El capitalismo está en bancarrota: necesitamos derrocarlo

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Estamos asistiendo a una crisis histórica del capitalismo que está trayendo graqves sufrimientos para la inmensa mayoría. ¡Para que la humanidad pueda vivir el capitalismo debe morir! Hay que derribarlo.

Hubo un tiempo, no hace mucho, en el que a los revolucionarios se les trataba con escepticismo o burla cuando mantenían que el sistema capitalista se dirigía hacia la catástrofe. Hoy son los más acérrimos defensores de este sistema quienes lo reconocen. «El caos está ahí, justo delante de nosotros» (Jacques Attali, antiguo socio del ex-presidente francés Mitterand y ex-director  del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo; en la actualidad consejero del presidente Sarkozy.  Citado en el "Journal du Dimanche", 27-11-11). «Creo que usted no es consciente de que en un par de días, o en una semana, nuestro mundo podría desaparecer... estamos muy cerca de una gran revolución social» (Jean-Pierre Mustier, director bancario, anteriormente en la financiera "Societé Générale", www.chanllenges.fr./finance-et-marche).  No es con entusiasmo que estos defensores del capitalismo admiten que su ídolo se tambalea. Se encuentran en cambio profundamente  preocupados por este hecho, y con más razón cuando ven que las soluciones que se proponen para salvar al sistema carecen de realismo. Como el periodista que entrevistó a Jean-Pierre Mustier añade: «por lo que respecta a las soluciones, el cajón está vacío». ¡Y no le falta razón!

Por mucha lucidez que tengan, aquellos que piensan que no hay ninguna otra sociedad posible son incapaces de poner sobre la mesa ninguna solución al desastre que actualmente amenaza a la humanidad. Y es que no hay soluciones a las contradicciones del capitalismo dentro del sistema. Las contradicciones a las que se enfrenta son insuperables porque no son el resultado de "una mala gestión" de este o aquel gobierno ni de la acción de "las finanzas internacionales", sino simplemente son el resultado de las leyes sobre las que se fundamenta el sistema. Tan sólo quebrando esas leyes, reemplazando el capitalismo por otra sociedad, la humanidad podrá superar la catástrofe que tenemos ante nosotros. Solamente situando las cosas en ese contexto puede entenderse la naturaleza de la actual crisis capitalista.

La única solución: liberar a la humanidad del yugo del capitalismo

Al igual que otras sociedades que le precedieron, como el esclavismo y el feudalismo, el capitalismo no es un sistema eterno. El esclavismo predominó en la antigüedad porque correspondía con el nivel de las técnicas agrícolas que se encontraban disponibles. Cuando estas evolucionaron, requiriendo una mayor atención por parte de los productores, la sociedad entró en una profunda crisis - la decadencia de Roma. El esclavismo fue reemplazado por el feudalismo, en el que los siervos estaban vinculados a una parcela de terreno trabajando parte de su tiempo para el señor de la tierra o entregándole una parte de la cosecha. Al final de la Edad Media este sistema era ya obsoleto, llevando de nuevo a la sociedad a una crisis histórica. El sistema fue reemplazado por el capitalismo, que no se basaba ya en la pequeña producción agrícola sino en el comercio, en el trabajo asociado y en la gran industria, que a su vez fueron posibles por el progreso tecnológico (la máquina de vapor por ejemplo). Hoy en día, como resultado de sus propias leyes, el capitalismo se ha vuelto obsoleto y debe dejar paso a un sistema superior.

Pero, ¿dejar paso a qué? Aquí estriba la cuestión clave planteada por cada vez más gente  consciente de que el actual sistema no presenta ningún futuro, que está arrastrando a la humanidad al abismo de la pobreza y la barbarie. No somos profetas que pretendan describir la sociedad futura con todo detalle, pero una cosa está clara: en primer lugar tenemos que abolir la producción dirigida al mercado y reemplazarla por la producción dirigida a satisfacer las necesidades humanas. Hoy nos encontramos ante un absurdo: en todos los países la pobreza extrema está creciendo, la mayoría de la población se ve forzada a arreglárselas con cada vez menos, no porque el sistema no produzca suficiente sino porque produce demasiado. Se paga a los agricultores para que reduzcan su producción, las empresas cierran, los salarios se reducen brutalmente, enormes cantidades de jóvenes están condenados al desempleo, incluyendo aquellos que se han pasado años estudiando, y en definitiva todos los explotados se ven forzados a apretarse el cinturón cada vez más. La miseria y la pobreza no son el  resultado de la falta de fuerza de trabajo capaz de producir o de la falta de medios de producción, sino que son la consecuencia de un modo de producción que se ha vuelto una desgracia para la humanidad.

