Del «¡No a la guerra!», al «¡Aznar dimisión!»

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 En el número pasado de nuestra publicación, Acción Proletaria 169, decíamos a propósito de la marea de movilizaciones pacifistas que desde el 15 de Febrero recorría las principales ciudades de España y del mundo: "Lo primero que hay que decir es que las manifestaciones actuales, por muy masivas que sean, no van a decidir el curso de los acontecimientos ni a impedir una guerra... (“Para luchar contra la guerra hay que combatir el capitalismo). Efectivamente ni los gritos de “¡No a la guerra!” han impedido que esta comenzase, ni los de “¡Paremos la guerra!” han hecho que las fase “militar” de la guerra de Irak haya concluido, sino la consecución por parte de Estados Unidos de sus objetivos estratégico militares (la toma del país y del desalojo del poder del régimen de Sadam Hussein). Y añadíamos a continuación:“ La principal función de las “movilizaciones” pacifistas es enmascarar las causas reales de la guerra, impidiendo que la población en general y sobre todo la clase obrera, comprenda verdaderamente la cuestión crucial: que la responsabilidad de la guerra no incumbe a tal o cual país o coalición de países, sino que es el auténtico modo de vida permanente del sistema capitalista en su conjunto en su etapa de decadencia” (Idem). Muchas han sido las patrañas con las que la clase dominante nos ha bombardeado ideológicamente para enmascarar y ocultar esas verdaderas causas de la guerra: que la guerra sería por el petróleo, acuñando así la consigna de ¡”No más sangre por petróleo”! tan repetida en las manifestaciones; que sería porque Bush es un chulo belicista y Azmar un lameculos belicista., de ahí que una de las consignas más repetidas en las manifestaciones, en especial en las de Marzo y Abril, haya sido ¡Aznar dimisión! o ¡Aznar dimite, el pueblo no te admite!. Esa misma consigna la hemos visto repetida hasta la saciedad en las imágenes televisivas en boca de los dirigentes de Izquierda Unida (con Llamazares a la cabeza) o del PSOE (a cargo de Calderero o del propio Zapatero). De esta forma la solución, no a la guerra en si, (que, además, es independiente de la participación española en ella) sino a la implicación de España en la cruzada contra Irak, está en echar a Aznar y su gobierno “belicista”. Esta identificación entre ¡No a la guerra! y ¡Aznar, dimisión! cumple una doble función de engaño ideológico:
  • Que la guerra sería el resultado de la ambición desmedida de unos cuantos politicastros sedientos de sangre entre los que se encontraría Aznar, y que, en oposición a ellos estarían los amantes de una política de “paz” y respeto a la “legalidad internacional”, los Zapatero, Llamazares, etc. O lo que es lo mismo: que la derecha, en este caso el PP, sería “belicista” por naturaleza mientras que la izquierda, PSOE e IU, sería “pacifista”.
  • Que ya que las movilizaciones no han servido para parar la guerra que al menos sirvan para pararle los pies a Aznar como castigo por no hacer caso al clamor popular.

A estas dos cuestiones queremos responder, brevemente, en este artículo.

 

¿Para que piden la cabeza de Aznar?.

No vamos a entrar en este artículo en analizar la actual posición imperialista del capital Español ni las divisiones que ésta ha generado entre las fuerzas políticas de la burguesía española (remitimos al lector al artículo publicado en el número 169 de nuestra publicación), ni tampoco en si la burguesía española se está planteando o no un relevo del gobierno o un voto de castigo al PP (que trataremos en posteriores publicaciones). Independientemente de ello pedir la cabeza de Aznar en las manifestaciones pacifistas le sirve a la burguesía española para dos fines muy precisos.

El primero de ellos es evitar que algunos de aquellos que han participado en las movilizaciones pacifistas empiecen ha hacerse la siguiente reflexión: “¿para que ha servido el 15 de Febrero y el 15 de Marzo?”, “¿para que han servido las cadenas humanas, las manifestaciones todos los sábados, las caceroladas?”. Y ante la evidencia de que no han servido para hacer frente a la guerra cabe entonces preguntarse ¿por qué?, ¿no será que ese no es el camino para acabar con la guerra?. Es decir se trata de ocupar el terreno de forma que se obstaculice hacerse ese tipo de preguntas. Así las movilizaciones si que habrían servido para algo, para pedir la dimisión de Aznar, y tendrían la posibilidad de continuarse en otro terreno, el electoral, el democrático. Y ese es precisamente el segundo de los fines, capitalizar y rentabilizar esa “gigantesca participación ciudadana” en el terreno del reforzamiento de la democracia y la supuesta “voluntad del pueblo”. De las misma forma que la burguesía española ha utilizado el antiterrorismo para lanzar grandes campañas de prestigiamiento de la democracia, hoy esta aprovechando el pacifismo y las movilizaciones pacifistas para el mismo fin.

 

¿Acaso son más pacifistas los partidos de la izquierda del capital y más belicistas los de derechas?

