ocho-hitos-de-la-evolucion-de...

[30] John Lewis, Hombre y Evolución, página 124 edición española, Editorial Grijalbo.

[31] Patrick Tort: Darwin no es quien se cree, libro en francés, página 66, traducido por nuestros medios.

[34] Ver grupgerminal.org/?q=system/files/IntroduccionalaeconomiaRosaLuxemburgFORMATEADO.pdf . Otro libro recomendable es el de Federico Engels El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884), ver https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/origen/index.htm

[35] Para el filosofo inglés Locke (1632-1704) el hombre era un individuo solitario que se bastaba a sí mismo y que solo entraba en relación con los demás por libre decisión propia. https://es.wikipedia.org/wiki/John_Locke

[36]Introducción a la economía política (en adelante la llamaremos INTRO), capítulo II pag. 45

[37] Idem.

[38] INTRO capítulo II pag. 46.

[39] INTRO capítulo II pag. 48.

[40] INTRO capítulo II pag. 49.

[41] Auditor español de la Real Audiencia de México durante la dominación española que había escrito un exhaustivo informe sobre las formas de vida de los indios antes de la conquista hispana.

[42] INTRO capítulo II pag. 50.

[43] INTRO capítulo II pag. 52.

[44] INTRO capítulo II pag. 53.

[45] INTRO capítulo II pag. 55.

[46] INTRO capítulo II pag. 56.

[47] Arnold Hauser Historia social de la literatura y el arte, tomo I, página 19 edición española.

[48]INTRO capítulo II pag. 68.

[51] De una manera aún más tajante, Marx y Engels afirman en La Ideología Alemana: «Reconocemos solamente una ciencia, la ciencia de la historia. La historia considerada desde dos puntos de vista, puede dividirse en historia de la naturaleza y la historia de los hombres. Ambos aspectos, con todo, no son separables: mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionan recíprocamente» (Textos suprimidos por Marx y Engels, texto 2, perteneciente a Feuerbach, contraposición entre la concepción materialista y la idealista, parte I).

[52] Resulta de interés el libro conjunto de John Maynard Smith y Eörs Szathamary titulado 8 hitos de la evolución, Del origen de la vida. Enlace de información bibliográfica: www.tusquetseditores.com/titulos/metatemas-ocho-hitos-de-la-evolucion-de...

[54] John Lewis, Hombre y Evolución, página 124 edición española, Editorial Grijalbo.

[55] Patrick Tort: Darwin no es quien se cree, libro en francés, página 66, traducido por nuestros medios.

[58] Ver grupgerminal.org/?q=system/files/IntroduccionalaeconomiaRosaLuxemburgFORMATEADO.pdf . Otro libro recomendable es el de Federico Engels El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884), ver https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/origen/index.htm

[59] Para el filosofo inglés Locke (1632-1704) el hombre era un individuo solitario que se bastaba a sí mismo y que solo entraba en relación con los demás por libre decisión propia. https://es.wikipedia.org/wiki/John_Locke

[60]Introducción a la economía política (en adelante la llamaremos INTRO), capítulo II pag. 45

[61] Idem.

[62] INTRO capítulo II pag. 46.

[63] INTRO capítulo II pag. 48.

[64] INTRO capítulo II pag. 49.

[65] Auditor español de la Real Audiencia de México durante la dominación española que había escrito un exhaustivo informe sobre las formas de vida de los indios antes de la conquista hispana.

[66] INTRO capítulo II pag. 50.

[67] INTRO capítulo II pag. 52.

[68] INTRO capítulo II pag. 53.

[69] INTRO capítulo II pag. 55.

[70] INTRO capítulo II pag. 56.

[71] Arnold Hauser Historia social de la literatura y el arte, tomo I, página 19 edición española.

[72]INTRO capítulo II pag. 68.

 

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