Únicamente rechazando de plano la producción destinada al mercado podrá el sistema que remplace al capitalismo mostrar en su bandera el principio  «de cada uno según posibilidades, a cada uno según sus necesidades».

La cuestión que se plantea es esta: "¿cómo podemos llegar a esa sociedad? ¿Qué fuerza en el mundo es capaz de llevar a cabo una transformación de tal calibre?" Está claro que una transformación de ese tipo no puede venir de la propia clase capitalista o de los gobiernos existentes que, cualesquiera que sea su color, defienden siempre el actual sistema y los privilegios que les otorga. Sólo la clase explotada bajo el capitalismo, la clase de los trabajadores asalariados, el proletariado, puede llevar a cabo este cambio radical, aunque no sea la única clase que sufra pobreza, explotación y opresión.

Por ejemplo, en todo el mundo existen gran cantidad de campesinos pobres que también se encuentran explotados y a menudo sufren peores condiciones de vida que los obreros de sus mismos países. Pero su posición en la sociedad no les permite liderar la construcción de una nueva sociedad, incluso cuando tengan un interés real en un cambio radical. Cada vez más arruinados por el sistema capitalista, estos pequeños productores aspiran a hacer retroceder la rueda de la historia, a volver a los días en que podían vivir de su propio trabajo, cuando las grandes empresas agro-alimentarias aún no les empobrecían. La situación es diferente para los trabajadores asalariados bajo el capitalismo. Las bases de su explotación y pobreza están en el trabajado asalariado - el hecho de que los medios de producción estén en manos de la clase capitalista (ya sea bajo la forma de propietarios privados o bajo la de capitalismo de Estado),  pudiendo ganarse la vida  únicamente vendiendo su fuerza de trabajo. En otras palabras: la aspiración última de la clase de los productores, incluso si la mayoría de sus miembros no son conscientes aún, es abolir la separación entre productores y medios de producción que caracteriza al capitalismo, abolir las relaciones mercantiles por las que son explotados, y que sirven de permanente justificación para los ataques a sus condiciones de vida, repitiendo empresarios y gobiernos aquello de que "hay que ser competitivos".

Por tanto el proletariado debe expropiar a los capitalistas, tomar colectivamente el control de la producción mundial con el fin de satisfacer las necesidades de la especie humana. Esta revolución, porque de eso estamos hablando, inevitablemente chocará con los órganos que el capitalismo utiliza para mantener su dominio sobre la sociedad, en primer lugar los Estados, sus fuerzas de represión, pero también todo el aparato ideológico que sirve para convencer a los explotados, días tras día, de que el capitalismo es el único sistema posible. La clase dominante no dudará en tratar de parar por todos los medios posibles la "gran revolución social" que aterra al banquero arriba mencionado y a muchos de sus compañeros de clase.

La tarea resultará inmensa. Las luchas que ya han comenzado contra el empeoramiento de las condiciones de vida en países como Grecia y España son pasos necesarios en la preparación del derrocamiento del capitalismo.  En estas luchas, en la solidaridad y unidad que contienen, en la conciencia que engendran sobre la posibilidad y necesidad de librarse de un sistema cuya bancarrota es cada día más evidente,  los explotados forjarán las armas que necesitan para abolir el capitalismo e implantar una sociedad liberada finalmente de la explotación, la pobreza, el hambre y la guerra.

El camino es largo y difícil pero no hay otro. La catástrofe económica, que tanta  intranquilidad crea en las filas de la burguesía, traerá un empeoramiento terrible de las condiciones de vida para todos los explotados, pero también les impulsará a comenzar  el camino que les lleve a  la revolución y a la liberación de la humanidad.

Fabienne 7-12-11

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