La hoja de servicios de los llamados partidos “socialistas” y “comunistas” a favor de la defensa de los intereses del capital (1) incluido la implicación en la guerra imperialista es bien real y bien amplia, aunque hoy se nos presenten vestidos de palomas de la paz. Basta recordar que fue precisamente el voto favorable a los créditos de guerra lo que sancionó el paso de la social democracia a las filas de la burguesía. La traición de la hasta entonces proletaria (aunque ya corroída años de oportunismo) social democracia abrió la puerta a la primera guerra mundial y llevó a miles de obreros a matarse los unos a los otros. El capitalismo había llevado la guerra al nivel más alto alcanzado hasta entonces por la humanidad.

Los tan pacifistas hoy ,PSOE, PC, o los anarquistas actuales nietos de los de la CNT, fueron los principales responsables de la masacre de obreros en la guerra de España de 1936 en nombre de la defensa del gobierno republicano, tan burgués y anti proletario como el franquista (ver nuestro libro España 1936: Franco y la República masacran a los trabajadores”).

Por lo que respecta a segunda guerra mundial la contribución bélica de los partidos de la actualmente tan pacifista izquierda del capital fue abrumadora. Los partidos llamados comunistas y socialistas son directamente responsables de la masacre de miles de obreros enrolados en el Frente Popular, bajo la bandera nacional o en defensa de la supuestamente socialista madre Rusia.

Lo que hoy incomoda a Zapatero y al PSOE, a Llamazares e IU, y sus acólitos más a la “izquierda” no es la guerra en si, sino si participar en la campaña contra Irak es la mejor forma o no de defender los intereses imperialistas y nacionales del capital español. Las lágrimas de cocodrilo que hoy vierten sobre los cadáveres de los civiles Irakis no las vertieron, en particular el PSOE, cuando en el 91 el Gobierno de Felipe Gonzalez sumaba a España a la coalición de países liderados por Bush padre que desencadenó los horrores de la guerra bajo los eufemismos de “tormenta del desierto” y similares. Eso si, entonces el plomo y el fuego se lanzaba en nombre de “una causa justa”: liberar Kuwait. Hace 12 años nos llamaban a tomar posición por un bando imperialista, el de la coalición internacional de países democráticos, y hoy nos llaman a tomar partido por el imperialismo más débil, el irakí.

En cuanto a la guerra que desmembró la antigua Yugoslavia, otra guerra “humanitaria”, para liberar al pueblo del dictador de turno, el PSOE en el gobierno fue quien encabezó la cruzada bélica y el envío de tropas vestidas de cascos azules. Hoy nos dicen que “no a la guerra” porque la población civil irakí no tiene porque sufrir la guerra contra Sadam, pero entonces no dudaron ni un momento en participar en la masacre de hombres, mujeres, niños y ancianos para dar caza Karadzic.

Cuando hoy “Zapatitos” y “Calderilla” se desgañitan gritando que no se deje repostar a los aviones USA en el cielo español o que se impida que despeguen desde las bases de Rota o Morón de la Frontera, corren un tupido velo sobre el hecho de que fue precisamente el PSOE quién llamó a votar SI a la entrada de España en la OTAN.

De la misma forma que, desde la entrada del capitalismo en su periodo de decadencia irreversible, todos los países –grandes o pequeños, de primer o de ultima fila, potentes o enanos militares, ricos o pobres- son imperialistas (2), todas las fracciones de la burguesía prestan su servicio en defensa de los intereses del capital nacional incluido su interés imperialista. El hecho de que en ciertos momentos, corresponde a ciertos partidos o grupos políticos adoptar un discurso belicista y en otros pacifista no es porque su naturaleza sea diferente sino porque cumplen una función determinada, bien repartiendose los papeles respecto a los posibles alianzas imperialistas o, sobre todo, para engañar y mistificar a la clase obrera.

 

¿Cuál es la verdadera respuesta a la guerra?

La forma de luchar contra esta guerra, o contra las que le van a seguir, no está en las manifestaciones pacifistas como la del 15 de Febrero o el 15 de Marzo, no está en llenar los balcones con pancartas ni en las caceroladas. La forma de luchar contra la guerra no está en votar a la izquierda porque sería menos belicista que la derecha. La forma de luchar contra la guerra no es gritar ¡Aznar, vete! para que en su lugar venga otro servidor del capitalismo como Zapatero, Llamazares, etc.

La verdadera forma de luchar contra la guerra pasa primero por reflexionar, por ver cuales son las causas reales de la guerra imperialista, por deshacerse de las montañas de mentiras con las que nos bombardea la clase dominante. La verdadera forma de luchar contra la guerra pasa por comprender que es el capitalismo quien al igual que engendrar la explotación y la miseria engendra la guerra. La verdadera forma de luchar contra la guerra es luchar contra el sistema que la genera: el capitalismo.

La verdadera forma de luchar contra la guerra es comprender que sólo hay una fuerza en la sociedad capaz de hacerle frente y ésta es el proletariado. Solo la lucha obrera contra la explotación cotidiana, contra la austeridad que la crisis capitalista exige, y contra la austeridad y el incremento de la explotación que las necesidades imperialista y guerreras de todas las burguesía implica, es lo que puede permitir a la clase obrera recuperar la confianza en sus propias fuerzas y en su misión histórica. Misión que ya formuló claramente el Manifiesto Comunista: ser el enterrador del capitalismo, y con él enterrar definitivamente la explotación del hombre por el hombre.

Alba, 21/04/03.

 

Situación nacional: